Las banderas ‘olvidadas’ de los vascos

Los territorios vascos han tenido diversas enseñas a lo largo de la historia, muchas de ellas totalmente desconocidas hoy en día

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Con nuestras banderas ha pasado y pasa que cuando son conocidas, como las propias de las anteiglesias del Duranguesado, las villas de la Rioja Alavesa o las de los valles navarros del Baztán y Roncal, apenas si tenemos datos sobre sus orígenes y significado, además viéndolas surge una pregunta que es: ¿Por qué son tan parecidas en diseño? ¿Tienen un mismo origen? No hay más que contemplar la situación de las mismas en un mapa para ver que son tres áreas distantes entre sí y por otra parte identifican tres realidades administrativas diferentes: anteiglesias, villas y valles. He aquí un tema que pide estudio y reflexión por parte de todos lo que nos dedicamos al estudio de los temas de nuestro pueblo; y por otra parte existen un conjunto de banderas que aunque conocidas, no lo son para la población en general y de estas últimas vamos a realizar una breve reseña.

A día de hoy las diputaciones forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, así como el Gobierno de Navarra, han adoptado sus correspondientes enseñas, con mejor o peor criterio, dotando a cada territorio de una enseña identificativa, pero este uso no es de hoy, viene de antes. Aunque algún erudito ha escrito “Vizcaya, a diferencia de Navarra, no había tenido nunca bandera”, ello no es cierto. Sirva como ejemplo lo recogido en las Actas de Tierra Llana (25 de enero de 1596): Y por el consiguiente, atento que no se halla la bandera deste dicho Señorío, se hordeno que en buscalla se hagan las diligencias necesarias, e que del primer repartimiento se haga una bandera nueva con las armas de Vizcaya.

Podemos debatir sobre si era blanca o carmesí, pero lo cierto es que existía y lo que sucedió, como con otras cuestiones que suponen dotar de personalidad e identidad propia a un pueblo, es que se procedió a un proceso de aculturación, de lo que no se habla, de lo que no se enseña, no existe. Pero además de esa bandera propia del Señorío, Bizkaia tenía su propio pabellón para arbolar en sus naves, era este de color rojo con una cruz blanca de Borgoña de extremo a extremo. La encontramos en el manual de William Downman (1695-6), la lámina de B. Lens (1700) y en las acuarelas de la Villa de Bilbao realizadas por Richter y Thomas Moroni, a finales del siglo XVIII, conservadas en Museo Vasco de Bilbao.

En paralelo a esta enseña nos encontramos con la que portaban todas embarcaciones que navegaban bajo la autoridad del Consulado de Bilbao, que era idéntica a la de Bizkaia, pero con los colores invertidos. Una bandera de parecidas características, con variante de color, aparecerá en láminas y libros, principalmente ingleses, durante los siglos XVIII y XIX identificada como Biscay, su paño es azul y la cruz de Borgoña roja. Esto llevará a que sea identificada como bandera naval vizcaina. Mi opinión es que sea, posiblemente, una enseña propia de Gipuzkoa y para ello me apoyo en una pintura del siglo XVII que se encuentra en el Real Monasterio de la Encarnación (Madrid); su título es El intercambio de las princesas en el rio Bidasoa y muestra la entrega en la Isla de los Faisanes, el 9 de noviembre de 1615, de las princesas Ana de Austria, futura esposa de Luis XIV, e Isabel de Borbón, que casará con Felipe IV. Pero lo que nos interesa de esta obra es el cuerpo de tropas que aparecen hacia la parte superior del cuadro, que han sido identificadas como tercios vizcainos. Si tenemos en cuenta nuestra peculiar organización foral, incluido el sistema militar, podemos deducir que las tropas no son las de Bizkaia, sino las de Gipuzkoa, y lo interesante es que portan tres banderas, siendo la que ocupa el lugar central azul con la cruz de Borgoña roja, que curiosamente se la identifica equivocadamente con Bizkaia.

‘Cantabres Volontaires’ A finales de 1745 Jean Philippe de Bela (1703-1796) reclutará en los territorios de Iparralde un regimiento que recibe el nombre de Cantabres Volontaires (1745-1749) y que tendrá una bandera de fondo azul con una cruz blanca y saliendo de esta una llama roja en cada cantón y en el centro el escudo con las armas de Navarra, lo que me lleva a pensar si nuestro ilustre zuberotarra no se inspiró en la bandera que las láminas identificaban como Biscay, y digo esto porque le Chevalier de Bela había tenido una azarosa vida militar por media Europa y conocimientos muy amplios en muy diversas materias, y el tema de las banderas era cuestión muy prioritaria en la vida militar: diferenciar al aliado del enemigo era y es de vital importancia. En ese mismo ámbito de Iparralde, tuvo su origen el Regiment de Labourd, que fue constituido en el año 1694 y que tuvo una bandera de fondo verde con una cruz blanca y aspas divididas por mitad de amarillo y negro, de forma alterna. Su vida fue corta pues lo encontramos en 1714 incorporado al Regiment d’Orleans. Uno de los más antiguos regimientos al servicio del rey de Francia y de Navarra, el Régiment de Navarre, fue creado en 1558 bajo el nombre regimiento de los guardias del rey de Navarra y perdurará hasta la época de la revolución. Tenía una bandera de color rojizo (feuille morte) con una cruz blanca sembrada de flores de lis y cargada de cinco escudos de Navarra.

