En la prolífica trayectoria de Manuel Lekuona con el estudio de diversas facetas de la cultura vasca destacan sus trabajos para visibilizar y prestigiar la literatura oral en euskera
Un reportaje de Jabier Kaltzakorta
Manuel Alejandro Lekuona Etxabeguren nació en el caserío Etxetxiki de Oiartzun el 9 de febrero de 1894 y murió el 30 de julio de 1987. En sus 93 años de vida recorrió gran parte del siglo XX. Investigador infatigable, poseedor de una bonhomía y carisma poco comunes. Fue historiador, etnógrafo, académico numerario de Euskaltzaindia y presidente de la misma institución entre 1967 y 1970, estudioso y divulgador de la literatura oral vasca. En su extensa obra hay estudios sobre historia, etnografía vasca, traducciones interdialectales (del labortano al guipuzcoano), etc. En el aspecto creativo fue sobre todo poeta y dramaturgo. Publicó en diferentes revistas poesías religiosas de corte popular y varias obras teatrales. De la rica y fecunda personalidad de Manuel Lekuona ofreceremos en este breve trabajo unas notas aproximativas sobre la vinculación que tuvo con la literatura oral en euskera.
Tuvo importancia relevante en la vida de Manuel Lekuona su tío sacerdote, Miguel Antonio Iñarra Mitxelena (1864-1898), que además de catedrático de euskera por oposición en la Diputación de Nafarroa -que no pudo ejercer por su temprana muerte-, fue escritor euskérico contemporáneo de Resurrección María de Azkue (1864-1951) y colaborador tanto de la revista Euskalerria, de Manterola, como de la revista Euskalzale, de Azkue. A pesar de que Manuel Lekuona no lo conociera (Miguel Antonio Iñarra murió cuando Manuel Lekuona contaba 4 años) tenía en el caserío Etxetxikilos libros y papeles de su tío escritor que fueron decisivos para que, desde muy joven, se interesara en la lengua y cultura vascas.
Seminario de Gasteiz (1914-1936) Hacia 1904, desde muy jóvenes, las vidas de Manuel Lekuona y José Miguel de Barandiaran se cruzaron en el seminario de Baliarrain, Tolosaldea, cuando Manuel Lekuona contaba con 10 años y José Miguel de Barandiaran (1889-1991) con 14 o 15. A partir de entonces fueron amigos y colaboradores, en palabras de Lekuona “mi entrañable amigo y antiguo amigo de correrías don José Miguel de Barandiaran”. Juntos estudiaron en Baliarrain y después continuaron sus estudios en el Seminario de Gasteiz. Manuel Lekuona ingresó en el seminario en 1914, fue profesor desde 1916 hasta 1936, mientras que Barandiaran, tras licenciarse en Teología, fue profesor desde 1917. Manuel Lekuona y José Miguel de Barandiaran, por lo tanto, estudiaron, fueron profesores y protagonizaron los estudios vascos del Seminario de Gasteiz.
Como apunta Ander Manterola en un trabajo de 2012, el seminario de Gasteiz contaba hacia 1918 con más de medio millar de seminaristas, muchos de ellos euskaldunes provenientes de diferentes provincias vascófonas. Manuel Lekuona desde 1916 impartió una hora semanal de euskera a los alumnos de Humanidades que cursaban los primeros años de Filosofía. Además de catedrático de Euskera, académico correspondiente desde 1917, fue profesor de lengua hebrea, de griego bíblico y de Arqueología Cristiana (Historia del Arte). Según cuenta Barandiaran, fue un profesor respetado y querido: oso irakasle errespetatua zen. Errespetu handia zioten ikasleek, eta horren arrazoia hauxe da: berak ere ikasleak asko errespetatzen zituela. En 1936, en plena Guerra Civil, José Miguel tuvo que exiliarse a Francia, a Sara, en donde vivió la mayoría de sus 17 años de exilio. Manuel Lekuona no cruzó la frontera y estuvo escondido cuatro años en el Convento de las Brígidas de Lasarte.
