La brigadista polaca que sobrevivió a la batalla de Villarreal y a Mauthaussen

‘Estoucha’ fue sanitaria con el EUSKO GUDAROSTEA, cogió la ametralladora y escribió en el semanario ‘Mujeres’ hasta la caída de BILBAO EN JULIO DE 1936

Un reportaje de Iban Gorriti

O hice un listado de hasta 92 brigadistas que llegaron a Irun, los primeros, antes de crearse las Brigadas internacionales. Son los grandes olvidados de la Guerra Civil española”. Son palabras del escritor Miguel Usabiaga, hijo del histórico teniente comunista Marcelo Usabiaga, fallecido en julio de 2015.

Gudaris avanzan en la batalla de Irun. (Sabino Arana Fundazioa)
Gudaris avanzan en la batalla de Irun. (Sabino Arana Fundazioa)

 

Entre aquellos silenciados, hubo una mujer, la polaca Estera Zilberberg. Era conocida como Estoucha, diminutivo en polaco de Esther. En su paso por la geografía vasca donde además de ser sanitaria en el batallón Perezagua del Eusko Gudarostea y tomar, antes la metralleta de un camarada abatido por los afectos a los golpista españoles, escribió en la revista Mujeres bajo el sobrenombre de Juanita Lefévre. Fue herida en la histórica batalla de Villarreal (Legutiano) y más tarde superviviente de la muerte de Mauthausen.

Era la benjamina de cinco hermanos. Nacida en Kalisz, en la frontera con la vieja Prusia. Su padre fue un obrero textil y estudioso del Talmud. Su madre, una judía del lado de la modernidad, en la que pretendía educar a sus hijo. Soñaba con estudiar Medicina en el extranjero. A sus 20 años, junto con dos amigas, partió a Bélgica. En Bruselas, estudió y trabajó y, ante el creciente nazismo, se integró en el partido comunista belga, que entonces contaba con el 20% de miembros judíos.

Cuando los militares fascistas españoles dieron el golpe de Estado de julio de 1936, la juventud antifascista belga decidió enviar voluntarios a España. Usabiaga explica un dato curioso: “Ellos sustituirían a algunos deportistas belgas que se encontraban en Barcelona, para participar en las Olimpiadas Populares, cuando ocurrió la sublevación; eran el recambio en la solidaridad para reemplazar a aquellos deportistas que desearan volver”, explica el autor de libros como Flores de la República.

Estoucha fue una de las que levantó la mano. Junto a Abram Gotinski organizaron el viaje de solidaridad con la República. En pocos días realizaron una colecta de medicamentos y productos para los primeros auxilios. El billete hasta París debían pagarlo de su bolsillo, de allí en adelante se ocupaba el Socorro Rojo. El padre de Abram se hizo cargo de los billetes de Bruselas a París para su hijo y para Estoucha. Partieron el 8 de agosto de 1936. Atravesaron junto a camaradas el puente internacional. Ella se incorporó a la ayuda sanitaria. Tres días después de su llegada, su compañero de estudios Abram Gotinski murió en Irun, en la línea del frente.

La joven solidaria escribiría en su diario: “Un día, me encontraba muy cerca de la ametralladora instalada sobre una colina, cuando vi al ametrallador morir bajo el fuego de los fascistas que avanzaban. ¿Qué hacer? Tomé el puesto del tirador, y cuando vi correr a los enemigos hacia nosotros, creo que cerré los ojos, pero disparé”.

Usabiaga se pregunta si “¿era la muerte de un camarada lo que la impulsó o quizá la de Abram -su amigo, su compañero- a quien quería vengar?” Tras aquella muerte en Gipuzkoa, Estoucha se dedicó a curar heridos y marchó a Bilbao. En el frente de Bizkaia se unió al batallón Perezagua del Eusko Gudarostea y fue herida en la batalla de Villarreal, en Araba. Una vez recuperada le encomendaron ser periodista, redactora jefe, en el semanario Mujeres, bajo el seudónimo de Juanita Lefévre.

El 17 de abril de 1937 publicó su primer reportaje sobre el coraje de los pescadores vascos y su labor frente a los cruceros y aviones fascistas, que atacaban sus barcos. Con la entrada de los franquistas a Bilbao, el 20 de junio, la joven polaca escapó hacia Santander, a pie, y volvió a incorporarse a los servicios médicos del frente.

En Santander lo combinó con la radio. En el frente del norte colaboró con la República asesores militares soviéticos, que necesitaban traductores de confianza. Consiguió salir de la capital cántabra en el último momento, a bordo de un pequeño barco, el Medusa.

Atacado en su huida por los buques fascistas, el barquito consiguió escapar y llegar hasta el puerto francés de La Pallice. Tras un descanso en Francia, cruzó los Pirineos y regresó a España. “El fin de la guerra está próximo y los soviéticos deciden salvarla enviándola a Francia, con una falsa identidad, Jeanne Lefévre”, valora Usabiaga.

Allí, se sumó a la resistencia contra los nazis con la identidad de Jeanne Dubois. Fue detenida, torturada y encerrada en varias prisiones: en Francia, en Bélgica y en Alemania: Essen, Mesum, Gross-Strehlitz, Kreuzbourg. Por una huelga, fue deportada a Ravensbrück, primero, y a Mauthausen, campo de muerte al que sobrevivió al ser liberada.

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