Cuatro mujeres pusieron en marcha en 1937 el servicio de información que lideró Luis Álava y que recopiló valiosa información para el Gobierno vasco en el exilio. La toma de París por los nazis desencadenó la caída de la Red Álava.
Un reportaje de Iñaki Goiogana
EN junio de 1940, cuando las tropas alemanas entraron en París, no solo cayó Francia en manos nazis. A la vez que se entregaba una de las dos potencias democráticas -la otra era el Reino Unido-, el Gobierno vasco se vio obligado a cerrar su sede parisina y a huir. En esta fuga precipitada se cometieron numerosos errores, pero ninguno como el abandono en la misma Delegación del archivo del organismo vasco. El archivo, para más inri, se abandonó además perfectamente embalado y con el contenido inventariado. Los policías nazis alemanes y falangistas españoles que entraron en la Delegación vasca y se encontraron con semejante regalo debieron pensar que su buena suerte no tenía fin.
En este depósito de documentación, en la primera caja, se encontraba la correspondencia del lehendakari José Antonio Aguirre con José María Lasarte, diputado guipuzcoano y responsable de Villa Mimosas, nombre del chalé bayonés donde se hallaban radicados los Servicios Vascos de Información y Propaganda, denominados también los Servicios. Así mismo, entre esta copiosa correspondencia entre Mimosas y la Delegación parisina se hallaban numerosos informes de inteligencia obtenidos y redactados por estos mismos Servicios. Fruto de este descuido y de las facilidades dadas por los alemanes para incautarse de la sede vasca en París, la policía franquista pudo hacerse con gran parte de lo logrado en materia de inteligencia por los vascos desde el inicio de la guerra.
De entre los papeles hallados en la sede vasca de París destacaba sin duda un informe titulado Servicio Interior y fechado el 15 de marzo de 1939. Se trataba de un escrito donde se detallaban las labores realizadas por los Servicios desde mediados de 1937 hasta la fecha de redacción del informe. En él se relataban minuciosamente los trabajos realizados y, lo que era peor, la estructura interna y los agentes que lo formaban con suficientes datos como para que la policía los pudiera reconocer y detener sin mayor dificultad. Una verdadera confesión, tan verdadera como exacta.
No por ello se dio prisa la policía española en deshacer la organización. Las detenciones, en número de 28, no se efectuaron hasta los días 2 y 3 de enero de 1941. Eso sí, cuando se produjeron cayó toda la red, la que con el tiempo se conocería como la Red Álava, denominada con este nombre por el apellido de su máximo responsable, el gasteiztarra Luis Álava Sautu. Pero, si bien Luis Álava fue su jefe, la red había sido obra de cuatro mujeres; Bittori Etxeberria, Itziar Mujika, Delia Lauroba y Tere Verdes.
Bittori Etxeberria, baztandarra de Elizondo, implicada durante los años republicanos en todas las actividades nacionalistas de su localidad y que iniciada la guerra fue por ello deportada, fue la primera en decir que sí a la petición que José Mari Lasarte le hizo para colaborar con los Servicios. Corría el mes de septiembre de 1937, semanas antes el Ejército vasco se había rendido en Santoña y el Gobierno vasco carecía de noticias de cómo había sido el denominado Pacto de Santoña, no había comunicación entre los dirigentes que se hallaban presos y los que se encontraban en el exilio y corrían insistentes rumores sobre los juicios a los que estaban siendo sometidos los prisioneros. Al Gobierno vasco le urgía contactar con las cárceles para preparar una acción de defensa de los gudaris presos y que estaban siendo condenados a muerte.
Los contactos Bittori Etxeberria, como baztandarra tenía medios para cruzar la muga, como lo había hecho desde que volviera del destierro poniendo a salvo a numerosos perseguidos poniéndolos a salvo, y presentarse en Villa Mimosas. En la sede de los Servicios, Lasarte le habló de Itziar Mujika, donostiarra, antigua militante de Emakume Abertzale Batza con hermanos encarcelados y en el exilio, pariente de los hermanos Agesta, miembros a su vez de los Servicios vascos. Itziar había tenido algún contacto con Villa Mimosas en su sede aprovechando sus visitas a Iparralde por motivos laborales. Itziar era sombrerera y cruzaba la muga con su pasaporte en regla para acercarse a clientes y tiendas de la Costa Vasca peninsular.
A su vez, Itziar conocía a Delia Lauroba, también donostiarra y también con familiares presos. En su caso el prisionero era su marido Joxe Azurmendi, comandante de gudaris internado en El Dueso, el penal donde se hallaban los directivos vascos encarcelados. Ella fue, en sus visitas a su marido, la que obró la proeza de cruzar el cerco militar y enlazar las cárceles con París. Primero en El Dueso y, más tarde, en Larrinaga, Bilbao, a donde fue trasladado Joxe. Delia no cejó en su labor de visitar las prisiones ni siquiera después de que su marido fuera fusilado en mayo de 1938 como venganza a la gran fuga de la cárcel de San Cristóbal del monte Ezkaba, cerca de Iruñea. Delia comunicó a sus compañeras que su presencia en las cárceles era más necesaria que nunca. Este gesto de entrega no pasó desapercibido para los presos que colaboraron con ella y la red más si cabe que con anterioridad. Este contacto directo de Delia con las cárceles puso a la donostiarra en relación con Tere Verdes, hermana de José Verdes, también preso.