Dos ‘grecos’ Provisto de una intuición y de lo que Pascal denominaba esprit de finesse, según sus propias palabras “espíritu de observación” o “nativa curiosidad”, desde joven estuvo interesado en las artes plásticas y en todo aquello relacionado con el arte, sobre todo en la pintura. Uno de sus hallazgos más sorprendentes fue el descubrimiento en Gipuzkoa de dos grecos desconocidos y, por lo tanto, no catalogados hasta entonces; dos pinturas del maestro candiota Doménikos Theotokópoulos (1541-1614), denominado El Greco.
El primer descubrimiento lo hizo en Gatzaga-Salinas de Leniz, siendo seminarista, en una excursión con otros 300 seminaristas -entre ellos se encontraba José Miguel de Barandiaran─, en el curso académico de 1916-1917- en junio de 1917, cons 22 años, en el Santuario de Nuestra Señora del Castillo o Santuario de Dorleta. Una vez de llegar al santuario y terminadas las devociones subió al coro. Un cuadro que estaba colgado en la pared derecha llamó poderosamente su atención: se trataba de una pintura de El Greco, un San Francisco. El hallazgo fue confirmado por pintores como Uranga y Zuloaga.
El segundo descubrimiento es parecido al primero. En una excursión con otros seminaristas a Markina, Elgoibar, Azkoitia y Azpeitia pararon en una ermita de Iraeta, una barriada de Zestoa. Después de rezar empezó a observar los cuadros que había debajo del coro. Uno de ellos, un cuadro pintado en tabla, tenía todas las características del pintor de Candía, El Greco. A modo de firma tenía unas letras griegas: se trataba de un San Pablo de El Greco.
Euskal Pizkundea Unas de las figuras cimeras del renacimiento cultural vasco, Euskal Pizkundea, que tomó nuevo impulso a partir de la Segunda República, fueron José Ariztimuño, Aitzol, y Manuel Lekuona. Una de las fechas claves anterior a la guerra de 1936 fue 1918, fecha en la que se celebró el Congreso de Estudios Vascos de Oñati. En este congreso Manuel Lekuona conoció, entre otros, a José Ariztimuño, Aitzol (1896-1936), Nemesio Etxaniz (1899-1982) y Jose Markiegi (1895-1936). Sin embargo, la fecha en que participó activamente fue en el Quinto Congreso de Estudios Vascos de Bergara, en 1930 -el segundo se celebró de Iruñea, en 1920; el tercero, en Gernika, en 1922; el cuarto en Gasteiz, en 1926-, en la sección de Arte Popular Vasco, con un extenso trabajo titulado La poesía popular vasca, de 42 páginas de gran formato. El libro de actas del congreso se publicó en agosto de 1934.
Antes de este trabajo había publicado diversos artículos en diferentes revistas: Gymnasium, Anuario de Eusko Folklore, Euskalerriaren Alde, etc. En 1929, publicó Brabante’ko Jenobeba: bertso berriyetan obra del bertsolari errenteriarra Juan Cruz Zapirain (1867-1934), un librito de 163 estrofas que relata la popular historia medieval de Genoveva de Brabante. El librito de Zapirain está basado en una adaptación en prosa de una de las obras más difundidas en Gipuzkoa, de mediados del XIX, 1868, Santa Genovevaren vicitza Antziñaco demboretaco condairen ederrenetaco bat, de Gregorio Arrue. Este a su vez lo tomó de una obra del escritor alemán Cristóbal Schmid.
Las 163 estrofas en verso de Zapirain fueron compuestas hacia 1899 y se habrían perdido para siempre si Manuel Lekuona no las hubiese publicado en 1929, en una esmerada edición. Tanto las conferencias del Quinto Congreso de Estudios Vascos como su texto publicado tuvieron gran importancia. La primeras conferencias del congreso se pronunciaron en enero y febrero de 1931 y Lekuona habló de las toberas, “canciones, coplas de ronda para los recién casados”, y de los koplaris, “sujetos activos en la transmisión de las kopla zaharrak”. La segunda conferencia, que trataba sobre los bertsolaris, la pronunció en la Diputación de Gipuzkoa. Uno de los oyentes de esta conferencia fue José Ariztimuño, Aitzol.