Las Conferencias Políticas conformadas por los representantes de las diputaciones forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, adoptarán en 1859 una bandera de color rojo sobre la que figurará el emblema de las tres manos unidas, símbolo heredado de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, y representativo del lema Irurac-Bat. Esta bandera, aunque usada en los actos convocados por las Conferencias, nunca alcanzó un arraigo popular, quizás porque el pueblo la contempló siempre como la enseña oficial de esas Conferencias. El 4 de noviembre de ese mismo año de 1859, las diputaciones forales de los tres territorios aprobaron participar en la guerra de África con una brigada dividida en cuatro tercios; en total, unos 3.000 hombres que se reclutarían con arreglo a fuero, tal y como quedaba recogido en el 2º punto del acuerdo. La bandera que portarían era la rojigualda y en la franja inferior el símbolo de las tres manos entrelazadas, con el lema Irurac-Bat, la idea de incorporarlos partió de la Diputación de Gipuzkoa y fue admitido por el general Latorre, jefe de la División Vascongada. Así mismo, las compañías de cada tercio contaría con sus banderines identificativos: que consistirían en el escudo del respectivo territorio sobre fondo azul (1er Tercio, Araba), rojo (2º Tercio, Gipuzkoa), blanco (3er Tercio, Bizkaia), y por último rojo y blanco (4º Tercio, compuesto por gipuzkoarras y bizkaitarras, por lo cual en este caso figuraban conjuntamente los escudos de Gipuzkoa y de Bizkaia), además del número del Tercio al que pertenecían. Terminada la campaña, algunas de estas banderas fueron depositadas en lugares de culto religioso; así, la del 4º Tercio fue depositada en la basílica de Loyola y la del 1er Tercio, en la Colegiata de Santa María de Vitoria.

Primera de Euskal Herria En 1881 aparecerá la que algunos han definido como la primera bandera de Euskal Herria, pero como decía Arturo Campión en relación con el lema y escudo, “substituyendo el raquítico Irurak-bat, no con el incompleto Laurak-bat, sino con el lema definitivo de Zazpirak-bat”; podemos decir que esta bandera era incompleta, al representar parcialmente el territorio y dejar fuera los territorios de Iparralde. El 27 de febrero de 1881 se celebró en París una manifestación en homenaje a Víctor Hugo. En la crónica de Francisco Javier Godo recogida en El Noticiero Bilbaino se lee: Entre los 324 estandartes y banderas, los colores españoles lo impresionaron vivamente, pero el que más llamó la atención del gran poeta del siglo XIX, el día de su apoteosis, fue el vasco-navarro, como varias veces le repetía al subdirector de La Correspondencia de París. Esta bandera había sido diseñada por Pedro de Soraluce-Zubizarreta y se puede describir como: formada por dos franjas verticales, roja al asta y blanca al vuelo, y en cada ángulo un estrella dorada; en el centro el escudo del Laurak-Bat (de oro, cuatro manos de guerreros formando cruz y en cada cuartel una cabeza de reyes árabes o moros, o sea el lauburu). La explicación para dicha composición es la siguiente: el rojo representa a Navarra y el blanco a las tres provincias vascas, y las cuatro estrellas representan a cada una de las Cuatro Hermanas. Pero aun siendo tan interesante como puede ser la propia bandera, hay un dato que generalmente suele pasar desapercibido, quizás por centrar nuestro propio interés en la bandera; se trata de las cintas que la adornan: El corbatín es el de España, juntamente con otras cuatro corbatas, cuyos colores son blanco, azul, rojo y verde, o sean: Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra y Álava respectivamente. Es decir, que el color, que según Soraluce y los que con él colaboraron, representaba a Araba era el verde, a Bizkaia el blanco, a Gipuzkoa el azul y a Navarra el rojo. Lo que viene a ratificar la asociación del azul con Gipuzkoa, como hemos visto anteriormente en el siglo XVII.

En 1894, con motivo de las Fiestas Vascas de Saint-Jean-de-Luz, celebradas durante los días 26 al 29 de agosto, tenemos las referencias de Vicente Monzón y Charles Bernadou sobre la presencia de las banderas de las “siete provincias”. El primero nos dice: “La comitiva, se puso en movimiento en medio del mayor bullicio, precedida de las siete banderas, más la de la Tradición basca, que eran rojas, con sus escudos bordados. Esta última era la que llevaba entre sus pliegues el lema Zazpiak bat”; y Bernadou apunta: “Et les drapeaux des sept provinces aux vives couleurs rouges étincellent sous les arbres”. Recordemos aquí cómo el 14 de julio de este mismo año se izaba la ikurriña por primera vez en el Euzkeldun Batzokija como bandera propia de Bizkaia, pero, como sucede con otros símbolos, se crean, evolucionan y se adaptan, y en el caso de la ikurriña desbordó el marco referencial que tanto Sabino Arana como su hermano Luis le habían dado, para convertirse el bandera de todos los vascos. Pero esa es otra historia y mi propósito era dar voz a las más olvidadas.

