El misterio de las fosas comunes de Durango

Un informe del entonces consejero Jesus María Leizaola conservado en Venezuela confirma que en el cementerio de la villa fueron enterrados 127 cadáveres

Un reportaje de Iban Gorriti

Homenaje ante una fosa común en el cementerio de Durango donde descansan los restos de los asesinados por el franquismo. Fotos: Iban Gorriti
Homenaje ante una fosa común en el cementerio de Durango donde descansan los restos de los asesinados por el franquismo. Foto: Iban Gorriti

UN informe del entonces consejero de Justicia y Cultura, Jesús María Leizaola, revela importantes y novedosos datos sobre el bombardeo de Durango. El documento oficial repatriado por el PNV del exilio en Venezuela a Euskadi confirma que en el cementerio de la villa vizcaina hay dos fosas comunes, tumbas y panteones que acogen los restos de 127 personas, algunos identificados con nombre y apellido. El dato es importante porque los franquistas arrancaron las páginas del registro del camposanto para ocultar la verdad que ahora vuelve a salir a la luz y despeja todo tipo de dudas. En caso de estar juntas, podría ser el mayor acopio de asesinados resultante de un solo acontecimiento en la CAV.

“Este informe de Leizaola se conservaba en los archivos de Santiago Aznar, consejero de Industria del Gobierno del lehendakari Aguirre, y lo trajimos de Venezuela. Leizaola fue quien denunció al mundo el bombardeo de Gernika junto al alcalde y cura de la villa, como el corresponsal George L. Steer”, señalael exsenador Iñaki Anasagasti.

Leizaola apuntó en sus credenciales que la villa había sido bombardeada el 31 de marzo de 1937 y días posteriores de abril “por la aviación alemana”. Con el transcurso del tiempo se ha demostrado que el dato sobre la autoría era erróneo y que los autores de la matanza de personas de los dos bandos fueron los fascistas italianos de Mussolini, con el beneplácito de los militares golpistas españoles de Mola y la planificación de la Legión Cóndor de Hitler.

El informe, además, cuenta con el testimonio de una delegación inglesa que por aquellos días se encontraba en Euskadi y que fue testigo del bombardeo del 2 de abril de 1937. “Redactó un documento certificando la iniquidad cometida por la barbarie fascista”, cita el texto.

El parte oficial facilitado por el consejero de Defensa del Gobierno de Euzkadi data del día 5 de abril de 1937. “El número de víctimas causadas por esta acción vandálica es impresionante”, señala el documento y lo argumenta del siguiente modo: “Los muertos en Durango, en el momento mismo del feroz bombardeo, se elevan a 127. Y, posteriormente, a causa de las heridas recibidas fallecieron más de otro centenar de personas, pasando de 150 los heridos graves que recibieron asistencia facultativa en el Santo Hospital de Basurto y otros centros benéficos y diferentes pueblos. El número total de heridos se eleva a 300”.

La numeración correspondió al orden de enterramiento. Así, en la primera fosa, se concentraron 42 cuerpos, por 39 en la segunda. Además, hubo cadáveres a los que se les dio sepultura más digna -según el texto oficial- en tumbas y panteones. Uno de los casos es el de Teresa Minchero, que murió acribillada por los cazas italianos que iban asesinando a las familias que huían del cementerio durante la tarde del 31 de marzo. Teresa caminaba junto con dos sobrinas. Se tiró a la hierba para protegerlas de las balas y perdió la vida. Las dos niñas se salvaron, pero una de ellas perdió un brazo. Aún viven, Teresa en Las Landas (Francia) y Milagros en Hernani.

Reconfortado por conocer el paradero aproximado donde yacen los restos de su familiar, un descendiente de Teresa relata agradecido: “Acabamos de sentir una gran emoción al saber dónde puede encontrarse el cuerpo de mi tía abuela, Teresa Minchero Rubio. Nos pesa que muchos familiares que la conocieron ya no están entre nosotros y nunca supieron dónde se hallaba su cuerpo. Olvidarse de su sacrificio es como matarlas de nuevo”, enfatiza desde Hendaia Manu Muñoz Minchero, quien mantiene la esperanza de localizar los restos en el camposanto durangués. Su búsqueda continúa.

Siempre se ha creído que había una o dos fosas comunes del bombardeo en el cementerio de Durango. De hecho, hay un prado que se ha mantenido intacto entre las sepulturas y la capilla que los franquistas erigieron en 1939 tras derribar la anterior. “Será un panteón capilla para honrar a los mártires y héroes de campaña en el cementerio de Santa Cruz”, detallaba el pliego de condiciones guardado en el Archivo Municipal de la villa.

La opinión más extendida es que ese espacio podría acoger las dos fosas comunes. El historiador iurretarra Jon Irazabal siempre ha declarado que no se debiera exhumar. Familias como la de los Minchero aún sueñan con recuperar los restos de aquellos parientes que los franquistas les arrebataron y que, además, trataron de borrar con acciones como la de arrancar las páginas del registro del cementerio.

DESTRUCCIÓN MASIVA Así lo explicaban los observadores ingleses en el informe de Leizaola: “Esta tarde de 2 de abril hemos acabado de presenciar un espectáculo desgarrador. Hemos visitado Durango, una población grande, a 20 millas de Bilbao y seis de la línea de combate, y hemos visto la destrucción causada por un raid hace dos días, en el que dos religiosos y catorce monjas fueron muertos en la iglesia durante la misa, junto con muchas otras víctimas. Cuando nos acercábamos al pueblo, los aeroplanos volvieron. Les vimos dar vueltas encima de nosotros, y cuando estaban encima del pueblo oímos espantosas explosiones y vimos levantarse densas nubes de humo. Después visitamos la terrible devastación. La pequeña ciudad estaba completamente deshecha”.

