Los cuatro hermanos acabaron dispersados y abrazando ideologías diversas tras el estallido de la Guerra Civil
Un reportaje de Iban Gorriti
EL periodista Koldo San Sebastián rescata del olvido una dinastía de hermanos marinos de Lekeitio, los Usatorre Royo, llena de curiosidades. “Por ejemplo, uno de ellos fue comunista en Moscú y otro, gudari, acabó siendo capitalista en Estados Unidos”, sostiene. Los cuatro hermanos y una quinta mujer eran de Lekeitio. “Los varones fueron marinos. Formaron una saga a la que el destino llevó por los derroteros más insospechados”, matiza San Sebastián. Los cuatro varones de la calle Ezpeleta pasaron por la Escuela Náutica de Lekeitio. La única mujer contrajo matrimonio y al enviudar, emigró a Francia y Bélgica. Regresó a Euskadi, a Begoña. Tuvo dos hijos: el varón estudió en Francia peritaje electrónico. Fue una única vez a navegar y naufragó. Su única hija vivía en Algorta.
El mayor de los hermanos, Marcelino Juan fue alumno modelo. Trabajó en Euskalduna; se afilió a UGT; hizo rutas por el Mediterráneo; se afincó en en Barcelona donde también se afilió a PCE, y participó en la fundación del PSUC: Partit Socialista Unificat de Catalunya. Fue jefe de la 122 Brigada Mixta La Bruja y teniente coronel de la 27 División del Ejército Popular. Ante el avance franquista, pasó a Francia y fue internado en el campo de Saint Ciprien. Sirvió en el Ejército Soviético, donde fue teniente coronel. Se casó en el frente con Maruja Cánovas, hija de marino. El matrimonio se divorció y ella volvió a casarse con el escritor César Arconada.
Hijo de este lekeitiarra fue Juantxo Usatorre, “uno de los mejores defensas del fútbol soviético”, subraya San Sebastián. Militó en el Torpedo, Spartak, Lokomotiv y en el Dinamo Minsk, mejor equipo de Bielorrusia. El deportista emigró a Barcelona con su madre en 1983. Falleció en esta ciudad en 1989 “debido a un sarcoma en una de sus castigadas piernas”.
Vicente, el segundo, comenzó su vida profesional en la Marítima del Nervión. “Estaba considerado como un gran profesional de mar y uno de esos capitanes que deja huella. Hizo su último viaje con 69 años”, precisa. Se jubiló en 1973 y se mudó a Getxo, donde falleció.
Del tercero de los hermanos, José María, se sabía entonces que un día desembarcó en Filadelfia y desapareció. Cuando su hermano Miguel llegó a Nueva York, trató de localizarle. Publicó un anuncio sin éxito. Gracias a un texto publicado en Lekeitio dio con él. Se supo que como había desertado de un barco, se cambió el apellido por Martin y por ello el anuncio no funcionó.
miguel, gudari en 1936 Miguel, el cuarto, fue gudari en la guerra del 36 y tras ser capturado en Liérganes, fue sometido a trabajos forzados, pasando por San Juan de Mozarrifar (Zaragoza), Huesca, Teruel, Guadalajara y Toledo. Una vez libre viajó a Buenos Aires. En 1942, partió rumbo New Jersey. El 17 de abril fue torpedeado dos veces por un submarino nazi. El capitán dio la orden de abandonar el barco. Auxiliados, atracaron en Nueva York. “En la Delegación del Gobierno vasco recibió un pasaporte (igarobide) con el que recorrió medio mundo”, aporta San Sebastián. Cuando los japoneses atacaron Pearl Harbour y Roosevelt declaró la guerra, la demanda de marinos en Estados Unidos creció. Se enroló en un barco hacia Inglaterra que participó en la invasión de Normandía. “Iban en convoy, atravesando el Atlántico y realizando un zigzag que despistaba a los submarinos”.
Realizó también el mismo trabajo en el Pacífico: por Australia, Nueva Zelanda e India en preparación a las tomas de las distintas islas ocupadas por los japoneses como Filipinas, Guam, Marshall, Iwojima y Okinawa. Recibió medallas de los frentes de guerra del Atlántico y una condecoración del Alto Mando.
Tras la guerra, le destinaron a Filipinas y Okinawa, donde pasó 25 años como capitán y jefe de puerto. Allí se casó con una japonesa a la que le dijo que “fuera a Euskadi a aprender euskera”, sonríe San Sebastián. Se retiró a Arkansas, donde vivió con una pensión del Gobierno. En 1950, consiguió la nacionalidad estadounidense. Un día, entró a Okinawa un barco con oficiales. Llegó quien allí era conocido como Mike. Al entrar a la cámara, los visitantes comentaron en euskera: “A ver si salimos pronto de aquí. Le damos unas botellas, tabaco y listo”. Usatorre les reprochó en euskera lekeitiarra: “¡A ver si pasáis las Navidades aquí!”. Pero: “¿De dónde eres?”, le cuestionaron. Él les respondió: “¡De la misma calle que tu primo que es de mi cuadrilla!”.
