Red Álava, sobiersolidaridad y espionaje

Cuatro mujeres pusieron en marcha en 1937 el servicio de información que lideró Luis Álava y que recopiló valiosa información para el Gobierno vasco en el exilio. La toma de París por los nazis desencadenó la caída de la Red Álava.

Un reportaje de Iñaki Goiogana

EN junio de 1940, cuando las tropas alemanas entraron en París, no solo cayó Francia en manos nazis. A la vez que se entregaba una de las dos potencias democráticas -la otra era el Reino Unido-, el Gobierno vasco se vio obligado a cerrar su sede parisina y a huir. En esta fuga precipitada se cometieron numerosos errores, pero ninguno como el abandono en la misma Delegación del archivo del organismo vasco. El archivo, para más inri, se abandonó además perfectamente embalado y con el contenido inventariado. Los policías nazis alemanes y falangistas españoles que entraron en la Delegación vasca y se encontraron con semejante regalo debieron pensar que su buena suerte no tenía fin.

Tere Verdes, Itziar Mugika, Bittori Etxeberria y Delia Lauroba conformaron la base de la Red Álava.
Tere Verdes, Itziar Mugika, Bittori Etxeberria y Delia Lauroba conformaron la base de la Red Álava.

En este depósito de documentación, en la primera caja, se encontraba la correspondencia del lehendakari José Antonio Aguirre con José María Lasarte, diputado guipuzcoano y responsable de Villa Mimosas, nombre del chalé bayonés donde se hallaban radicados los Servicios Vascos de Información y Propaganda, denominados también los Servicios. Así mismo, entre esta copiosa correspondencia entre Mimosas y la Delegación parisina se hallaban numerosos informes de inteligencia obtenidos y redactados por estos mismos Servicios. Fruto de este descuido y de las facilidades dadas por los alemanes para incautarse de la sede vasca en París, la policía franquista pudo hacerse con gran parte de lo logrado en materia de inteligencia por los vascos desde el inicio de la guerra.

De entre los papeles hallados en la sede vasca de París destacaba sin duda un informe titulado Servicio Interior y fechado el 15 de marzo de 1939. Se trataba de un escrito donde se detallaban las labores realizadas por los Servicios desde mediados de 1937 hasta la fecha de redacción del informe. En él se relataban minuciosamente los trabajos realizados y, lo que era peor, la estructura interna y los agentes que lo formaban con suficientes datos como para que la policía los pudiera reconocer y detener sin mayor dificultad. Una verdadera confesión, tan verdadera como exacta.

No por ello se dio prisa la policía española en deshacer la organización. Las detenciones, en número de 28, no se efectuaron hasta los días 2 y 3 de enero de 1941. Eso sí, cuando se produjeron cayó toda la red, la que con el tiempo se conocería como la Red Álava, denominada con este nombre por el apellido de su máximo responsable, el gasteiztarra Luis Álava Sautu. Pero, si bien Luis Álava fue su jefe, la red había sido obra de cuatro mujeres; Bittori Etxeberria, Itziar Mujika, Delia Lauroba y Tere Verdes.

Bittori Etxeberria, baztandarra de Elizondo, implicada durante los años republicanos en todas las actividades nacionalistas de su localidad y que iniciada la guerra fue por ello deportada, fue la primera en decir que sí a la petición que José Mari Lasarte le hizo para colaborar con los Servicios. Corría el mes de septiembre de 1937, semanas antes el Ejército vasco se había rendido en Santoña y el Gobierno vasco carecía de noticias de cómo había sido el denominado Pacto de Santoña, no había comunicación entre los dirigentes que se hallaban presos y los que se encontraban en el exilio y corrían insistentes rumores sobre los juicios a los que estaban siendo sometidos los prisioneros. Al Gobierno vasco le urgía contactar con las cárceles para preparar una acción de defensa de los gudaris presos y que estaban siendo condenados a muerte.

Los contactos Bittori Etxeberria, como baztandarra tenía medios para cruzar la muga, como lo había hecho desde que volviera del destierro poniendo a salvo a numerosos perseguidos poniéndolos a salvo, y presentarse en Villa Mimosas. En la sede de los Servicios, Lasarte le habló de Itziar Mujika, donostiarra, antigua militante de Emakume Abertzale Batza con hermanos encarcelados y en el exilio, pariente de los hermanos Agesta, miembros a su vez de los Servicios vascos. Itziar había tenido algún contacto con Villa Mimosas en su sede aprovechando sus visitas a Iparralde por motivos laborales. Itziar era sombrerera y cruzaba la muga con su pasaporte en regla para acercarse a clientes y tiendas de la Costa Vasca peninsular.

