El gudari burgalés del Batallón Gernika

Miguel Arroyo es el último gudari superviviente localizado del grupo que participó en la segunda Guerra Mundial

Franck Dolosor

el documental Batallón Gernika, esperanza de libertad 1945-2015, dirigido por Iban González y producido por Baleuko, sigue proporcionando sorpresas inesperadas. La película narra la historia de la brigada creada por el Gobierno vasco en el exilio para ayudar a los aliados en la lucha contra los nazis que tenía lugar en Francia. La unidad militar vasca participó en la liberación de la comarca de la Pointe de Grave, en el Médoc, cerca de Burdeos. Durante los combates que tuvieron lugar en abril de 1945, pocos días antes del armisticio, cinco gudaris murieron y una veintena resultaron heridos.

Arroyo en su casa de Angelu enseña una caja en la que guardaba balas para Ordoki.Foto: F.D.
Arroyo en su casa de Angelu enseña una caja en la que guardaba balas para Ordoki.Foto: F.D.

Durante la grabación del documental protagonizado por Francisco Pérez, gudari navarro afincado en Irun, otro miembro del Batallón Gernika se sumó al proyecto: José Ramón Aranberria, Matxote, natural de Ondarroa y vecino actualmente de Getaria. A medida que el documental avanzaba surgió la esperanza de que otros miembros de la unidad o sus familias, cuyo paradero se desconocía, pudieran aportar sus recuerdos y experiencias. Y así ocurrió. El donostiarra Javier Brosa, afincado en México, contactó con los responsables del documental una vez estrenado. En otros casos han sido las familias de combatientes ya fallecidos quienes se han sumado. Gracias al documental, la familia del gudari donostiarra Antón Mugica ha conocido por fin cómo fueron sus últimos días. Con tan solo veinte años, el primer día del combate de la Pointe de Grave, falleció al pisar una mina. Sus hermanos Guillermo y Carmen tan solo sabían que desapareció en 1945 y que nueve años más tarde el Gobierno francés les informó de su muerte. Siete décadas más tarde han podido localizar y visitar la tumba de su hermano.

Hace unos días, tras una proyección pública del documental en el Museo Vasco de Baiona, un hombre de edad avanzada se levantó, y ante la sorpresa de los asistentes, explicó que la película contaba… “la verdad”. Se trata de Miguel Arroyo, nacido en Burgos en junio de 1924. “Yo estaba ahí y así lo vivimos. ¡Era soldado y fui uno de los colaboradores más cercanos del comandante Ordoki!”

A finales de los años 20 la familia Arroyo llegó a Bilbao, donde se afincó en el número 23 de la calle Uribarri. El monte Artxanda no tenía ningún secreto para un jovencísimo Miguel, que aún recuerda que dos bombas cayeron en la capital vizcaína el día del bombardeo de Gernika. En Uribarri, una casa quedó destruida y los vecinos se refugiaron en un túnel de la cercana vía férrea. Pocos días después, su madre y él subieron a un barco en Santurtzi con rumbo a Iparralde y se afincaron en Baiona. Su padre y sus cinco hermanos se quedaron en Bizkaia. Una de sus hermanas, que era comunista, se trasladó a Rusia mientras su hermano Ramón fue asesinado en circunstancias todavía desconocidas. Ochenta años después, Miguel no puede contener sus lagrimas al recordar el sufrimiento de su familia durante los años de la guerra.

En 1944 se apuntó en Burdeos junto a un amigo para combatir como voluntario en la Segunda Guerra Mundial. Las autoridades galas le mandaron a la localidad bearnesa de Caresse, donde Ordoki estaba creando la brigada vasca. Arroyo, que sigue definiéndose como apolítico, recuerda sobre todo el espíritu de camaradería que reinaba entre los miembros del Batallón Gernika.

“Los alemanes eran más fuertes porque iban mejor armados y en un primer momento consiguieron resistir gracias a sus impresionantes búnkeres”, precisa el gudari. “No sé si maté a alguno, no me acuerdo, disparas tanto que ya no sabes. Ordoki era parco en palabras y nunca hablaba de política. El sargento Carlos Iguiniz, también irundarra, siempre le acompañaba. Al principio, no teníamos buen armamento pero luego nos dieron morteros con los que pudimos destruir las posiciones alemanas en la carretera que conduce hacia Soulac. Yo siempre estaba entre los primeros hasta el final de la Pointe de Grave donde se rindieron muchos alemanes. Desde el comienzo, dos prisioneros alemanes nos acompañaron y nos ayudaban a reparar el armamento y los teléfonos”.

