Ante el elevado número de militantes recluidos en la cárcel de Larrinaga en los años 30, el PNV creó un batzoki en la prisión para agrupar a los afiliados presos
Eduardo Jauregi
Desde la fundación del primer centro nacionalista en Bilbao en 1894, el Euskeldun Batzokija, por Sabino Arana, el nacionalismo vasco se fue extendiendo e implantando progresivamente en todas las localidades vascas con mayor o menor incidencia; constituyendo centros vascos, juntas municipales, batzokis, organizaciones juveniles, de trabajadores (ELA-STV) y, a partir de 1922, asociaciones de mujeres agrupadas en Emakume Abertzale Batza.
Uno de los capítulos más llamativos en la historia del desarrollo territorial de la organización nacionalista fue la creación de un Batzoki nada menos que en el interior de la cárcel de Larrinaga durante los años de la República, poco antes del estallido de la guerra. Hablar del Batzoki de Larrinaga es sinónimo de organización, de estructura interna del PNV, pero también es hablar de entrega, resistencia, sentimiento nacional y solidaridad, de la ayuda a los presos que en el PNV siempre ha sido una constante desde sus inicios.
Hasta llegar a ser la mayor fuerza política de este país, el nacionalismo del PNV, desde su creación, sufrió la represión de la administración española y el orden establecido por ella en Euskadi. Fueron centenares los nacionalistas que padecieron a lo largo de los años -empezando por el propio Sabino Arana y muchas de las directivas al completo- persecución, multas, arrestos, cárcel y, en definitiva, una fuerte represión por lo que las autoridades de aquel tiempo consideraban, por ejemplo, ultrajes a la bandera española, delitos de opinión, alteraciones del orden púbico o gritos subversivos (cualquiera podía ser encarcelado por gritar Gora Euzkadi Azkatuta).
A pesar de este gran acoso judicial mantenido en el tiempo, el PNV no dejó solos a sus militantes afectados y les mostró siempre su apoyo y cercanía. La defensa del sentimiento nacional vasco, manifestado en multitud de acciones, y pagado con la cárcel venía a demostrar el gran valor de los hombres y mujeres que terminaban por ello entre rejas. Así, el Partido financió los gastos de los juicios, los nombramientos y actuaciones de abogados y procuradores o las fianzas para conseguir la libertad condicional de muchos reos; atendió las necesidades primarias de los presos, llevándoles comida, ropa, libros, mantas, almohadas, tabaco o dinero para sus gastos dentro de los penales. Con mucha frecuencia difundía en la prensa el nombre de los detenidos, sus causas y dónde se encontraban, así como continuas llamadas a la solidaridad de los demás miembros de la comunidad nacionalista para ayudar con sus donativos (económicos y/o materiales) a los hermanos presos por la patria.
Sin embargo, debido a las cada vez más continuas redadas policiales y al elevado número de detenidos que llenaban las cárceles vascas, la ayuda puntual de las suscripciones populares no llegó a ser suficiente. En 1920 el PNV se vio en la necesidad de crear una Comisión pro Presos que gestionara de una manera estable y fluida estas dramáticas situaciones personales y familiares que vivían muchos correligionarios y propuso establecer una aportación mensual a las organizaciones existentes para la ayuda a los presos.
ayuda económica Junto a la cuota que todos los meses entregaban los batzokis, las juventudes y las emakumes de las distintas localidades vascas, los donativos concretos por Navidad o lo recaudado en festivales y partidos de pelota, ayudaban a cubrir anualmente la cantidad económica necesaria para mantener todas las acciones que dirigían o coordinaban las Comisiones pro Presos (cada territorio de Hegoalde constituyó su propia comisión). Un dato: en 1932 las cuotas mensuales para la ayuda a los presos en Bizkaia oscilaban entre las 5 pesetas (para los batzokis con menos recursos) y las 50 pesetas (que entregaba, por ejemplo, Juventud Vasca de Bilbao), y lo recaudado en el año alcanzó las 25.000 pesetas solo en el territorio vizcaino.
A pesar de existir también prisiones en Markina, Gernika, Durango o Balmaseda, Bilbao se erigió a principios del siglo XX como el centro penitenciario más importante de Bizkaia al convertirse la Cárcel de Larrinaga, tras años de obras y ampliaciones, en Prisión Correccional provincial.
Sin embargo, el penal carecía de lo necesario para todo lo relacionado con el aseo e higiene de los reclusos (cuartos de baño suficientes, con retretes obsoletos, sin limpieza obligatoria …). El insoportable olor en las celdas se dejaba sentir incluso en las comunicaciones que los presos enviaban al exterior. Algunas de las cartas terminaban con frases como: «Os saluda y os quisiera transmitir el real olor…» o «Le saluda, casi intoxicado del olorcillo de esta cloaca…».
También se denunciaba el inhumano hacinamiento en el que vivían los reos. Las celdas eran insuficientes, no tenían ventilación, estaban mal equipadas y eran pequeñas. El texto de la declaración de un numeroso grupo de nacionalistas detenidos en Larrinaga en mayo de 1933 es muy claro al respecto: «Coincidiendo con la venida de presidente del Estado español a Bilbao, el gobernador de España en Bizkaia, como una provocación (…), ordena el encarcelamiento, sin motivo alguno, de más de setenta jóvenes nacionalistas. No solo eso, los procedimientos vejatorios e inhumanos de que se ha hecho gala en estas detenciones son la demostración contundente e irrebatible de la saña antivasca con que se ha procedido. Dos noches hacinados en antihigiénicos calabozos húmedos, infectos, ilegales, según declaración del mismo jefe del cuartelillo en que se nos detenía. Dieciséis hombres en una habitación de cuatro metros cuadrados, sin aire y sin luz. Trato descortés e inhumano, llegando a abofetear a quien solicitaba que no se alterara la ortografía euzkérica del nombre que se le exigió en la filiación. Dos enfermos que hasta llegar a la cárcel no han sido atendidos, no obstante haber declarado uno de los detenidos, licenciado en Medicina, que la situación de uno de ellos exigía una urgente actuación profesional médica».