Según detallaron el cónsul de S. M. Británica en Bilbao, Mr. Stevenson, y el deán de la catedral de Canterbury, Hewet Johnson, los bombardeos sobre la población de Durango no cesaron hasta quedar destruida. “En el orden de las actuaciones aéreas contra poblaciones civiles no hay hasta ahora en el mundo nada que pueda equipararse a esta monstruosa exterminación de la villa de Durango”, subrayaron.

Estos testigos se sorprendieron aún más al contemplar cómo los bombarderos arrojaban muerte sobre “el Hospital de sangre de Durango, a pesar de las visibles señales que demuestran su humanitario destino, pereciendo dos religiosas de la Caridad y sufriendo el edificio graves deterioros”.

 

Los eligieron cuidadosamente y los mataron como escarmiento

El 15 de octubre de 1937 catorce hombres fueron fusilados en El Dueso, dos por cada grupo que luchó contra el fascismo. El Gobierno vasco en el exilio instauró esta fecha para homenajear a los que dieron la vida por la libertad de Euzkadi

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

SI hay algo que me llama la atención en Euzkadi es cómo, a 42 años de la muerte del dictador, sigamos careciendo de un espectacular Monumento al Gudari, al Miliciano, al Soldado Desconocido o como se le quiera llamar. Es cierto que hay algunos en Artxanda, en el Parque, en Zalla, en Gipuzkoa, en placas, pero no algo que llame la atención y que concite cada año el respeto y un acto institucional colectivo. Y es curioso que esto ocurra en nuestra pequeña Nación, pues somos un pueblo celoso de su identidad y, seguramente, nunca vamos a volver a tener un ejército dependiendo de un Gobierno vasco. Ha habido amagos en el pasado y miqueletes y miñones pero no un ejército regular sino partidas carlistas o milicias dependiendo de reyes, o han sido actos de resistencia pero nunca se dará un caso parecido al de 1936-1937, pues ya está Macron diciendo que Europa debe tener una sola fuerza armada y no 26 ejércitos bonsai.

En su día hicimos un intento de que este gran monumento estuviera en Gernika, con su llama votiva, el nombre esculpido de todos los batallones, la figura del soldado vasco dibujada por Nik, que ilustraba la revista Gudari, y la solemnidad de un monumento, como los puede haber en Rusia o en la Francia que recibió el desembarco de las tropas aliadas en Normandia con aquellos interminables y emotivos cementerios bajo la luna, pero la cortedad de miras de algunos se llevó el proyecto por delante.

Y seguimos careciendo de un recuerdo a aquella gesta para que las siguientes generaciones capten lo que fue toda una epopeya que tuvo todo lo que tiene que tener el ejército de un país independiente: barcos, aviones, infantería, inteligencia, canje de prisioneros y hasta balas, pero todo en pequeñas proporciones contrastando esto con el valor de sus soldados, que fue mucho y, desgraciadamente, tiñó de rojo casi toda la geografía vasca. Pero los distintos gobiernos de Euzkadi nunca se han tomado en serio esta asignatura pendiente y seguimos como estamos viendo pasivamente a los supervivientes de aquella historia falleciendo de uno en uno, quedando ya muy pocos, pues estamos hablando de algo que ocurrió hace ochenta años. Afortunadamente, el Instituto Gogora poco a poco está tratando de paliar estas lagunas.

Por eso es bueno hacer honor al Gobierno vasco en el exilio, que eligió como fecha especial todo 15 de octubre para recordar con ella a todos los gudaris y milicianos muertos defendiendo Euzkadi. El Día del Gudari es el del que hablo aquí y no el que organiza la I.A. Los gudaris fueron los del 36 y no los miembros de ETA.

Aprovechando esta efemérides, con Txomin Saratxaga y los herederos de Ramón de Galarza Ruidos, presentamos hace algunos años la reedición del libro de aquel capitán del ejército vasco, Diario de un Gudari condenado a Muerte. En él se relata lo ocurrido hace 80 años que va en el ADN de un partido humanista como el del PNV, que tiene sus referencias en gentes que murieron defendiendo Euzkadi, como en aquella guerra desigual, criminal e injusta que destrozó no solo a un país, sino a dos generaciones a las que condenó al hambre, a la persecución, a la ruptura familiar, a la injusticia y al expolio. Y eso, aunque se quiera olvidar o tapar, ocurrió y sigue pesando en nuestro diario acontecer. Todo esto lo basaban en los valores que marcaron una generación de jóvenes jelkides: entrega política, moral cristiana, patriotismo respetuoso, disciplina y religiosidad.

Es el secreto del libro de Ramón de Galarza. Hechos, situaciones límite, heroísmo, ternura, odio, persecución, abyección, entrega, resignación, humor, nobleza, abertzalismo, religión, liderazgo, futuro. Todo esto y más lo hemos leído en esta publicación tan singular y tan importante como fotografía en sepia de una generación de la que él fue uno de sus paradigmas.

Azkue: “Aquí estamos” Ramón Galarza salvó su vida de chiripa. No así Ramón Azkue, jefe de Euzko Gudarostea, que eran las milicias del PNV. Había nacido en La Habana, aunque de hondas raíces en Arrankudiaga como el burukide Jesús Solaun o el gudari Urrutikoetxea y varios más. Azkue fue hermano de Dña. Teresa Azkue, presidenta de Emakume Abertzale Batza. Al proclamarse la República el 14 de abril de 1931 junto a Jesús de Solaun, colocó la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Arrankudiaga. Burukide del Bizkai Buru Batzar entre 1933 y 1935, era el enlace con la que entonces la llamaban Soli en temas agrícolas, sin dejar de ocuparse de asuntos internos como adaptar los estatutos del partido a la nueva realidad. Estallada la guerra y dada su capacidad de organización le encargaron formar las milicias del PNV que en agosto de 1936 y en Artxanda organizaron una demostración de fuerza ante el gobernador Echeverría Novoa. Diez mil jóvenes vestidos de mendigoizales con Azkue y Lauaxeta al frente dijeron con su gesto: “Aquí estamos para defender Euzkadi”.