Miguel visitó Euskadi en numerosas ocasiones. En 1969 sufrió un atraco a mano armada. “Le robaron 700 dólares y un reloj. La noticia se publicó en ABC”. Mike envió a su hija a estudiar a la ikastola de Errenteria. Falleció el 15 de marzo de 2000. Se encuentra enterrado en un cementerio de Arkansas. “¡Hay que ver la guerra cómo dividió a los Usatorre por el mundo!”, concluye San Sebastián.
La trayectoria del gudari Kepa Ordoki, que marchó en la capital francesa tras la derrota de los nazis, fue tan excelsa que a veces realidad y exaltación se confunden
Un reportaje de Iban Gorriti
a la hora de escribir la Historia, los investigadores deben ser muy cautelosos. ¿Dónde cohabita la delgada línea roja entre la épica magnificada y la información aséptica contrastada? Cada día desciframos ejemplos más cercanos a la primera enunciación que a la segunda. Una muestra de ambas es la notable vida de Ordoki, gudari que se llamó bien Pedro o Kepa, nacido en Irun en 1913 y fallecido en Baiona en 1993. La labor de este militante de ANV fue tan excelsa que en ocasiones aquellas personas que loaban sus odiseas acababan en el filo de la verdad.
Antes de trasladar la impresión que personas vivas aún conservan sobre este mando de los históricos batallones vascos San Andrés y Gernika, y que acabó desfilando con Charles de Gaulle en París al vencer a los nazis, resumimos palabras que firmó desde el exilio venezolano Mario Antelo. A su juicio, Ordoki “fue incluido en unas 50 listas de fusilamientos, pero su ejecución siempre fue aplazada por diversas circunstancias”. Lo publicaba en un texto de 1945 en el que también aportaba otras cifras, cuando menos, llamativas. “Fue tres veces detenido por los alemanes” y consiguió fugarse. En una ocasión, los nazis “le obligaron a comer siete ejemplares del periódico clandestino Combat que llevaba consigo”. ¿Verdad o gloria?
El gudari portugalujo José Moreno fue uno de sus soldados, cuando Ordoki estaba al frente de la unidad San Andrés. “Recuerdo muy bien a Ordoki. Era un hombre, como se decía entonces, con muchos huevos. Era de carácter serio y muy buena persona. Le recuerdo cuando estábamos luchando en una ermita de Balmaseda. Él acabó escapándose y cogieron su testigo dos de Erandio, Juantxu y un tal Bilbao”, evoca Moreno, y pone énfasis en que le rindieron un homenaje en vida en Bermeo. “Comimos en el batzoki y allí fue la última vez que le vi, en aquel Gudari Eguna”, concluye el jarrillero que el 10 de noviembre cumplirá 101 años.
Ayuda a refugiados El gudari del batallón Gernika Francisco Pérez Luzarreta falleció el pasado diciembre a los 96 años. Poco antes de su despedida, narró a DEIA que en Pau se encontró con el afamado comandante Kepa Ordoki. “Era de ANV como yo, y venía con un grupo de vascos que estaba formando una unidad para luchar contra los nazis e intentar recuperar la República. Le pregunté cómo lo íbamos a conseguir, pero allá que fuimos”, aseveró.
En 1977 este diario entrevistó al comandante y le cuestionó la razón de luchar contra los nazis. Respondió tajante: “Porque yo era y soy nacionalista y antifascista cien por cien. Había visto aquí los barcos de guerra alemanes y sabía cómo se comportaban. Bien, el caso es que me lancé con unos compañeros a las montañas. Allí vivíamos camuflados y ayudábamos a cruzar la frontera a la gente que quería escapar de los nazis: a algunos los cogían luego los franquistas y los metían en el campo de concentración de Miranda. Había franceses, españoles y vascos conmigo. En el año 43 pedí al Gobierno vasco que me enviara a todos los vascos de la zona de Biarritz y con ellos organicé la Brigada Vasca”.
Después de mucho tiempo pegando tiros y pasando hambre, los de Ordoki entraron a formar parte del ejército regular de Francia, de Charles de Gaulle. Fue un acuerdo del Gobierno vasco y el galo. “Nos mandaron -respondía Ordoki- al frente. Nosotros íbamos con uniforme francés, pero con la ikurriña: nunca llevamos la bandera francesa. Sí, es verdad que me dieron la cruz de guerra, a otros compañeros también. El propio De Gaulle vino a felicitar a la Brigada Vasca por su comportamiento en la guerra. Nos mandaron desfilar por París”, detalló. Pero puso énfasis en que “yo estaba allí, pero nunca quise ir. Tampoco quería que me pusieran la cruz de guerra”.
