Euskaltzaindia, cien años de euskera, un siglo de país

La Academia de la Lengua Vasca cierra los actos de celebración de su centenario mirando a los retos que el euskara debe afrontar en el futuro, siempre bajo su lema: ‘Ekin eta jarrai’

Un reportaje de Andres Mª Urrutia Badiola

Cuando el 7 de octubre de 1919, ahora cien años, se reunieron en la Diputación Foral de Gipuzkoa los doce primeros académicos de Euskaltzaindia, bajo la presidencia y con la secretaría de quienes ocupaban estos cargos en la Sociedad de Estudios Vascos, se constituyó formal y jurídicamente la Academia de la Lengua Vasca, en respuesta a un anhelo largamente sentido en la sociedad vasca.

Una de las primeras reuniones de la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia. Foto: Euskaltzaindia

El fruto de los desvelos y propuestas de aquellos años cristalizó en la creación de la primera institución que reunía a representantes de todos los territorios de lengua vasca y lo hacía, además, en torno al cultivo de la lengua vasca, tanto en el orden filológico como en el social, dando su razón de ser a cada una de sus dos secciones, Iker (investigación) y Jagon (tutelar).

Un primer rasgo distintivo de la recién nacida Academia era su doble objetivo y una manifestación de lo anterior eran las palabras que poco antes había escrito Koldo Elizalde, uno de sus fundadores, sobre el sentido de la nueva Academia: “Y supongo que en este instante asomará a los labios de todos y vosotros la palabra Academia, como designativa de la institución destinada a realizar esa necesaria congregación, esa precisa coordinación de labores. Acepto la palabra con tal de que no evoque la idea de un dormitorio de siestas de la alta burguesía intelectual que entretiene sus ocios en poner y quitar acentitos sobre las vocales, proposiciones y en otras cosillas de la misma trascendencia. La Corporación que nosotros necesitamos es cosa muy distinta de eso, es algo cuya acción eficaz y vivificante se deje sentir desde el primer momento”.

No todos aceptaron la idea de la Academia, pero lo que quedó claro es que la Academia era el instrumento más poderoso del que los vascos se dotaban para hacer del euskera una lengua culta, lo que exigía aunar esfuerzos en torno a la formalización de un estándar lingüístico válido para la realización de todas las funciones de comunicación que despliega una lengua en la vida social.

El despegue (1919-1936) Creada la institución y fijados sus objetivos, la vida de la Academia comenzó poco a poco. Sus problemas económicos fueron una constante por la insuficiencia de las dotaciones públicas para sus trabajos. Se fijó la sede en Bilbao, en la calle Ribera 6, donde permaneció hasta los años ochenta del siglo pasado y comenzaron las reuniones mensuales de los académicos, amén de numerosas actividades de proyección social de la Academia, a lo largo y ancho de toda Euskal Herria.

Se crearon asociaciones de apoyo, se asesoró a las diputaciones y ayuntamientos en materia de euskera y se llevó a cabo una labor de socialización importante y significativa del euskera, en relación a los medios materiales y humanos de los que la joven Academia disponía.

De forma simultánea, la Academia comenzó el trabajo de recopilación sistemática de los datos necesarios para la formulación de un euskera estándar y fue reuniendo en su entorno las figuras principales del mundo del euskera.

Aquellos fueron los años del Erizkizundi irukoitza, la encuesta dialectal que se realizó por primera vez en todos los territorios de lengua vasca, los años de la revista Euskera, Boletín de la Academia y lugar de encuentro de los vascólogos más prestigiosos del mundo, los años que culminaron con un trabajo de actualización de la lengua vasca en campos muy diversos y con la formulación por Azkue, su presidente, de una primera propuesta de unificación lingüística, el Gipuzkera osotua, que la guerra civil frustró y cortó de raíz.

Silencio impuesto (1937-1956) La guerra civil supuso la interrupción de todos estos esfuerzos de la Academia. Es cierto que Euskaltzaindia no cerró sus puertas, pero lo es también que su actividad y su presencia sufrieron restricciones importantes y significativas a la hora de proyectar la lengua vasca en el espacio público.

Azkue, ayudado de forma incansable por Nazario Oleaga, logró con muchas dificultades convencer a las autoridades del nuevo régimen de la necesidad de mantener abierta la Academia y se afanó en realizar las labores necesarias para un diccionario castellano-euskera que retomase su diccionario euskera-castellano-francés de preguerra.

Con la revista Euskera prohibida, los académicos diseminados y/o en el exilio, y una exigua capacidad económica, el futuro de la Academia no parecía nada halagüeño. Fue la llegada del joven Federico Krutwig lo que supuso un revulsivo para aquella Academia viva aunque silenciada, un revulsivo que pasaba por una renovación profunda de sus estatutos y de sus miembros. La labor no fue fácil. El régimen de Franco vigilaba de cerca a la Academia e incluso había logrado nombrar académicos de su agrado en un proceso que fue habitual en el devenir de otras instituciones académicas.

El exilio, por otra parte, era activo a la hora de promover un trabajo decidido en favor del euskera que evitase su desaparición, que en aquellos años y circunstancias se veía como algo casi inevitable. Azkue falleció en 1951, después de haber conseguido, por encima de todas las dificultades, la persistencia de la Academia, habida cuenta de las circunstancias políticas imperantes.