A su vez, Itziar conocía a Delia Lauroba, también donostiarra y también con familiares presos. En su caso el prisionero era su marido Joxe Azurmendi, comandante de gudaris internado en El Dueso, el penal donde se hallaban los directivos vascos encarcelados. Ella fue, en sus visitas a su marido, la que obró la proeza de cruzar el cerco militar y enlazar las cárceles con París. Primero en El Dueso y, más tarde, en Larrinaga, Bilbao, a donde fue trasladado Joxe. Delia no cejó en su labor de visitar las prisiones ni siquiera después de que su marido fuera fusilado en mayo de 1938 como venganza a la gran fuga de la cárcel de San Cristóbal del monte Ezkaba, cerca de Iruñea. Delia comunicó a sus compañeras que su presencia en las cárceles era más necesaria que nunca. Este gesto de entrega no pasó desapercibido para los presos que colaboraron con ella y la red más si cabe que con anterioridad. Este contacto directo de Delia con las cárceles puso a la donostiarra en relación con Tere Verdes, hermana de José Verdes, también preso.

Esta red de cuatro mujeres iniciada como grupo de asistencia a los presos -las condiciones carcelarias de por sí malas se habían convertido en insufribles por el hacinamiento, la falta de comida y las carencias higiénicas y a ellas y a numerosas más hermanas, novias, mujeres o madres correspondió llevarles ropa limpia, alimentos o medicinas-, bien pronto, como queda dicho, adoptó también el papel de correo. En esta labor, la información que se intercambiaba iba desde la correspondencia entre los presos y el interior hasta el cambio de información entre los dirigentes pasando por noticias procesales de los internos. Poner en conocimiento del Gobierno vasco sentencias de pena de muerte u otras informaciones de interés y que el ejecutivo vasco pudiera hacer llegar a instancias internacionales con garantías de verosimilitud podían hacer que estas autoridades internacionales intercedieran ante Franco y se salvaran vidas humanas en juego.

Esta red hizo bastante más que asistir a los presos. El Gobierno vasco en el exilio, expulsado de su territorio pero no por ello desplazado de sus funciones, necesitaba hacerse valer ante las autoridades republicanas y extranjeras. Ante las primeras mientras duró la guerra y ante las segundas también cuando la guerra civil concluyó y la España de Franco pasó a ser la avanzadilla sur de las potencias del Eje. Villa Mimosas solicitó a la Red Álava que informara también sobre aspectos sociales, económicos, militares y de otra índole que sirvieran a las potencias democráticas. De esta manera el Gobierno vasco llegó a colaborar con los Servicios Secretos franceses a la vez que debilitaba a Franco.

Tal vez esto explique la redacción del informe hallado en París y otro que también se incorporó al sumario que se incoó a los encausados y que trata también de la labor que realizaban los Servicios, pero en su conjunto, los del interior y los radicados en Villa Mimosas. El Gobierno vasco estaba intentando ofrecer sus servicios de inteligencia y propaganda a los ingleses y franceses, pero a otras instancias diferentes a los servicios de espionaje de estos países.

En Nafarroa Curiosamente, el territorio donde más se extendió la red fue en Nafarroa, donde el nacionalismo era más débil y siguiendo con la paradoja en el territorio más abertzale, Bizkaia, la Red tuvo muchas dificultades para extenderse. Por su parte, en Araba su desarrollo fue desigual aunque contó con Luis Álava, responsable máximo de la organización interior y asiduo informador. Gipuzkoa, de donde eran Delia Lauroba y Itziar Mujika dos de las principales miembros de la organización, llegó a contar con una extensa red de informadores y colaboradores, reclutados la mayoría por Itziar Mujika.

Guipuzcoanos eran 9 de los 21 que finalmente fueron procesados. Así, además de Itziar Mujika y Delia Lauroba, pertenecieron a la Red Álava en Gipuzkoa Francisco Lasa Arabaolaza, Iñaki Barriola, Rafael Gómez Jauregi, Celestino Olaizola, Luis Cánovas Luengo, José Etxeberria Artola e Inocencio Tolaretxipi Ikuza. Pequeños industriales, empleados, un médico, un sacerdote…, afiliados o simpatizantes nacionalistas del PNV y de ANV, militantes de ELA… Salvo Barriola, perteneciente a una familia de peso en el PNV anterior a la guerra y que su reclutamiento parece que fue sugerido desde Mimosas y aceptado tras insistirse en ello, el resto fueron captados por Itziar Mujika y Delia Lauroba entre sus conocidos. Informaron, como se ha dicho, sobre las cáceles, pero también sobre movimientos de barcos, de tropas, sobre fortificaciones militares, maniobras militares, armamento, sobre la represión franquista… Mucha de la información que hicieron llegar a Mimosas es consultable en los boletines que los Servicios elaboraban y que se hallan encuadernados en más de 20 volúmenes.