La gran concentración de hombres y mujeres en las cárceles fue una constante durante muchos años. Hay que tener en cuenta que las multas gubernativas impuestas en aquellos años no se solían pagar, salvo excepciones (por ejemplo, la multa de 500 pesetas impuesta a la presidenta de EAB de Bilbao, Teresa Azkue) ya que los multados eran declarados insolventes por los juzgados respectivos, y por tanto cumplían cárcel como arresto sustitutorio (así lo marcaba la ley española cuando no había bienes de donde cobrar).
el batzoki Ante esta prolongada situación, y el elevado número de militantes nacionalistas recluidos en la Cárcel de Larrinaga durante los años 30 del siglo pasado, el Bizkai Buru Batzar del PNV llegó a crear un batzoki en la propia cárcel, con la intención de seguir contando y encuadrando en la organización territorial de Partido, a los afiliados presos en aquel recinto penitenciario.
Al igual que otros muchos batzokis, el de la cárcel de Larrinaga tuvo también hasta su propio membrete a color impreso en hojas de papel (existieron tres modelos diferentes). El más llamativo estaba formado por el nombre -centrado y en mayúsculas- Larrinaga’ko Euzko Batzokija (Cárcel de Larrinaga) y a su izquierda el logotipo formado por el escudo de Euskadi bajo las iniciales del lema JEL (Jaun-Goikua eta Lagi Zarra) y sobre la parte central de la ikurriña. Este recurso pictórico también lo utilizaron batzokis como Ondarroa, Orduña o Basauri, entre otros, pero el batzoki de Larrinaga completó su hoja oficial con la impresión de dos frases de Sabino Arana. Bajo el logotipo, unas palabras que dignifican al preso político: «No es digno de ser libre, el pueblo que sufre pacientemente la esclavitud. Mas el pueblo que tiene encadenado el cuerpo, pero libre y altivo el espíritu, es desgraciada víctima, pero no vil esclavo». Y como pie de página: «Ahora mismo, y no una sino cien veces, daría mi cuello a la cuchilla sin pretender ni la memoria de mi nombre, si supiese que con mi muerte había de revivir mi Patria».
En el Archivo del Nacionalismo Vasco de Sabino Arana Fundazioa se conservan decenas de cuartillas y cartas (con y sin membretes) de estos años. Es parte de la documentación del fondo del PNV que permaneció incautada más de 75 años en instituciones españolas con sede en Salamanca y que recientemente ha sido devuelta a su legítimo propietario. En estos escritos se puede leer cómo los presos informan a la Comisión de su situación, necesidades, vida en la cárcel, de las puestas en libertad o del ingreso de nuevos presos. Notificaban sus nombres, de dónde eran afiliados y los motivos por los que se les condenaba (gritos subversivos, actuaciones y reparto de propaganda en huelgas, injurias a la autoridad, escritos en prensa, etc.).
Durante la República, las leyes estatales impusieron muchas limitaciones a los derechos de expresión, de reunión y de manifestación. Las conductas que pudieran ser consideradas como una alteración del orden público se pagaban, como vemos, con detenciones y cárcel.
cientos de detenidos Las tensas relaciones del nacionalismo vasco con la II República (sobre todo con las izquierdas durante el periodo 1931-1933) se tradujeron en cientos de detenidos, procesados y condenados. El 7 de mayo de 1933 la Comisión pro-presos del BBB designó un delegado suyo en la cárcel ante las proporciones extraordinarias que había tomado el encarcelamiento de patriotas.
Sin embargo, hay que matizar que la atención y ayuda del PNV a los presos -ayuda que suponía un esfuerzo económico importante para todos- no se dio a todo aquel que acabara en prisión. En esta coyuntura de exceso de detenidos, se observó por las estadísticas, que el origen de los hechos de muchas causas se daban a altas horas de la noche. El PNV decidió, por tanto, que no se haría cargo de ningún proceso que se iniciara por hechos realizados después de las 10 de la noche, a no ser de que se comprobara que el acusado de los hechos los realizara en acto de servicio, es decir, en comisión de mandato de la Junta Municipal o autoridad del Partido (los encausados por riñas callejeras, peleas de taberna o robos quedaban fuera de la protección de la Comisión).
El caso del Batzoki de Larrinaga (expresión casi esperpéntica de una realidad trágica como es la vida en la cárcel) vino a constatar sobre el papel «cantidad» y «calidad» en la organización del PNV. Características que se siguieron dando años más tarde en la guerra civil y cuando la dictadura franquista persiguió, fusiló y encerró a miles de nacionalistas vascos en penales, campos de concentración y batallones de trabajadores por todo el Estado. Allí continuaron existiendo otros batzokis encubiertos, clandestinos y sin nombre… La experiencia organizativa en las cárceles y la ayuda a los presos llevada a cabo durante lustros hicieron que la resistencia vasca no desapareciera en los 40 años de franquismo ya que se mantuvo la conexión y disciplina de los hombres y mujeres dentro de la organización del Partido Nacionalista Vasco.