Vistas antiguas de las ciudades vascas

Bilbao y Donostia fueron las primeras ciudades vascas que aparecieron impresas en el ‘Civitates Orbis Terrarum’, que comenzó a elaborar en 1572 el canónigo de la catedral de Colonia George Braun, en sintonía con Abraham Ortelius

Un reportaje de Jabier Aspuru

Bilbao. Joseph Antonio de Rementería, 1737.
Bilbao. Joseph Antonio de Rementería, 1737.

LA representación de nuestras ciudades o territorios ha sido una necesidad desde tiempos antiguos. La motivación ha sido diferente pero el objetivo ha sido mostrar una visión de nuestro entorno. Las ciudades guardan en su memoria colectiva sus iconos o estampas más representativas y antiguas. Durante el siglo XV y XVI, con la aparición de la imprenta y la cartografía moderna, se extendió la costumbre de dibujar imágenes con vistas de las ciudades más importantes. En un principio eran genéricas o idealizadas, es decir, iconos que podían representar a cualquier ciudad. Después, pasaron a ser vistas “reales”, es decir, con elementos identificativos de la ciudad. Hasta la aparición de la fotografía, todo se fiaba a la destreza e interpretación del dibujante o pintor. Fue en la Crónica de Nuremberg de 1493, un texto de contenido eminentemente religioso, donde aparecieron las primeras vistas de ciudades con un gran grado identificativo; espectaculares y muy reconocibles son las ciudades de Jerusalén, Constantinopla o Roma, entre otras. El primer gran proyecto editorial y estructurado sobre vistas de ciudades corresponde al Civitates Orbis Terrarum. Lo elabora entre 1572 y 1617 Georges Braun, canónigo de la catedral de Colonia, aunque en sintonía con Abraham Ortelius que, a su vez, elabora en Amberes su visión del mundo a través de su Atlas Teatrum Orbis Terrarum.

Si nos circunscribimos al ámbito territorial vasco la incidencia de este gran movimiento ha sido diversa y distinta dependiendo de las ciudades. Son Bilbao y Donostia las dos ciudades vascas que aparecen impresas en el Civitates. Espectacular, precisa y muy descriptiva es la vista de Bilbao que aparece en la segunda edición, en 1575. La vista recoge prácticamente todos los elementos distintivos de la ciudad en su cartela con rotulados añadidos y que perduraron hasta el siglo XIX, en el que las destructivas guerras carlistas y el abordaje de Abando con la irrupción del ferrocarril transformaron la ciudad. Esta vista de 1544 tiene la particularidad de que es anterior a la elaboración y diseño de la obra, para la que se dibujaron, por expreso encargo, la gran mayoría de ciudades.

La imagen anónima la dispone Joannes Mofflin, un capellán real flamenco en la corte de Felipe II, que tenía una buena relación con Plantino, el gran productor cartográfico de la ciudad de Amberes. A la vista le acompaña una descripción de la ciudad tomada de la obra de Pedro de Medina. La otra gran joya cartográfica que también describe Bilbao es la que realiza Gabriel Baudwin en 1739 por encargo de la corona británica, un auténtico tres por uno en el que aparece una gráfica descripción de sus principales edificios, el estuario de la Ría y un escrupuloso dibujo de toda la costa vasca muy en la línea de los recientemente descubiertos en el Atlas de Pedro de Texeira de 1634. Para terminar con Bilbao hay una tercera vista de la villa de 1737 correspondiente a Joseph Antonio de Rementeria, síndico de la Villa de Bilbao que perduró prácticamente hasta la llegada de la fotografía. Se trata de un minucioso dibujo con un enfoque más cercano que la imagen del Civitates y de un realismo cuasi fotográfico. No llegó a la imprenta hasta 1910 de la mano de Carmelo de Echegaray, aunque sí fue muy copiada reproducida y versionada durante todo el siglo XIX. Bilbao en su iconografía siempre tuvo más reconocimiento como villa comercial con su Consulado que como enclave militar.

Donostia, en 1572 La ciudad de Donostia aparece en la primera edición del Civitates, en 1572, en lo que es la primera vista impresa de una ciudad vasca. El dibujo más discreto y con menos precisión que el de Bilbao lo realiza expresamente para la obra Joris Hoefnagel en 1567 y se publica compartiendo página con la ciudad de Burgos. En la vista aparece la ciudad amurallada y fortificada intramuros muy en la línea de la mayoría de las ciudades medievales europeas con las iglesias de Santa María y San Vicente. También se observa el casco de un barco en construcción, testimonio de la existencia de astilleros en la villa. Aparece el marco natural de la bahía de la Concha y la isla de Santa Clara junto a las murallas de Urgull; en la ensenada de la Zurriola no hay rastros de los meandros arenosos del Urumea. Aun así, de Donostia existen vistas anteriores que no llegaron a la imprenta pero que dan una buena imagen de la ciudad. Se ha conservado una vista de 1540 del códice de Francisco d’Ollanda, que se encuentra en la biblioteca de El Escorial, donde se ve el frente de la muralla con su entramado interior. Más extraña pero no menos descriptiva es una vista anónima de 1552 que se conserva en el archivo de Simancas, con una visión en planta del interior de las murallas junto al puerto muy resguardado del exterior. Aparte de estas vistas la aparición de Donostia en la cartografía debido a su carácter de plaza de defensa fortificada y muy próxima a una zona fronteriza es muy frecuente sobre todo en la avanzada cartografía francesa. A destacar que, en su viaje hacia Donostia en 1567, Hoefnagel se detuvo a dibujar el túnel de San Adrián en una pintoresca e inédita vista del Civitates que apareció en la quinta edición de 1598.