Los 21 procesados por su pertenencia a la red fueron juzgados en dos instancias. En el primer consejo de guerra celebrado el 3 de julio de 1941, 19 de ellos fueron condenados a muerte, uno a 12 años y uno fue absuelto. El disentimiento de la sentencia trajo un nuevo consejo de guerra que se celebró el 18 de septiembre de 1942. En la sentencia del juicio la pena de muerte se reservó para Luis Álava, siendo el resto condenados a 30 años seis de los encausados, a 25 años siete de los encausados, y los seis restantes fueron condenados a 20 años de cárcel. La condena a muerte de Luis Álava se consumó en Madrid el 6 de mayo de 1943.

Los condenados a penas de prisión fueron abandonando las cárceles a partir de 1944, cuando Franco sintió la necesidad de vaciar los presidios ante la segura victoria aliada en la II Guerra Mundial.

Afortunadamente, la Red Álava ha tenido quien escriba su historia. Historiadores como Juan Carlos Jiménez de Aberasturi, Josu Chueca, Fernando Mikelarena o periodistas como Eugenio Ibarzabal han escrito ampliamente sobre la Red Álava, Iñaki Barriola nos dejó un libro sobre los años vividos en la cárcel. Sin embargo, quedaban elementos tan importantes en esta historia como conocer la literalidad del informe del Servicio Interior o la totalidad del sumario incoado para el procesamiento de los encausados. Esto y mucho más se puede ver en la exposición que abierta en el Centro Cultural Aiete de Donostia desde el pasado día 6 y hasta el 26 y en un libro de próxima aparición que incluirá biografías de todos los miembros de la Red Álava además de otros artículos relacionados con la historia de la Red Álava.

Es de justicia y de reconocimiento traer la memoria exacta de aquellas mujeres y hombres que poniendo en juego sus vidas -a Luis Álava se la arrebataron y a otros les salvó la campana- y su libertad -todos ellos padecieron años de prisión- lo dieron todo para que pudiéramos disfrutar algún día la libertad.

El lehendakari Aguirre nunca comió un flan tan sabroso

Fallece Garbiñe Pérez Larrea a los 85 años, viuda de Santiago Aznar, el hijo del Consejero de Industria del primer Gobierno de Aguirre en el 36. Su hijo Xanti escribe una semblanza de su Ama.

Un reportaje de Xanti Aznar Pérez

Quisiera deshacerme de esto que llevo dentro”. Garbiñe musitaba en voz baja estas palabras. Sabía que su final estaba cerca. Quizás se refería a todas las calamidades que la acompañaron en una travesía triste en aquellos, sus primeros años de vida.

Garbiñe todavía no había cumplido los cuatro años cuando en 1937 junto a sus aitas Antonio Pérez y Antonia Larrea y su hermanita mayor Maitena comenzaron un forzoso éxodo. Huían de las tropas de Franco que habían dinamitado a un gobierno legalmente establecido y sometieron a la población civil a brutales bombardeos y a la metralla, con un ejército fuertemente apertrechado.

Apesadumbrados, toda la familia inició una penosa evacuación. Afortunadamente y gracias a la bondadosa ayuda de un empresario nacionalista vasco se refugiaron en un anexo de una casita cerca del faro de Biarritz. Parecía que la suerte soplaba a su favor, porque Antonia estaba embarazada y próxima a dar a luz pero repentinamente Maitena falleció. Antonia dio a luz a Andoni en un formidable Hospital La Roseraie, en Bidart, que el Gobierno vasco había reformado, y que anteriormente era un hermoso y señorial casino. Lo dirigió profesionalmente el Dr. Gonzalo de Aranguren, bilbaino.

De izquierda a derecha, Karmele, Itxaso, Garbiñe Pérez de Aznar, Iñaki, con Ingrid, y en sus brazos, Ainhoa; Xanti, Maite, Garbine y Ainara.
De izquierda a derecha, Karmele, Itxaso, Garbiñe Pérez de Aznar, Iñaki, con Ingrid, y en sus brazos, Ainhoa; Xanti, Maite, Garbine y Ainara.