Rendición nazi En la línea del frente, Ordoki era de pocas palabras, según defiende el gudari del batallón Gernika Miguel Arroyo, burgalés residente en Baiona. “Ordoki era parco en palabras y nunca hablaba de política. El sargento Carlos Iguiniz, también irundarra, siempre le acompañaba. Yo siempre estaba entre los primeros hasta el final de la Pointe de Grave donde se rindieron muchos alemanes”, trasmitía en 2016 en declaraciones a este medio.
Mario Antelo, desde Venezuela, recordó también el sino de los allegados del comandante. “Su familia, apresada en el barco Galdames en viaje de Francia a Euskadi, se hallaba igualmente encarcelada. Una hermana de 22 años pasaría siete en las cárceles de Saturraran, Burgos e Islas Canarias; otra hermana, de 15 años, dos en las de Saturraran y San Sebastián, y sus padres, dos años y medio en diferentes prisiones, sin otro delito que ser sus familiares. ¡Así era la justicia de Franco!”, enfatizaba.
A su entender, el relato de acciones como las de Kepa Ordoki nos invita a la reflexión y a preguntarnos si hemos sabido corresponder a aquel espíritu de lucha y de sacrificio contando estas historias. “¿No nos moverá la lectura de estos hechos a una curiosidad para editar sus biografías? ¿No creéis que los que pasaron por tales penalidades tienen derecho a no ser olvidados?”, concluye.
Pello María de Irujo vivió en primera persona la historia del nacionalismo vasco en buena parte del siglo XX, empezando por su época de estudiante en Lekaroz, siguiendo por los años duros de la Guerra Civil y el exilio en Argentina, y culminando con su regreso a Euskadi. Su hermano Manuel lo definió como “el arquetipo del resistente vasco”
Un reportaje de Mikel Ezkerro
Pello es el arquetipo del resistente vasco. Puede haber quien lo iguale, pero nadie que lo supere” (Manuel de Irujo). Escribir objetivamente sobre un amigo es difícil. Hacerlo sobre el mejor amigo de uno en la vida, y Pello Mari Irujo Ollo lo fue, es aún mucho más complejo.
Cuando en abril de 1949, con 39 años, pisó suelo argentino, debieron haber pasado por su cabeza, como si fuese una película, una serie de hechos que marcaron su vida hasta ese momento.
Recordaría la infancia en la casa familiar de Lizarra-Estella, Nabarra, donde su hermano mayor, Manuel, que le llevaba veinte años de diferencia, fue como su segundo padre, ayudando a la madre. Su progenitor, el doctor Daniel de Irujo Urra, que fue abogado defensor de Sabino de Arana Goiri en 1896 y 1902, falleció cuando Pello Mari tenía poco más de 1 año.
Le vendrían también a la memoria recuerdos de su etapa de estudiante en el colegio de los Capuchinos de Lekaroz. Durante esa época, en noviembre de 1930, se convirtió en uno de los primeros afiliados en Nabarra del naciente partido abertzale Euzko Abertzale Ekintza-Acción Nacionalista Vasca (EAE-ANV). En 1935 se graduaría en Madrid como abogado.
Llegando a Argentina, también tendría muy presente su actuación en Gipuzkoa, entre julio y septiembre de 1936, en los primeros momentos de la guerra incivil, cuando aún aquel territorio estaba bajo el control de la República. Y su participación en misiones de salvaguardia física de personas afectas al levantamiento franquista cuya vida corría serio riesgo, como en el caso del arzobispo de Valladolid, monseñor Gandasegui, un hecho que fue recogido por el canónigo Alberto Onaindia en su libro Hombre de paz en la guerra.
Igual que recordaría su detención en alta mar, en septiembre de 1936, por los franquistas y su posterior enjuiciamiento por un tribunal militar franquista que lo condenó a una pena de muerte. Esta decisión de los insurrectos haría que, entre otros, personalidades de América Latina pidieran la conmutación de esa pena capital, aunque no pudieron evitar que la condena le mantuviera en capilla durante más tres años, hasta noviembre de 1939. Tras ello, la estancia en prisión hasta 1943, cuando fue puesto en libertad, con la prohibición de residir en los cuatro territorios de Hegoalde.
Este exilio le alejó de su Patria y le llevó hasta Cuenca donde mataba el tiempo leyendo novelas de Pío Baroja. Fue allí donde recibió una tarjeta, firmada por Juan -en realidad Juan de Ajuriaguerra, líder del Partido Nacionalista Vasco-, que le invitaba con la frase bailar un vals a sumarse a la Resistencia Vasca.
Clandestinidad Pello Irujo sin duda recordaría, cómo tras esa invitación, pasó de inmediato a la clandestinidad en Madrid, formando parte de un grupo de patriotas vascos encabezados por Joseba Rezola, grupo del que asumiría su jefatura, entre 1944 y 1946, tras la caída de Rezola. Toda una época repleta de hechos propios de una novela, que le obligaron a pasar a Iparralde el 29 de septiembre de 1946. De allí se trasladó a París, desde donde partió hacia el este de Europa en calidad de agregado cultural de las embajadas de la República Española en Hungría y Bulgaria.