Un compañero de Azkue me entregó en 1977 su semblanza. Aquella generación tenía dos certezas en su vida por las que vivir y luchar: Euzkadi y Jaungoikoa. Y estas dos certezas daban sentido a su existencia. Sus cartas de despedida, son impresionantes. “Azkue era de un carácter sosegado y apacible -me contaba-. Todo en él irradiaba bondad y simpatía de arriba a abajo. Ramón era risueño y jovial, y en los momentos difíciles, que fueron muchos los que tuvimos que soportar, jamás parecía irritado y descompuesto. Era admirable, pues es muy difícil en algunos trances guardar la compostura. En una palabra, sus cualidades personales no parecían las más adecuadas para un cargo cuya misión era hacer la guerra. Por eso no era de extrañar que dentro de las filas de los batallones de Euzko Gudarostea le quisieran todos: gudaris y oficiales. Pero lo más sorprendente era que al mismo tiempo se le respetase y obedeciese sin reservas.

“Caído Bilbao, estábamos ya cercados en Laredo y Santoña y nuestra situación militar era insostenible. El fin se preveía inminente y oneroso para nuestras fuerzas si no tenían éxitos nuestros intentos para salvar por mar nuestro ejército.

“Era el 15 de Agosto de 1937, festividad de la Virgen de Begoña. Con este motivo se celebró una Misa en Gudarostea en Laredo, oficiada por un capellán de nuestros batallones. A la salida y según íbamos a desayunar, charlando entre bromas y veras, me pregunta: ‘¿Qué has pedido hoy en la Comunión?’ Le miro sonriendo unos instantes y le devuelvo la pregunta. ‘¿Y tú?’ Entonces él, poniéndose serio y perdiéndose su mirada en la lejanía, me responde: ‘Mira, hoy he pedido a Dios que cuando me vayan a fusilar no me tiemblen las piernas; que pueda gritar con voz vibrante ¡Gora Euzkadi Azkatuta!, y dar la voz de ¡Fuego!’.

“Quedé impresionado por la sencillez y naturalidad con que lo dijo. Caminamos en silencio… ¡Quién habría pensado en aquel momento que estaba descubriendo exactamente cómo iba a desarrollarse el dramático fin de su vida! ¿Era presentimiento intuitivo?”.

Selección para el fusilamiento Ramón de Galarza lo cuenta en su libro. Sucedió hace ahora ochenta años:

15 octubre 1937:

Han tocado diana media hora más tarde de lo corriente. Se olfatea algo anormal. Más seriedad en los guardianes, más disciplina. ¿Qué ocurre?

¡Dios mío! Han fusilado a 14 hombres. Se ve, además, que han sido bien buscados: ¡Qué selección han hecho!: Azkue, López Otamendi, Markiegi, Ibarbia, Markaida y Zabala.

Dos miembros del Consejo del Partido Nacionalista Vasco

Dos miembros del Ejército Vasco pertenecientes al PNV.

Dos miembros de Solidaridad de Trabajadores Vascos.

Dos miembros del Partido Republicano.

Dos miembros del Partido Socialista.

Dos miembros del Partido Comunista.

Dos miembros de la CNT.

Un mazazo en pleno cuello no produce más efecto. Nos deja anonadados. Parecemos una banda de sonámbulos. Comentamos.

Hay en esto, además, una sombra, una nube negra de tragedia. ¡Dos de cada grupo, de cada partido! Es una forma de cebarse, de sadismo, de inquisición. Parece que nos dicen:

¡Esto es una advertencia, podéis prepararos!

Han muerto como héroes. Azkue, organizador jefe de Eusko Gudarostea (Ejército vasco) ha dicho en los últimos momentos: ¡Ahora nos veremos ante el verdadero juez!

Los catorce murieron con valentía. ¿Quién les condenó? Un juez cómodamente sentado en un sillón y probablemente haciendo una buena digestión, que ni siquiera se fijó en ellos a la hora de dictar la sentencia y que se quedó tan campante después de haber jugado con vidas humanas.

Crisis de la caridad, que diría nuestro gran Lehendakari, José Antonio de Aguirre. La Religión de Cristo es una Religión de Amor. Por lo mismo esos no son cristianos… los cristianos somos nosotros, nuestra postura es la postura cristiana, que diría Ajuriaguerra acompañando en capilla al doctor Arenillas, autoridad de Sanidad en el Gobierno de Euzkadi.

Como buen cristiano, aquella misma noche el juez no dejaría de hacer sus oraciones, de rezar una Salve a la Virgen del Pilar y entre los brazos de su esposa roncaría plácidamente.

Al día siguiente, en Deba, recibiría Maritxu, la esposa de Markiegi, el alcalde, la carta que comienza:

Dentro de pocas horas voy al cielo con la absoluta seguridad de que Dios me recibirá…

Y mientras el juez dormía junto a su esposa, ella, Maritxu, para siempre quedaría sola.

¡Que Dios les perdone!… dijo Markiegi.