A finales de junio de 1940 las tropas nazis invaden la costa vasca. Nuevamente el matrimonio, Garbiñe y el pequeño Andoni logran con mucha fortuna embarcar en Bordeaux hacia donde fuese. Después de navegar por el Caribe finalmente el vapor atraca en el puerto de La Guaira, Venezuela.

La próspera Venezuela Para la época Venezuela, a pesar de los vaivenes políticos, fue convirtiéndose en un país moderno y próspero gracias al petróleo. La familia Pérez Larrea se acomoda en una zona modesta y colonial de aquella Caracas antañona con clima primaveral. Antonia, la ama de Garbiñe felizmente da a luz a la primera de la familia en nacer en tierras venezolanas. La llamó Edurne. Todos sus hijos tenían nombres en euskera. Entretanto su marido Antonio tenía bastante trabajo como plomero y mejoraba económicamente, en aquel entonces pujante país que generosamente acogió a miles de refugiados vascos.

La diáspora vasca comienza a tener su vida social en un pintoresco Centro Vasco, ubicado en las esquinas de Truco a Balconcito. Una aciaga tarde Antonio sufre una opresión en el pecho, le irradiaba a la mandíbula. El doctor Bilbao lo lleva a casa y dice: “Es un infarto muy fuerte, no hay nada que hacer”. A las pocas horas fallece. Garbiñe, Andoni y Edurne quedan huérfanos de padre y Antonia demasiado afligida cae enferma de tuberculosis y la internan en el modernísimo hospital antituberculoso El Algodonal. Garbiñe forzosamente debe olvidarse de que era una niña, convertirse en mujer y encargarse del cuidado de sus pequeños hermanos. De Perogrullo, no lo hizo sola. La diáspora vasco-venezolana era enormemente solidaria en esa época. Al cabo de dos años entre la vida y la muerte Antonia sobrevivió a pesar de que le habían extirpado un pulmón.

En poco tiempo volvió a sus quehaceres de vendedora de ropa y logró levantar a los tres hijos con un tesón extraordinario. Garbiñe hermosísima levantaba admiración en todos los jóvenes del Centro Vasco. Estudió secretariado comercial en una buena academia que existía en Caracas. Un espigado Santiago Aznar Aguirre, hijo de Santiago Aznar Sarachaga, exconsejero del Gobierno del lehendakari Aguirre, fue el afortunado, se hicieron novios. No tardaron mucho tiempo en casarse. Al cabo de un año el matrimonio tuvo a su primera hija, Miren Garbiñe. Corría el año de 1953. Luego tuvieron seis hijos más: Xanti Andoni, Itziar Maitena, Miren Ainara, Itxaso, Iñaki Aitor y la séptima Miren Karmele. Séptima porque siete fue su número predilecto.

Garbiñe sentía una especial devoción por el cuidado de los niños. Su pediatra fue el ilustrísimo padre de la pediatría en Venezuela el médico caroreño Pastor Oropeza y su enfermera la negra Encarnación. Ellos hicieron de Garbiñe una experta en el cuidado de pequeños. Ojo de halcón para visualizar cuándo un niño estaba enfermo y luego cómo tratarlo.

Excelente cocinera También se convirtió en una apasionada y excelente cocinera. Por supuesto su especialidad era la cocina vasca, pero también la comida criolla. Hay una anécdota de cuando el lehendakari José Antonio Aguirre visitó Venezuela. Entre sus actividades asistió a una comida familiar que le ofreció su consejero y amigo Santiago Aznar. En esa cena el postre fue el famoso quesillo venezolano que había cocinado Garbiñe. El lehendakari lo saboreó y al terminar la cena dijo que jamás se había comido un flan tan exquisito. En otra ocasión, ya Garbiñe, más veterana de los fogones acostumbraba a dar cenas en su casa de Los Chorros a los altos directivos de la empresa General Motors que en aquella época era la mayor empresa del mundo y de la cual su marido Santi era subtesorero.

Los gringos acudían año tras año a aquellas cenas y se hicieron incondicionales seguidores de la cocina vasca. En una ocasión habían servido entre los entrantes una docena de caracoles a la vizcaina, uno de los comensales se levantó para ir al baño y al regresar se encontró con que los compañeros en plan de chanza le habían comido sus caracoles. El tío un corpulento catire no aceptó la broma y se enfadó de tal manera que quería irse a las manos. Los demás compañeros bromeaban y se reían hasta que finalmente lograron calmarlo. La guasa estuvo a punto de causar una verdadera trifulca.