Arroyo salió ileso del combate pero no oculta que pasó mucho miedo. También fue testigo directo de la muerte de los gudaris Iglesias y Mugica. “Han pasado muchos años, pero me acuerdo de todos. Antonio Arrizabalaga me traía las municiones y luego pudimos llegar hasta el final de la Pointe de Grave siguiendo la vía férrea. Ahí, el ejercito francés comenzó a tirar hacia nuestra posición porque no pensaban que nadie había podido avanzar tanto”.

Miguel Arroyo es una fuente inagotable de anécdotas. Cuenta que el teniente eibarrés Andrés Prieto le castigó por haberse quedado un día más de lo previsto en Baiona con su madre. “Prieto era simpático pero quería mandar”. Y también recuerda la visita y el concierto que el célebre cantante Luis Mariano ofreció a los gudaris durante los combates en el Médoc.

Tras la liberación de Francia, el burgalés no participó en desfile del Batallón Gernika en Burdeos y tampoco en el posterior entrenamiento militar que supervisó el jeltzale Primitivo Abad en el castillo de Rotschild, en las afueras de París. “Teníamos que haber seguir luchando contra Franco pero fuimos desmovilizados”, recuerda el gudari. Las autoridades le dieron mil francos y le mandaron a Chiberta, en Angelu (Anglet). Desde allí trató de reunirse de nuevo con su familia en Bilbao, pero al entrar en Gipuzkoa fue detenido y le mandaron a hacer el servicio militar a Gasteiz. “Me consideraban como desertor, pero yo no era un asesino sino un soldado”. En los años cincuenta, Miguel consiguió la nacionalidad francesa y pasó a llamarse Michel Arroyo. Gracias a su nuevo estatus pudo volver a Bilbao a visitar a sus familiares sin temor a la represión franquista.

“No soy vasco, pero lo hice de todo corazón” aclara el gudari de 92 años, que también ayudó a varios ingleses a pasar la muga desde Iparralde hacia Gipuzkoa. “También pasé mucha información de un lado a otro. Tenía el pelo largo y escondía papeles en las orejas” dice sonriendo. Cada año, el Gobierno francés le concede una ayuda de 600 euros para agradecer su participación en la lucha contra los nazis.

Arroyo, que dirigió durante años una empresa de fontanería en la capital labortana, goza de su jubilación junto con su mujer y sus cuatro hijas cerca del puerto de Angelu, en el chalet que construyó él mismo y que lleva el emblemático nombre de La Roseraie. Un nombre simbólico, el del hospital que el Gobierno vasco en el exilio abrió en Bidarte para acoger a los heridos y civiles que huían de la Guerra Civil.

El último viaje del tranvía entre Bilbao y Arratia

El bombardeo de la aviación italiana sobre Durango en 1937 provocó que esta línea dejara de funcionar para siempre.

Un reportaje de Iban Gorriti

EL Ministerio de Defensa ha publicado en su biblioteca virtual fotografías de la Guerra civil española. El director del Museo Vasco del Ferrocarril, Juan José Olaizola, ha localizado entre ellas la del furgón automotor Nº 50 de la Compañía del Tranvía de Bilbao a Durango y Arratia destrozado por un bombardeo en alguna localidad arratiana.

imagen-tranvia_19683

La importancia de este medio de locomoción para civiles y soldados, y de transporte en aquellos días de incertidumbre fue máxima y vital. Como curiosidad, la línea citada no volvió a ponerse en marcha y así, por ejemplo, el tranvía de Durango dejó de funcionar para siempre el 31 de marzo de 1937, jornada en la que los aviadores fascistas italianos protagonizaron un desolador raid que acabó con la vida de más de 336 personas ya documentadas. Ahora bien, el furgón automotor Nº 50 de la imagen, tras ser reconstruido, “prestó servicio hasta 1955. Fue dado de baja el 30 de abril de ese año”.

Juan José Olaizola (Donostia, 1965) es la persona vasca más ducha en esta materia y matiza que “la Compañía del Tranvía de Bilbao a Durango y Arratia inauguró su línea en 1902, estableciendo desde sus inicios una dura competencia con el ferrocarril. Sin embargo, la guerra de tarifas terminó por derrotar al tranvía que, en 1911, fue adquirido por los Ferrocarriles Vascongados”.

Desde entonces, según ilustra, pasó de ser un competidor a un buen complemento del tren. No obstante, los daños provocados por la Guerra civil supusieron la clausura, en 1937, del tramo comprendido entre Amorebieta y Durango, tanto por los daños del bombardeo de Durango como por otros provocados por la aviación y artillería fascista en el trayecto, sobre todo en la zona de Montorra y el centro de la localidad zornotzarra.