Mataron a Azkue, al alcalde de Deba, Markiegi, y a una doble representación de cada sindicato y de cada partido. Con buen criterio el 15 de octubre de 1964 el PNV lo instituyó internamente como su Gudari Eguna para ser luego asumido por el Gobierno vasco en el exilio presidido por el lehendakari Leizaola. Este 15 de octubre, los socialistas, ELA, UGT, comunistas, aunque no fuera más que por los dos milicianos socialistas que fusilaron junto a republicanos, nacionalistas y sindicalistas, deberían guardar aunque sea un minuto de silencio o poner unas flores en el monumento al Gudari o recordar en un comunicado que hace 80 años, un ejército sublevado asesinó a un ramillete de jóvenes vascos elegidos cuidadosamente como escarmiento. Sé que el Instituto Gogora organizará un acto de recuerdo y eso está muy bien y ojalá se instituya de verdad.

Imagínense si un hecho así hubiera ocurrido con catorce ingleses. Sabríamos sus nombres, conoceríamos sus biografías, habríamos visto diez películas, se abrirían los informativos, los ayuntamientos donde nacieron inaugurarían una calle o una plaza, en las escuelas se explicaría lo que fue aquel asesinato colectivo y hasta la reina Isabel bajaría la cabeza en la ceremonia oficial y el obispo de Canterbury, en Westminster, pediría que una barbaridad de esa dimensión no volviera a ocurrir. Pero nada de esto se hará aquí, siendo como es parte de la identidad de un pueblo. Sin duda, aquellos golpistas quisieron dar a nuestros gudaris un escarmiento. No lo lograron, pero sus herederos quizás no hemos estado a la altura de su recuerdo, tallando en piedra lo que debe quedar para la historia vasca. ¡Qué pena!

Mitxelena elogio del héroe

El pasado miércoles 11 de octubre, se conmemoró el trigésimo aniversario del fallecimiento de Koldo Mitxelena. Lingüista, intelectual, impulsor de la UPV/EHU, gudari, encarcelado ocho años, autor de una ingente y variada obra… Fue clave en el proceso de unificación del euskera

Un reportaje de Eugenio Ibarzabal

Koldo Mitxelena, en el centro, durante una de las reuniones de Euskaltzaileen Biltzarra en Arantzazu. Foto: Sabino Arana Fundazioa
Koldo Mitxelena, en el centro, durante una de las reuniones de Euskaltzaileen Biltzarra en Arantzazu. Foto: Sabino Arana Fundazioa

Acudo a la exposición sobre héroes de Baselitz en el Guggenheim, y desde que observo el primer cuadro, no sé muy bien porqué, me acuerdo de Mitxelena… y de otros. Luego lo sé. No son las figuras típicas de héroes: figuras esbeltas que miran al futuro con confianza, incluso con descaro, sino más bien cuerpos desgarrados, mal parecidos, sufrientes, y, al mismo tiempo, precisamente por eso, aún más humanos. Mitxelena tenía mucho de esto, aunque estoy seguro de que si me escuchara ahora decir lo de héroe me contestaría sonriendo, con la eterna carpeta en uno de sus brazos, la mano levantada y desviando la mirada: tampoco es eso, hombre. Pero, al tiempo, contento de ser reconocido.

Al menos para mí, fue un héroe. No voy a traer hasta aquí los datos que lo demostrarían, pues son conocidos, pero sí diría que, de todos ellos, el que más me sigue emocionando es el momento en el que, una vez salido de la cárcel, a los veintisiete años, deseando estudiar, renuncia, y se vuelve a comprometer en la clandestinidad en Madrid, lo que le hará volver a la cárcel a los treinta. Es necesario compromiso y valor para hacer eso, pues había entrado en combate a los veintiuno y condenado a muerte a los veintidós. Digamos, así, que, a su salida por segunda vez de la cárcel, a los treinta y dos, se matricula por libre en la Facultad de Filosofía y Letras. Consigue el doctorado a los 44, y a los 52, veinte años después de entrar en la Universidad, es nombrado catedrático en Salamanca. Mientras tanto, mucho sufrimiento, nuevos riesgos de cárcel, trabajos varios, profesor de casi todo, problemas graves de salud, enfrentamientos diversos y precariedad laboral absoluta.

Cuando algunos jóvenes hablan ahora de precariedad y se quejan, y no sin razón, tendrían que haber conocido también la de Mitxelena a lo largo de treinta años.

Lo mejor fue su propia vida. Zweig subtituló la biografía de Balzac como Una vida de novela. La de Mitxelena no lo es menos. Lo que más me interesa de Mitxelena es su capacidad para sobrevivir. Por eso es para mí un héroe. Subyace, pues, a lo largo de toda su vida un mensaje de optimismo. Se puede. Incluso en los peores momentos. Admiro a Mitxelena por la misma razón que admiro a Viktor Frankl, el autor de El hombre en busca de sentido, o a Ernest Shackleton. Solo me inspiran cosas buenas.

Minusvalorar al héroe

En las sociedades anglosajonas se reconoce a los héroes; aquí no. Es más, se trata de minusvalorarlos. No será para tanto, nos dicen algunos. O por algo será, comentan otros, tratando de inmediato de encontrar algún agujero por el que drenar su valor, no vaya a resultar que la contemplación de los héroes y de las heroínas vaya a poner al descubierto nuestras propias y no reconocidas miserias. Otros lo hicieron y nosotros no. Ya se sabe el porqué: debe de ser que ellos recibieron apoyo externo, tuvieron suerte o su éxito convenía a otros, abriendo así paso a la más miserable de las explicaciones humanas: la teoría de la conspiración, detrás de todos y de todo.