El autor

Juan José González

Bilbao (Anteiglesia de Abando, 1957). Investigador y documentalista. Vexilólogo y heraldista. Autor de los libros: ‘Historia de los emblemas de Orduña’, ‘Emblemática del Valle y Merindad de Orozko’ y ‘Fitero en sus emblemas’ (coautor). Artículos en las revistas ‘Ar Banniel’, ‘Banderas’, ‘Emblemata’ y ‘Flagmaster’. Autor de 32 banderas municipales (oficiales) y 7 escudos municipales (oficiales) en el territorio histórico de Bizkaia.

El espacio histórico del Cinturón de Hierro, el ‘Normandía vasco’

SANCHO DE BEURKO INAUGURA UNA WEB CON LA INFORMACIÓN DEL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN QUE SE LEVANTÓ EN LA GUERRA CIVIL

Un reportaje de Iban Gorriti

AYER dio sus primeros pasos el portal web www.elcinturondehierro.net, un proyecto único, una iniciativa de desarrollo aplaudible, un plan lleno de futuro, hecho “con pocas perras y sin ayudas, pero con el corazón y muchas ganas”, apuntan desde el colectivo impulsor, Sancho de Beurko.

El Espacio histórico del Cinturón de Hierro es una alegoría con la que esta asociación de estudio de la Guerra civil en Euskadi pretende poder visualizar por primera vez un espacio físico y virtual donde pueda verse el sistema de fortificación formado por túneles, búnkeres y trincheras que se construyó durante la Guerra Civil como una entidad propia. “Tiene muchos paralelismos con el espacio histórico del desembarco de Normandía, si bien no es más que un humilde comienzo, un embrión, en el que la asociación pretende unir a todos aquellos agentes que han colaborado con ella en la puesta en valor de este patrimonio construido”, valora Guillermo Tabernilla, de Sancho de Beurko.

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En este espacio histórico se encuentran aquellos municipios que comparten con la asociación el inventario que se lleva realizando para la Dirección de Patrimonio de Gobierno vasco desde el 2008 y lo han adaptado, cada uno con sus diferentes tiempos, a sus propias posibilidades, siendo la intención de Sancho de Beurko de “unir todo este esfuerzo en un proyecto común”.

Unos municipios cuentan con rutas; otros han pasado a la fase de limpieza y señalización, y finalmente se ha promovido un centro de interpretación que permite visualizar la historia del Cinturón de Hierro y sus características constructivas. “En esta primera fase, nos acompañan Laudio, Berango, Gueñes, Arrankudiaga y Zierbena, si bien estamos en conversaciones con otros que ya empiezan a avanzar con políticas propias, que pueden partir del ámbito asociativo o municipal, esperando que se incorporen a este proyecto en un breve plazo y siempre respetando sus propias sinergias y plazos”, apostillan desde la sociedad.

A juicio de Tabernilla, si cada agente o municipio aporta una visión de conjunto del Cinturón de Hierro se allanará el conocimiento de la propia sociedad sobre esta obra constructiva. “Y de este modo favoreceremos la adopción de políticas para su preservación y conservación, que corresponden a las autoridades en aplicación de nuestra propia ley de patrimonio”.

laudio, pionero Desde el prisma de la asociación que ha hecho posible la web www.cinturondehierro.net, todo ello redundará en una “más que deseable” proyección turística, respetando las especificidades de cada territorio histórico, pues no hay que olvidar que el Cinturón de Hierro es una línea compartida entre Bizkaia y Araba a través del municipio de Laudio, que fue “el pionero en poner en valor este patrimonio”, valoran.

Para ello, esta primera web, sufragada exclusivamente por la asociación Sancho de Beurko, no es más que el primer paso de otros muchos que desde el colectivo esperan dar “entre todos”, mostrando a la sociedad el Cinturón de Hierro como “algo vivo”, explicando la metodología usada durante el inventario, visualizada en las fichas más significativas de cada espacio histórico de los cuatro que muestran y con una vertiente didáctica a través de una propuesta propia para los centros educativos que parte de la visualización del cortometraje El último día del Cinturón de Hierro.

Con este nacimiento ayer de un proyecto tan interesante, debe subrayarse un punto más: algunas de las más importantes asociaciones del Estado en el ámbito del estudio de las fortificaciones de la Guerra Civil, que han sido pioneras en la elaboración de catálogos “cuando este patrimonio apenas importaba a nadie, han querido acompañar simbólicamente a Sancho de Beurko en esta aventura”, formando una suerte de comunidad fortinera que tiene su instrumento en el blog. A través de dicho enlace presente en el portal del espacio histórico podrán seguirse las noticias más variadas sobre fortificaciones, con un pequeño guiño a las que forman “el Muro del Atlántico y nos caen tan cerca a los vascos en todos los sentidos”.