Era un largo y complicado camino el que unía su infancia en Lizarra con su llegada a Argentina. Seguro que todos esos recuerdos se agolparon en su cabeza en aquel momento. Lo que igual no se pudo imaginar es que aquel día iniciaba una estancia de 28 años en la República Argentina, la tierra que acogió y protegió a tantos miles de vascos.
Allí pudo, después de trece años, abrazar a su anciana madre, que fallece en 1950, a su hermana Josefina Irujo de Blanco y a su hermano Andrés María. Todos ellos ya vivían en este país desde la década de los 40.
En Buenos Aires comenzó a trabajar en la prestigiosa Editorial El Ateneo y en su tiempo libre ayudaba a su hermano Andrés, cofundador en 1941 con el doctor Isaac López Mendizabal de la editorial vasca Ekin. También se integró como guionista y asesor literario en la Agrupación Artística, Musical y de Danzas Vascas Saski Naski, dirigida por el donostiarra Luis Mújica, y que estaba conformada, entre otros muchos nombres, por el padre Francisco Madina, autor del famoso Aita Gurea, o el que sería luego afamado escultor Néstor Basterrechea. Será Pello Mari el introductor en Argentina del popular Baile de la Era, originario de Tierra Estella, que había bailado de joven junto al que sería alcalde de Lizarra, el nacionalista Fortunato de Aguirre Luquín, fusilado por los franquistas el 29 de septiembre de 1936.
Yo conocí a Andrés y a Pello Irujo un día de 1953, cuando yo tenía 15 años. Fue en la editorial vasca Ekin, donde fui con mi madre, vasca nacida en Bilbao, que deseaba comprar unos libros. Pero mi relación más profunda con Pello se inició al año siguiente, en 1954, cuando al ver mi interés por la Historia Vasca, en especial de los siglos XIX y XX, comenzó a aconsejarme libros e, incluso con el tiempo, a prestarme obras de su biblioteca particular. Mi relación se fue haciendo cada vez más frecuente en conversaciones de café. A él debo el haberme facilitado el conocer y tratar a personas de la talla vasquista del argentino doctor José María Garciarena Aguerre, en mi opinión, junto con el doctor Tomás Otaegui, los únicos dos teorizadores argentinos -y me atrevería a decir latinoamericanos- del nacionalismo vasco, o a vascos con probado currículo como Ildefonso Gurruchaga, Justo Garate, Luis González de Echevarri, el expárroco de Altsasu, Marino Ayerra, etc.
Llegada del lehendakari En diciembre de 1955, tras trece años de ausencia debido a la existencia del régimen peronista, se produjo la llegada del lehendakari Aguirre a Argentina, lo que me permitió escucharle en el Centro Laurak Bat de Buenos Aires.
Al año siguiente reapareció en la capital argentina, en forma de mensuario, Eusko-Lurra-Tierra Vasca, el órgano partidario oficial de Acción Nacionalista Vasca. Costeado desde Venezuela, sus responsables iniciales fueron el periodista José Antonio Olivares Larrondo, Tellagorri, y Pedro María de Irujo Ollo, asumiendo el primero de ellos el cargo de director. Tellagorri enfermó seriamente y falleció en 1960. Fue entonces cuando Pello Mari se hizo cargo de la dirección de Eusko-Lurra-Tierra Vasca, ocupación que mantendría hasta la desaparición del periódico en 1975.
Leyendo la colección completa de Eusko-Lurra-Tierra Vasca y en especial el periodo 1960-1975, es fácilmente verificable su línea editorial, democrática, vasca pluralista y republicana.
Pello Mari Irujo era la persona que estaba mejor informada de lo que sucedía en la Euskadi bajo la bota del franquismo, de los hechos que se producían en la clandestinidad. Dirigía un periódico que no era similar al resto de los existentes en la Diáspora Americana, destinados a los exiliados y antiguos emigrados. Este estaba destinado a ser leído clandestinamente en Nabarra, Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, aunque, por supuesto, tuviese también lectores en Iparralde, París, Inglaterra, Suecia, Noruega, Suiza, Canadá, Andorra, la isla china de Formosa, Argelia, etc.
Sus contactos hacia 1960-61 con hombres de la nueva generación vasca explican la aparición en la publicación, bajo seudónimos, de nombres como José Luis Álvarez Emparanza, Julen Madariaga, José María Benito del Valle, José Manuel Aguirre Bilbao, Federico Krutwig Sagredo, etc.
Todo esto en momentos en que hay una consigna del silencio sobre estas personas y su ideario político. Consigna que Pello Mari Irujo no aceptó nunca. Junto a aquellos continuaron publicando otros como Ildefonso Gurruchaga, Marín Ugalde, Gabriel Goitia, Josu Osteriz, Carlos P. Carranza, Mikel Orrantia, etc.