Pero no, detrás de Mitxelena, de Frankl o de Shackleton no hubo apoyo externo, ni tuvieron suerte, ni su éxito convenía a otros. Vamos, que no hubo asomo de conspiración alguna. Más bien dosis ingentes de miseria, sufrimiento, soledad y la circunstancia de haberles tocado lo malo en el peor de los momentos.

Un pueblo se hace de referencias buenas a las que acudir en los momentos malos. Por eso son tan importantes los patriotas y los héroes, por eso los necesitamos tanto. Sí, los patriotas y los héroes, por muy poco de moda que decirlo pueda estar. Para mí patriota es una de las caras que presenta la solidaridad humana. Porque es lo que se hace, no lo que se dice.

En esta época de influencers, cuya influencia dura tres días, hay que recordar la influencia que algunos han tenido de por vida. Y es bueno observar que esa influencia está basada, con mucha frecuencia, no tanto en grandes aciertos, victorias o éxitos, sino en su comportamiento como derrotados y marginados. Y sin embargo… La historia no es cómo empieza, sino más bien cómo acaba. La cuestión fundamental es la hora en la que decidimos hacer el balance. Mitxelena era un condenado a muerte a los 22, un hombre sin oficio ni beneficio a los 32, y una referencia intelectual para todo un pueblo a los 60. Como para advertir dicha tendencia en los años 40. El propio Mitxelena solía repetir a menudo que si políticamente estaba donde estaba era debido al ejemplo dado en el peor de los momentos por gentes como Juan Ajuriagerra y Joseba Rezola. No se podía decir que Mitxelena se apuntara entonces a un caballo ganador.

Koldo nos dejó un legado conocido de todos, pero lo más importante hoy para mí es su manera de enfrentarse a la vida, su ir a por todas, su compromiso vital, su valentía y su incapacidad para rehuir lo que tenía delante, por difícil que fuera. Ahí estaba él, siempre, acertada o equivocadamente. Recordamos sus aciertos, olvidamos sus errores y admiramos su comportamiento, su actitud.

Héroe y heroína

Lo observo sufriendo las embestidas de lo que fueron aquellos terribles años finales de los 70 y comienzos de los 80, que hoy ya ni recordamos, pero en los que nos pareció que todo, absolutamente todo, otra vez, estaba en juego. Y un hombre que amaba tanto a su país como Koldo no estaba dispuesto a que las nuevas generaciones sufrieran de nuevo lo que él había sufrido. No, nunca más, pensaba. Si algo le dolía especialmente era observar la soberbia de algunos jóvenes de las nuevas generaciones al obstinarse en partir de cero.

Volver a empezar está muy bien, pero nunca desde cero. Ahí radica a veces la diferencia entre la soberbia y la humildad. Hablamos de Koldo, pero creo que tendríamos que hablar de Koldo y de Matilde, sin la cual no se entiende absolutamente nada de la trayectoria de Koldo. No quiero ni pensar en la desazón de alguno de los momentos vividos juntos. Héroe y heroína.

Si historias como la de Koldo nos hicieran al menos ayudar a saber que la vida no empieza con nosotros, que somos lo que somos en gran parte a lo que en su momento hicieron otros, y que lo nuestro, con ser grave, puede ser mínimo con lo que a otros les tocó sufrir… Y a la vez, servir para constatar que, si otros lo hicieron, también nosotros podemos, de la misma manera, sobrevivir. Otros lo tuvieron mucho peor y salieron. A veces lo único que se puede hacer es aguantar, mantener la calma y continuar. Es decir, a veces lo único que se puede hacer es convertirse en un héroe.

Me he preguntado qué pensaría Mitxelena a propósito de los acontecimientos que estamos viviendo en estos días. Tal vez juzgaría de modo diferente. Cada cual está anclado en su época y proyecta el futuro en función de su presente y, en muchas ocasiones, de su pasado. A Mitxelena la guerra le marcó definitivamente. Era, lo sabía bien, un perdedor, que lo que más aborrecía y trataba de evitar era eso: una nueva derrota.

Pero, al tiempo, cuando orientó su solución con respecto a la unificación de la lengua vasca, se dejó llevar, lo dijo muchas veces, por la tendencia dominante que observaba entre los sectores más dinámicos de la literatura vasca. Estaba, pues, abierto a los signos de los tiempos.

Si, además, el héroe mantiene en el peor de los momentos el sentido del humor, es para elevarlo a los altares. Siento decirlo, no era el caso de Koldo, que, de verdad, tenía muy mal genio. Podía convertirse en alguien muy desagradable. A cada uno lo suyo. Y es verdad. ¡Pero es que algo malo tenía que tener el bueno de Koldo…! Alguien, en el fondo, tan humano. La palabra entrañable parecía haber sido creada para él. Muy a pesar suyo en algunos momentos.

Me alegro que la figura de Koldo Mitxelena sea recuperada y acogida nuevamente por los que él siempre consideró que eran los suyos, incluso en momentos de enfrentamiento. Porque algunos de los más graves errores de los suyos en aquella época tuvieron mucho que ver con el escaso aprecio que manifestaron a propósito de la apertura de Mitxelena hacia las opiniones de las nuevas generaciones, así como su visión y conocimiento de la lengua vasca.

Si algo me apena es no haber profundizado más en los sentimientos religiosos de Mitxelena en Días de ilusión y vértigo. 1977-1987. Pero no pude. ¿Cómo evolucionó a este respecto aquel niño de los luises de Renteria, que se escandaliza por la actuación de la jerarquía española en la guerra y en las cárceles, y que luego apenas habla de ello cuando se trata de conocer sus convicciones más íntimas? Era autoridad moral, pero no la ejercía; dejaba a los demás que obraran en consecuencia. Me hubiera gustado saberlo, pero algunos de los suyos no me lo permitieron.