“No cabe duda del carácter terrorista de esta acción de guerra -valora Olaizola-, con la que se pretendía atemorizar a la población civil y quebrar su espíritu de resistencia”. A su juicio, la Aviazione Legionaria también aprovechó la ocasión para destruir diversos objetivos militares ya que Durango se había convertido en un nudo de comunicaciones fundamental para la defensa de los flancos Este y Sur del frente del Norte.

En consecuencia, la estación del ferrocarril de Bilbao a San Sebastián donde, además, se encontraban los talleres principales de esta vía férrea, se convirtió en uno de los objetivos prioritarios de los bombarderos italianos ya que era un importante centro logístico para el transporte de tropas y equipos a los frentes de Eibar y Elgeta, a través de las líneas que se dirigían a Eibar y Elorrio.

Así, el bombardeo de la estación de Durango provocó daños muy cuantiosos: la marquesina que cubría las vías de la terminal quedó completamente destruida y los talleres muy afectados. Además, buena parte del material móvil estacionado en estas dependencias, así como la playa de vías, instalaciones de electrificación y otros equipamientos, resultaron seriamente dañados.

Al respecto, la propia Compañía de los Ferrocarriles Vascongados, concesionaria del ferrocarril de Bilbao a San Sebastián, identificó grandes averías en talleres y demás edificios de esta estación. “La reparación cortó 144.211 pesetas”, aporta. Otras reparaciones en gastos para talleres o coches sumaron 35.000 pesetas entre jornales y materiales.

En marcos de guerra, la neutralización de este tipo de transportes es siempre un objetivo militar de primer orden, por lo que el tranvía, al igual que el ferrocarril de los Vascongados, fue centro de diversos bombardeos.

Entre los blancos preferentes del autoproclamado Ejército Nacional se encontraba la carretera de Bilbao a Durango, cuyo trazado era en buena parte aprovechado por el tranvía, por lo que sus instalaciones, como hemos comprobado con el ejemplo de Durango, sufrieron daños de consideración.

Posteriormente, la retirada del ejército del Eusko Gudarostea y apoyos republicanos del Estado y brigadistas mundiales “trajo consigo la voladura de los puentes de Durango, Euba, Amorebieta y La Peña”, cita Olaizola.

Tras la conquista de Bizkaia por parte de los afectos al golpe de Estado de julio de 1936, se procedió a la reparación de los daños sufridos en las líneas del tranvía, salvo en el tramo comprendido entre Amorebieta y Durango, “ya que a las destrucciones sufridas por sus instalaciones se unía el poco interés de la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados por mantener un trayecto que la empresa consideraba suficientemente cubierto con su servicio ferroviario”, aporta.

De este modo, el 30 de noviembre de 1938 se inició el levantamiento de las vías y elementos de electrificación de esta sección.

La policía motorizada del lehendakari Aguirre

La entrada de los fascistas en Bilbao supuso la cuenta atrás de la tan corta como intensa actividad de Ertzain Igiletua, creada por el Gobierno Provisional de Euzkadi

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 19 de junio de 1937 arrancó la desaparición de la Er-tzain Igiletua, es decir, la Policía Motorizada del Gobierno Provisional de Euzkadi presidido por el lehendakari Aguirre. Hace 79 años, con la ocupación de Bilbao por parte de los leales al golpe de Estado de julio de 1936, y días después con la entrega de las unidades vascas en Santoña y localidades limítrofes el 26 de agosto de 1937, “concluía la corta pero intensa existencia” de este cuerpo policial histórico, explica Aitor Miñambres, quien cuenta con una publicación sobre el mismo.

El uniforme característico de los agentes, enteramente de color negro para no suponer un blanco fácil.
El uniforme característico de los agentes, enteramente de color negro para no suponer un blanco fácil.

 

Miñambres relata que tras la caída de Bilbao, y con los restos del ejército vasco reorganizándose en Santander a pesar de la deserción o huida de algunos de sus mandos, el grueso de Ertzain Igiletua “permaneció en Bilbao cuidando del orden público hasta la entrada del ejército rebelde, al que se rindieron”. Otros miembros de este cuerpo se retiraron junto al Ejército vasco hacia tierras cántabras, donde continuaron su labor hasta el final.

Trece meses antes, iniciada la guerra civil y tras la ratificación por las cortes republicanas del Estatuto de Autonomía del País Vasco, el nacionalista José Antonio de Aguirre juró su cargo en Gernika como presidente del nuevo gobierno autónomo el 7 de octubre de 1936. “Las fuerzas de orden público existentes hasta la fecha eran variadas y a la vez muy reducidas por las necesidades de la guerra, pues la mayoría de sus efectivos habían sido destinados a cubrir el esfuerzo bélico”, aporta Miñambres. Éstas se componían por una parte de los cuerpos policiales estatales: Guardia Nacional Republicana -antigua Guardia Civil-, Guardia de Asalto y Cuerpo de Carabineros de la República.