Desde Buenos Aires, Pello Mari confeccionó una red de colaboradores que escribían directamente, desde Bilbao, el escolapio Justo Mokoroa; desde Donostia, Julio Ugarte, o desde Iruñea, Pedro Turullols. También colaboraban otras firmas conocidas desde México y Venezuela.
Desde París, Inglaterra o Donibane Lohitzune, allí donde se encontrase, su hermano Manuel de Irujo Ollo, que era lector desde la A a la Z del periódico, le enviaba todos los meses sus comentarios sobre los distintos artículos publicados, dando su opinión favorable o desfavorable.
El editorial era responsabilidad exclusiva de Pello Mari, como antes de 1960 lo fuera de Tellagorri. Yo, hasta mediados de 1960, me limitaba a ayudarle a hacer algunas labores administrativas, pero nada más.
Un día me sorprendió invitándome a escribir en Eusko-Lurra-Tierra Vasca y acepté. A partir de esa fecha, escribí bajo seudónimos cuatro artículos por número hasta el último publicado. Nunca tuve censura alguna, pero alrededor de unos pocillos de café -creo haber consumido cantidades fabulosas de fruto del cafeto con Pello- me comentaba en lo que coincidía y en lo que disentía.
Pello Mari fue mi mejor amigo en Argentina. Pasamos juntos cientos de horas de trabajo, de lectura de originales y de correcciones, de ayudar al armado en la imprenta, de llevar paquetes al correo, colocar sellos, escribir nombres con letras diversas…
Pello Mari vivió físicamente en Argentina durante 28 años, pero su corazón y su mente estuvieron siempre en Euskadi.
Eusko-Lurra-Tierra Vasca llegó al número 231 en septiembre de 1975 y dejó de publicarse porque Pello Mari cayó seriamente enfermo, siendo hospitalizado y soportando una larga convalecencia. Un día de 1977 me dijo que su hermano Manuel regresaba a Nabarra y que lo iba a acompañar a partir de entonces. Así lo hizo. Primero en Donibane Lohitzune y luego ya en Iruñea. Allí estuvo junto al León de Nabarra, siempre en un segundo plano, con esa humildad sobre la que el padre Iñaki de Azpiazu solía decirle, “Pello no es una virtud, es un vicio de tanto que abusas de ella”.
En Iruñea, primero en la calle Aoiz y, después del fallecimiento de don Manuel, en el piso de Iturralde y Suit, siguió trabajando por la confraternidad entre Nabarra y el resto del País Vasco.
Recordaré mientras viva las grandes lágrimas que le vi derramar en la plaza del Castillo de Iruñea tras el fracaso de una larguísima negociación política para conseguir una candidatura unitaria de todo el abanico aber-tzale en Nabarra.
En noviembre de 1982 lo visité. Estaba internado en el hospital de Iruñea. Allí estuve por espacio de varias horas hasta que llegó su sobrino, Pello Irujo Elizalde. No hizo más que hablarme de la necesidad de la coordinación de las distintas fuerzas abertzales. Algo que le obsesionaba y cuyo fracaso le dolía en el alma…
Fue la última vez que le vi.
El 24 de febrero de 1983, a los 73 años y dos días, falleció Pedro María de Irujo Ollo.
De él le oí decir, y más de una vez, a su hermano don Manuel, “Pello es el arquetipo del resistente vasco. Puede haber quien lo iguale, pero nadie que lo supere”.
Pello María de Irujo Ollo espera de parte de los jóvenes historiadores de Euskal Herria un merecido y profundo trabajo de investigación histórica. Lo mío ha sido apenas un intento de acercamiento a un hombre, a mi mejor amigo, al patriota cuya entrega a su Patria Vasca merece ser conocida y reconocida en la tierra que se extiende entre el río Adour y el río Ebro, porque así lo sintió siempre quien hoy descansa en su natal y querida Lizarra-Estella.
Este texto lo preparó Mikel Ezkerro para la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima, fundada por miembros de la ‘nación vascongada’ en 1612, con motivo de los actos de conmemoración de los 75 años de la visita del lehendakari Aguirre a esta ciudad dentro de su primera gira americana (1942).
Euskaltzaindia acaba de presentar el renovado nomenclátor tras una intensa labor académica en torno a los nombres de personas en lengua vasca. En él se amplía el número de nombres utilizables para ambos sexos. La ley española que sustituirá a la que los prohibía aún no ha entrado en vigor .
Un reportaje de Roberto González de Viñaspre
la fecunda labor de Euskaltzaindia en el ámbito de la recopilación y estandarización en euskera de los nombres de persona cuenta desde la semana pasada con una aportación de significada importancia. Se trata del renovado nomenclátor que ha sido presentado dentro de las Jornadas Internacionales de Onomástica que la Real Academia de la Lengua Vasca celebró en Vitoria-Gasteiz los pasados días 13 y 14, y es el fruto de una intensa y extensa actividad académica por parte de la Comisión de Onomástica.