En este sentido, la web ha sido hecha “con muchísimo cariño” y ofrece un respetable caudal de información que aproxima a la persona lectora una “visión poliédrica del Cinturón de Hierro”. Con todo, desde Sancho de Beurko quieren agradecer la colaboración de todos los agentes implicados en su elaboración, tanto los que aparecen en esta primera fase como los que les han manifestado su apoyo. “Esperan, con la misma ansiedad que nosotros, que esta herramienta sirva a los fines propuestos, que no son otros que dar forma a aquel gran proyecto del que hemos oído hablar siempre a nuestros mayores, pero que el paso de los años tornó en un mito tan desconocido como enigmático que languidece en nuestros montes y pueblos, siendo muchas las ocasiones en que la gente escribe a la asociación para conocer cosas de este patrimonio tan desconocido”.

En Sancho de Beurko, por falta de tiempo, no han podido hacer esta labor didáctica hasta fechas muy recientes, debido a que las labores de inventario les han comido todo el tiempo. “Pero ya estamos a disposición de responder, ya sea a través de esta web como personalmente, de todo aquello que la gente quiera saber, pudiendo resolverse ya muchas de estas cuestiones a través de los municipios integrados en esta suerte de embrión, donde están los padres de la criatura, la gente que se echa el trabajo a la espalda”, concluyen en la asociación.

El homenaje en 1924 de la selección de Uruguay a Zabala

Se cumplen 91 años de la visita de aquella selección de fútbol a Durango, donde nació el fundador de Montevideo

Un reportaje de Iban Gorriti

EXISTE una placa conmemorativa en Durango que pasa desapercibida para toda la ciudadanía. Gracias a personas como las que componen la nueva Asociación Cultural Vicente Zavala, que miman la historia, llega a DEIA una efeméride curiosa. El rótulo, aunque roñado, sigue informando la siguiente leyenda: “A Bruno Mauricio de Zabala, fundador de Montevideo. Asociación Uruguaya de Football. 1924”. Tal día como el pasado miércoles hace 91 años llegó por barco a Bilbao la selección nacional de fútbol de Uruguay que debía competir en los VIII Juegos Olímpicos de París, cuya apertura se celebró el 4 de mayo de 1924. El combinado suramericano quiso aprovechar la ocasión para rendir homenaje al fundador de Montevideo, capital de Uruguay, Bruno Mauricio de Zabala (Durango, 1632 – Río de la Plata 1736). De hecho, la placa está colocada en el palacio en el que nació el militar. El homenaje consistió en la colocación de la placa, que se puede leer desde San Agustín Kultur Gunea. Con tal motivo se celebraron en Durango grandes festejos. Los deportistas llegaron de Bilbao en tren a las cuatro de la tarde y fueron recibidos por un numeroso público que aplaudió su llegada. La Banda Municipal de Música tocó el Gernikako Arbola.

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Según narran las crónicas de la época del 23 de abril de 1924, en los andenes les esperaba la corporación local presidida por el alcalde en funciones Pedro Añón, “con el Señor Arcipreste”. “Muchos balcones lucían banderas uruguayas y españolas y se podía leer una gran pancarta que decía La Cultural Deportiva de Durango saluda a los deportistas uruguayos”, según imprimían los periódicos.

Con un tiempo “espléndido”, la comitiva se trasladó a la casa natal de Zabala donde se colocó la placa. Asistieron la mayor parte de los diputados provinciales. Hubo “parlamentos” del diputado nacional uruguayo Casto Martínez Laguardia, del alcalde de Durango, de Ramón Ampuero, del Presidente de la Diputación Ceferino Urien, de Julio Lazurtegui, miembro del Centro Ibero-Americano, Cónsul de Uruguay en Bilbao… Un partido de pelota en el frontón de Ezkurdi enfrentó a los locales Francisco Elósegui y Ricardo Arabiourrutia (rojos) contra José Alberdi y Francisco Aguirre (azules). Ganó la segunda dupla.

La comitiva se trasladó a la parroquia de Santa Ana donde de niño había sido bautizado Zabala y se les hizo entrega de una reproducción de la partida de bautismo a la selección de fútbol uruguaya. A la salida, hubo aurresku y ezpatadantza. El ayuntamiento obsequió a los invitados con una merienda en el Hotel Miota que fue amenizada por el Orfeón Durangués que interpretó el Zortziko a Astarloa, Maitasun, Goikomendian y Fe y Esperanza, obra con la que pocos años antes había obtenido el segundo premio en el concurso de orfeones celebrado en Bilbao en pugna con el Orfeón Pamplonés. A las ocho de la tarde se organizó una romería popular en Ezkurdi tras la cual los uruguayos, por tren, regresaron a Bilbao.

Nazis en Bilbao

Las autoridades franquistas de Bilbao, secundadas por la prensa de la época, fueron complacientes anfitriones de los nazis en la villa

Desfile del dictador Franco junto al Parque de las Tres Naciones, en Bilbao en 1939. Sabino Arana Fundazioa
Desfile del dictador Franco junto al Parque de las Tres Naciones, en Bilbao en 1939. FOTO: Sabino Arana Fundazioa

No entendía nada del espectáculo que le ofrecían. Entre el embajador de Franco en París, José Félix de Lequerica, y el alcalde de Bilbao, José Luis Oriol, se encontraba en el palco de la plaza de toros de Vista Alegre el todopoderoso general en jefe de las fuerzas de ocupación en el sur de Francia, Bietersheim, al que las autoridades franquistas habían invitado en señal de fraterna amistad. No en vano las tropas alemanas de la Legión Cóndor habían prestado una ayuda decisiva en la victoria de Franco.