Por otro lado, coexistían las policías forales -miñones vizcainos y algunos miqueletes guipuzcoanos llegados a Bizkaia tras la caída de su provincia en manos de las fuerzas rebeldes- junto con las Guardias Municipales de los respectivos ayuntamientos del territorio leal. Por iniciativa personal del Doctor Junod, de la Cruz Roja Internacional, se creó en Las Arenas el 22 de septiembre de 1936 una Zona Internacional donde embajadas y consulados extranjeros pudieran realizar su labor libre de los bombardeos que comenzaban a sufrirse en la capital, Bilbao, y custodiada por un cuerpo de Policía Militar formado por milicianos adscritos al PNV.

Guardia del pueblo Creado el Gobierno de Euzkadi y, a raíz del bombardeo de la Zona Internacional, se planteó la ampliación de la Policía Militar, renombrándola con el título Ertzaña, es decir, “guardia del pueblo, neologismo creado por Juan Bautista Eguzkitza y popularizado por Esteban Urkiaga, Lauaxeta”, explica Aitor Miñambres. Además, se creó un Cuerpo de Orden Público, sin ningún cometido militar, formado por unos 800 hombres adscritos a todas las ideologías políticas leales a la República y cuya labor fue la de toda policía civil. El 3 de noviembre de 1936, Luis de Ortuzar, jefe de la Ertzaña, fue nombrado inspector general de Orden Público por el consejero Monzón.

Independientemente de los cuerpos anteriores y más tardíamente, Gobernación terminó creando un cuerpo más de policía, la Policía Motorizada o Ertzain Igiletua, “el más moderno y mejor dotado de todos”. “Se estima que fueron alrededor de 500”, señala Miñambres, director del Museo Memorial Cinturón de Hierro de Berango. Sus cometidos abarcaron, según describe, todas las facetas, dada una enorme movilidad conseguida gracias al eficaz empleo de vehículos y sistemas de comunicación.

Estos vehículos, al igual que todos los del cuerpo, llevaban en sus matrículas las iniciales EI, Ertzain Igiletua, seguida del número del aparato. La tipografía escogida sería la misma que la empleada para Ertzaña, es decir la E del diario nacionalista Euzkadi.

“Como arma de dotación principal los agentes portaron pistolas semiautomáticas Star de calibre 9mm, fabricadas en Eibar”, cita Miñambres. Además, y como parte de la formación dada a los números de todas las compañías, se les instruyó o perfeccionó en el manejo del fusil, fusil ametrallador y granadas de mano.

A la hora de dotarles de un uniforme, dada su condición de motoristas, se pensó en el cuero como material más apropiado para su confección, por su carácter antiabrasivo en el caso de caídas. Aunque se les intentó proporcionar el casco correspondiente, no fue posible por motivos de escasez de prendas. La factura de estos uniformes se realizó en los talleres del propio cuerpo, interviniendo en su confección afiliadas a Emakume Abertzale Batza, o bien casas contratadas como Saralegui o los almacenes El Búfalo de Bilbao. Industrias Movilizadas suministró parte del resto del material.

De este modo, el uniforme definitivo de los agentes quedó compuesto por gorra de plato blanda, guerrera de cuatro bolsillos y cuello abierto, pantalón de montar, correaje tipo Sam Browne, guantes-manopla y botas altas de cordones, todo ello en cuero de color negro, a fin de no representar un blanco fácil. Oficialmente, una camisa caqui claro con corbata marrón oscuro completaba el uniforme, junto con la funda de la pistola reglamentaria y gafas de pilotar.

Actuaciones señaladas Algunas de sus acciones recordadas fueron en fechas históricas. Tras los bombardeos en Elorrio y Otxandio, el mismo 31 de marzo de 1937 Durango sufrió el raid aéreo que dejó la villa en ruinas con un balance de más de 336 muertos. A esta población llegó de Bilbao una unidad de la Policía Motorizada acompañada de equipos especiales de rescate para recuperar los cadáveres, que posteriormente habría que identificar, lo que llevó un día entero.

También durante el bombardeo de Gernika-Lumo, el 26 de abril, la actuación de Ertzain Igiletua “fue muy considerada, estando presente en todo momento, tanto durante el raid como después, gracias a la presencia de un puesto fijo del cuerpo en la villa foral, y comunicando telefónicamente a las autoridades el final del bombardeo aéreo”.