De nuevo en marcha (1956-1970) Tras la muerte de Azkue, la Academia sufrió un cierto parón derivado de su ausencia. El forzado exilio de Krutwig en 1952 complicó aún más las cosas para Etxaide y Lojendio, que fueron los sucesores de Azkue. En 1956 logró la Academia celebrar su primer Congreso académico público en Arantzazu y la revista Euskera pudo reanudar su publicación. Nuevas generaciones acudieron a Euskaltzaindia y los nombres de Mitxelena, Aresti, Villasante, Satrustegi, Irigoien, Erkiaga, Lafitte, San Martin…, empezaron a sonar en los pasillos de la Academia al lado de los de Lekuona, Oleaga, Arrue, Irigarai y otros.

La Academia se puso de nuevo en marcha y logró que vieran la luz publicaciones en euskera, además de promover todo un conjunto de manifestaciones culturales, tales como los concursos de bertsolaris, las ikastolas, los cursos de alfabetización y euskaldunización para adultos y otros que reforzaron la labor de difusión de la lengua en una sociedad que se abría cada vez más al euskera, sociedad que luego fue capaz de tomar el testigo de Euskaltzaindia y hacer de ellos una realidad hoy viva.

En ese contexto y a los cincuenta años de su creación, llegó la propuesta de Gabriel Aresti de retomar el tema de la unificación del euskera y de ahí vino la celebración del Congreso de Arantzazu de 1968 y la formulación del euskera batua. Luego, las disputas que siguieron supusieron un punto de inflexión en la vida del euskera y la apertura de una nueva época que ha marcado la realidad del euskera durante los últimos cincuenta años.

La reorganización (1970-2005) El año 1970 es nombrado presidente de Euskaltzaindia el franciscano guerniqués Luis Villasante en sustitución de Manuel Lekuona. A pesar de la fuerte discusión interna en torno al batua, Villasante trabaja en varios frentes: el primero, el de la legalización de la Academia, que en 1976 realiza el Estado español por el Decreto 573/1976, de 26 de febrero, por el que se reconoce a la Academia de la Lengua Vasca bajo la denominación de Real Academia de la Lengua Vasca, y su posterior configuración por el Estatuto de Autonomía del País Vasco (1979) y por la Ley foral del euskara en Navarra (1986) como institución consultiva oficial en materia de euskera; el segundo, el de la reorganización interna, creando comisiones por materias y dando impulso a una adecuada organización de la Academia que permitiera trabajar de forma más eficaz en los campos que le son propios.

Su decidido impulso a la unificación le valió múltiples desaires que fue superando con su constancia y tesón, amén de la colaboración de los académicos y de las nuevas generaciones de euskaltzales que vieron en el euskera batua la tabla de salvación del euskera después de largos años de ostracismo.

A Villasante le sigue Jean Haritschelhar, el primer presidente originario de Ipar Euskal Herria, que continuó el trabajo iniciado con las premisas de acercar la Academia a las nuevas realidades universitarias y del mundo del euskera, encarrilando el proyecto del Diccionario General Vasco bajo la dirección de Mitxelena y el Atlas Lingüístico del Euskera bajo su propia dirección.

Son los años del Convenio de Oñate para garantizar la financiación de Euskaltzaindia y su relación con los poderes autonómicos de Euskadi y Navarra, que entonces comenzaban su andadura como administraciones públicas responsables de desarrollar la oficialidad del euskera, una realidad desde la Constitución de 1978.

Nueva época y futuro (2005-2019) En 2005, el académico Andres Urrutia es nombrado nuevo presidente de Euskaltzaindia. Comienza así una nueva época que busca una aproximación de la Academia a la sociedad, un trabajo académico en torno a la lengua, articulado en función de proyectos de gran alcance dirigidos a toda la comunidad lingüística vasca, tales como la Historia social del euskera, el Diccionario Histórico Etimológico del euskera, el Corpus Onomástico del euskera y otros.

Son los tiempos de las nuevas tecnologías, de la irrupción generalizada de la mujer en las labores de la Academia, de la apertura del diccionario a las cuestiones de género, del desarrollo de la Onomástica, y en suma, de renovar el compromiso con la sociedad, y de una organización y funcionamiento basados en la moderna concepción de la gestión de una institución cultural enraizada en el país y a su servicio. Cien años después, Euskaltzaindia-Real Academia de la Lengua Vasca es una institución de referencia imprescindible en el panorama del euskera. Ello se debe al trabajo conjunto de todos, académicos de honor, de número, eméritos, correspondientes, trabajadores de la institución y de cuantos se han acercado a ella o han colaborado en sus trabajos e inquietudes a lo largo de estos cien años.

Euskaltzaindia tiene hoy ante sí un futuro importante. Un futuro que pasa por continuar la labor de estos últimos años y por profundizar en sus ejes centrales, la digitalización, la internacionalización, la profesionalización y la socialización, junto con la búsqueda de nuevos cauces para transmitir su realidad y sus aportaciones a las nuevas generaciones, que van incorporándose a la Academia desde todos los territorios de Euskal Herria.

Se cierra ahora un primer centenario y se abre un nuevo periodo para la máxima institución en el mundo del euskera. El lema que preside desde hace cien años su labor, Ekin eta jarrai, sigue ahí y se le añade una nueva consideración, 100 urte euskara ehuntzen. Esa es su labor, esos sus objetivos. El futuro nos espera. Geroak erranen!

Urbanismo, agua y poder en la Vitoria bajomedieval y moderna

Las instalaciones hidráulicas de las que se dotó Gasteiz a partir de la Edad Media fueron públicas pero también un elemento de distinción de los pudientes

Un reportaje de José Rodríguez Fernández

Vitoria-Gasteiz fue una ciudad dinámica durante el periodo medieval y moderno. Esta efervescencia socioeconómica tuvo su reflejo en el urbanismo de la época en general y en ciertas infraestructuras hidráulicas específicas que serán el foco de atención en las próximas líneas, cuestiones que desarrollamos junto a los investigadores Ernesto García Fernández e Ismael García-Gómez en el libro recientemente publicado que lleva como título Urbanismo, patrimonio, riqueza y poder en Vitoria-Gasteiz a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna.

