Martina, la guerrillera de Berriz

Vitoria-Gasteiz cuenta con una calle dedicada a la Coronela Ibaibarriaga, en referencia a Martina, una berriztarra que con 20 años salió de su casa para luchar como guerrillera contra la ocupación francesa de principios del siglo XIX

Un reportaje de Ascensión Badiola

LA figura de Martina Ibaibarriaga, injustamente ignorada, en parte, por la oscuridad en la que quedaron sumidas las mujeres guerrilleras y, en parte también, por la falta de crónicas y de documentación que amparó esa oscuridad, nos acerca a la imagen de una heroína local que luchó junto con otras muchas mujeres desconocidas en contra de la represión de los invasores, así como también con guerrilleros de la talla de Francisco de Longa, otro vizcaino que con el avance de la guerra llegó a hacer carrera militar y a alcanzar un cargo importante en la jerarquía castrense, al igual que lo lograron otros guerrilleros.

martina

Sobre las mujeres, por el contrario, nos han llegado apenas unas líneas en alguna crónica o en las memorias de alguno de estos hombres que se emplearon a fondo contra los imperiales; incluso sabemos de ellas por las condecoraciones simbólicas y las pensiones vitalicias que Fernando VII concedió a las guerrilleras que con su valentía colaboraron en la ardua tarea de recuperar el trono, entre ellas, la duranguesa Ángela Tellería. De Martina apenas sabríamos nada si no fuera porque un nieto suyo, Ricardo Blanco Asenjo, escribió en un suplemento del periódico El Imparcial de Madrid, con fecha 7 de mayo de 1883, un relato novelesco sobre Martina al que se ha tachado más de leyenda que de historia real.

Martina Ibaibarriaga Elorriaga nació en Berriz en 1788, fue bautizada en la iglesia de San Juan Evangelista y murió en el pueblo burgalés de Oña en 1849, lugar en el que vivió casi toda su vida de casada después de terminar la guerra de la Independencia. En su primera juventud y hasta la toma de Bilbao por los franceses, el 6 de agosto de 1808, fue vecina de Bilbao, hija del boticario José de Ibaibarriaga Ameztegi, de Munitibar, que tenía su negocio en el Casco Viejo.

Nada más producirse el hecho de Ibeni, la batalla en la que murió el también conocido Luis Power, se formaron cuadrillas de ciudadanos en la capital vizcaina con la intención de pelear contra los franceses y es aquí cuando comienza la leyenda de Martina que, al parecer, se echó al monte como un hombre más para combatir a las tropas de Napoleón después de que en el saqueo de Bilbao, murieran a mano de los invasores, su padre y su hermano José.

Martina entró en la partida del guerrillero Belar, también conocido como El Manco, y es con él cuando empiezan sus aventuras por la zona del Duranguesado y donde los franceses detuvieron a su hermana Magdalena y a su madre para saber sobre el paradero de La Martina, como era conocida en tierras vizcainas y alavesas, detención de la que ha quedado constancia en el Archivo Foral del Territorio Histórico de Bizkaia, en un documento dirigido por el primer jefe de escuadrón al presidente del Tribunal Criminal el 25 de agosto de 1810 sobre el interrogatorio efectuado a la madre de Martina, de nombre Magdalena Elorriaga, sobre el paradero de su hija, «la muchacha vestida de hombre que hace parte de la banda de Belar, alias el Manco», así como el interrogatorio a la hermana de la muchacha bandida. El papel de los guerrilleros fue fundamental en la guerra contra el francés puesto que las fuerzas regulares del ejército se vieron apoyadas por estos ante los insuficientes medios con los que contaban y no fue hasta muy avanzada la contienda cuando la guerrilla se integró en el ejército regular. Hombres y mujeres de la guerrilla que pertenecían a diversas clases sociales, y que apenas tenían instrucción militar, tuvieron que agruparse por partidas al mando de uno de ellos, generalmente el más experto y audaz. Fueron los guerrilleros los que resucitaron el ataque por sorpresa, que unos años después fuera utilizado con gran éxito por Zumalacarregi. Atacaron las avanzadas enemigas, asaltaron convoyes y correos, minaron sus fuerzas y, en definitiva, consiguieron la desmoralización de un enemigo desigual en cuanto a que este era muy superior en número, táctica militar, potencia armamentística, logística y experiencia.

División Iberia

Así se inmortalizaron en Navarra, Javier Mina y su sobrino; en las montañas de Burgos, el cura Jerónimo Merino; en Salamanca, Julián Sánchez, El Charro; en La Mancha, el médico Juan Palarea; en Catalunya, el barón de Eroles y, cómo no, el vizcaino Francisco Tomás de Antxia, más conocido como Francisco de Longa, guerrillero que llegó a ser general en el ejército regular y bajo cuyo mando estuvo Martina Ibaibarriaga cuando ingresó en la División Iberia, según documentan las memorias del guerrillero Mina.