Gipuzkoa (Guipuscoa regionis typus) fue el primer territorio peninsular que apareció en el teatrum de Orthelius en 1578 con un detalle y definición que en el resto de territorios vascos no llegó hasta dos siglos después con los mapas de Tomás Lopez. Merece mención aparte la gran cantidad de imágenes en las que aparece la ciudad de Hondarribia como fortaleza militar y fronteriza y punto de atención de cronistas y viajeros. Su protagonismo en el hecho histórico de la firma del tratado de Paz de los Pirineos en 1659 es recogido en una infinidad de documentos gráficos y punto de atención de numerosos pintores.

Gasteiz no despertó la atención de los grandes proyectos cartográficos a pesar de que Boris Hoegnagel sí debió de pasar por allí en su viaje de Burgos a Donostia. La vista más antigua de Gasteiz corresponde a una interesante historia doméstica. En 1838 el concejal del Ayuntamiento de Vitoria Benito Casas recuperó e hizo una copia de un dibujo anónimo y muy deteriorado que se conservaba en un desván municipal. La datación del dibujo por identificación de elementos del convento de San Antonio y la torre de la iglesia de San Miguel se sitúa entre los años 1623-1661 lo que le da un valor incomparable. La imagen expresa magníficamente la ciudad medieval con sus dos recintos amurallados, uno superior en el Campillo y, otro, en la parte baja con sus casas arropadas por sus edificios más emblemáticos, la catedral de Santa María y las diferentes iglesias, conventos y fortalezas. Aparece también ese gran espacio de convivencia y de urbanidad, que corresponde a lo que hoy sería la plaza de la Virgen Blanca y Plaza Nueva como espacio único.

No obstante el icono identificativo de la ciudad antigua corresponde a un dibujo que el pintor romántico escocés David Roberts realizó en el año 1833 en su viaje al sur de la península y que editó Thomas Roscoe en 1837. En el dibujo hecho a lápiz se muestra una vista de la Plaza Mayor, hoy plaza de la Virgen Blanca, con su actividad de plaza de mercado y oficios y sus personajes con los ropajes de la época. Se observa todo el frontal con los entramados de madera y las balconadas de las viejas casas torre y palacios que estaban a la entrada de la ciudad vieja y donde vivían las familias más poderosas de la ciudad. También el viajero y pintor naturalista Henry Fenn dejó un magnífico dibujo de la plaza de la Virgen Blanca en 1874. La ciudad de Gasteiz tiene una gran riqueza iconografía con motivo de las guerras napoleónicas y carlistas durante el siglo XIX.

El territorio navarro por ser un Reino muy asediado por las monarquías francesa e hispana es territorio de disputa cartográfica. Así son muy espectaculares los mapas de los Alduides del cosmógrafo portugués Pedro de Texeira de 1637 con las fortificaciones de la villa de Burguete y el castillo de Amaiur. Interesante es el mapa de Nicolás Sanson D’Abbeville de Royaume de Navarre en six merindades de 1652 en la que se incluye la merindad de ultrapuertos hoy Nafarroa Behera.

Iruñea es una ciudad con una apabullante representación cartográfica, aunque muy restringida a las diferentes fortificaciones de la ciudadela y las murallas. Recibió la atención del gran cartógrafo francés Nicolas de Fer que levantó un plano de la ciudad en 1719. Abundantes son los planos de la transformación del viejo recinto medieval en un recinto abaluartado que incluía además una importante ciudadela pentagonal, la primera de toda la península y que se inspiró en la de Amberes. Descriptivos y precisos son los planos que en 1726 realiza Jorge Prospero de Verboom para las fortificaciones de Iruñea y que marcan la transformación de la ciudad durante todo el siglo XVIII y que culminó Juan Martín Zermeño en 1576 con un innumerable despiece de preciosos mapas y planos. Curiosos y artísticos son los dibujos representativos de los juramentos de los Reyes de Navarra. Como la imagen de la Virgen, rodeada de ángeles, sobre una casa o palacio torreado, se ve al Papa con sus cardenales y a un rey con su séquito de nobles. Lleva dos escudos de Pamplona y la siguiente leyenda: “Por la leche que mamastes, hijo tres cosas quitad: guerra, hambre y mortandad”, estampa impresa en 1555 en Estella por Adrián de Amberes impresor de la doctrina christiana de Sancho Elso, primer catecismo en euskera, hoy desaparecido, que se imprime en un territorio vasco.

Para los viajeros románticos Iruñea está fuera de ruta en su viaje al centro de la península y es difícil encontrar alguna vista recreativa de la ciudad. Hallamos un par de vistas panorámicas en el año 1820, correspondientes a la obra de Alexander Laborde Voyage pittoresque et historique de l’Espagne en las que el general y pintor francés Louis-Francis Lejeune aporta una par de vistas. La primera representa en primer plano el molino de Caparroso, el río Arga, a la altura de las pasarelas y, en segundo plano, las fortificaciones con los baluartes de Labrit y del Redín, el palacio episcopal y las traseras de la Catedral.

También pasó por Iruñea el excelente pintor y viajero Jenaro Pérez de Villaamil en 1850, que publicó tres hermosas vistas del interior del claustro y refectorio de la catedral.

Las antiguas imágenes y planos de las ciudades y territorios aportan información de nuestra historia, en algunos casos desaparecida, truncada o transformada, información complementaria de la que encontramos en los documentos escritos, la propia selección y realce de una imagen o vista nos traslada a un imaginario que existió siglos atrás y que en algunos casos ha desaparecido.

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