El anterior nomenclátor impreso data del año 2001, y fue publicado conjuntamente por la Real Academia de la Lengua Vasca y el Departamento de Justicia, Empleo y Asuntos Sociales del Gobierno vasco. El renovado que acaba de presentarse viene a completar notablemente aquel, incluyendo nuevos nombres que la Academia ha ido certificando estos últimos años, ampliando en gran número los nombres diminutivo y otorgando una categoría específica a aquellos nombres que, como Amets, Amaiur y otros muchos, desde el punto de vista lingüístico son igualmente utilizables para ambos sexos.
La realidad lingüística del euskera es que los nombres de persona pueden clasificarse en dos grandes grupos: los que tienen implícitamente marca de género y los que carecen de ella. A su vez, los portadores de dicha marca pueden ser exclusivamente femeninos o masculinos. La distinción entre ambos está ligada a una larga tradición social y cultural. Tales nombres cuentan con una trayectoria histórica concreta en el desarrollo de la sociedad vasca que puede remontarse incluso a la Edad Media (Anderezu, Usoa, Eneko, Hobeko etc). Además, están los nombres de tradición judeo-cristiana, principalmente del santoral, cuyo uso se hizo hegemónico a partir del Concilio de Trento, en el siglo XVI, para la inscripción de los recién nacidos en los libros de bautismo. La obligada distinción de sexo era también en aquel tiempo reflejo del pensamiento y de la visión de la sociedad.
Más cerca en el tiempo está la propuesta para un santoral vasco que formularon Sabino Arana y Koldo Eleizalde hace poco más de un siglo. Su nomenclátor se fundamentaba en criterios lingüísticos muy discutibles, pero es indudable el arraigo y uso popular que han conseguido nombres como Iñaki, Joseba, Edurne y Miren, entre otros. Y otros creados más tarde, pero siguiendo esa misma vía, como Oihane, por ejemplo.
Después de la creación de Euskaltzaindia en 1918-1919, será cuando esta institución académica, mediado el siglo XX, propicie y ampare el desarrollo de los nombres de persona en euskera. El primer paso fue la obra del académico Aingeru Irigarai en 1966 donde se alumbraron nombres femeninos como Ainhoa, Aitziber e Idoia. Posteriormente, es crucial el nomenclátor del académico José María Satrustegi, publicado en 1972 y reeditado en 1977 y 1983. Muchos nombres de persona, tanto masculinos como femeninos, aparecieron entonces. Es el caso de Hegoi y Amalur, ligados a la mitología vasca; o también nombres con origen en nombres de lugar, tales como Irati o Nagore. Igualmente se valió Satrustegi de nombres extraídos del léxico común, como Ibai. En consecuencia, esos nombres de persona y otros de esa misma época han ido asentándose en el uso de la sociedad vasca, y forman parte de la identidad de miles de ciudadanos y ciudadanas vascas, de modo que en estas décadas se ha consolidado una tradición de uso de cierta solidez.
Prohibición Una característica común a todos estos nombres de persona es que se dividen claramente por el género, y son de uso exclusivo para hombre o para mujer. De igual modo sucede con los de nuevo cuño de la segunda mitad del siglo XX. Hay que tener en cuenta que la ley del Registro Civil de 1957 prohibía expresamente todos los nombres que pudieran inducir a error en cuanto al sexo. Por tanto, era obligatoria la adscripción exclusiva a uno u otro género. El último nomenclátor que había publicado Euskaltzaindia hasta hoy, el de 2001, junto al Departamento de Justicia, también debía respetar el principio de la distinción de sexo.
Sin embargo, es una realidad lingüística -y hoy también social- que en euskera existen los nombres de persona válidos indistintamente para ambos sexos. Y estos conforman el otro gran grupo de nombres, que son, precisamente, los que la Real Academia de la Lengua Vasca incluye en el nomenclátor que acaba de presentar y publicar on line. Muchos de esos nombres provienen del léxico común del euskera. Por ejemplo, Amets o Bihotz. Y, como es sabido, una característica propia de la lengua vasca es que carece de género gramatical. Por esa razón, no son propiamente nombres masculinos ni femeninos, y, si se hace uso de ellos como nombres de persona, son igualmente válidos para hombre y para mujer. Otra importante fuente para este tipo de nombres neutros es la toponimia. Los nombres de lugar tampoco son por sí mismos masculinos o femeninos, y, aplicados a los nombres de persona, también son utilizables para los dos sexos. Ejemplos conocidos, entre otros muchos, son Amaiur y Joar. El primero una localidad navarra y el segundo una montaña alavesa.
