Miguel Soreasu, el gudari centenario que se fugó del Arriaga

Miguel Soreasu es uno de los pocos soldados del lehendakari Aguirre que siguen vivos con más de cien años

Un reportaje de Iban Gorriti

SON varios los soldados del Ejército del Gobierno vasco del lehendakari Aguirre que han rebasado los cien años. Es el caso de Antonio Izagirre (102 años), de La Quadra, Fructuoso Pérez Arrospide o Miguel Soreasu Badiola. Encontrar a este último no ha sido fácil, aunque curiosamente estuvo en el Gudari Eguna de Artxanda pero él pasaba desapercibido: estaba presente en La Huella, pero no era protagonista como José Moreno (organizador) o Manolo Sagastibeltza.

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Las pistas situaban a Soreasu en su natural Azkoitia. Sin embargo, reside en Santutxu, después de toda una vida viviendo en el centro de Bilbao. Él es uno de los últimos vivos del Batallón Otxandiano -nunca digamos el último-. El 4 de enero cumplió un siglo de vida, pero su forma de ser ha llevado a que sean miles las incógnitas de su pasado en la Guerra Civil. ¿Estaría en Durango el día del bombardeo de 1937, municipio en el que murieron algunos de sus compañeros del batallón número 37 Otxandiano, del PNV?

A día de hoy, poco habla. Eso sí, no olvida detalles como que este antifranquista formó parte de la compañía Alberdi de esta unidad de lucha del Eusko Gudarostea. Nació en Azkoitia, hijo de Eustaquio Soreasu y Francisca Badiola. El primero, carnicero, falleció cuando Miguel tenía siete años. Al quedar viuda, Francisca buscó trabajo en Bilbao en casa de Víctor Chávarri Salazar, marqués de Triano, y considerado el primer capitalista vizcaino, fundador de La Vizcaya, fusionada con Altos Hornos de Vizcaya AHV. Cuenta con dos esculturas: una en su natal Portugalete y otra en la estación de la Concordia, en Bilbao. La madre de Miguel comenzó a trabajar en la casa de la Gran Vía como aña.

Miguel y su hermano quedaron al cargo de una tía en Azkoitia. El primero acabó viviendo cerca de su madre. Fue a vivir a Las Arenas cuando tenía 14 años. En los años previos a la Guerra Civil, trabajó en la ferretería La Bolsa, de los austriacos Yohn y CIA. Era pinche, recadista.

De orígenes familiares carlitas, tanto él como su hermano siempre han tenido ideales nacionalistas vascos. De hecho, tanto él como su hermano Bittor fueron alistados como gudaris en el batallón Otxandiano, del PNV. “A mi hermano le hirieron en Villarreal”, rememora y cita frentes de batalla en los que luchó contra el fascismo: Saibigain, Akarregi e Intxorta.

DETENIDO EN LA PEÑA “A mí me detuvieron en La Peña”, explica, dato que podría ser muy cierto ya que el comandante Koldo de Larrañaga cayó en junio de 1937 en la defensa del monte Malmasin. Su hijo, José Miguel, le pregunta cómo fue apresado y qué recuerda de su presunta estancia en el Teatro Arriaga. “Me fugué del Arriaga”, asiente y queda la duda de si tras la detención le llevaron a este edificio y, “al parecer, conocía el teatro y se escapó por una puerta trasera, por eso creemos que no pisó cárcel alguna, pero todo es un poco incierto porque ha sido de esos hombres que no han querido hablar de la guerra. Ha sido de muchos amigos, pero siempre buscando la soledad”, aporta José Miguel.

Desde la Sociedad Aranzadi, Jimi Jiménez constata a DEIA que el Teatro Arriaga fue uno de los innumerables “puntos de detención” en los días en que Bilbao fue ocupado por los leles a los militares golpistas españoles. Al finalizar la guerra, hizo la mili en Nafarroa -“estuve en Burguete”- y volvió a trabajar como ferretero, en este caso en Ercoreca. Contrajo matrimonio con María Dolores Iza Mintegi en octubre de 1941 en Artxanda y la familia conserva aún un salvoconducto que le hicieron para poder ir de viaje de miel a Zaragoza. Dieron a Euskadi cuatro hijos: José Miguel, María Begoña -fallecida- Javier Tomás y María Aranzazu.

A pesar de seguir a día de hoy afiliado al PNV en el batzoki de Santutxu, nunca ha querido hablar de lo que luchó en la guerra. Siempre ha preferido, por ejemplo, conversar sobre su pasión por la montaña. Socio del Bilbao Alpino Club, subía al Pagasarri durante todo el año y se duchaba con el agua de la fuente de Tarín, incluso los días que nevaba. “Total, el agua está a 11 grados, está más caliente que la temperatura de la calle”, solía repetir. Tal era su salud que hace diez años se cayó en Gorliz de bruces y en Basurto lo deshauciaron, pero sobrevivió. “Vi cómo le dieron la extremaunción. Nadie podría creer que le dieran el alta. A día de hoy en el hospital algunos aún le llaman Lázaro, por el de la Biblia”. Hace tres años, además, le operaron de cataratas. El pasado enero, el entonces alcalde Ibon Areso le visitó en el batzoki de Santutxu para felicitarlo en su cumpleaños.

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