‘La causa del Pueblo Vasco’, de Xabier de Landaburu, esperanza en medio del túnel de la dictadura

‘La causa del Pueblo Vasco’ fue un libro referencia para toda una generación, con un alegato democrático para la juventud vasca siempre con el marco europeo como horizonte

Un reportaje de Eduardo Jauregi

Como puede leerse en su última página, el libro La causa del Pueblo Vasco, de Xabier de Landaburu, está firmado en París, en mayo de 1956, y se acabó de imprimir -gracias a las aportaciones de grandes y desprendidos amigos vasco-venezolanos- en los talleres de la Société Parisienne d’Impressions, el día 4 de agosto de aquel mismo año. Fue la obra cumbre de su autor, quien llevó largos años comprometido en este proyecto al que dedicó sus mayores esfuerzos.

Xabier de Landaburu, con los representantes de ELA-STV Robles Arangiz y Durañona. Federación Sindical Mundial, París, 1945. Foto: SAF
Xabier de Landaburu, con los representantes de ELA-STV Robles Arangiz y Durañona. Federación Sindical Mundial, París, 1945. Foto: SAF

Nacionalista vasco, su dilatada carrera política se desarrolló durante los años de la República, la guerra sufrida en Euskadi y el exilio, siendo vicelehendakari del Gobierno vasco desde 1960, hasta su muerte tres años más tarde. Toda la actividad generada contra el régimen franquista, con lo que supuso de horror, terror y eliminación de libertades individuales, colectivas y nacionales, constituyó el guion de su obra. Y en la década de los cincuenta, los movimientos de una parte de la juventud que en aquellos años oscuros de la dictadura empezó a cuestionarse lo que la Resistencia vasca había venido haciendo desde el final de guerra, fue lo que motivó a Landaburu a publicar este alegato político, su defensa, su razón de la Causa Vasca que vivía en primera persona.

Para la familia (su mujer Konstan y sus siete hijos), que veían cómo el padre pasaba innumerables horas ante la máquina de escribir, en los pocos ratos de descanso que le dejaba su trabajo en el Gobierno, o durante las noches, la terminación de este libro supuso -al igual que para él- una cierta “liberación”, recompensada con creces por el resultado obtenido.

La causa del Pueblo Vasco fue un libro-referencia para toda una generación, “maravilloso y ejemplar” en opinión de Iñaki Anasagasti, en el que Landaburu hizo su alegato democrático a la juventud vasca “para que luchara, para que no le sedujeran los cantos de sirena de la violencia, para que vieran en Europa una salida al bloqueo vasco”; Nuestra “causa” tenía un horizonte europeo y todo lo que se había hecho hasta ese momento era digno y respetable.

El libro comienza con una dedicatoria de gran actualidad y que muy bien podría haber sido escrita en la última década, debido a sus estrechas vinculaciones con todo lo que gira en torno a la Memoria Histórica, tan reivindicada por el nacionalismo vasco y por todas las víctimas del franquismo en general: “En recuerdo de todos los vascos muertos durante la guerra fratricida causada por la sublevación de 1936. Los que cayeron en cualquiera de los frentes bajo las banderas vascas o de las dos Españas, los que fueron asesinados en sus retaguardias, los que murieron en cama, en su casa o en el exilio, acongojados por la pena de los males de la patria y sin comprender aquella catástrofe cruel e innecesaria”.

Junto a la dedicatoria, también se cita, a modo de lema, la calumniosa imputación del general Franco cuando dijo que “los que destruyeron Gernika no tienen derecho a hablar de patria”. No hay que olvidar ni a las víctimas que causaron la guerra y la dictadura, ni las mentiras que el franquismo propagó impunemente.

La edición original de 1956 es un volumen de 165 páginas. Poco después, sin embargo, queriendo hacer más fácil su difusión se publicó el contenido del libro en tres folletos numerados. En este mismo formato Cuadernos Alderdi, la colección impulsada por el PNV, también los difundió posteriormente.

En el otoño de 1977 la editorial GEU publicó una 3ª edición, con prólogo de Manuel de Irujo y biografía de Xabier de Landaburu a cargo del también nacionalista alavés Luis María Sánchez Iñigo. En la nota final de esta edición se indica expresamente que los ejemplares se terminaron de imprimir el 25 de octubre del 77, al cumplirse el 138 aniversario de la ley que supuso la pérdida de la soberanía vasca. Tres semanas más tarde, el 14 de noviembre, la Junta Municipal de EAJ-PNV de Gasteiz quiso recordar la figura de Xabier de Landaburu aprovechando la nueva edición de La causa del Pueblo Vasco. En el teatro de La Florida el director de GEU, Txomin Saratxaga, presentó el acto y Sánchez Iñigo hizo una amena semblanza biográfica de Landaburu. Presentó al numeroso público que acudió al teatro la personalidad de aquella gran figura como vitoriano y hombre de lucha dentro del nacionalismo; como el hombre que en medio de desilusiones sufridas dentro y fuera de la organización, “fue el prototipo del jelkide que en el anonimato de la segunda fila supo trabajar sin apetencias personales por el bien de la causa”.