Es cierto que la mencionada ley del Registro Civil de 1957 ha sido sustituida por la que fue aprobada el año 2011. En este nuevo texto legal se suprime el apartado que se refiere a la prohibición de nombres que induzcan a error en cuanto al sexo, pero dicha ley todavía no ha entrado en vigor en su totalidad. En concreto, se viene retrasando la derogación de dicha prohibición. Esta es la situación actual. En principio, el gobierno ha postergado su entrada en vigor hasta junio del 2020. Por otro lado, es sabido, que el ámbito competencial y de actividad académica de Euskaltzaindia abarca el conjunto del País Vasco, también la vertiente septentrional de los Pirineos. Cabe decir que la legislación del Estado francés no recoge tal prohibición en la elección de nombre desde la última década del siglo XX.
Mientras tanto, se constata mediante los datos del Instituto Nacional de Estadística, el Eustat o el Instituto de Estadística de Navarra que hay un uso real de los nombres neutros, e incluso se percibe una demanda creciente. Sabemos que no son pocos los padres y madres que dirigen sus consultas al Servicio de Onomástica de Euskaltzaindia preguntando sobre este tipo de nombres, ya que unos desean ponérselo al hijo y otros a la hija. Asimismo, se reciben desde los Registros Civiles consultas sobre nombres concretos, como paso previo a la admisión del nombre solicitado. La Real Academia de la Lengua Vasca es receptora de esas consultas puesto que es institución consultiva oficial de las Administraciones también en esa materia.
Sin embargo, Euskaltzaindia no puede extender esos certificados que a veces se les exigen a los padres y madres en los Registros Civiles sin alterar la lógica propia de la lengua vasca. Por ello, en enero de 2018 la Academia envió un escrito al entonces ministro de Justicia en el que le trasladaba esa procupación y se solicitaba que el Ministerio emitiera las instrucciones pertinentes, a fin de procurar una aplicación más flexible de la normativa vigente. La Real Academia de la Lengua Vasca aprovechó la ocasión para ofrecerle su colaboración en el estudio conjunto de ese problema y en la búsqueda de las vías más adecuadas para conseguir una solución satisfactoria. Por el momento, dicho escrito no ha tenido contestación por parte del ministerio.
Entre tanto, a Euskaltzaindia le compete continuar con su labor académica en la estandarización de los nombres de persona. Tal es su tarea y obligación, en cuanto es una institución académica al servicio de la sociedad. Debe velar por la corrección lingüística de todos los nombres de persona, bien sean femeninos, masculinos o neutros.
Ofrecer opciones Por su parte, compete al ámbito jurídico adecuar la legislación a la realidad social. Euskaltzaindia no prohíbe el uso de ningún nombre, y nunca lo ha hecho. Evidentemente no es ese su ámbito de competencia. Al contrario, desde el principio de su actividad en este tema, la Real Academia de la Lengua Vasca siempre ha tenido como objetivo ofrecer el mayor número posible de opciones en euskera para los nombres de persona. Es decir, con un criterio claramente acrecentador del número de posibilidades de elección de nombres, y de ninguna manera restrictivo. Por ello, en la nueva categoría de nombres neutros o mixtos tienen cabida inicialmente cerca de quinientos, pero en absoluto es una lista cerrada, sino permanentemente abierta y dinámica. Los sistemas de denominación no son ni pueden ser estáticos y cerrados. Al contrario, han sido históricamente, son y serán sistemas creativos y variables, al compás de los gustos estéticos y sensibilidades de cada época. Esa es una razón fundamental para que el nuevo nomenclátor no se haya publicado como libro sino on-line, en la web de Euskaltzaindia, como herramienta en continua actualización. Como consecuencia, veremos crecer paulatinamente y de forma notable la categoría de los nombres neutros, y se irá equiparando en número a las otras dos categorías del nomenclátor.
Al tiempo que la Academia ha incluido la categoría de los nombres neutros, ha comenzado asimismo a extender certificados, dirigidos tanto a los Registros Civiles que lo solicitan como a particulares que así lo demandan, en los que dictamina el carácter neutro de determinados nombres. Utiliza como fundamento probatorio el Corpus Onomástico Vasco y el Diccionario General Vasco, según provengan los nombres de topónimos o de vocablos de la lengua vasca. Y se dice expresamente en el certificado que, como nombre de persona, es utilizable igualmente para ambos sexos.
Sin duda, el uso de los nombres de lugar y de los vocablos del léxico común como nombres de persona puede contribuir a enriquecer de forma casi inagotable el número de nombres de persona, y, además, desde el punto de vista de la igualdad de género. En esto será determinante el uso o desuso que haga la propiedad sociedad vasca porque, como hemos dicho, los sistemas de denominación están siempre abiertos y sujetos a cambio, y la libertad de elección de nombre reside en las personas. La Real Academia de la Lengua Vasca, mientras tanto, continuará con su labor lingüística, asesorando y aconsejando acerca de las formas correctas de los nombres en lengua vasca, y ampliando el catálogo de nombres, a modo de propuesta para padres y madres y la sociedad en su conjunto.
También sindicalista y vasquista, El comandante Jesús Larrañaga fue uno de los comunistas más célebres en los primeros años del franquismo antes de morir en el paredón .