Gasteiz desde Santa Brígida. Se observa el Zapardiel junto a las murallas occidentales. Archivo Municipal

Estas instalaciones hídricas fueron utilizadas de forma masiva por los habitantes de la ciudad, independientemente de su origen y condición, pero también hay que destacar el protagonismo de las familias más poderosas de Vitoria. En sus luchas por controlar los resortes de poder, utilizaron el agua como un recurso más para mostrar la importancia de su linaje. Gracias a datos documentales y arqueológicos, todavía podemos seguir el rastro de antiguas canalizaciones, fosos, molinos, batanes, fuentes, abrevaderos, lavaderos… hoy día desaparecidos de las calles de la ciudad. Pero, además, veremos que aunque el agua ha sido un recurso presente en todos los ámbitos de la vida a lo largo de la historia, no todas las personas la han vivido de igual modo.

Los fosos olvidados A la altura de 1400 no había forma de entrar en Vitoria sin atravesar un puente. Esta imagen se nos antoja hoy difícil de creer, porque las antiguas cavas que rodeaban la población al pie de las murallas están canalizadas subterráneamente desde el siglo XIX. Se tiende a pensar que tanto el Zapardiel (por la parte occidental del casco antiguo vitoriano) como el Agua de Don Romero o Cauce de los molinos (por la parte oriental) fueron arroyos que, al discurrir cerca de la villa-ciudad, se aprovecharon durante siglos. Todo lo contrario. Existen numerosas evidencias escritas y arqueológicas que certifican que fueron canalizaciones completamente artificiales con origen en el siglo XIII. De hecho, no fueron éstos los únicos fosos de Vitoria y, a la luz de recientes hallazgos arqueológicos en el entorno de la catedral de Santa María, ni siquiera parecen ser los primeros. Lo que ocurre es que en esta ocasión los fosos inferiores tuvieron un aporte estable de agua corriente (algo que no era posible en la parte alta de Vitoria) y, así, fueron capaces de albergar otros aprovechamientos económicos más allá de la defensa (molinos, batanes, curtidurías de cueros, huertas de regadío o evacuación de residuos urbanos). Y ese fue el secreto de su permanencia durante más de 500 años.

Estas kilométricas canalizaciones de agua que alimentaban las cavas de junto a las murallas de Vitoria desde su derivación con presas de cal y canto funcionan por gravedad, un principio teórico sencillo pero que conlleva una enorme habilidad práctica a la hora de hacer funcionar el circuito. Y requiere además un diseño previo que tome en cuenta el punto de captación, la ubicación de los distintos aprovechamientos y la coordinación entre ellos. Ya junto a las murallas, las cavas contaban con muretes laterales, pilotes de madera e incluso enlosado en algunos tramos, posiblemente para facilitar las tareas de limpieza y dragado, en las que se ponía mayor empeño cuando las necesidades defensivas así lo requerían.

Mercedes, elites y molinos El caso del Agua de Don Romero o Cauce de los molinos es muy significativo para ilustrar la presencia de los linajes poderosos en estas estructuras tan importantes para el desarrollo urbano. Sobre un foso seco previo que protegía Vitoria por lado oriental, Romero Martínez de Vitoria sufragó entre 1280 y 1281 la construcción de una canalización de casi 5 kilómetros desde la aldea de Mendiola (de ahí su nombre de Agua de Don Romero), convirtiendo la antigua cava en una corriente de agua al pie de la ciudad.

A cambio, el rey Alfonso X le hizo donación de la explotación económica del nuevo cauce (…e nos por el servicio que nos fizo e por le fazer bien e merçed e por el trabaio que levó, mandamosle que fiziesse y ruedas e molinos en quanto pro pudiese fazer en esta agua que fuese todo suyo), a él y a sus sucesores los Sánchez de Maturana. La concesión no fue desaprovechada, y décadas más tarde ya nos encontramos funcionando los molinos de Las Trianas, San Cristóbal, San Ildefonso y Portal de Arriaga.

Hemos de tener en cuenta que el proyecto de un molino comienza antes de su construcción, con el privilegio de instalación. No en vano, el término molinar, distinto al molino, se refiere a un espacio concreto y delimitado que recibe ese reconocimiento jurídico desde la Corona, el concejo local o un poder señorial. Por lo tanto, el titular de una rueda harinera, como de cualquier otro ingenio hidráulico, lo es en primer lugar del solar para edeficar la dicha rueda, es decir, de la prerrogativa que permite su edificación y de todos y cada uno de los componentes que funcionan de manera planificada y coordinada para desviar y conducir el agua que acciona los rodetes y muele a través de pares de piedras cobijadas en un edificio: presas, calzes, casa, azeñas, rodetes, piedras, cozinos, salto e entradas e salidas.

Otras muchas familias preeminentes de la ciudad (Iruñas, Maturanas, Estellas, Álavas, Esquíveles, Maestus, Lequeitios o Guereñas) fueron propietarias de ingenios hidráulicos que, obviamente, dejaron en manos de personal cualificado a cambio de una renta anual. Y, en ocasiones, podemos observar episodios de conflictividad. Por ejemplo, la rueda de Abechuco fue mandada construir directamente por Diego Martínez de Álava en 1493. De inmediato, entabla un pleito judicial con Martín Martínez de Iruña porque este último, en defensa de sus intereses, no permitía el paso de suficiente caudal desde la presa de su molino ubicado aguas arriba, aludiendo a la mayor antigüedad de su industria. El Consejo de Castilla acabará primando el derecho de uso compartido de la corriente, por lo que se conmina a Martínez de Iruña a rebajar la altura de su presa hasta una cota adecuada para que ambos centros hidráulicos puedan funcionar correctamente.

