El miliciano preso al que liberó Goicoechea

Epifanio Guridi relata en su diario cómo tras ser apresado por los franquistas logró coincidir con el famoso comandante republicano pasado al enemigo

Un reportaje de Iban Gorriti

nO son muchos los diarios de gudaris y milicianos que han trascendido o que aquellos soldados del Euzkadiko Gudarostea llegaron a escribir. Contados han sido los que han acabado impresos como libro y otros reposan en la memoria familiar. Un ejemplo de estos últimos es el Diario de Epifanio Guridi, antifascista del batallón 8 de la UGT durante la Guerra Civil. Su relato ha sido estudiado por Jon Ander Ramos, profesor de la UPV/EHU.

Fue en estas 120 páginas de los años 80 donde el antifascista de Eskoriatza relató una paradoja. El guipuzcoano se mostró en todo momento un ferviente defensor de la fortificación del Cinturón de Hierro que comandó Alejandro Goicoechea. Este último, el 27 de febrero de 1937, se pasó al bando golpista en Arlaban, a la IV Brigada de Navarra. Años después, fue el inventor del tren Talgo.

Guridi narra con entusiasmo los planes del Cinturón de Hierro de Bilbao. “Todo el País Vasco confiábamos en la enorme fortificación. Todos los alrededores de Bilbao se encontraban con nidos de ametralladoras, construidos por el afamado Goicoechea. Pero de nada sirvió. Una noche, este comandante se fugó con todos sus planos al enemigo cruel fascista”, denunciaba molesto.

La singularidad de este hecho es que, sin embargo, Epifanio acabaría libre tras ser apresado por el bando sublevado. La curiosa razón fue que coincidió con el propio Alejandro Goicoechea y este le aseguró que conocía a su familia y que, incluso, había una casa en común, por lo que le quedaban pocos días de guerra. Y así fue a raíz de la intermediación del de Elorrio.

El diario entregado por una hija del miliciano a Ramos describe que esta noticia aconteció un lunes. Epifanio, “conductor desde los 18 años y acordeonista que tocaba en romerías” -como narra el investigador- situó su camión para que lo cargaran los soldados del bando golpista. Entonces apareció Goicoechea. “Preguntó por el chófer del camión y le contestaron que estaba en su casa, y mandó que me presentara. Me preguntó si de verdad era yo de Eskoriatza y si vivía en la casa. Contesté que sí, que vivían mis padres desde cuando se casaron. Me dijo que era la casa de sus primas. ¡Qué coincidencia! Estará usted contento. Me estrechó la mano y me dijo: suerte que ya te quedan pocos viajes…”.

Sin embargo, hay que recordar que meses antes, cuando Epifanio militaba en el bando republicano que defendió desde el primer día en el comité de defensa de su Ayuntamiento, detestaba el golpe de Estado. Denunció en su diario el paso de bando de Goicoechea porque, según sus palabras, “para Euskadi fue una desmoralización tremenda”. Y va más lejos. Asegura que el 18 de junio de 1937, un día antes de la ocupación de los ya franquistas de Bilbao, el lehendakari “José Antonio Aguirre se presentó en Artxanda gritando y animando a todos los gudaris para que se resistiera, que en término de pocas horas íbamos a recibir cantidad de aviones y material necesario, y que lucháramos en defensa de Bilbao. Pero nos fue imposible resistir. Por las Arenas, Getxo, entraron los italianos con sus tanques orugas, y coparon Bilbao muy fácilmente”, valoró. “La desilusión invadió a las tropas republicanas”, concluía al respecto.

Echando la vista atrás, el capítulo de sus primeros días de guerra es propio de una secuencia cinematográfica. Tras el golpe de Estado fue uno de los últimos en abandonar Eskoriatza, pueblo en el que se crió en el seno de una familia humilde a la que llegó procedente del hospicio donostiarra. A pesar del estallido del conflicto y tras poner su camión a disposición del bando democrático, actuó en fiestas de Marín con su acordeón. Ese día, una mujer bajaba del monte “llorando, y nos dijo que suspendiéramos la fiesta, que estaban bombardeando Otxandio”. Guridi testimonia que el día 21 de septiembre se desalojó Eskoriatza, “excepto los cuatro del comité y yo”. Pasaron la noche en un coche, en un frontón. Haciendo guardias.

Al repique de las campanas de un convento indicando la entrada en Arrasate de las tropas enemigas, Epifanio se dirigió con el coche hacia Bizkaia por Kanpazar. En Elorrio vio un mitin de Pasionaria. Se afincó en Abadiño. Tuvo el valor de volver a trasladar a una persona a Arrasate. Acabaría en Bilbao e incluso con su batallón ugetista en Gijón o Cangas de Onís. Fue apresado por los sublevados en Comillas.

APRESADO “Aparecieron 60 aparatos alemanes e italianos. Me metí en una alcantarilla dejando mi moto en una cuneta. Oía ruidos de cadenas, asomándome a la entrada de la alcantarilla vi 25 carros de combate, con la bandera en lo alto, la bandera cruel, fascista”. Guridi se sintió vendido. Al anochecer, cogió nuevamente la moto y se dirigió a Comillas para entregar el parte. La comandancia había sido abandonada. Se dirigió al puerto donde vio zarpar un barco en el que iban los directivos de la comandancia. Solo en mitad de la noche, viendo cómo nadie más quedaba, “no le quedó más remedio a Epifanio que entregarse”. En ese momento comenzaría su largo periplo en el bando enemigo hasta dar con Alejandro Goicoechea y obtener su pasaporte a la libertad.

