Oro de Bilbao para comprar armamento

Entre julio y octubre de 1936, nada más estallar la Guerra Civil, el PNV llevó a Baiona lingotes del Banco de España en Bilbao para adquirir armas en Checoslovaquia y Alemania

Un reportaje de I. Gorriti

CUANDO la Guerra Civil golpeó a Gipuzkoa, los habitantes del territorio se encontraron prácticamente desarmados ante los golpistas militares españoles y sus leales. Para ahogar aún más la indefensa situación, el presidente del Gobierno francés, León Blum, acordó el 8 de agosto de 1936 prohibir la exportación de armas a España, de acuerdo con el criterio adoptado en un Consejo de Ministros celebrado el 25 de julio del mismo año.

En un primer momento, Blum no pensó en actuar de este modo cuando recibió una llamada de socorro desde el otro lado de los Pirineos. El 20 de julio de 1936, el mandatario francés leyó las siguientes palabras en un telegrama de su homónimo español: “Sorprendidos por peligroso golpe militar. Stop. Solicitamos ayuda inmediata armas y aviones. Stop. Fraternalmente José Giral”. Según la interpretación realizada por investigadores e historiadores, Blum quiso responder afirmativamente, pero acabó echándose atrás y se atrincheró en la “No Intervención”.

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A partir de ahí, los republicanos y nacionalistas vascos pudieron conseguir alguna cantidad de metralla y escasos fusiles de cuarteles franceses. Unos 300 fusiles pudieron pasar la frontera pese al “cierre firme y absoluto” de la misma, como valoraba el secretario del gobernador civil de Bizkaia y miembro del PNV, Pedro de Basaldua, según documentos atesorados en Sabino Arana Fundazioa.

El jeltzale recordaba en sus testimonios una anécdota al respecto: Los obreros ferroviarios de Burdeos lograron, bajo pretexto de maniobrar los vagones de una vía a otra, soltar un vagón y enviarlo a gran velocidad a Hendaia. Cuando este llegó, el Gobierno francés ya había fijado su posición, prohibiendo toda exportación de armas. El vagón repleto de ametralladoras, fusiles y munición permaneció mucho tiempo a escasos metros de Irun, mientras esta ciudad caía en manos del enemigo por falta de material de guerra, explicaba Basaldua. Para más inri, meses después ese vagón salió hacia “la España facciosa”.

Los meses pasaron con el previo viaje del exdiputado Telesforo Monzón a Barcelona en busca de armas para defender Gipuzkoa. A juicio de Basaldua, la lentitud desesperante de las gestiones y el fracaso de las mismas en no pocas ocasiones llevaron al PNV a designar a Anton Irala como la persona que se trasladaría a Francia para hacer examen de la situación y de las posibilidades reales de adquirir armamento. Irala se entrevistó en París con Rafael Picabea y, a su regreso, inició gestiones con el mundo financiero, así como con consejeros de banca. “Todo fracasó, pues la duda, el recelo y la pasividad habían ganado sus espíritus mercantilizados”, estimaba el que fuera secretario del gobernador civil de Bizkaia.

Por este motivo, Irala y Monzón viajaron al país vecino con el objetivo de hacer un llamamiento desde territorio galo a los vascos del mundo con el fin de adquirir armamento. A este respecto, Basaldua valoraba: “Digamos que el patriotismo respondió mejor, en rasgo ejemplar y emocionante en uno de los casos concretos, que aquel que se hizo con anterioridad con la banca”.

Lingotes en pesqueros

Con esos mimbres, el PNV acordó con Eliodoro de la Torre, delegado del Departamento de Finanzas de la Junta de Defensa de Vizcaya, llevar a la práctica un plan, aceptado por el gobernador civil, “a base de disponer del oro -apunta Basaldua- que como reserva tenía el Banco de España en Bilbao”, en el mismo inmueble donde sigue a día de hoy, en la Gran Vía. “El plan se llevó a cabo entre julio y octubre de 1936”, acotaba Anton Irala en testimonios concedidos en 1989 a Eduardo Jauregi, investigador de Sabino Arana Fundazioa. Irala fue secretario general de la presidencia del Gobierno vasco, miembro de la Delegación vasca en París y delegado del Gobierno vasco en Nueva York.

La acción comenzó con la apertura de las cajas que contenían los lingotes de oro. Se procedió al correspondiente inventario “con todo detalle” y, a medianoche, se trasladó su contenido en dos automóviles al puerto de Ondarroa. El embarque de las cajas se registró a las dos de la madrugada: “Se hizo en cinco pesqueros, una caja en cada barco por si llegaran a tropezar con algún buque rebelde y para evitar de esa forma que su totalidad cayera en poder de los sublevados”. Al frente de la expedición viajaban De la Torre, Monzón e Irala.

Ya en aguas jurisdiccionales francesas, se transportó todo el oro en un solo barco con Eliodoro de la Torre al cargo hacia Donibane Lohizune y Baiona. Era sábado. Hubo que esperar al lunes. Solo el Credit Lyonnais admitía oro. De la Torre viajó a París y se quedaron al cargo Monzón y Picabea, que fueron quienes iniciaron las gestiones con Checoslovaquia e incluso Alemania, con la garantía de aquel dinero en depósito.

Las gestiones dieron sus frutos. En octubre, poco después de constituirse el Gobierno de Euzkadi, llegaba el primer barco con armas a Bilbao, procedentes curiosamente desde la ciudad alemana de Hamburgo, “ante la indiferencia de la policía y las autoridades fascistas”. Hasta entonces, según Basaldua, Bizkaia contaba con poco armamento para hacer frente a los sublevados. El Cuartel de Montaña registraba 1.200 fusiles, 16 ametralladoras Hotchkiss, dos morteros de 81 milímetros y doce de 50 milímetros y un cañón Schneider.

La Guardia Civil tenía 500 fusiles y cuatro ametralladoras. Asalto y Seguridad poseía otro medio millar de fusiles y seis ametralladoras, así como tres morteros de 50 milímetros. Los carabineros, por su parte, sumaban 300 fusiles y los miñones 110. La suma total era de 2.610 fusiles, 26 ametralladoras Hotchkiss, 17 morteros y un cañón Schneider de montaña.

Más adelante llegaría todo lo conseguido in extremis gracias al oro de Bilbao y a las donaciones de patriotas vascos de fuera de las mugas de los territorios de Hegoalde.

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