Otro caso muy significativo es el de las ruedas harineras de Miñano Mayor y Ondategi. Entre 1500 y 1523 estuvieron en manos de Diego Martínez de Álava y Diego Martínez de Maeztu, siempre personajes notables de la vida política y mercantil alavesa. Gracias a un pleito que abrió contra ellos la noble familia Abendaño, sabemos que la ocupación de ambos molinos se produjo a raíz de un préstamo que concedieron estos mercaderes a Pedro de Abendaño y su mujer Leonor de Mendoza, ofreciendo el matrimonio las rentas anuales que proporcionaban los ingenios hidráulicos como modo de pago a plazos.

Sin embargo, una vez que la cantidad prestada estuvo desembarazada, tanto el Álava como el Maeztu se negaron durante años a abandonar las instalaciones, hasta que la sentencia definitiva de la Real Chancillería de Valladolid (la más alta institución judicial de la Corona por entonces) les conminó a devolver la titularidad a sus legítimos propietarios.

El agua potable La ciudad medieval de Vitoria contó con cuatro fuentes públicas emplazadas junto a los principales portales de acceso, pero siempre al exterior del recinto amurallado. Dentro, pozos y aljibes sufragados por particulares o impulsados por el concejo municipal hacían la función de servicio, pero su agua no era precisamente codiciada por su limpieza. Prueba de ello es que las ordenanzas de la ciudad prohibían en 1487 vender y consumir pescado limpiado con agua de pozo alguno.

Ya desde 1498 se realizan los primeros ensayos para traer agua canalizada desde la zona de Armentia. Se trataba de una conducción muy simple, una simple acequia excavada en el terreno que tomaba agua de un arroyo mediante una pequeña presa. La fuente de recepción se instaló en la actual plaza de la Virgen Blanca, ya que allí se celebraban los días de feria y mercado más importantes.

Tras observar que la fuente no acaba de cumplir con las condiciones deseadas de caudal y salubridad, durante los años 40 del siglo XVI se va fraguando un nuevo proyecto que contemplaba la construcción de una nueva fuente en el mismo lugar, pero alimentada por nuevos manantiales de origen cuyo caudal era transportado en una cañería cerámica soterrada que garantizaba una mayor higiene. Pero la novedad principal era que, por primera vez, desde la fuente principal de la plaza se enviaría agua a otras dos fuentes emplazadas en el interior de la ciudad.

Por entonces la ciudad se encontraba en pleno proceso de transformación urbanística. En este contexto favorable, las élites dirigentes observaron la necesidad de seguir embelleciendo el urbanismo (legitimando de paso su acción de gobierno) con nuevas fuentes dentro de los muros, al tiempo de mejorar las condiciones de acceso de todos los vecinos, también los de los barrios más alejados. Sin embargo, el concejo municipal carecía de los recursos económicos necesarios para costear esta costosa obra de ingeniería, y decidió recurrir al mecenazgo privado a cambio de conceder parte del caudal.

El proyecto cristalizó hacia 1567 y se convirtió en la primera conducción capaz de alimentar varias instalaciones dentro del núcleo de Vitoria. Sólo la conducción desde los manantiales de origen de Mendizabala y Arechabaleta (cuatro kilómetros de arcaduzado soterrado) costó más de 93.000 maravedís, incluyendo el recorrido interior a través de la calle Herrería. Dos fueron las fuentes que se colocaron intramuros, una en la denominada plazuela de la Herrería y la otra en Santo Domingo.

Pero lo que nos interesa ahora subrayar es la participación destacada del linaje Álava y del convento de Santo Domingo en las fuentes interiores, demostrando que tras el aparente derecho universal a saciar la sed existe en realidad una clara desigualdad en el acceso al agua.

Los Álava ceden una parte de su jardín palaciego trasero para instalar una de las fuentes, y una cantidad de dinero. El mencionado convento hizo lo propio con otra huerta que poseía. El gobierno municipal, gratificó a los donantes con un sobrante de agua para su uso privado. En resumidas cuentas, entre una de las familias más poderosas de la ciudad por aquel entonces y el no menos potente convento de Santo Domingo acapararon para uso privado el 16% del caudal que entraba en Vitoria. Eso sí, tanto la propiedad del agua como de las arquitecturas de las fuentes serían siempre de propiedad y uso público

El vecindario cercano a estas fuentes no recibió con entusiasmo estos acuerdos, entre otras cosas porque también habían ofrecido al ayuntamiento prestar los dineros y evitar así las cesiones de agua. Así, durante los primeros años de funcionamiento de las dos fuentes (plazuela de la Herrería y de Santo Domingo) se documentaron varios sabotajes en las cañerías que se dirigían a los usos privados. Ya lo advertíamos al comienzo del texto. Aunque el agua ha sido considerada un Bien Común a lo largo de la historia, no todas las personas han tenido las mismas posibilidades de acceso a ella. Ni antes ni ahora.

El gudari que escupió sobre la tumba de Franco

El soldado del batallón ‘Padura’ Pedro María Urruticoechea comparó al dictador español con un reptil en la revista ‘Euzkadi’ cuando este último falleció en 1975

Un reportaje de Iban Gorriti

el Tribunal Supremo ha avalado esta semana la exhumación del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Los restos del dictador serán inhumados, si no hay vuelta atrás, en el cementerio público madrileño de El Pardo-Mingorrubio. Esta noticia ha provocado “emoción” a la hija del gudari Pedro Mari Urruticoechea. “Lo hemos celebrado”, asegura Iruña Urruticoechea.