Un reportaje de Iban Gorriti
El comandante Jesús Larrañaga, conocido como Goierri, está considerado como el dirigente comunista de Gipuzkoa más conocido de todos los tiempos. El paredón puso fin a su lucha en vida hace 77 años. Entre sus continuos avatares, formó parte de otro episodio trágico desconocido. Según él mismo relataba, el final de la guerra le cogió en Alicante donde se amontonaron los derrotados. Consultado al respecto, el escritor Miguel Usabiaga explica a DEIA los pormenores de aquel episodio. “Se vivió una situación dramática. Se registraron 136 suicidios entre republicanos. Solo uno fue comunista, según especificó el propio Larrañaga al PCE. Tras ser detenido, fue llevado al campo de prisioneros de Albatera [municipio valenciano], con 25.000 presos”, señala el hijo de los también históricos comunistas guipuzcoanos Marcelo Usabiaga y Bittori Bárcena.
Larrañaga fue cambiando sus ideales desde niño hasta llegar a ser un referente revolucionario. Nacido el 17 de abril de 1901 en Urretxu, era hijo de contratista de obras y de planchadora, descendiente del héroe de Trafalgar, el almirante Cosme Damián Churruca. Fue el tercero de cuatro hermanos.
Mudados a Beasain, los hermanos mayores -influenciados por la madre, muy religiosa- fueron jesuitas que marcharon de misioneros. Murieron jóvenes. Jesús también inició el camino religioso. Ingresó en el Colegio Apostólico de Javier, en Nafarroa. Tras tres cursos, hizo uno de seminario y otro en la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantabria.
Sin embargo, “motivado por su rebeldía, abandonó los estudios religiosos”, explica Usabiaga. Aún así, en Beasain se afilia a Juventud Vasca-Euzko Gaztedia. “El vasquismo sentimental de su madre, en el que ha sido formado, le orienta. Le influyen las ideas de la insurrección irlandesa contra la corona británica de 1916, y se alinea con el grupo de Gudari, sección izquierdista en el nacionalismo vasco”, agrega.
En 1923 acudió a un congreso de la Juventud Vasca en Bilbao que acentúa su izquierdismo. Contactó con comunistas e ingresó en el sindicato nacionalista y católico SOV (antecesor de ELA-STV). Fue despedido de una empresa por llevar a cabo una huelga y decidió irse a Boucau, en Iparralde. “Boucau es un soviet, de hegemonía comunista. Ese ambiente precipita un cambio radical en Jesús durante el año y medio que vive allí”. Tras irse el padre de casa y su madre ponerse a trabajar en el Hotel María Cristina, Jesús se afincó en la capital guipuzcoana.
Influido por su experiencia en Boucau, ingresó en la Federación Vasco Navarra del PCE. Su prestigio en las luchas obreras de la ciudad crece. Fue el comunista más célebre del momento. Fueron frecuentes las detenciones, también de Larrañaga, dando con sus huesos en la cárcel de Ondarreta. Frecuentó el periódico Euskadi Roja “donde conoció a mi padre, el joven Marcelo Usabiaga, a quien tomó cariño y le llamó El Estudiante”, explica el escritor.
Tras producirse el golpe de Estado y Larrañaga, respetado por obreros y campesinos, fue nombrado comisario de Guerra de la Junta de Defensa de Donostia y de Gipuzkoa. A Larrañaga le encargaron encargarse del batallón MAOC-1, del que fue comandante. A partir de entonces el grupo fue bautizado como Batallón Larrañaga y posteriormente fue nombrado comisario general de todo el Ejército del Norte.
Detenido en Lisboa Tras la derrota en Asturias, marchó a Valencia donde intervinó en el Comité Central del PCE. “Explicó ante el buró político del Partido Comunista las causas de la derrota en el Norte, ante el que hizo autocrítica”, precisa el escritor que, a renglón seguido, añade que fue detenido al final de la guerra en Valencia e ingresó preso en el campo de concentración de Albatera. Mantuvo secreta su identidad y se fugó del campo llegando a Francia, a Boucau y París. Envió a toda la familia a la URSS, mientras que él marchó a la República Dominicana y a Cuba para unirse a la dirección del partido en el exilio.
Desde Cuba, partió a Lisboa como puente para llegar a España con la misión de introducir un grupo dirigente para reorganizar el Partido Comunista en la clandestinidad. Allí fueron detenidos y entregados. En el juicio, el grupo de siete persona fue condenado a muerte, uno evitó el paredón, el resto no. Sus compañeros de Porlier le despidieron cantando La Internacional desde sus celdas.
Larrañaga y sus cinco camaradas fueron fusilados el 21 de enero de 1942 en el cementerio del Este, en Madrid. “Siempre prefirió la primera línea, la más expuesta, una vida marcada por la valentía y la entrega a la causa”, concluye Usabiaga.
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