Una quincena de miembros de este cuerpo formó a batallones como el Amayur o la Ertzaña en Euskadi.
Un reportaje de Iban Gorriti
Hay datos históricos que pueden hacernos abrir los ojos más de la cuenta cuando tratamos de informarnos. ¿Pudo ser el primer jefe de la Ertzaña de 1936 un guardia civil? ¿Pudo ser un miembro de ese cuerpo el mando supremo del batallón Amayur del PNV? Las dos preguntas tienen una respuesta común: sí.
Se estima que una quincena de miembros de la Guardia Civil participó en el bando republicano vasco entre julio de 1936 y el 24 de agosto de 1937. Una de las personas que mejor ha matizado ese maridaje que a día de hoy puede parecer paradójico es José Luis Cervero, escritor, periodista y parte del cuerpo de la Guardia Civil desde 1965. Consultado al respecto, este redactor de las desaparecidas Diario 16 e Interviú estima que “la labor de la Guardia Civil en el País Vasco fue muy importante porque fueron algunos de los que formaron a unas milicias y un ejército vasco que no tenía nociones militares”, aporta a DEIA.
A juicio de este profesional de la información que suma premios como el Ortega y Gasset de Periodismo, fue el Gobierno Provisional de Euzkadi quien solicitó instructores al Ejecutivo de la República. “El Gobierno central envía tropas a los cuerpos del Ejército del Norte. Es la Comandancia de Madrid quien manda militares y algunos se incorporan en él y dirigen aquellos cuerpos”, agrega el autor del libro Los rojos de la Guardia Civil. Su lealtad a la República les costó la vida, de 2006.
El primer jefe de la Ertzaña de 1936 fue Saturnino Bengoa, guardia civil de Orduña. Germán Ollero, por su parte, fue un comandante que acabó al frente del batallón Amayur del PNV. Como curiosidad, los dos hijos de este jefe del Estado Mayor de la 2ª División del Ejército de Euzkadi, también militares, se posicionaron con el bando golpista. Los tuvo enfrente.
El conocido jefe del sector de Elorrio durante la guerra fue otro guardia civil: José Bolaño, que murió fusilado en Santander. Y a estas recordadas figuras históricas cabe añadir a Juan Colina, Antonio Naranjo o Carlos Tenorio. Entre el resto, brilla además el tricornio de un alavés, Juan Ibarrola Orueta (Laudio, 1900-1976). Fue un militar y guardia civil que también se mantuvo fiel a la Segunda República. Alcanzó el grado de teniente coronel y ocupó el mando de una de las divisiones del Euzkadi’ko Gudaroztea en el sector de Otxandio. Tomó parte en la famosa batalla de Saibigain en la que el comandante del batallón Arana Goiri del PNV, Felipe Bediaga Aranburu, le llamó “cobarde” por no querer atacar una vez más a los fascistas; él cumplió la orden y falleció en el intento. Es más, a día de hoy su cuerpo aún no ha aparecido.
Al estructurarse el Ejército de Euzkadi en Divisiones, Ibarrola fue nombrado Comandante de la 1ª y bajo su dirección tuvo reconocimientos por su actuación en los frentes de Bizkaia y Santander. Posteriormente fue jefe del XXII Cuerpo del Ejército de Maniobras, tomando Teruel. “Tras la guerra, Ibarrola acabó vendiendo perfumes, era comercial de colonias”, explica Cervero.
Represaliados Si todos estos datos llaman la atención, hay uno más que quizás también lo haga. Según el interlocutor invitado, “con el golpe de Estado militar, la mayor parte de la Guardia Civil se posicionó en contra de la sublevación. Fueron contados los que se sumaron a los rebeldes”, explica, y pone como ejemplos “el caso de Barcelona, Madrid o ahí donde ustedes, en Bilbao”.
El libro hoy agotado Los rojos de la Guardia Civil. Su lealtad a la República les costó la vida detalla este punto. “Durante los años de la guerra española, fueron muchos los mandos y agentes de la Guardia Civil que no sucumbieron a los cantos de sirena de la nueva España. El mismo Franco pudo constatar que, en muchos lugares donde creía indudable el triunfo de su golpe militar, le salían al paso guardias civiles dispuestos a defender la legalidad del Gobierno al que servían, como siempre había aconsejado el duque de Ahumada, fundador del cuerpo”, expone.
Con todo, estos profesionales “rojos” acabaron siendo represaliados. Tuvieron que comparecer ante los piquetes de ejecución formados por los franquistas, pasaron a poblar las cárceles y los campos de concentración creados por las autoridades para eliminarlos. Desde la checa Spartacus a la comandancia de Marruecos, desde Córdoba a Legutio o Catalunya, Cervero, perteneciente a los Servicios Secretos de Información del cuerpo durante muchos años, dejó impreso que considera “brutal” la represión sufrida por sus compañeros de entonces. “Es una demostración de que a veces la lealtad impone un alto precio que hay que pagar”, concluye