Los homenajes no se hicieron esperar y se sucedían a ritmo frenético. El 10 de agosto de 1937 fue la fecha elegida por el franquismo local para homenajear “a la gran nación amiga de España y a su führer Adolfo Hitler”. El lugar, el Teatro Trueba. Las autoridades, selectas: el general Cabanellas, el alcalde, José María Areilza; el presidente de la Diputación, Llaguno; el delegado del Partido Nacionalsocialista, el secretario de la embajada y el cónsul alemán en Bilbao. Al programa cinematográfico, en que se ponía de manifiesto la formidable maquinaria de guerra alemana y el peligro del comunismo en el mundo, acompañó la presencia de dos significados oradores, el concejal Esteban Calle Iturrino y el periodista Giménez Arnau. El primero no dejaba de ser un personaje local célebre por sus constantes cabriolas ideológicas. Socialista, comunista, upetista monárquico, tradicionalista, falangista… ¡para qué seguir! Fue especialmente celebrado por el auditorio al tener la genialidad, según palabras de La Gaceta del Norte, de vincular la batalla de San Quintín con la derrota de Francia y las sangres alemana y española que se derramaron en ella. El acto finalizó con ovaciones clamorosas al general Cabanellas y a Sidi-Al-al Ben Mohamed, representante del jalifa que tuvo palabras de agradecimiento para los que denominó compatriotas españoles.

Días más tarde, la colocación de tres obeliscos en el parque del Ensanche, rebautizado entonces como de Las Tres Naciones, sirvió para que Areilza, ante las autoridades diplomáticas de Alemania, Italia y Portugal, alabara al caudillo Hitler y glosara la genialidad de Mussolini y la inteligencia clarividente de Oliveira Salazar. Todos ellos adalides de sus revoluciones peculiares que, según el orador, perfilaban la Nueva Edad que se esperaba.

En esa misma línea, las Juventudes de Falange organizaron una fiesta homenaje a los camaradas de las Juventudes Hitlerianas “caídos en Alemania por la causa de la Revolución Nacional Socialista contra la barbarie asiática”. A la simpática fiesta se invitó a todos los jóvenes alemanes residentes en la villa.

Homenaje a marinos nazis Los miembros de la tripulación del acorazado de bolsillo Admiral Scheer fueron agasajados con almuerzos en el elegante Club Marítimo y en el Hotel Carlton. Mayor resonancia adquirió el homenaje que se tributó a los marinos de su buque gemelo, el que sería más famoso Admiral Graf Spee con su comandante Langsdorf a la cabeza. En esta ocasión el encargado de darles la bienvenida fue José Félix de Lequerica. Al tiempo de agradecer la intervención de la fuerza militar alemana en la liberación, alabó la conducta de la colonia alemana en Bilbao, citando como ejemplo la figura del llamado mártir Guillermo Wakonigg “alemán de alma y devoto de la causa española”, que murió con el mismo grito con el que Lequerica terminó su discurso: Heil Hitler! Al día siguiente, los marineros alemanes acudieron al cementerio de Begoña para ofrecer su particular homenaje al espía Wakonigg.

Además de los actos de homenaje que le ofreció el Ayuntamiento de Bilbao, la propia colonia alemana celebró sus propias festividades en las que casi todos sus actos en esta época estaban teñidos del espíritu nacional-socialista de las autoridades hitlerianas. Sirva de ejemplo, entre otros tantos, la fiesta nacional alemana de la cosecha, celebrada también en el Trueba; no faltaba ninguno de los elementos propios del ritual nazi: Juventudes Hitlerianas, música de Wagner, canciones y poesías patrióticas y el larguísimo discurso del cónsul Friedhelm Burbach que podría resumirse en una frase lapidaria “Adolf Hitler es lo mismo que Alemania y Alemania es Adolf Hitler”. Todo esto dicho ante la atenta mirada de las autoridades locales y su ovación entusiasmada.

En igual línea se celebraron muchos actos de los alemanes residentes en Bilbao como la apertura y clausura del curso del Colegio Alemán con el embajador Von Stoher, actos del Club Alemán, celebración de Navidades, cincuentenario del Hogar Alemán, el Día del Plato Único, la Fiesta del Estudiante Caído, siempre con la presencia del jefe local del partido nazi y del omnipresente cónsul Burbach. Este mantuvo una excelente relación con las autoridades franquistas. A título de ejemplo sirva la entrega de la medalla del Águila Alemana de primera clase al gobernador civil de Bizkaia, Miguel Ganuza, o el homenaje a Evaristo Churruca, conde de Motrico, muerto en lo que llamaban Cruzada. Al conmemorar la fiesta del Primero de Mayo, se ofreció la cifra de casi 300 personas pertenecientes a la colonia alemana, lo que da idea de su importancia, que se acrecienta por la importancia económica de algunos de sus miembros.