Garbiñe tuvo además catorce nietos todos venezolanos y seis biznietos de los cuales uno nació en Venezuela, dos nacidos en Euzkadi, uno en Canadá y dos en Italia. Entre sus hijos y nietos hay de todas las profesiones. Ingenieros, abogados, un aviador, un experto en mercadeo y otras profesiones. Estudió euskera en los euskaltegis de AEK de Irun y Astigarraga hasta sus últimos meses de vida porque consideraba que era parte fundamental de su vida ciudadana y que el dictador Franco le había quitado.

Sus últimos años decidió vivirlos en su tierra natal Euzkadi pero con una dolorosa espina clavada en su corazón, ver sumida a Venezuela en una espantosa crisis económica, moral y política, producto del saqueo y la corrupción más grande de toda su historia republicana.

Fallece Paul Laxalt, el amigo vasco de Reagan

Fallece a los 96 años Paul Laxalt, el vascoamericano que más alto llegó en la política de Estados Unidos: gobernador de Nevada, presidente del Partido Republicano y jefe de la campaña que aupó a Ronald Reagan a la Casa Blanca

Un reportaje de Carlos C. Borra

DE los campos de Zuberoa hasta lo más alto de la política norteamericana, la historia de los Laxalt ejemplifica a la perfección el sueño americano desde que el matrimonio formado por Dominique Laxalt y Therese Alpetxe partió desde Iparralde hasta el Estado de Nevada donde, prácticamente como pioneros del Oeste, hicieron fortuna, él como pastor y después ranchero, y ella como regente de un hotel. Sus hijos pudieron formarse, por tanto, en la universidad y así Paul Laxalt llegó a ser gobernador de Nevada entre 1967 y 1971, senador republicano de 1975 a 1987, presidente de dicho partido, amigo personal, jefe de campaña y principal asesor del presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, e incluso pudo aspirar a la Casa Blanca. Pero “nunca perdió su identidad y su sentimiento de pertenencia a Euskadi”, recordó ayer el lehendakari José Antonio Ardanza de quien fue su principal anfitrión en una histórica visita a Estados Unidos en 1988. Paul Laxalt falleció por causas naturales el pasado lunes a los 96 años de edad en una residencia de Virginia.

El lehendakari Ardanza entrega una makila a Reagan en su visita a la Casa Blanca en 1988, en presencia de Cenarrusa y Laxalt.Foto: DEIA
El lehendakari Ardanza entrega una makila a Reagan en su visita a la Casa Blanca en 1988, en presencia de Cenarrusa y Laxalt.Foto: DEIA

Nacido en 1922 en Carson City, capital de Nevada, prestó servicio en el ejército como sanitario en el Pacífico Sur. Licenciado en Derecho en 1949, llegó a ejercer como abogado, aunque pronto se centró en la política cuando fue elegido gobernador de Nevada. Su vida pública estuvo marcada a fuego por su estrecha relación con Ronald Reagan, que se forjó cuando ambos eran gobernadores de Estados vecinos, California en el caso del actor retirado. “Eran amigos íntimos desde siempre, Reagan les visitaba los fines de semana en la cabaña que los Laxalt tenían en la montaña”, explicaba a DEIA el director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Xabier Irujo.

Su trayectoria posterior incluye ser designado jefe de campaña de Reagan en las presidenciales de 1976 y 1980 y ejercer como su principal asesor durante sus mandatos (entre 1981 y 1989). “Si Ronald Reagan necesitaba un consejo sincero, acudía a Paul”, apuntaba ayer un antiguo senador. Laxalt lideró en 1978 la resistencia a los intentos de devolver el Canal de Panamá a dicho país centroamericano, un conflicto en el que, a diferencia de muchos de sus aliados, mostró empatía con el sentimiento de opresión de los panameños y no arremetió contra ellos de forma personal. “¿Cómo podría, siendo vascofrancés?”, dijo al respecto en una entrevista concedida en 2006.

Destaca especialmente el papel que desempeñó en el conflicto que estalló en Filipinas, país al que viajó en 1985, después de que el presidente Ferdinand Marcos se rebelara contra el resultado de las elecciones que perdió frente a Corazon Aquino. “Evitamos una guerra civil con solo una llamada de teléfono”, explicó Paul Laxalt en referencia a la conversación que mantuvo con Marcos en 1986, en la que le convenció de abandonar el país. De no haber accedido a ello, “una gran cantidad de filipinos habrían muerto en Manila ese día”, agregó.