En aquel homenaje también participó el sacerdote Alberto Onaindia, quien habló por primera vez en Gasteiz tras su largo exilio, haciendo hincapié en las cualidades humanas de Landaburu. Manuel de Irujo, compañero de trabajo en París, por su parte, presentó al autor de la obra como el “hombre con gran talento sintético, con un don de gentes extraordinario que sirvió a su país en la medida de sus posibilidades y nos dejó a todos una estela de simpatía personal”.

El libro Las ideas de Landaburu, difundidas en 1956, se plantean el pasado y el presente de Euskadi en función y con proyección del futuro. Las tesis recogidas en su libro anticipan los términos de lo que será, por ejemplo, el programa del Partido Nacionalista Vasco 21 años después, cuando la formación política sale de la clandestinidad y se legaliza en marzo de 1977, en el nuevo marco de la transición política que se vive en el Estado español. El renacimiento vasco conjugado con la democracia social, se proyecta con aplicaciones concretas en los órdenes político y cultural, social, económico o internacional.

Los capítulos del libro recogen un gran espectro de asuntos. Sus primeras páginas están dedicadas a la juventud vasca. En ellas refleja su preocupación política constante. Sitúa a la juventud en la España franquista y en la vida internacional. Estudia el proceso de la vida vasca en los siglos de paz y de guerra, de manera singular con relación al siglo XIX y en referencia a las libertades vascas. Trata de la evolución de las ideas, y su proyección sobre la tierra vasca. Examina las consecuencias de la falta de Universidad en Euskadi “que -escribe- obliga a nuestros intelectuales a buscar en las universidades españolas los títulos que les permitieran ejercer en su propia casa”.

También plantea el hecho nacional vasco, afirmando que Sabino Arana devolvió a Euskadi la conciencia de su personalidad y le otorgó para su defensa argumentos que aunque lógicos habían sido hasta entonces inéditos. Considera que tras el hacer político vino el renacimiento cultural y la lengua venía a ser estimada como motivo de preferencias nacionales. La literatura, el folklore, el arte vasco en todas sus manifestaciones volvieron a ponerse de moda y en las ciudades del país donde el adjetivo vasco era peyorativo para muchos comenzó a sentirse con orgullo la dignidad del término.

Hace historia del proyecto de Estatuto vasco elaborado por la Sociedad de Estudios Vascos en 1931 y estudia del mismo modo el problema de la nación y el concepto evolutivo del Estado. En La causa del Pueblo Vasco el tema nacional es tratado ampliamente y las características nacionales de Euskadi son analizadas con atención: pueblo, lengua, historia, derecho, cultura, economía… son tratados con relación al pueblo vasco, añadiendo que “no pretendemos imponer nuestra idea de patria a nadie que no la sienta y no la acepte voluntariamente”.

La democracia Tras desarrollar las bases morales y sociales de la nación vasca, así como la libre determinación nacional y las condiciones de un estado habitable, Landaburu habla de la democracia. A este respecto, es de destacar la observación que hace de esta forma de gobierno (recordando al lector que lo escribe en 1956): “la democracia -señala-, no ha sido lograda aún por lo pueblos más avanzados. El mundo va hacia la democracia, no vuelve de ella. Todo lo que hoy definimos no es más que el conjunto de características de una situación preparatoria que tiende hacia la democracia”.

Tres capítulos ponen fin a la obra: uno destinado a Europa, y a lo que esa solución entraña para los vascos; otro dedicado a los vascos de América que titula La otra Euzkadi; y un tercero que termina la edición encabezado por la frase Mirando al futuro. Mirando a los demás afirma que la doctrina vasca es de generosidad y que los objetivos han de ser de solidaridad. Otro aspecto de plena actualidad como lo es hoy la crisis de los refugiados, por ejemplo.