Aquel soldado jeltzale del Euzkadiko Gudarostea escribió un artículo de opinión en la revista Euzkadi que el PNV editaba en el exilio de Caracas (Venezuela). La columna se publicó a los pocos días de morir el militar golpista español en 1975. Lo tituló: Epitafio para un reptil (y escupiré sobre su tumba).

Retrato de Pedro Mari Urruticoechea en 1952. Foto: I. Urruticoechea

El gudari firmó el contundente documento bajo el seudónimo Pedro Mari de Pagogaña. El autor era en realidad Pedro Mari Urruticoechea Landajo, natural de Abando (Bilbao) aunque de corazón de Arrankudiaga. Su hija mantiene desde América que su padre publicó el texto con ánimo de defender a su patria. “Aita lo escribió porque Franco trató de destruir su patria, Euskadi, la mejor del mundo. Así como la destrucción de la vida de sus familiares, y la suya propia”, enfatiza Iruña.

El amigo de la familia y exsenador jeltzale Iñaki Anasagasti confirma que aquel gudari del batallón Padura del PNV cumplió su palabra escrita. “Ante los horrores que sufrió en la guerra, se hizo la promesa de escupir algún día sobre la tumba de Franco. Cumplió su deseo. Hoy -al conocer la noticia del Tribunal Supremo- lo volvería a hacer por partida doble”, sostiene con rotundidad.

Pero, ¿cómo fue aquel día? detalla a este diario la hija del gudari: “Apenas fue a Madrid después de la muerte del reptil, con mi ama a su lado, aterrada por si lo veían, fue al Valle y escupió sobre su tumba. ¡Lástima que no verá que lo sacan de ahí y lo metan en una fosa perdida por ahí”, estima Iruña.

Esta semana, estos últimos tiempos, la tumba de Franco es actualidad a diario. Cuatro décadas atrás, aquel gudari descargó en su artículo de opinión todo lo que almacenaba en su mente sobre el dirigente y sobre su mausoleo en el Valle de los Caídos. “Cuando escribo estas líneas, parece que te estás convirtiendo en carroña. Por fin. Flebitis más gastroenteritis. Los médicos que te atienden es lo que creen que tienes. Porque yo, creo otra cosa”, comenzaba escribiendo tras calificar a Franco como reptil. “Y que me perdonen la comparación los reptiles”, se disculpaba.

El símil se debía a que en palabras de Urruticoechea, Franco era de sangre fría, “o mejor dicho, de un líquido motor venenoso”. “Nunca un reptil ha muerto de flebitis o de gastroenteritis”, argumentaba hace casi 44 años.

El gudari que fue preso de Franco durante 14 años en el fuerte navarro de San Cristóbal en Ezkaba le denomina frío asesino o paradigma del cinismo a escala cósmica. “Tú asumiste el mando de una guerra incivil, injusta, provocada por la fracasada chusma residual ibérica contra las ansias de redención social de un pueblo miserable, aplastado y explotado secularmente; guerra que produjo un millón de cadáveres”, continuaba.

A su juicio, el dictador dio la orden para la masacre de Gernika por la aviación hitleriana, aprobó las penas de muerte por fusilamiento ante los “ásperos paredones” de Santoña, Derio o Burgos. Le acusaba, además, de responsable directo de las muertes de 17 sacerdotes vascos “asesinados por tus hordas de pistoleros sanguinarios”. Asimismo, subrayaba que el autodenominado Generalísimo arrojó a los gudaris “cual bestias, por decenas de miles, a lo profundo de tus campos de concentración, para triturarnos allá, durante años, física y moralmente”.

El soldado del lehendakari Aguirre proseguía con sus recriminaciones de la actuación de Franco acabada la guerra. “Seguiste ordenando el crimen. Quisiste beber la sangre de los modernos gudaris atrapados en el Proceso de Burgos, jóvenes de ambos sexos, sacerdotes, que solo pudieron salvarse de tus garras en última instancia por la presión insoportable del mundo civilizado”.

Como creyente que era Urruticoechea, no concebía que Franco se autocalificara, siempre según sus palabras, “enviado de Dios”. “Dejaste mal parado al propio Jesucristo cuando dijo a Pedro que el que a hierro mata, a hierro morirá; en tanto tú, tus sargentos y sayones cono Queipo de Llano y Millán Astray y los pistoleros de la Falange fenecéis en blandas camas entre sábanas de fino hilo”.

Y Urruticoechea se despide con conclusiones. “Por todo ello. Por tu condición de máximo reptil maldito escupiré sobre tu tumba. Si la encuentro, si para entonces todavía tus despojos no han sido arrojados a los perros, escupiré sobre tu tumba. En tanto, te perseguirán y acosarán por los siglos de los siglos, en tu devenir errante y eterno por las más negras galaxias, las maldiciones de mil generaciones vascas, por todo el dolor que nos causaste”, zanja quien con el batallón Padura luchó en Villarreal, presenció los bombardeos de Durango y Gernika y sufrió las cárceles bilbainas de Escolapios y Larrinaga, así como el campo de concentración de San Cristóbal.