Esta conferencia fue fundamental para que Aitzol, según le comunicó a Lekuona, se interesase más sobre el bertsolarismo e incluyera a los bertsolaris en su proyecto para promover la lengua y cultura vasca. Con esa intención organizó Aitzol las primeras Bertsolari guduak (Batallas de bertsolari), los primeros concursos o campeonatos de bertsolaris, con ayuda del médico y promotor cultural Teodoro Hernandorena (1898-1994). Estos primeros concursos, mutatis mutandis, bien podrían ser una especie de institucionalización de los desafíos del siglo XIX, como los de Billabona de 1801 y Tolosa de 1802. El primer concurso organizado por Aitzol se celebró en El Gran Kursaal de Donostia, en 1935, y lo ganó un jovencísimo Iñaki Eizmendi, Basarri (1913-1999). El segundo concurso se celebró en el teatro Victoria Eugenia de Donostia, el 19 de enero de 1936, y lo ganó, en su ancianidad, José Manuel Lujanbio, Txirrita, unos meses antes de morir, en junio del mismo año.
A partir de este trabajo del congreso de Bergara La poesía popular vasca, matizándolo y enriqueciéndolo, publicó en 1935 un manual de literatura oral vasca bajo el título Literatura oral euskérica, influenciado, entre otros, por la obra Style oral de Marcel Jousse. Esta obra es fundamental para conocer, valorar, apreciar y estimar la literatura oral vasca.
Manuel Lekuona con esta obra dio prestigio al bertsolari. Con gran respeto y admiración -y también amor, que sobre todo profesa el verdadero erudito que lo conoce desde dentro- el bersolari era para Lekuona, además de un grandísimo y genuino conocedor de la lengua vasca, un verdadero artista de la palabra, capaz de repentizar, de crear en unos pocos segundos, con gran capacidad dialéctica, una o varias estrofas y cantarlas para asombro y disfrute de todos aquellos que lo escuchan. Las composiciones de los bertsolaris -verdaderos vates queridos y admirados por el pueblo-, según demostró Lekuona, están provistas de ironía, y de una fuerza verbal que solamente lo pueden imprimir unos pocos creadores.
Los ejemplos que presenta en la obra citada son de Iparragirre, de Bakallo y Xenpelar, de Pello Errota, etc. La imagen de los bertsolaris, de unos sujetos un tanto bohemios y desastrosos, iletrados y por tanto ágrafos, frecuentadores de tabernas y sidrerías no hacía justicia a la minerva de los genuinos vates vascos. En palabras de Antonio Zavala en el libro-homenaje de 1977: “Izan ere, bertsolaritzari zor zaizkion errespeto ta izen onak Euskalerrian galduta zeuden, eta Lekuona’k atzera xuxpertu zituan. Besterik egin ez balu ere, gure esker ona merezia luke orregatik bakarrik”.
Manuel Lekuona en sus diferentes estudios y sobre todo en Literatura oral euskérica supo separar el grano de la paja; supo distinguir claramente en la batea la reluciente pepita de oro del barro y de la piedra, de igual forma que supo distinguir los cuadros de El Greco de otros cuadros menos significativos.
Quizá no sea casualidad, sino más bien causalidad, fruto de la lectura de Literatura oral euskérica, que un escritor tan admirado como Roberto Arl -contemporáneo y coterráneo de Borges y maestro, entre otros, de Julio Cortazar- en su viaje al País Vasco, en 1936, hablando de los bertsolaris que conoció en un batzoki de Portugalete, titulara uno de sus aguafuertes del diario argentino El mundo: Los bertsolariz. Improvisaciones a la manera de las payadas. La ironía cruel.