Para constatar todas las ediciones que se han realizado de esta obra hasta nuestros días, hay que indicar que en 1988 una cuarta edición retocada fue publicada por la comisión de universidad de la Junta de EGI de Gipuzkoa. En esta edición se incluye un prólogo explicativo de Luis Bandrés Unanue, que había releído la obra aquel mismo año. Bandrés recomendaba fervientemente su lectura por ser un “documento vivísimo del pensar y sentir abertzale de aquellos duros años”, aunque advierte al lector de que, en esta ocasión, ha actualizado el texto original, quitando o modificando algunos párrafos con el único objetivo de que la juventud de los años ochenta -y todo aquel que no vivió aquella coyuntura- entendiera mejor el contenido y mensaje del libro pasados ya 30 años de su redacción.

Hoy en día, la obra de Xabier de Landaburu La causa del Pueblo Vasco, se puede conocer por medio de Internet, ya que se encuentra digitalizada y colgada en la red. Por citar un ejemplo, la europarlamentaria Izaskun Bilbao, en su página, ofrece un link para su acceso en http://www.izaskunbilbao.eus/download/LaCausa.pdf.

El euskera en Argentina Identidad y sentimiento

Los vascos asentados en Argentina han mantenido siempre estrechos lazos con su país de origen y su cultura, con especial atención a su idioma: el euskera

Un reportaje de Magdalena Mignaburu

EL idioma es uno de los elementos determinantes en cuanto a la existencia de una nación. En el caso de los vascos, el euskera no resulta ser la excepción, muy por el contrario, es un elemento de gran relevancia a la hora de definir la identidad de este pueblo milenario. Su antigüedad se remonta a 7.000 años, y junto con el finés, el estonio y el húngaro constituyen las únicas lenguas preindoeuropeas que se hablan actualmente, si bien no se ha podido encontrar la relación de éstas con el euskera.

import_8598354

Como pueblo que ha debido dispersarse por diferentes motivos, los vascos han llevado sus costumbres ancestrales y, por supuesto, su idioma a los distintos lugares de destino. En este sentido, la Argentina ha sido el país que mayor cantidad de vascos ha recibido a través de la historia. Desde la etapa de conquista y colonización se registra la utilización del euskera en nuestro territorio, pero a partir del fenómeno inmigratorio de los siglos XIX y XX su presencia se hizo más notable. Los que llegaron en las sucesivas etapas trataron de mantener la unión y las características del grupo. Por este motivo, desde un principio existió la preocupación por preservar el idioma, aunque también se ha podido constatar a través de distintos testimonios que no se lo enseñaban a los niños, sino que se mantenía como un idioma hablado en la intimidad y sólo por los mayores. Las razones de esta situación son variadas, pero el resultado fue el retroceso del euskera dentro de la comunidad vasca de la Argentina. A pesar de ello, en los primeros tiempos hubo intentos para desarrollar su enseñanza, sobre todo por parte de los centros vascos, que comenzaron a aparecer a fines del siglo XIX.

Las euskal etxeak tuvieron siempre entre sus temas prioritarios la enseñanza del idioma, lo que se reflejó en sus estatutos, como también en los de la Federación de Entidades Vasco Argentinas, que en su artículo 4 enuncia: Cultivar el Euskera (idioma vasco) propiciando su difusión y enseñanza.

A comienzos de la década de los años sesenta aparecieron de manera incipiente nuevos métodos y tecnologías destinadas a la enseñanza del euskera en nuestro país. Las Entidades Vasco Argentinas, especialmente Euzkaltzaleak, reunidas en la Federación, serían las pioneras a la hora de crear conciencia con respecto a la importancia del idioma, en cuanto a definir la identidad vasca y a fomentar su enseñanza sistematizada a través de cursos y de la institucionalización del Día del Euskera.

Plan con ‘Euzko Deya’ En 1987, Euzkalzaleak, en coordinación con el periódico Euzko Deya, lanzó un plan destinado a brindar clases los días sábados en la sede de la institución o por medio de las páginas de la mencionada publicación. Y aunque por problemas económicos esto no se pudo concretar, este hecho merece señalarse por ser el primer intento de llevar el aprendizaje del euskera fuera del ámbito formal de las aulas, como también lo fue el método ideado en 1978 por Paco Mingolarra, el cual consistía en la utilización de medios audiovisuales, y permitía aprender el idioma en 100 horas.

Durante 1989 Josu Legarreta Bilbao, quien en ese momento ocupaba el cargo de asesor de Cultura y Turismo del Gobierno vasco, estudió la propuesta realizada por la Federación de Entidades Vasco-Argentinas, que planteaba la enseñanza del euskera en el mencionado país. Este programa, que se denominó Argentinan Euskaraz, fue el que marcó un punto de inflexión en la enseñanza formal del idioma y la formación de profesores, los que se convirtieron en agentes multiplicadores al actuar de manera coordinada junto al Gobierno vasco, HABE, la Federación de Entidades Vasco-Argentinas y las euskal etxeak.