No me negarán que nos dejó una maravillosa historia: érase una vez un pobre gudari, flaco, tímido y enfermizo, que comenzó a estudiar griego en la trinchera y lingüística en la cárcel de Burgos, y que terminó siendo catedrático en Salamanca.

¿Hay quien tenga una historia mejor?

Un vasco, precursor de los kamikazes japoneses

La aviación republicana considera al teniente elorriarra Félix Urtubi Ercilla como el primer piloto que derribó a un avión enemigo mediante la técnica del espolonazo

Un reportaje de Iban Gorriti

El avión Breguet que Félix Urtubi pilotaba cuando asesinó a su escolta con una pistola. Foto: DEIA
El avión Breguet que Félix Urtubi pilotaba cuando asesinó a su escolta con una pistola. Foto: DEIA

LA poco conocida biografía del aviador republicano Félix Urtubi Ercilla ha sido heredada con tono grandilocuente y laudatorio como personaje histórico, mítico. Hay quien se aventura a calificarle como el primer piloto kamikaze de la historia porque murió en combate cuando, tras ser tocado, decidió mediante la acción del espolonazo derribar al aeroplano fascista contrario. Tenía 32 años. Ocurrió tan solo un mes después de estallar la Guerra Civil. Al de pocos años, Japón llevaría a cabo esa práctica de forma habitual contra los estadounidenses en días de la Segunda Guerra Mundial.

Félix Alejandro nació en Elorrio en 1904 y fue vecino de Arrasate y de Aretxabaleta, municipio del que su abuelo fue, además de filósofo licenciado y boticario, alcalde. De hecho, se le reivindica como el regidor que proclamó la Primera República en la localidad guipuzcoana en el siglo XIX. De su abuelo heredó no solo el apellido, sino también el nombre de pila.

Urtubi era descendiente de una saga de farmacéuticos atxabaltarras, ése fue el caso de su padre Pablo Urtubi Errazquin. Su madre, Matilde, sin embargo, era de Udala. Ya a una edad temprana, quiso ser aviador. El matrimonio vivía en Arrasate, en la calle Iturriotz. El miembro de Intxorta 1937 Kultur Taldea, José Ramón Intxauspe, estudió su figura y ha publicado el resultado en el libro Gerra Zibila Aretxabaletan. Ezin ahaztu! En el mismo recoge que Urtubi ingresó en “el Arma de Aviación, destacando desde sus inicios por su arrojo y determinación. Durante su periodo de instrucción como cabo piloto ya dejó entrever su espíritu luchador”, valora.

Con motivo de un concurso de patrullas y encuadrado en el Grupo 33 de Burgos se vio obligado a tomar tierra por avería del radiador. “Ni corto ni perezoso se echó el radiador al hombro y recorrió los kilómetros que le separaban de la localidad más cercana. Allí soldó el radiador y volvió de igual forma para montarlo y salir nuevamente en vuelo”, relata el historiador. Tras numerosas hazañas, su carácter le llevó a que le abrieran un expediente al considerar que “no cumplió correctamente con un servicio ordenado”, analiza Intxauspe. Por este motivo, le enviaron a Marruecos. De Getafe debió trasladar al general Cabanellas.

El 18 de agosto de 1936, día del golpe de Estado de militares españoles contra la Segunda República, Urtubi estaba en la base de Tetuán. “La guerra le coge en el escenario menos deseado para él -republicano como era-, dentro de la zona rebelde”, agrega Intxauspe.

Al guipuzcoano le envían a Sevilla, pero por su posicionamiento republicano le ponen un escolta en la parte trasera. Urtubi llevó oculta una pistola y al sobrevolar el Estrecho de Gibraltar disparó contra su guardián Juan Miguel de Castro Gutiérrez, dejándole sin vida. “Sin perder tiempo y con mucha sangre fría pone rumbo a su aparato hacia zona republicana”, tras lo que aterrizó en Getafe.

El 18 agosto su avioneta fue derribada en Extremadura por un piloto nazi. Le dieron por muerto cuando Urtubi había saltado en paracaídas y se internó en los montes donde por poco lo fusilan. Llegado a zona gubernamental, con el avance faccioso del general Yagüe para conquistar Madrid efectuó un vuelo de reconocimiento sobre Toledo. Le salió al encuentro una patrulla de tres aviones fascistas italianos. “Urtubi -relata Intxauspe-, en tan desigual lucha, logró derribar a uno de sus oponentes pero finalmente, viéndose perdido sin municiones, se abalanzó sobre uno de los aparatos italianos logrando embestirlo y precipitándose los dos aviones en llamas al suelo”.

Ascendido a capitán “Su final estaba escrito, ya que lo había anunciado con anterioridad a sus camaradas: “El día que no pueda hacer otra cosa perderé la vida; pero no se me escapará el avión enemigo”, agrega el de Intxorta 1937. Intxauspe también le reconoce como el primer kamikaze por llevar a la práctica el llamado espolonazo. “Fue el precursor de los kamikazes. No pasó inadvertida esta proeza heroica para los corresponsales de la prensa republicana madrileña, titulando sus artículos con frases como Gloriosa muerte de un caballero del aire. El teniente aviador Urtubi ha muerto como mueren los héroes”.

Murió a los 32 inviernos con graduación de teniente y ascendido con carácter póstumo a capitán. Estaba casado con María Cruz Robla Román y tenían una hija de tres años, Matilde (1933), nombre de su madre. El también componente de la asociación Intxorta 1937 considera a Urtubi “uno más entre tantas personas que han quedado ocultas por el paso del tiempo”.