Cuando las tropas alemanas ocuparon Francia en junio de 1940, grupos de alemanes residentes en Gipuzkoa y Bizkaia acudieron a la frontera francesa para saludar al ejército de ocupación alemán con un entusiasta flamear de banderas con su cruz gamada.

Cine, Teatro, música… El gran amigo alemán aparecía también en otros ámbitos de la vida bilbaina. Películas como El triunfo de la voluntad, de la cineasta Leni Riefensthal, eran ofrecidas en el Cinema del Soldado, la música de la banda de la Legión Cóndor era habitual en la programación de Radio Bilbao o se celebraba la Exposición del Libro Alemán inaugurada por el jefe local del partido, Tarnow. También se ofrecieron las representaciones del grupo de teatro alemán La fuerza por la alegría, en campaña propagandística de las virtudes del nazismo, y se organizaron conciertos musicales con la presencia de la Orquesta Filarmónica de Berlín y la dirección de C. Krauss en el Teatro Buenos Aires bajo la protección de la siempre presente cruz gamada.

Fue también significativa la propaganda aparecida en la prensa bilbaina de esta época de los productos alemanes. De los medicamentos a los colorantes, de la electricidad a la motorización, aparecían siempre como los mejores productos del mundo en el horizonte de una nueva economía mundial. Los artículos laudatorios a Hitler y su régimen eran habituales en la prensa bilbaina. Perfectamente lógico en periódicos falangistas como El Correo Español y Hierro pero también muy comunes en la católica La Gaceta del Norte, cuyo director López Becerra, Desperdicios, contaba maravillas del régimen nazi, acaso con mayor entusiasmo desde que visitó Alemania durante un mes con un numeroso grupo de periodistas españoles en agosto de 1940. Este mismo periódico recogió con entusiasmo la visita de Heinrich Himmler, comandante de las SS, en octubre de 1940, a la Diputación de Gipuzkoa, donde fue recibido con los máximos honores por su presidente, en aquel momento Elías Querejeta.

En 1941 el ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, proclamó en vibrante alocución el famoso ¡Rusia es culpable!, considerando una exigencia de la historia el exterminio de la Unión Soviética y promoviendo la creación de la División Azul. En Bilbao se convocó una manifestación que recorrió varias calles de la villa y concluyó delante del consulado alemán. De nuevo Burbach tomó la palabra y lanzó toda una arenga patriótica en la plaza Elíptica. Arenga en la que prometió a España “el lugar que le corresponde por su gran historia, por su excepcional situación geográfica y por los grandes sacrificios que se ha impuesto en la lucha contra el mismo adversario”. Era claro que el cónsul nazi había leído el libro de Castiella y Areilza Reivindicaciones de España.

En 1943, el considerado invencible ejército alemán empezó a conocer las derrotas. La simpatía franquista hacia el régimen nazi comenzó a menguar y, con su caída definitiva en 1945, se hizo preciso disimular las concomitancias de las dos dictaduras. Se ponía en marcha la operación camuflaje. Uno de los mejores ejemplos lo tenemos en el caso del cónsul en Bilbao, Burbach, primer representante de Hitler en España y Portugal. Presente en todos los eventos de la colonia alemana en la villa, desapareció de su despacho de la calle Máximo Aguirre, al igual que le sucedió al Partido Nacional-Socialista en Alemania. Escondido al parecer en Cillaperlata, en las estribaciones de los montes Obarenses del norte de la provincia de Burgos, esperó algunos años para que la desmemoria que todo lo invade borrase la presencia nazi en Bilbao. Sus amigos franquistas le siguieron prestando protección hasta su muerte en 1959 en accidente de tráfico en San Llorente de Losa.

Hablar hoy de estas historias suscita en muchas personas incredulidad o, cuando menos, un cierto escepticismo. Porque, ¿quién se acuerda hoy de esa época negra en que los nazis se paseaban ufanos con los franquistas por las calles de Bilbao o cantaban brazo en alto y gesto altivo amenazadoras canciones de guerra?

Un reportaje de José Ignacio Salazar Arechalde

La revancha del ‘Gernika’

El batallón ‘Gernika’ tomó parte en la batalla de Medoc, para desalojar a las tropas nazis atrincheradas en este enclave aquitano

Un reportaje de Iñaki Goiogana

EL próximo martes, día 14, se cumplirán 70 años de la batalla de Medoc, una de las últimas de la II Guerra Mundial, en la que participó el batallón Gernika, una unidad militar formada íntegramente por gudaris vascos. A contadas semanas de la finalización de la contienda mundial, la participación vasca en la liberación de Medoc, la península que se extiende al oeste de la Gironda, entre Burdeos y el Atlántico, puede considerarse como la culminación de la participación vasca en el esfuerzo de la guerra.

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En efecto, las autoridades vascas, con el lehendakari Agirre a la cabeza, consideraron desde el comienzo que la guerra desencadenada por Hitler era una lucha propia, que no solo concernía a británicos y franceses sino a todo el mundo identificado con la democracia, y entre éstos se hallaban, sin duda, los vascos. Más aún, la opinión de que la guerra civil del 36 no había sido otra cosa que un preludio de la gran conflagración mundial se hallaba muy extendida. Esta manera de entender el panorama político internacional llevó a considerar la derrota de la guerra civil como el final de una etapa, un punto y seguido en la lucha.