Los guardias civiles ‘rojos’ del Euzkadi’ko Gudarostea

Una quincena de miembros de este cuerpo formó a batallones como el Amayur o la Ertzaña en Euskadi.

Un reportaje de Iban Gorriti

Hay datos históricos que pueden hacernos abrir los ojos más de la cuenta cuando tratamos de informarnos. ¿Pudo ser el primer jefe de la Ertzaña de 1936 un guardia civil? ¿Pudo ser un miembro de ese cuerpo el mando supremo del batallón Amayur del PNV? Las dos preguntas tienen una respuesta común: sí.

Se estima que una quincena de miembros de la Guardia Civil participó en el bando republicano vasco entre julio de 1936 y el 24 de agosto de 1937. Una de las personas que mejor ha matizado ese maridaje que a día de hoy puede parecer paradójico es José Luis Cervero, escritor, periodista y parte del cuerpo de la Guardia Civil desde 1965. Consultado al respecto, este redactor de las desaparecidas Diario 16 e Interviú estima que “la labor de la Guardia Civil en el País Vasco fue muy importante porque fueron algunos de los que formaron a unas milicias y un ejército vasco que no tenía nociones militares”, aporta a DEIA.

A juicio de este profesional de la información que suma premios como el Ortega y Gasset de Periodismo, fue el Gobierno Provisional de Euzkadi quien solicitó instructores al Ejecutivo de la República. “El Gobierno central envía tropas a los cuerpos del Ejército del Norte. Es la Comandancia de Madrid quien manda militares y algunos se incorporan en él y dirigen aquellos cuerpos”, agrega el autor del libro Los rojos de la Guardia Civil. Su lealtad a la República les costó la vida, de 2006.

El primer jefe de la Ertzaña de 1936 fue Saturnino Bengoa, guardia civil de Orduña. Germán Ollero, por su parte, fue un comandante que acabó al frente del batallón Amayur del PNV. Como curiosidad, los dos hijos de este jefe del Estado Mayor de la 2ª División del Ejército de Euzkadi, también militares, se posicionaron con el bando golpista. Los tuvo enfrente.

El conocido jefe del sector de Elorrio durante la guerra fue otro guardia civil: José Bolaño, que murió fusilado en Santander. Y a estas recordadas figuras históricas cabe añadir a Juan Colina, Antonio Naranjo o Carlos Tenorio. Entre el resto, brilla además el tricornio de un alavés, Juan Ibarrola Orueta (Laudio, 1900-1976). Fue un militar y guardia civil que también se mantuvo fiel a la Segunda República. Alcanzó el grado de teniente coronel y ocupó el mando de una de las divisiones del Euzkadi’ko Gudaroztea en el sector de Otxandio. Tomó parte en la famosa batalla de Saibigain en la que el comandante del batallón Arana Goiri del PNV, Felipe Bediaga Aranburu, le llamó “cobarde” por no querer atacar una vez más a los fascistas; él cumplió la orden y falleció en el intento. Es más, a día de hoy su cuerpo aún no ha aparecido.

Al estructurarse el Ejército de Euzkadi en Divisiones, Ibarrola fue nombrado Comandante de la 1ª y bajo su dirección tuvo reconocimientos por su actuación en los frentes de Bizkaia y Santander. Posteriormente fue jefe del XXII Cuerpo del Ejército de Maniobras, tomando Teruel. “Tras la guerra, Ibarrola acabó vendiendo perfumes, era comercial de colonias”, explica Cervero.

Represaliados Si todos estos datos llaman la atención, hay uno más que quizás también lo haga. Según el interlocutor invitado, “con el golpe de Estado militar, la mayor parte de la Guardia Civil se posicionó en contra de la sublevación. Fueron contados los que se sumaron a los rebeldes”, explica, y pone como ejemplos “el caso de Barcelona, Madrid o ahí donde ustedes, en Bilbao”.

El libro hoy agotado Los rojos de la Guardia Civil. Su lealtad a la República les costó la vida detalla este punto. “Durante los años de la guerra española, fueron muchos los mandos y agentes de la Guardia Civil que no sucumbieron a los cantos de sirena de la nueva España. El mismo Franco pudo constatar que, en muchos lugares donde creía indudable el triunfo de su golpe militar, le salían al paso guardias civiles dispuestos a defender la legalidad del Gobierno al que servían, como siempre había aconsejado el duque de Ahumada, fundador del cuerpo”, expone.

Con todo, estos profesionales “rojos” acabaron siendo represaliados. Tuvieron que comparecer ante los piquetes de ejecución formados por los franquistas, pasaron a poblar las cárceles y los campos de concentración creados por las autoridades para eliminarlos. Desde la checa Spartacus a la comandancia de Marruecos, desde Córdoba a Legutio o Catalunya, Cervero, perteneciente a los Servicios Secretos de Información del cuerpo durante muchos años, dejó impreso que considera “brutal” la represión sufrida por sus compañeros de entonces. “Es una demostración de que a veces la lealtad impone un alto precio que hay que pagar”, concluye