Por lo expuesto, se ha considerado pertinente realizar un estudio, el que se ha volcado en la obra El euskera en Argentina. Identidad y sentimiento, de las distintas etapas que atravesaron la utilización, la difusión, la enseñanza sistematizada y no sistematizada, la producción literaria, artística, las personalidades relevantes y las publicaciones del euskera en la Argentina. Esto permitió la reconstrucción de su pasado, ya que no existía hasta la fecha un estudio pormenorizado que nos permita responder las siguientes preguntas: ¿qué etapas atravesó en nuestro país la utilización y divulgación del euskera?, ¿qué factores internos y externos influyeron en ello?, ¿qué características tienen y han tenido sus actividades?, ¿por iniciativa de quién o quiénes?, ¿qué instituciones han surgido y trabajado para su preservación?, ¿qué personalidades del quehacer vasco en nuestro país han tenido gravitación en el fortalecimiento del euskera en la Argentina?, ¿cuál ha sido y es el rol de las euskaletxeak en cuanto a la permanencia del idioma?, ¿qué actividades fueron organizadas o coordinadas entre la FEVA, el Gobierno vasco y HABE?, ¿cómo está organizada su enseñanza sistemática?, ¿qué impacto ha tenido el programa Argentinan Euskaraz en el crecimiento cualitativo y cuantitativo de vascoparlantes en la Argentina?

Tomando como eje organizador el aspecto cronológico, se atravesaron las diferentes etapas del euskera en la Argentina, especialmente la que se abrió a partir de 1990 con el Programa Argentinan Euskaraz, ya que su éxito ha significado un impacto invalorable en la preservación y difusión del idioma vasco fuera de las fronteras de Euskal Herria.

Las particularidades de cada etapa histórica tratada permiten conocer la pluricausalidad de los hechos históricos, donde las reivindicaciones políticas se entrelazan con las diversas manifestaciones culturales de la comunidad vasca en la Argentina, donde el euskera tendrá un lugar destacado. Y precisamente en las etapas mencionadas se observa la presencia e influencia de los líderes étnicos, ya que no es casual que personalidades con un fuerte liderazgo hayan sido las que más influyeron en la difusión y enseñanza del idioma, hasta el punto de ser tres de ellas -Jon Kepa Erkiaga, Andoni de Irazusta e Ixidro Legarreta- las que propusieron al Gobierno vasco, en forma directa, la implementación del Programa Argentinan Euskaraz, pronto a cumplir 25 años de vigencia y logros.

Convenios Cada una de estas etapas ha tenido sus rasgos distintivos, lógicamente, de acuerdo a la circunstancia histórica particular. Sin embargo, en cada una de ellas aparecen diversas formas o estrategias de adaptación, cuyo punto en común, con el transcurrir de los años, será la inquebrantable decisión de preservar y difundir el idioma vasco. Habrá momentos en los que cada uno de los irakasles implementará el método personal que crea mejor, diagramará sus clases y creará sus materiales, como también vendrá la etapa de la sistematización y profesionalización de su enseñanza a partir de los convenios suscritos entre la Federación de Entidades Vasco-Argentinas, Aurten Bai y, posteriormente, HABE.

Desde la suscripción de los primeros convenios mencionados se observa un crecimiento cualitativo y cuantitativo en la enseñanza del euskera. Por un lado, el idioma estará más presente en las instituciones y en las relaciones interpersonales, a partir de la implementación de folletos, carteles, concursos, saludos y actividades, entre otras cosas, con una importante presencia del idioma vasco. Y aquí será fundamental el rol multiplicador de cada uno de los que accedieron y acceden a la euskaldunización, ya que a lo largo de los años han demostrado ser motores de estos cambios en las euskal etxeak de las que formaron parte, como también en las casas vascas cercanas. Este rol multiplicador merece destacarse por el grado de entrega y compromiso manifestado, actitud que permitió que el éxito del Programa transcendiera las fronteras para convertirse en Euskara Munduan. Obviamente, esto no hubiera sido posible sin el total apoyo del Gobierno vasco y de las autoridades de HABE y de FEVA. La asistencia permanente a los profesores y alumnos, el apoyo bibliográfico, los barnetegis en la Argentina y Euskadi, el intercambio de profesores, son algunos de los elementos que permiten entender por qué actualmente existen en la Argentina aproximadamente 2.500 alumnos. Un éxito que fue posible gracias al esfuerzo compartido de hombres y mujeres, a los que separan 10.000 km de distancia, pero que se encuentran indisolublemente unidos por el amor a nuestra esencia: EL EUSKERA.