Esta red de cuatro mujeres iniciada como grupo de asistencia a los presos -las condiciones carcelarias de por sí malas se habían convertido en insufribles por el hacinamiento, la falta de comida y las carencias higiénicas y a ellas y a numerosas más hermanas, novias, mujeres o madres correspondió llevarles ropa limpia, alimentos o medicinas-, bien pronto, como queda dicho, adoptó también el papel de correo. En esta labor, la información que se intercambiaba iba desde la correspondencia entre los presos y el interior hasta el cambio de información entre los dirigentes pasando por noticias procesales de los internos. Poner en conocimiento del Gobierno vasco sentencias de pena de muerte u otras informaciones de interés y que el ejecutivo vasco pudiera hacer llegar a instancias internacionales con garantías de verosimilitud podían hacer que estas autoridades internacionales intercedieran ante Franco y se salvaran vidas humanas en juego.
Esta red hizo bastante más que asistir a los presos. El Gobierno vasco en el exilio, expulsado de su territorio pero no por ello desplazado de sus funciones, necesitaba hacerse valer ante las autoridades republicanas y extranjeras. Ante las primeras mientras duró la guerra y ante las segundas también cuando la guerra civil concluyó y la España de Franco pasó a ser la avanzadilla sur de las potencias del Eje. Villa Mimosas solicitó a la Red Álava que informara también sobre aspectos sociales, económicos, militares y de otra índole que sirvieran a las potencias democráticas. De esta manera el Gobierno vasco llegó a colaborar con los Servicios Secretos franceses a la vez que debilitaba a Franco.
Tal vez esto explique la redacción del informe hallado en París y otro que también se incorporó al sumario que se incoó a los encausados y que trata también de la labor que realizaban los Servicios, pero en su conjunto, los del interior y los radicados en Villa Mimosas. El Gobierno vasco estaba intentando ofrecer sus servicios de inteligencia y propaganda a los ingleses y franceses, pero a otras instancias diferentes a los servicios de espionaje de estos países.
En Nafarroa Curiosamente, el territorio donde más se extendió la red fue en Nafarroa, donde el nacionalismo era más débil y siguiendo con la paradoja en el territorio más abertzale, Bizkaia, la Red tuvo muchas dificultades para extenderse. Por su parte, en Araba su desarrollo fue desigual aunque contó con Luis Álava, responsable máximo de la organización interior y asiduo informador. Gipuzkoa, de donde eran Delia Lauroba y Itziar Mujika dos de las principales miembros de la organización, llegó a contar con una extensa red de informadores y colaboradores, reclutados la mayoría por Itziar Mujika.
Guipuzcoanos eran 9 de los 21 que finalmente fueron procesados. Así, además de Itziar Mujika y Delia Lauroba, pertenecieron a la Red Álava en Gipuzkoa Francisco Lasa Arabaolaza, Iñaki Barriola, Rafael Gómez Jauregi, Celestino Olaizola, Luis Cánovas Luengo, José Etxeberria Artola e Inocencio Tolaretxipi Ikuza. Pequeños industriales, empleados, un médico, un sacerdote…, afiliados o simpatizantes nacionalistas del PNV y de ANV, militantes de ELA… Salvo Barriola, perteneciente a una familia de peso en el PNV anterior a la guerra y que su reclutamiento parece que fue sugerido desde Mimosas y aceptado tras insistirse en ello, el resto fueron captados por Itziar Mujika y Delia Lauroba entre sus conocidos. Informaron, como se ha dicho, sobre las cáceles, pero también sobre movimientos de barcos, de tropas, sobre fortificaciones militares, maniobras militares, armamento, sobre la represión franquista… Mucha de la información que hicieron llegar a Mimosas es consultable en los boletines que los Servicios elaboraban y que se hallan encuadernados en más de 20 volúmenes.
Los 21 procesados por su pertenencia a la red fueron juzgados en dos instancias. En el primer consejo de guerra celebrado el 3 de julio de 1941, 19 de ellos fueron condenados a muerte, uno a 12 años y uno fue absuelto. El disentimiento de la sentencia trajo un nuevo consejo de guerra que se celebró el 18 de septiembre de 1942. En la sentencia del juicio la pena de muerte se reservó para Luis Álava, siendo el resto condenados a 30 años seis de los encausados, a 25 años siete de los encausados, y los seis restantes fueron condenados a 20 años de cárcel. La condena a muerte de Luis Álava se consumó en Madrid el 6 de mayo de 1943.
Los condenados a penas de prisión fueron abandonando las cárceles a partir de 1944, cuando Franco sintió la necesidad de vaciar los presidios ante la segura victoria aliada en la II Guerra Mundial.
Afortunadamente, la Red Álava ha tenido quien escriba su historia. Historiadores como Juan Carlos Jiménez de Aberasturi, Josu Chueca, Fernando Mikelarena o periodistas como Eugenio Ibarzabal han escrito ampliamente sobre la Red Álava, Iñaki Barriola nos dejó un libro sobre los años vividos en la cárcel. Sin embargo, quedaban elementos tan importantes en esta historia como conocer la literalidad del informe del Servicio Interior o la totalidad del sumario incoado para el procesamiento de los encausados. Esto y mucho más se puede ver en la exposición que abierta en el Centro Cultural Aiete de Donostia desde el pasado día 6 y hasta el 26 y en un libro de próxima aparición que incluirá biografías de todos los miembros de la Red Álava además de otros artículos relacionados con la historia de la Red Álava.
Es de justicia y de reconocimiento traer la memoria exacta de aquellas mujeres y hombres que poniendo en juego sus vidas -a Luis Álava se la arrebataron y a otros les salvó la campana- y su libertad -todos ellos padecieron años de prisión- lo dieron todo para que pudiéramos disfrutar algún día la libertad.