En la Casa Blanca Otro ejemplo de lo apegado que estaba a sus orígenes en Iparralde se encuentra en su participación en la visita que el lehendakari Ardanza cursó a Estados Unidos en marzo de 1988, donde se entrevistó con Ronald Reagan en la Casa Blanca. “El presidente ha estado rodeado de vascos”, declaró entonces Laxalt al diario El País. El propio Ardanza recordó ayer en declaraciones a DEIA la fuerte oposición del Gobierno español de Felipe González a que se celebrara dicho encuentro, un rechazo que el propio Laxalt se sacudió afirmando que “lo que diga el Gobierno español y la embajada española nos trae sin cuidado, quiero que mi presidente nacional vasco y que el presidente de Estados Unidos se conozcan, se saluden y se vean”, según Ardanza. “Siempre tuvo una conciencia muy clara de su doble condición de norteamericano y de originario de Iparralde”, insistió el lehendakari, y desde esa posición fue “un gran aliado”.

El historiador Xabier Irujo aportó que Laxart se dedicó más a la política de Estados Unidos que a la vasca pero “estuvo muy cerca de personas implicadas en los procesos de pacificación en Euskadi” como Pete Cenarrusa y Bill Douglas. Resaltó su presencia en la visita que el lehendakari Ibarretxe cursó a su país en 2006, año en que ETA declaró una tregua.

Si Paul se dedicó a la política, su hermano Robert, candidato al Pulitzer, sobresalió en el ámbito cultural como autor del clásico Sweet promised land, en el que narraba de forma novelada la historia de su familia.

Fortunato Aguirre, Mola y el taxista Arza

El 18 de julio se han cumplido 82 años del golpe de estado de 1936 y del día que detuvieron al alcalde de Lizarra por informar a la República de la inminente sublevación militar

Un reportaje de Iban Gorriti

ESTE pasado miércoles se cumplieron 82 años del golpe de estado que militares españoles urdieron contra la legítima Segunda República en 1936. Esta sublevación se truncó porque los demócratas reaccionaron y se alinearon enfrente de los Mola, Franco, Queipo de Llano… y estalló la guerra. Aquel luctuoso 18 de julio fue también el día en el que los facciosos arrestaron al alcalde de Lizarra, Fortunato Aguirre, del PNV. Tan solo dos meses después, fusilarían en Tajonar a quien había sido cofundador del club de fútbol Osasuna y de la ikastola de Estella, así como miembro del Napar Buru Batzar jeltzale.

Aguirre, con el Cuerpo de Policía Municipal de Estella. Foto: Familia de Fortunato Aguirre
Aguirre, con el Cuerpo de Policía Municipal de Estella. Foto: Familia de Fortunato Aguirre

Los golpistas detuvieron a Fortunato Aguirre Luquin porque el alcalde había advertido al gobierno republicano de que el gobernador militar de Navarra, el general Mola, tramaba junto a otros relevantes mandos castrenses un golpe de Estado. Custodiaba esa información de primera mano y otras que hicieron enervar a los antidemócratas.

Pero, ¿quién fue la persona que pasó información tan detallada a Fortunato Aguirre, natural de Arellano de 43 años? Consultada al respecto, su hija Mirentxu aporta ocho décadas después que la familia estima que fue labor de un taxista. “Sí, un taxista. Mi madre era quien nos contaba todo. Date cuenta de que mi hermana gemela y yo nacimos en noviembre de 1936, solo dos meses después de que fusilaran a mi padre, y no guardamos recuerdo alguno. Ella siempre pensó que fue un taxista, un tal Arza… y también un militar que no era de ellos”, aporta Mirentxu a DEIA.

Según el testimonio materno heredado por estas hermanas de 81 años, el taxista comunicaba al alcalde lo que escuchaba en los traslados de los mandos. “Claro, llevaba a los jefazos que se reunían en Iratxe….”, agrega la hija de Fortunato Aguirre. Y por otro lado, el militar de ideología republicana llegó a detallar al regidor una importante información. “Le contó que Mola y sus compañeros estaban acumulando armas que no eran para el ejército, sino que para dar un golpe de Estado”.

