El crucero vasco que encalló el abuelo del ministro de Rajoy

Antonio Eulate, antepasado del ministro de defensa Morenés, fue el capitán del navío ‘vizcaya’, botado en Sestao

Un reportaje de Iban Gorriti

EL escudo del municipio de Sestao cuenta en su emblema con un barco. No es otro que el por muchos desconocido crucero acorazado Vizcaya que pilotaba el capitán Antonio Eulate, abuelo del actual ministro de Defensa del Gobierno español, Pedro Morenés Eulate (PP). A día de hoy, los huesos metálicos del navío permanecen como memoria historia encallada en las costas de Santiago de Cuba donde fue tocado y hundido en batalla en el siglo XIX. El año que viene se cumplirán 125 años de su botadura precisamente en esta localidad costera el 8 de julio de 1891. Fue también en julio, pero siete años más tarde, cuando quedó derrotado y fondado en la batalla naval de Santiago, a la edad de solo siete años de travesías.

canon

La batalla naval de Santiago de Cuba tuvo lugar el 3 de julio de 1898 en la bahía de igual nombre con dos fuerzas beligerantes como era la española y la estadounidense. La victoria fue para los americanos del almirante Sampson que contaban con cuatro acorazados, dos cruceros acorazados, un cañonero y tres cruceros auxiliares, en detrimento de la del almirante Cervera con cuatro cruceros acorazados y dos contratorpederos.

El crucero acorazado Vizcaya fue botado en los astilleros de Sestao el 8 de julio de 1891 y de inmediato pasó a engrosar la lista de buques de la armada estatal de finales del siglo XIX. Tenía una eslora de 103 metros y 19,86 metros de manga. En él navegaba una tripulación de casi un millar de miembros a una velocidad de 20,25 nudos. Pesaba 6.900 toneladas.

El barco del escudo de Sestao tocó fondo el 3 de julio de 1898 después de hacer frente a cuatro obuses de 203 mm, 9 de calibre medio y 12 de calibre ligero. El capitán Antonio Eulate encalló el Vizcaya en las rocas cerca de Aserradero, en las cercanías de Santiago y se entregó para evitar mayores pérdidas de vidas de su tripulación. Un siglo después de aquella contienda, aún se pueden ver sus restos en la costa cubana. De hecho, todavía hay salidas de submarinistas para visitar su pasado.

Como toda buena batalla se precie, esta también tiene su leyenda histórica de corte épico y tiene relación con el capitán Antonio Eulate, máximo responsable del acorazado vasco. El Vizcaya fue destinado a Nueva York a comienzos del año 1898, en lo que se pactó entonces como “intercambio con la visita amistosa del barco USS Maine a La Habana”. Después de la destrucción del Maine, regresó al Estado español y se unió a la flota del almirante Cervera. Días más tarde, el Vizcaya volvía a cruzar el océano Atlántico, su última singladura. Fue bloqueado en Santiago de Cuba con el resto de la fuerza de Cervera. El buque vasco fue la segunda nave en salir del puerto el 3 de julio de 1898. Sufriendo el fuego americano durante la batalla de Santiago, encajó cuatro obuses de 203 mm, nueve de calibre medio y doce de calibre ligero.

Nace la leyenda

Es en ese punto en el que empieza a forjarse la leyenda. El capitán Antonio Eulate encalló su crucero en las rocas cerca de Aserradero, en las cercanías de Santiago y se entregó, según valoró, para evitar mayores pérdidas de vidas de su tripulación. Cuando Eulate fue trasladado herido a bordo del USS Iowa, echó un vistazo a su navío ardiente, y la historia recoge que dijo levantando la mano en saludo: “Adiós, Vizcaya”. “Como si fuera una señal, el compartimiento delantero del crucero estalló en cuanto las palabras salieron de sus labios”. Eulate es abuelo de Pedro Morenés Eulate, actual ministro de Defensa del Gobierno español presidido por Mariano Rajoy, nacido en Las Arenas el 17 de septiembre de 1948.

Cuando la marina de guerra de los Estados Unidos de América examinó las ruinas de la flota española después de la guerra, el Vizcaya fue declarado como “pérdida total”. Aún hoy puede observarse lo que queda del crucero acorazado a lo lejos desde la carretera Granma, cerca de Aserradero, en el mar, una de sus silenciadas torretas con su cañón.

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