La II Guerra Mundial comenzó formalmente con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. El 4 del mismo mes, el lehendakari hizo público un llamamiento a los vascos para que se ofrecieran, a través de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, como voluntarios a Francia para realizar todo tipo de servicios, también militares. A diferencia de lo que ocurría en tierras polacas, primer territorio ocupado por los nazis, el inicio de hostilidades no fue paralelo a una guerra abierta en el frente occidental y durante meses la frontera franco-alemana fue testigo de la denominada drôle de guerre, una guerra de mentira. Esta fue la razón para que el ofrecimiento de Agirre a Francia solo se sustanciara en el empleo de miles de vascos exiliados en la industria de guerra. No obstante, los vascos siguieron prestando a la Deuxième Bureau, el servicio de inteligencia francés, información obtenida a través del espionaje vasco.

Éste estuvo muy solicitado durante toda la conflagración mundial. Tras los franceses, con quienes se cortó el contacto en la primavera de 1940 con la ocupación alemana de Francia, vinieron los británicos, interesados en disponer de agentes que pudieran informar sobre Francia de donde habían salido los agentes británicos a la entrada de los nazis. Los agentes vascos no solo informaron sobre el país galo, también reportaron sobre temas de interés para el Reino Unido obtenidos en España y Euskadi.

Estas relaciones entre vascos y británicos se extendieron a los estadounidenses cuando el lehendakari Agirre logró llegar a Nueva York en octubre de 1941 después de atravesar la Europa ocupada desde Bélgica hasta Suecia con prolongada estancia en Alemania. Pero antes, Manuel Irujo en Londres a la cabeza del Consejo Nacional de Euskadi, organismo creado para suplir el vacío producido por la ausencia del lehendakari, llegó a un acuerdo con la France Libre de De Gaulle para integrar una unidad militar vasca en el Ejército francés.

Sin embargo, Agirre priorizó las relaciones con los americanos y ofreció los servicios vascos a la administración del presidente Roosevelt. Estos servicios fueron de dos tipos. Por una parte, los servicios de espionaje extendidos tanto en territorio peninsular como a lo largo de Suramérica, y, por otra, la propaganda democristiana en Latinoamérica para contrarrestar la penetración nazi-fascista a través del nacional-catolicismo español. Este ofrecimiento vasco se hizo en gran medida entendiendo que tanta obligación tenían los vascos en derrocar a los dictadores Hitler y Mussolini como a los Aliados competía completar la labor democratizadora en Europa haciendo pasar a la historia las dictaduras ibéricas, especialmente la española. La dirigencia vasca, en fin, tenía puesta la vista en este futuro escenario, imaginado como un nuevo inicio, un nuevo 1931, fecha en la que se proclamó la Republica.

Unidad militar vasca

El Gobierno de Euskadi entendió que para el inmediato regreso a casa era imprescindible dotarse de una fuerza armada con el fin de que actuara como cuerpo de orden público en evitación de desórdenes. Con este fin, nada más producirse la liberación de Iparralde y el sur francés, en septiembre de 1944, Jesús María Leizaola y Eliodoro de la Torre, consejeros del Gobierno vasco, comenzaron a tener contactos con las autoridades francesas y con Kepa Ordoki para formar una unidad militar vasca, integrarla en el Ejército aliado, luchar contra los nazis mientras durara la guerra y de esta manera prepararse para su principal misión en Euskadi, la derrota franquista.

Kepa Ordoki, natural de Irun, militante de ANV y gudari que luchó en la guerra civil, logró, siguiendo las indicaciones de Leizaola y De la Torre, concentrar en la localidad de Sauveterre de Bèarn a decenas de guerrilleros vascos encuadrados hasta la fecha en unidades del maquis. Desde esta localidad bearnesa los gudaris fueron trasladados a Bouscat, cerca de Burdeos, y el 26 de febrero de 1945 se integraron en las Fuerzas Francesas del Interior. El 21 de marzo se creó el batallón de Voluntarios Extranjeros, donde, además de vascos, se incorporaron anarquistas españoles y soldados de otras nacionalidades, sobre todo italianos. Más adelante, con la incorporación de los marroquíes se conformó el 8º regimiento mixto de Marroquíes Extranjeros al mando del comandante Chodzko, un militar francés de origen polaco. A comienzos de la primavera de 1945 la guerra en Europa se estaba librando ya sobre suelo alemán. Los Aliados corrían hacia Berlín desde los dos frentes, los anglo-americanos y franceses desde el oeste y los soviéticos desde el frente oriental. Sin embargo, el rápido avance aliado sobre suelo francés tras el desembarco de Normandía del 6 de junio de 1944, había dejado atrás grandes bolsas de soldados alemanes atrincherados en las fortalezas construidas a lo largo de la costa Atlántica, desde Dunquerque hasta el Medoc. Estas bolsas resistían por el interés aliado en acabar la guerra rápidamente golpeando en el corazón de Alemania y sostenidos, en parte, por el contrabando de alimentos que les llegaba desde España.