Dos meses de epílogo: El Ejército de Euzkadi en Santander (1937)

Deshecho, desterrado y después reorganizado, el Ejército de Euzkadi resistió en tierras cántabras la ofensiva franquista, lo que mereció el elogio de sus superiores, hasta que sobrevino su final

Un reportaje de Aitor Miñambres Amezaga

La Historia nos ha acostumbrado a admitir que cuando un territorio o una gran batalla se pierden, el ejército vencido, irremediablemente también desaparece. Tal es el caso del ejército francés del armisticio, derrotado por Hitler en 1940, o el de los 100.000 soldados alemanes del mariscal Von Paulus, cercados y reducidos por los soviéticos en Stalingrado, tres años más tarde. Igual suerte podría haber seguido el Ejército de Euzkadi en junio de 1937, con la caída de Bilbao, cosa que no ocurrió, gracias a una eficaz maniobra de su gobierno y jefatura, no carente de sacrificio.

Prisioneros vascos en Santoña, acompañados de un sacerdote y vigilados por soldados italianos. (Foto: Sabino Arana Fundazioa)

La ofensiva del general Mola sobre Bizkaia comenzó el 31 de marzo de 1937, con la presunción de una victoria rápida sobre los vascos. Sin embargo, el avance de las tropas rebeldes fue tan lento -unos 500 metros diarios- que la exasperación le llevó al general a incrementar en un 40% sus efectivos, así como a emplear el terrorismo aéreo sobre poblaciones civiles para forzar una rendición de los defensores. Así todo, con una superioridad de aviación y artillería abrumadora, los franquistas tardaron casi tres meses en alcanzar Bilbao, con pérdidas cuantiosas, incluida la del propio Mola al estrellarse su avión en Burgos.

Roto el Cinturón defensivo de Bilbao o Cinturón de Hierro, el 12 de junio de 1937, la caída de la capital, carente de fortificaciones e indefensa dentro de un valle rodeado de montañas, era cosa de pocas horas. La necesidad de evacuar a unos 150.000 civiles en peligro, así como a las propias tropas, llevó a la Consejería de Defensa de Euzkadi, encabezada por José Antonio Agirre y el general Gamir, a plantear una numantina defensa en las alturas vecinas de Artxanda y Santo Domingo, lo que permitió retrasar una semana la caída de la villa. Ello supuso el sacrificio de la vida de muchos gudaris y milicianos, pero se consiguió salvar más de la mitad del ejército .

El éxodoEl Ejército de Euzkadi se retiró en dirección Santander a través de la costa y de Las Encartaciones, de manera escalonada y ordenada, a costa de perder territorio y recursos industriales en la Margen Izquierda y Zona Minera. Necesitaba poder reorganizarse después de tantas semanas de infatigable resistencia. Con la ofensiva del ejército republicano del Centro sobre Brunete (Madrid), el 5 de julio de 1937, el avance franquista se paralizó y el frente quedó estable siguiendo la línea Saltacaballo-Otañes-Ventoso-Betaio-Mina Federico-Traslaviña-Pico Miguel-Burgueno-Ordunte.

Las fuerzas vascas, a salvo con graves pérdidas, se encontraban anímicamente en su punto más bajo, debido a los reiterados reveses y al abandono de muchos de sus mandos superiores en los momentos previos a la derrota, hecho del que en gran parte culpaban al Gobierno de la República, por no haber atendido las necesidades de suministro armamentístico para la defensa, sobre todo en lo que a aviación se refería. Numéricamente, el Ejército de Euzkadi estaba mermado por la alta mortalidad en sus filas, por los prisioneros tenidos y por la deserción de soldados forzosos, desafectos o desmoralizados. Comparativamente hablando, cabe destacar que si tomásemos como referencia un 10% de bajas mortales anuales sufridas por los ejércitos de la época en la Segunda Guerra Mundial, tendríamos que las unidades vascas, en 11 meses de guerra, acumularon cerca de un 15% de muertos -unos 6.800 referenciados-, lo que da una idea de la hecatombe humana que su esfuerzo supuso.

Durante la ofensiva de Mola, el Ejército de Euzkadi llegó a contar con 64 batallones de fusileros en el frente, así como otros de ametralladoras, de armas de apoyo y de ingenieros, con efectivos teóricos de 650 hombres cada uno, lo que raramente llegó a completarse. Estas unidades, en su origen provenían de las milicias de los partidos políticos y sindicatos leales al Gobierno.

ReorganizaciónCon la pérdida de Bilbao y llegado el momento de la reorganización, en la entonces provincia de Santander, se contaron los efectivos existentes. La intención del mando republicano era completar los batallones supervivientes, mezclando gudaris y milicianos de distintas sensibilidades políticas para darle un aspecto más regular a la nueva organización. Esta iniciativa la impulsaban algunos líderes comunistas, instalados en el comisariado político, lo que a ojos de nacionalistas, socialistas y anarquistas suponía restar personalidad ideológica a las unidades y ejercer el control sobre ellas.

A pesar de que el Gobierno vasco fuera de su territorio apenas podía mantener su dominio sobre la situación, Euzko Gudaroztea, las milicias del Partido Nacionalista Vasco y fuerza muy numerosa, consiguió que sus 12 batallones menos reducidos fueran completados con los restos de otros 6 también nacionalistas. Por su parte, 22 batallones de sensibilidad izquierdista se unieron entre sí, dando lugar a 11. Esto, sumado a otros 16 completos -3 de ellos de Acción Nacionalista Vasca- permitió disponer de 39 unidades de este tipo. Así, se formaron cuatro divisiones de tres brigadas cada una. Estas brigadas contaron con tres o cuatro batallones.