El 80º aniversario del bombardeo de Gernika, entre la historia y el cine

El bombardeo de Gernika ha protagonizado numerosas películas que han venido a suplir la falta de imágenes de aquellos hechos, más allá de los pocos fotogramas que se salvaron del trabajo del operador amateur Agustín Ugartechea

Un reportaje de Igor Barrenetxea Marañón

Algunos edificios quedaron en pie tras el bombardeo que padeció la villa foral. Foto: Sabino Arana Fundazioa
Algunos edificios quedaron en pie tras el bombardeo que padeció la villa foral. Foto: Sabino Arana Fundazioa

EL 26 de abril de 1937, la Legión Cóndor alemana y aparatos de la Aviación Legionaria italiana bombardeaban la villa de Gernika. La Guerra Civil española, tristemente, se iba a convertir, además, en el prólogo de la Segunda Guerra Mundial.

El efecto del bombardeo aéreo masivo sobre la población civil cobraría una gran repercusión. Por un lado, los aviones germanos e italianos encontraron en Gernika un perfecto banco de pruebas, igual que lo habían hecho antes en Durango y en otras localidades vascas, para las nuevas estrategias de terror aéreo. Sus bombas incendiarias arrasaron el casco histórico de la villa. Su objetivo, aunque sigue sin saberse con exactitud, parecía ser, principalmente, desmoralizar a la población, más que por cuestiones militares.

De hecho, las tropas franquistas estaban a pocos días de marcha ya de un frente roto de la urbe (entraron el 29 de abril), y la destrucción de ciertos puntos estratégicos no solo podía ser negativa para las tropas republicanas y nacionalistas que se retiraban, sino para el ejército sublevado, cuyo objetivo era avanzar sobre Bilbao, que caería dos meses más tarde (19 de junio). Quién dio la orden concreta todavía sigue siendo un misterio. Si la hubo por escrito se destruiría, pero el máximo responsable fue, sin duda, el general Francisco Franco, a la sazón caudillo de los ejércitos de la España sublevada.

La prensa fue el altavoz de la tragedia de Gernika. Especialmente el periodista británico nacido en Sudáfrica George Steer, que iba a escribir la crónica más determinante sobre lo ocurrido. A la mañana siguiente de la incursión aérea, los diarios vascos (como Euzkadi o El Liberal) informaron sobre el amargo suceso. El Gobierno vasco pretendió evitar el pánico, siendo cauto a la hora de dar a conocer lo ocurrido. Pero lo que se podía haber presentado como una acción de guerra, de efectos, eso sí, terribles, explotó en las manos del bando sublevado, quien negó los hechos. Radio Requeté y Radio Nacional, sus medios oficiales de difusión en las ondas, optaron por acusar a los “dinamiteros asturianos” y a los rojos separatistas (o sea, nacionalistas vascos, en el argot sublevado) de haber sido ellos los que habían provocado el incendio de la urbe guerniquesa en su retirada. Ante tal distorsión, coincidiendo con la publicación del reportaje de Steer en varios medios influyentes a nivel internacional como el Times o The New York Times, el bombardeo se rodeó de una intensa polémica.

El bando sublevado temió las posibles repercusiones negativas que el bombardeo podía tener en su imagen en el exterior, que implicaba la no injerencia de Francia e Inglaterra. Mientras que para el bando republicano y el Gobierno vasco era la demostración del horror e, incluso, la perversidad de cómo el fascismo distorsionaba los acontecimientos.

En cuanto al cine, lamentablemente no se dieron imágenes del bombardeo. Aunque el séptimo arte estaba cobrando una gran importancia, las únicas tomas que recogería un operador amateur, Agustín Ugartechea, al poco de finalizar el raid y antes de caer la villa en manos de los franquistas, tuvieron la mala suerte de acabar en manos germanas (aliados de Franco), cuando envió el negativo para ser revelado a los laboratorios de la casa Agfa, en Alemania (únicamente allí podía hacerse). Solo gracias a la casualidad de que algunos de los planos estaban en otra bobina, fue posible que sobrevivieran algunos fotogramas (los más conocidos).

Tras la entrada de las tropas franquistas en la villa se rodaron, de manera controlada, algunas imágenes por operadores extranjeros y españoles de las ruinas. Si bien estas fueron presentadas en los noticiarios cinematográficos occidentales con lecturas muy distintas entre sí. Por su parte, el franquismo prosiguió con su política de negar el bombardeo, tal y como se recoge en el documental de propaganda Vizcaya y el 18 de julio (1937), producido por Falange, y otros, insistiendo en que fue un incendio provocado por los nacionalistas.

Lo que iba a venir Mientras el Gobierno republicano se preocupaba de reconducir una guerra adversa para sus armas, el Gobierno vasco del lehendakari Aguirre ya en el exilio (tras la caída del frente norte), producía el documental Guernika (1937), de Nemesio Sobrevila, en el que expresaba su convencimiento de que los franquistas la habían destruido porque encarnaba el símbolo de las libertades vascas. Lo anecdótico es que milagrosamente fue el Árbol y la Casa de Juntas lo único que sobrevivió intacto. Pero el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, aparcó la cuestión del bombardeo ante los brutales hechos que se iban a suceder en estos años, con la destrucción de las grandes urbes europeas y asiáticas, en donde la experiencia de Gernika, tristemente, había servido para su perfeccionamiento del bombardeo de terror.

Así, otras ciudades se convirtieron en funesto recuerdo, como Róterdam, Londres, Coventry, por parte alemana, o Berlín, Hamburgo y Dresde, y otras, además de las dos bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki… por parte de los propios aliados, que también utilizaron las mismas tácticas.