Así, la madre de Mirentxu y su padre político, Gonzalo Aristizabal Eraso, supieron que el día de su ejecución tres personas le trasladaron hasta Tajonar con una parada en Zirauki, donde le subieron a otro vehículo. A continuación, un sacerdote le confesó. “Ahora se cumplen 58 años de cuando recuperamos los restos de nuestro padre y los llevamos al panteón familiar de Estella”, relata y se emociona al evocar dónde estaban los restos. “Estaban en un campo y como sabíamos dónde le hacíamos una tumba con piedras y el del tractor nos lo respetaba. En Estella ya descansó”.

La familia conserva cartas que un “vaticanista” Fortunato Aguirre remitió desde la prisión al obispo Marcelino Olaechea (1935-1946), a quien conocía por el sacramento de Confirmación que se oficiaba también en Lizarra. “Olaechea le respondió a una carta, y otra persona a una segunda”. De nada sirvieron sus palabras. “Al parecer, argumentó a la familia que había tenido mucho miedo al bando de Mola y no se atrevió a decir ni mu. Que luego supo que Mola mató a media Navarra”, apostilla Mirentxu.

Sin embargo, su justificación caía en saco roto al saberse que el 23 de agosto de 1937, Olaechea apoyó a los golpistas convocando una “solemne procesión de rogativa” a la Virgen del Rosario en la que pidió “limosnas para quienes combatían por la causa de Dios y por España, porque no es una guerra, es una Cruzada, y la Iglesia no puede menos que poner cuanto tiene en favor de sus cruzados”. ​El alcalde murió asesinado con su traje gris y gabardina, meses después de comunicar al Gobierno de la República las andanzas de Mola, e incluso de que en el monasterio de Iranzu habían escondido un arsenal de armas. Asimismo, relató que se llevaban a cabo reuniones entre los conspiradores.

apresado y fusilado Fortunato tuvo conocimiento de la reunión que, el 16 de julio de 1936, tuvo lugar en el monasterio de Iratxe entre el general cubano y el general Batet, general republicano en jefe de la VI División Orgánica de Burgos, por iniciativa de este último, en la que trató de averiguar si Mola estaba implicado en la conspiración que se estaba preparando e incluso le pidió su palabra de honor de que no iba a sublevarse. No fue así.

Aguirre llegaría a hablar por teléfono con el presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga, quien le ordenó que no hiciese nada. El día del golpe de Estado, Aguirre fue apresado por los sublevados, conducido hasta las cercanías de Iruñea y asesinado el 29 de septiembre de 1936 en Tajonar. Los fascistas registraron en sus documentos que Fortunato “fue hallado por un testigo que lo conocía, en estado de cadáver víctima al parecer de la lucha contra el marxismo”.

La familia le recuerda a día de hoy con el máximo cariño en estas fechas. “Le tenemos endiosado. Fue una buena persona, pero tuvimos nuestros complejos de niñas porque éramos hijas de ‘cocón’, es decir, de una mala persona porque era separatista y nos lo decían. Mi hermano José Miguel tuvo más complejo porque le llegaban a insultar. Tuvimos, eso sí, la suerte de que nuestra familia nos acogió muy bien, que no era lo normal entonces, por los casos que hemos conocido”.

Los fascistas fusilaron al devoto católico el día de San Miguel y estando su esposa embarazada. “Fuimos hijas póstumas y a las dos nos llamaron igual, pero al revés. A mí, María Miguela, es decir, Miren Mikele, Mirentxu; y a mi hermana Miguela María, esto es, Mikele Miren, Mikele, lo que nos ha creado numeras confusiones. Pero el asesinato de aita no fue lo único malo que ocurrió en la familia. Mi abuelo perdió a su yerno e hijos que tuvieron que exiliarse primero en Francia y luego en Venezuela. Una gran pena”, finaliza.

El inquietante grafiti ‘Katalina’

Un equipo de la UPV/EHU de Gasteiz ve un halo de misterio en una inscripción con nombre de mujer hallada en un nido de ametralladoras de los fortines de Ketura, en Araba.

Un reportaje de Iban Gorriti

los fortines de Ketura, en el municipio alavés de Zigoitia, forman parte de la primera línea de defensa republicana del sector de Ubidea en el frente del territorio de la guerra de 1936 en Euskadi. Un estudio arqueológico integral de la UPV/EHU destaca dos nidos de ametralladoras por la gran cantidad de grafitis de guerra que contienen y, entre todos ellos, hay uno que llama de manera especial la atención de los arqueólogos. “Hay un nombre que todavía permanece bajo un halo de misterio y es Katalina”, valora el historiador Josu Santamarina (Urrunaga, 1993), uno de los investigadores del equipo que culminó el estudio durante el año pasado.