Un motivo de desánimo para muchos fue la nueva denominación del conjunto militar. Si en junio de 1937 era la de Ejército de Euzkadi, en julio pasó a denominarse Cuerpo de Ejército Nº 1 del Norte, para finalmente llamarse XIV Cuerpo de Ejército de la República. La nomenclatura utilizada para las agrupaciones inferiores también varió durante el verano de 1937 y, para cuando se reanudó la ofensiva sobre Santander, las divisiones vascas estaban numeradas desde la 48 a la 51 y las brigadas desde la 154 a la 165. Los batallones habían perdido toda su identidad inicial e iban nominados solamente con números romanos del I al IV.

Con estos efectivos, se cubrió el frente oriental. Así, en agosto, una división guarnecía la línea de defensa en Las Encartaciones, otra lo hacía en el sector cántabro hasta el mar y una tercera permanecía en reserva en Solares, cerca de Santander. La restante, la 50, mandada por el comandante Juan Ibarrola, era considerada división de choque y permanecía a disposición del mando del Ejército del Norte en las cercanías de Reinosa, por donde se esperaba el ataque franquista como así fue.

De nuevo en combateEl 14 de agosto fue la fecha elegida por el general Franco para ello. Tras una intensa preparación artillera y fuertes bombardeos aéreos sobre las posiciones republicanas, Franco lanzaba sus tropas desde el sur del frente montañés, con la intención de avanzar a través de la provincia, partiéndola en dos, hasta tomar la capital, Santander. Así, en cuatro días, su ejército tomó Reinosa y los soldados italianos del CTV vencieron la resistencia gubernamental del puerto de El Escudo, fase en la que fueron embolsados y capturados 22 batallones santanderinos. En los días sucesivos, el ejército rebelde continuó avanzando hacia el norte, hacia Torrelavega y Santander, sin intervenir en el frente este, limítrofe con Bizkaia. La 48 División del comandante Ricardo Gómez, en reserva, fue movilizada por el general Gámir, ahora jefe de todo el Ejército del Norte, y situada el 20 de agosto en Puente Viesgo, cerca de Torrelavega, para defender las comunicaciones con Asturias. Allí, las brigadas 157 y 158 fueron totalmente superadas, tras sufrir fuertes bombardeos artilleros. A esas alturas, la defensa era tremendamente difícil dada la rapidez con la que se desmoronaba el frente montañés, no existiendo ya realmente una línea defensiva.

Por su parte, la División 50 de choque, que había defendido tenazmente el valle del Saja, conseguía retirarse a Asturias con bastantes de sus efectivos. La noche del 21 de agosto, los batallones jeltzales II-164-50 (Arana Goiri), II-155-50 (Aralar) y II-156-50 (Padura), siguiendo indicaciones de Euzko Gudaroztea, se separaron de la división y marcharon hacia Santoña y Laredo, donde las autoridades del PNV, encabezadas por Juan Ajuriagerra, negociaban con el mando italiano el fin de las hostilidades y la salida por mar de los gudaris y personal de mayor relevancia. Este hecho sorprendió al capitán de Estado Mayor Francisco Ciutat por tratarse de batallones que, en sus palabras, habían combatido valientemente hasta esa fecha. En el frente oriental, la 49 División de Manuel Cristóbal Errandonea, guarnecía la costa, desde Mioño hasta el pico Betaio, donde enlazaba con la 51, que ocupaba la línea de Las Encartaciones, a través de Traslaviña hasta Ordunte, bajo el mando de Lino Lazkano. Así las cosas, a día 20 de agosto los franquistas aún no habían atacado por el este. Sin embargo, el coronel Prada, jefe de las fuerzas vascas, ordenaba la retirada de estas dos divisiones de sus posiciones, debido a lo profundo de la penetración enemiga hacia Torrelavega y en evitación de que los franquistas pudieran copar a la mayor parte de sus tropas al separar las provincias de Asturias y Santander. Se dispuso el repliegue hasta una línea de contención a lo largo del río Asón, desde Santoña hasta Ramales. Esta orden se hizo efectiva al día siguiente.

Sin embargo, ya era tarde, y el mando republicano, consciente de la insensatez de pretender contener al enemigo en la nueva línea, terminó dando la orden de que todas las unidades pasasen directamente a Asturias. Desalojadas las posiciones, los franquistas aprovecharon la ocasión para avanzar. Algunas unidades, como el batallón II-160-51 (Loyola), se mantuvieron en la zona con el propósito de retardar el avance franquista y ganar tiempo para que las autoridades del PNV pudieran cerrar su pacto con los italianos, acuerdo que finalmente no sería respetado por el enemigo.

Prisión para todosEl 25 de agosto, la prensa franquista ya adelantaba la caída de Santander, ciudad abandonada por las autoridades republicanas, que negociaba su capitulación. Cortadas las comunicaciones con Asturias, los batallones nacionalistas y anarquistas se entregaban a la brigada Flechas Negras en Santoña, el día 26, mientras que el resto de unidades vascas -socialistas, republicanas y comunistas- eran capturadas en la capital cántabra en la misma fecha.

En lo que respecta a la 50 División, con unos 3.500 hombres, continuó combatiendo en Asturias, en la defensa del Mazuco y hasta el final de la guerra en el Norte, en octubre de 1937. Salvo para los afortunados que consiguieron escapar por mar, la prisión fue el destino final de todos aquellos combatientes vascos que meses atrás dejaron su tierra para combatir más allá, siguiendo a su gobierno, con su pueblo exiliado. Y en prisión encontraron la muerte muchos de ellos, víctimas de unos juicios sin garantía, abriéndose un nuevo y doloroso capítulo de la historia vasca reciente.