Entre estas bolsas de soldados alemanes, las que más inconvenientes podían causar a los franceses y Aliados eran las situadas a ambos lados de la desembocadura del estuario de la Gironda, la de Medoc, al oeste, y Royan, al este. Estas fortificaciones alemanas, potencialmente, podían impedir el tráfico marítimo con destino a La Pallice, el puerto de Burdeos.

A principios de la primavera de 1945, encaminado el fin del imperio nazi, los mandos Aliados, especialmente los franceses, decidieron acabar con las bolsas de Medoc y Royan. La tarea de conquistar la pequeña península aquitana se le asignó a la brigada Carnot donde se integró el batallón Gernika. La misión de la brigada era llegar a la Point de Grave, situada en el extremo septentrional de la península, defendida por casi 4.000 alemanes y protegida por 110 blockhaus y cientos de miles de minas, además de una fosa anti-taques.

“Gora Euzkadi Askatuta!”

Los combates de Pointe-de-Grave se iniciaron el sábado 14 de abril de 1945 a las 15 horas y 35 minutos. Antes del inicio de las hostilidades, el comandante Ordoki pidió al capitán Martínez, un socialista, que dirigiera algunas palabras a los hombres: “Gudaris, estamos lejos de nuestra tierra, combatiendo por Euzkadi en contra del fascismo. Gora Euzkadi Askatuta!” Inmediatamente después, el comandante Kepa Ordoki dio la orden de atacar.

Los gudaris del batallón Gernika atacaron cerca de la denominada Cota 40, protegidos, en su flaco derecho, por los componentes del batallón español Libertad y, en el izquierdo, por soldados marroquíes. Al inicio de la lucha, las fuerzas alemanas se hallaban a 800 metros de los vascos, distancia únicamente practicable a través de un cortafuego de 10 metros de anchura expuesto al tiro y minado. No obstante, el batallón Gernika llegó a casi 50 metros de las líneas enemigas y solo retrocedió por el temor a quedar copado, al no poder sus flancos vencer la resistencia alemana y quedar, en consecuencia, retrasados.

En principio, las operaciones debían continuar al día siguiente, pero una contraorden anuló la ofensiva. En su lugar, los mandos aliados optaron por bombardear las posiciones alemanas, lo que provocó incendios en el bosque. Después de unas jornadas de descanso, a los vascos se les encomendó que avanzaran hasta Soulac. Esta marcha se realizó sin bajas pero no resultó fácil. El sol, la falta de agua, las dunas y las minas, no lo convirtieron en un paseo. El 18 de abril los vascos llegaron a Soulac localidad que, con la ayuda de la aviación y la marina, los Aliados lograron dominar así como casi todos los puntos fuertes alemanes de la zona. Solo quedaba por rendirse el blockhaus Y-33. Este punto fuerte le fue asignado al batallón Gernika pero, antes de entablar la lucha, la posición alemana se rindió. Esta no lucha a punto estuvo de tornarse peligrosa, pues los franceses, confundiendo a los vascos con los alemanes, dispararon a los primeros, pero sin causar bajas. Ese mismo día cayeron el resto de los puntos alemanes.

El batallón Gernika tuvo 5 bajas mortales: Juan José Jausoro Sasia, de Alonsotegi de 29 años, soltero y militante socialista; Félix Iglesias Mina, natural de Atarrabia y residente en Errenteria, de 32 años, casado y con dos hijos, comunista perteneciente al batallón Larrañaga; Antton Lizarralde de 37 años y ekintzaile de Durango; el jeltzale de Tolosa Antón Mugica de 18 años, y Prudencio Orbiz, guipuzcoano. Los cuatro primeros cayeron a consecuencia de los combates del primer día, en el mismo campo de batalla o en el hospital. Orbiz, en cambio, resultó muerto el 4 de abril cuando manipulaba una granada.

La historia del batallón no terminó en el Medoc. Algunos miembros del mismo fueron seleccionados para un curso de adiestramiento que recibieron cerca de París impartido por especialistas americanos. Estaba previsto que estos hombres formaran la elite de las unidades que se suponía iban a liberar a Euskadi de la dictadura franquista. Los otros miembros del batallón quedaron acuartelados y se les fueron uniendo jóvenes que huían del interior dispuestos a alistarse para la prevista lucha. Sin embargo, la caída de los dictadores Hitler y Mussolini no implicó que Franco siguiera el mismo camino. Nada más terminar la guerra mundial empezó a gestarse la guerra fría en la que, en opinión de algunos, Franco y su régimen podían tener un valor estratégico en el equilibrio de fuerzas entre Occidente y el comunismo. Los gudaris del Batallón Gernika, y del resto de unidades, lo dieron todo para solo recibir las gracias.

Con motivo de los actos de homenaje que se celebrarán los próximos 18 y 19 abril en Vendays-Montalivet en conmemoración del 70 aniversario de la II Guerra Mundial, Sabino Arana Fundazioa ha organizado un viaje a la Cota 40. Desde la Fundación se anima a familiares y amigos de los gudaris combatientes a que se sumen al homenaje.