Antes de entrar en materia sobre el enigma, es decir, sobre las hipótesis a cerca de quién fue esa mujer, los investigadores recuerdan que milicianos socialistas del Euzkadi’ko Gudarostea (Ejército de Euzkadi) dejaron decenas de inscripciones en el cemento fresco a modo de testimonio o “ego-documento” en este lugar. Pertenecían al Batallón 5º de la UGT Madrid. A pesar del nombre de su unidad, el grupo se creó en la Margen Izquierda de Bizkaia. Lo denominaron así como homenaje a la lucha republicana en la ciudad española.

En días en los que se consolidaba la resistencia republicana -un integrante del batallón firmó sobre el cemento el 10 de marzo de 1937- tras la ofensiva de Villarreal (Legutio), el fortín quedó decorado de grafitis. “La investigación partía de un estudio que apele a los sujetos, voces perfiladas en el cemento y partiendo de una perspectiva de género. Es decir, abandonando la idea de partida de que Katalina fuera una novia de, una hija de, una madre de…”, dice Santamarina.

En el origen, la premisas de investigación no recogían la posibilidad de hallar un nombre de mujer en primera línea. Y lo argumentan detallando que, tras el periodo republicano en el que las mujeres lucharon por tener voz en el espacio público, la guerra supuso una “vuelta al orden” patriarcal, es decir, los hombres en el frente y las mujeres en la retaguardia, según un estudio de Trullén.

A juicio de este equipo de arqueólogos, no solo fue así en la España golpista. “Si bien al principio del conflicto muchas mujeres combatieron en las trincheras republicanas de diversos frentes, pronto se tomaron medidas para prohibir o limitar su participación en este ámbito”, mantienen basando su discurso en trabajos firmados por Nash o Cenarro.

El equipo trató de dar con la identidad de Katalina consultando las nóminas del batallón vasco llamado Madrid. “No aparece ninguna Katalina en las nóminas del batallón. No aparece ninguna Katalina en los partes de operaciones republicanos ni en ningún otro documento consultado”, concluyeron.

Un vecino de la zona que hace frontera entre Bizkaia y Araba sí recordaba cómo su abuela comentaba que hubo mujeres asturianas combatiendo en la zona, “pero tampoco aseguró que este dato pudiese ser cierto”, contraponen.

Por ello, y en consonancia con la invisibilización histórica de las mujeres, Katalina sigue siendo un misterio. “A pesar de ello, su posición central en el campo epigráfico, casi envolviendo un lateral de la hoz y el martillo, parece indicar su importancia política. En cualquier caso, por el momento, no se disponen de más datos”, lamentan los firmantes del trabajo titulado Grafitis de guerra. Un estudio arqueológico de los fortines republicanos de Ketura (Araba), es decir, Josu Santamarina, Xabier Herrero, Pedro Rodríguez y José M. Señorán.

los grabados En este fortín -muy cercano al Museo de Alfarería Vasca de Elosu- los grabados de la guerra de 1936 se concentran en la superficie exterior de la cubierta. La mayor parte del campo epigráfico se sitúa en la mitad sur de la misma, precisamente en la parte del nido que presenta una altura menor y que, por lo tanto, ofrece unas condiciones “más cómodas” de acceso.

A primera vista y antes de iniciar el estudio arqueológico completo, se apreciaban ya algunas inscripciones: unos pocos nombres propios -Pablo Mendieta, José Luis Garai, capitán R. Alvar, Fidel Fernand o capitán Álvarez-, el nombre del batallón, la fecha y una hoz y un martillo de grandes dimensiones en una posición central. “Sin embargo, hasta que no se realizaron labores de registro nocturno con iluminación artificial y fotogrametría digital, no pudimos ver claramente otras marcas”, especifican.

Estos grafitis o inscripciones entre los que se encuentra Katalina se hicieron sobre cemento en esta zona conocida como Los Parapetos. En la parte central aparecen la hoz y el martillo cruzados, de evidente simbología comunista. “El batallón era de UGT, pero los socialistas en aquel tiempo tenían una mejor colaboración que en la actualidad, de hecho, hemos comprobado que muchos de aquellos milicianos socialistas del Batallón Madrid acabaron siendo comunistas”, analiza Santamarina. Pero, ¿quién fue Katalina? “Ojalá -concluye Santamarina- alguien supiera algo sobre ello. Ojalá hubiera alguna persona que todavía pudiera decirnos si sabe algo sobre ella o aquellas inscripciones”.