Radiografía neoyorquina del lehendakari Aguirre

El periódico ‘New York Herald Tribune’ se interesó en plena Guerra Civil por la proyección internacional del presidente vasco y le reconoció como hombre de Estado

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 7 de octubre se cumplirán 83 años de la constitución del Gobierno Provisional de Euzkadi que presidió el lehendakari José Antonio Aguirre. En aquel marco de Guerra Civil, la prensa internacional se interesó por la figura de este hombre de Estado. Un ejemplo fue el histórico corresponsal estadounidense James Minifie. Este enviado especial que fallecería en 1974, solicitó al secretario particular del presidente vasco que respondiera a una batería de preguntas para el New York Herald Tribune, prestigioso tabloide neoyorquino.

La entrevista quedó escrita a máquina en tres folios y custodiada por el PNV. Data del 14 de mayo de 1937, es decir, casi un mes antes de la entrada de los golpistas en Bilbao. El documento no cuenta con firma, por lo que pudo estar respondida por Ramón Basaldua o Antonio Irala, secretarios de Aguirre.

En ella destaca el hondo sentido democrático del lehendakari y su concepto de libertad patrio claro y amplio. Preguntado al respecto, el historiador Iñaki Goiogana asiente. Confirma, además, el retrato que le hacen de buen orador de masas, fogoso, emocional. “Desde luego. Aguirre era un orador carismático. Ya en su tiempo en los Jesuitas de Orduña, durante el bachiller, llevaba la voz cantante. Sabía comunicar. Siendo presidente de Juventud Católica ya daba mítines antes de la República”, aporta.

Las preguntas de la entrevista son básicas, en ocasiones, hasta pueriles, por lo que se vislumbra que Minifie pretendería construir una biografía cercana del lehendakari. Las respuestas son más concisas y una de ellas mantiene que Aguirre tenía una “incapacidad”: hacer enemigos. “Hombre, en tiempos de guerra sus enemigos tendría… Lo tomo como una licencia poética”, sonríe Goiogana, pero valoriza que “caía bien a todo el mundo. Era un conquistador de personas. De hecho, había quienes eran Aguirristas, como el socialista Aznar, al que su propio partido le acusó de ello”.

El delegado del New York Herald Tribune,como otros colegas de la época -léase el sudafricano George L. Steer, el australiano Noel Monks, el ruso Mikhail Koltsov, el polaco Ksawery Pruszynski, el estadounidense Edgard Knoblaugh, el birmano Christopher Colmes, el francés Paul Vaillant Coutourier, el británico Christopher Holme o el belga Mathieu Corman-, puso en valor la proyección internacional de Aguirre y reconoció al hombre de Estado que fue. “El lehendakari no era militar ni sabría de estrategias militares. Era el presidente del Gobierno vasco. Y fraguó un ejército con disciplina para que cada cual no hiciera lo que le diera la gana. Él quería ganar la guerra y la dirigió como político”, defiende Goiogana.

En ese apartado, el periodista americano pregunta “cuál es el ideal de Aguirre para el País Vasco Autónomo”. Basaldua o Irala resumen: “Dios y libertad nacional”. Le detallan que es el lema del PNV: “Jaungoikoa eta Lagi-zarra” y entran en harina: “El genio de la raza hecha realidad en los momentos presentes. Un hondo sentido democrático: un avance social profundo y un concepto de libertad patrio claro y amplio también, es decir, el espíritu que ha vibrado a través de la historia en esta vieja nación, animando a una civilización que base sus fundamentos en el derecho y en la justicia”.

La entrevista planea, sin embargo, en mayor profundidad en los 33 años que había vivido Aguirre hasta la redacción de este documento en el “Hotel Arana de Bilbao”, sito en el número 2 de la calle Bidebarrieta. El secretario particular de Aguirre le bosqueja como alcalde de Getxo con 27 años, Diputado de Cortes por “Nabarra y Bizkaya”, aceptando únicamente el primero. Citaba a su madre Bernardina y a su padre Teodoro, así como a sus ocho hermanos: dos de ellos gudaris en la guerra y dos enfermeras en hospitales de sangre de la Cruz Roja vasca. “Cierto”, apunta Goiogana. “Hay fotos de unas enfermeras en Markina que se ha confirmado que eran sus hermanas”.

En materia educativa, resumen su paso por Orduña y la Universidad de Deusto, donde acabó siendo abogado. “Destacó -según la entrevista- en Derecho político-internacional y en sus aficiones por la sociología”. Goiogana matiza la cuestión: “Cuando dice sociología hay que entender algo diferente a lo que hoy en día entendemos por ese término. Se refiere al estudio de la situación económica de los más desfavorecidos y las medidas a adoptar para mejorar su situación”. Se le califica, asimismo, de propagandista de carácter religioso y social.

facultades deportivasEl secretario del presidente incide en sus facultades físicas, deportivas. “Magnífico” jugador de pelota vasca, “buen” remero de traineras. “Entusiasta y hábil” nadador. No obstante, “en el juego que más ha destacado ha sido en el football formando parte del famoso equipo de la Universidad de Deusto y, más tarde, del equipo más famoso de España: el Athletic Club de Bilbao, con el que fue campeón de España”, tecleaban no sin antes afirmar que “terminados sus estudios, abandonó sus inquietudes deportivas, practicando el sport como simple afición”.

Ya como tribuno, Aguirre era, según el texto, fogoso, de expresión clara y rotunda, de elevado concepto. “De tipo emocional. Hablando en público tiene el don del convencimiento y posee las cualidades todas que requiere un orador de masas”. El corresponsal insiste en ello: “¿Adopta decisiones rápida o lentamente?”. Concluyen: “No sin antes reflexionarlas. Pero una vez reflexionadas son terminantes y rotundas, como corresponde a su carácter decidido y entero”.