Fueron los guerrilleros tal pesadilla para los invasores que el general francés Soult expidió en Andalucía un decreto en el que se expresaba: «No hay ningún ejército español fuera del de S. M. católica don José Bonaparte. Así que todas las partidas que existan en las provincias, cualquiera que sea su número y cualesquiera que sean sus comandantes, serán tratadas como reuniones de bandidos y los individuos de ellas cogidos con las armas en la mano, serán fusilados y sus cadáveres expuestos en los caminos públicos. Los guerrilleros están hostigando cada día más a los franceses». Para los franceses y autoridades autóctonas colaboracionistas, todos los guerrilleros fueron brigants, es decir, bandidos, y fueron numerosísimos los juicios del Tribunal Extraordinario de lo Criminal, un tribunal exclusivamente francés contra ellos, bandidos a la fuerza, que al carecer de todo tenían que dedicarse al pillaje por los pueblos para poder obtener mantas, dinero y comida, hasta el punto de llegar a ser temidos casi tanto como los franceses. En este punto es donde comienza la confusión entre la Martina bandida y la Martina guerrillera; una confusión que también puede estar alimentada porque muchas de estas partidas atacaron en las poblaciones a los alcaldes y cargos afrancesados que colaboraron con el invasor. En su devenir, Martina llegó a estar al mando de una partida compuesta por cincuenta hombres, tal y como documentan las memorias de Mina cuando dicen de ella: «El 3 de julio se puso fin, cerca de Murgia, a las correrías de una partida que estaba haciendo estragos en Álava y Vizcaya, encabezada por una mujer llamada Martina».

Embarazada

Mina era implacable con las guerrillas que degeneraban en comportamientos de bandidaje. Al jefe navarro le presentaron a Martina y a los suyos en Santa Cruz de Campezo, a su vuelta de la visita al feudo de Longa en el norte de Burgos y decidió entonces hacerlos conducir ante Longa para que este dispusiese de ellos. «El fornido cabecilla vizcaíno hizo fusilar a los ocho más criminales, pero tuvo que perdonar a La Martina, por estar embarazada, incorporándola a ella y a los demás a su fuerza. Con el tiempo aquella mujer llegó a ser oficial en la División Iberia y para sorpresa de Wellington llegó a combatir como tal en la batalla de Vitoria».

Lo cierto es que esta mujer tuvo relación con otros personajes importantes de la época como fueron: el ya mencionado Francisco de Longa, nacido en Cenarruza y que dirigió la victoriosa acción de la Venta del Hambre en el macizo de Orduña, apoderándose de 5.000 uniformes completos y de 10.000 pares de zapatos y que con el tiempo llegó a ser general; el navarro Francisco Espoz y Mina, de 30 años, quien combatía al lado de su tío Javier; el guerrillero Mariano Renovales, con quien luchó en el sitio de Zaragoza, y aunque no existe dato alguno sobre la participación de Martina en la batalla de Vitoria -de la que en 2013 se ha celebrado el 200 aniversario- existe la teoría de que seguramente tuvo que participar bajo un nombre masculino por razones de intendencia y de ahí surge también el legendario nombre de Manuel Martínez. Las memorias de Mina informan sobre Martina como parte de la División Iberia, bajo el mando de Longa y, pese a que no sabemos más de su actuación, sí que conocemos la peripecia de dicha División que se movilizó por el eje de Murgia hasta Gamarra menor. A esta participación se atribuye la presentación que hizo Longa de esta valiente mujer al propio Wellington, quien dicen que se sintió muy impresionado al comprobar que aquel soldado tan valeroso era, en realidad, una mujer.

Parece ser que tras la guerra, Martina abandonó la vida militar, se casó con Félix Asenjo y se retiró a vivir al pueblo burgalés de Oña, tras afrontar un juicio por bandidaje, cuyo expediente se conserva en un archivo de Pamplona, según algunas fuentes bibliográficas. Martina fue absuelta y Fernando VII le otorgó el título honorífico de capitán y cobró una pensión vitalicia en agradecimiento por los servicios prestados, tal y como se informa en la Revista de las Armas y Servicios del Ejército Español, nº 543. Abril 1985, pp. 70 en la que se cita: «Martina Ibaibarriaga bajo el nombre del Ilmo. coronel Manuel Martínez siguió cobrando su paga de coronel en su casa hasta 1849, año en la que murió a la edad de 61 años».

Leyenda o realidad, hay una calle en Vitoria-Gasteiz que recuerda a la Coronela Ibaibarriaga y con ello, las singulares andanzas de la legendaria guerrillera vasca totalmente desconocida por el público en general, motivo por el que en 2013 me decidí a escribir una novela en la se diese vida al personaje de Martina, una mujer de rompe y rasga cuyas aventuras debieron ser apasionantes para una chica de clase acomodada como ella, que tenía tan solo 20 años de edad cuando salió de su casa para terminar su andanza militar en la batalla de Vitoria. Martina Ibaibarriaga, realidad o no, es ya Martina Guerrillera en la ficción literaria, una gran historia de amor, guerra y aventuras para una gran época y posiblemente para una gran mujer.

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