El franquismo, incapaz ya de negar lo evidente, se dedicó a omitir y hacer desaparecer de la memoria visual su referencia. Ello se mostrará en el documental Morir en España (1965), de Mariano Ozores, que recrea la contienda desde el punto de vista franquista sin mencionarlo, pero, sobre todo, en el terreno de la ficción. Así sucede en El otro árbol de Guernica (1969), de Pedro Lazaga, que, aunque retrate la vida de los niños de la guerra en Bélgica y en su título menciona la villa, no hay alusión alguna a los hechos.

Habría que aguardar hasta 1975 para visionar otro filme de ficción, El árbol de Guernica (1975), de Fernando Arrabal, que sería calificado de “esperpéntica y burda”, y en el que las referencias a Euskadi y el bombardeo son más simbólicas que reales. El nombre de Gernika aparecería en otras producciones extranjeras menores, convertido en icono de la lucha contra el horror fascista, gracias a la influencia iconográfica del cuadro de Picasso. La ingente labor historiográfica a partir del fin de la dictadura vino acompañada, a la vez, de un interés enorme, sobre el bombardeo desde el panorama audiovisual, con documentales como Gernika (1979), de Pedro Olea, de la serie Ikuska, con testimonios de protagonistas, Gernika, el espíritu del árbol (1987) o Gernika Filma (1987), de Enrique Atxa.

Sin embargo, sería Lauxeta. A los cuatro vientos (1987), de José Antonio Zorrilla, el primer film de ficción de producción vasca que tratara sobre este acontecimiento. El historiador Santiago De Pablo lo califica como un filme “honesto”, que pretende huir de “descalificaciones y mitificaciones exageradas”. Le seguirán diversos documentales para el cine y la televisión, en los que cabrían destacarse La Guerra Civil en Euskadi (1996), de Koldo San Sebastián y Juan Carlos Jiménez de Aberasturi; Gernika: el bombardeo (2007), de Alberto Rojo, o Zerutik sua dator! (2011), que recoge nuevos testimonios de mujeres (entonces niñas) que padecieron el bombardeo. A esto hay que añadir otros trabajos documentales sobre los niños exiliados como La generación de Guernica (2003), The Guernica Children (2005) y la televisiva Los niños de Gernika tienen memoria (2008), además de otros proyectos.

Sin embargo, la escasez de largometrajes de ficción es, en este sentido, muy llamativo, comparada con la ingente cantidad de trabajos documentales.

Es cierto que el bombardeo de Gernika aparece mencionado como icono en filmes como Los amantes de Círculo Polar (1998), de Julio Medem, La buena nueva (2008), de Helena Taberna, o en la chabacana No le llames amor… llámalo X (2011), de Oriol Capel.

Así, llegamos a la gran producción de ficción Gernika (2016), de Koldo Serra. La película contó con el apoyo de diversas entidades públicas y privadas, ya que coincidió con la conmemoración del 80 aniversario de la tragedia. La propuesta de Serra tiene algunos buenos ingredientes, pero, en conjunto, hemos de decir que se malogra al no hacer una trama más acabada y creíble. Aunque se destaca una buena fotografía y realización y se recrea un Bilbao de los años 30 realmente espléndido, le falta una mayor contundencia a la historia entre los dos protagonistas, Henry (James D’Arcy), inspirado en Steer, y Teresa (María Valverde).

En la trama él es un corresponsal de guerra quemado por la visión de otra tragedia más, aunque acaba por entender que no es un conflicto más, que este es mucho más inhumano, mientras que ella es una joven idealista que trabaja en la Oficina de prensa del Gobierno vasco.

Aunque retrata un universo lleno de interés, el del periodismo informativo de la época, los personajes resultan planos y esquemáticos y no aborda con la suficiente entidad y complejidad el marco histórico. Así, por la pantalla pululan milicianos anarquistas, nacionalistas y militares, pero sin identificarlos debidamente ni comprender la naturaleza de su guerra.

Del otro bando, se muestran los jóvenes aviadores alemanes de la Legión Cóndor y su comandante el coronel Richthofen, encarnados con los consabidos clichés históricos, aunque con cierta neutralidad, pero sin abordar con profundidad su papel en el drama.

Lejos del icono Sí se ofrece una panorámica de Euskadi y la cultura vasca de interés. Pero, a la vez, se dan algunas graves incongruencias: una de ellas se percibe cuando un comisario político comunista (más que los alemanes) será el encargado de poner el contrapunto del malo de turno. O, la más irreal, cuando la protagonista es detenida y llevada a una checa en la villa guerniquesa, donde es torturada, momento que aprovechará el director para mostrar el punto estelar, el devastador bombardeo a ras de suelo. Tal vez, esto sea lo más logrado del filme.

Aun así, Gernika no alcanza convertirse en la película definitiva sobre el bombardeo. Su mensaje final queda un tanto desdibujado y se aleja de ser un icono de referencia representativo sobre el pacifismo frente a la guerra o contra los fanatismos de cualquier clase, como representa, el nombre de la villa. Por ello, frente a los más interesantes intentos, desde el cine documental, de mantener viva la memoria y el símbolo del bombardeo, el cine de ficción no ha sido tan contundente. Si bien, como indica De Pablo, Gernika ha quedado codificado ya en el imaginario como el “símbolo de la libertad en Euskadi, del antifascismo y, cada vez más, de la paz entre las personas y los pueblos”, a lo que ha contribuido la constitución en ella del Museo de la Paz, el mítico cuadro de Picasso y, por supuesto, el Gobierno vasco que (siguiendo el camino abierto en Gernika, donde se constituyó el primer ejecutivo autónomo en octubre de 1936), ha seguido impulsando desde las instituciones un mensaje de conciliación, entendimiento y concordia.