Unamuno, nacionalista vasco, «casi, casi»

Miguel de Unamuno ha sido retratado como un antinacionalista vasco furibundo, pero la historia cuenta que respetaba a Sabino Arana y que, en una entrevista en plena Guerra Civil, afirmó sentirse “casi, casi” nacionalista

Un reportaje de Xabier Ormaetxea

POCAS figuras vascas tan queridas, admiradas y controvertidas como la del bilbaíno Miguel de Unamuno; escritor, poeta, filósofo, y sobre todo pensador, un genio sin lugar a dudas, genio ambivalente en el que podemos encontrar todo y lo contrario de todo, capaz de declararse razonadamente no creyente un día, y de declararse creyente con una hondura y brillantez admirable al siguiente.

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Miguel de Unamuno

 

Sobre Don Miguel, se han escrito y se seguirán escribiendo no cientos, sino miles de estudios y semblanzas; su figura está llena de matices, de contrastes, y de sorpresas. Flaco favor le hacen todos aquellos que han tratado de adueñarse de su figura, que no han sido pocos, algunos incluso tratando de usarle como arma partidista contemporánea, a menudo como paladín del “antinacionalismo vasco”. Hasta hemos llegado a leer acusaciones con poco fundamento de que el nacionalismo vasco, que siempre ha tratado la figura de Unamuno con discrepancia pero con respeto y cariño, era contrario a que Bilbao y Euskadi reconociesen su figura; nada más lejos de la realidad que incluso, y como veremos más adelante, el propio Unamuno reconocería en vida.

En su libro Recuerdos de niñez y mocedad (1908) Don Miguel nos relata el trauma que para muchos jóvenes de su generación supuso la abolición de los fueros en 1876; y nos cuenta cómo él, junto con un amigo, enviaron una pueril carta amenazadora a Alfonso XII increpándole por haber firmado la abolición foral, y cómo paseaban por el muelle de Ripa disertando de los males de Euskal Herria, criticando la cobardía presente, y haciendo planes “para cuando Bizkaia fuera independiente”. En esa misma obra, cita en varias ocasiones a Sabino Arana y lo hace con respeto, incluso alabando el correcto uso que hace del castellano cuando escribe, y explicando que en ese mismo ambiente general que él vivió en su juventud, se formó el espíritu de Sabino.

Discurso de 1901 Alguien en Bilbao tuvo la feliz idea de invitar a Unamuno a pronunciar el discurso de los Juegos Florales celebrados ese año, tal vez desconociendo que el invitado no sentía ninguna simpatía por ese tipo de certámenes. El discurso del ya entonces rector de la Universidad de Salamanca fue una auténtica bomba: “Eres un pueblo que te vas; (…) estorbas a la vida de la universal sociedad, debes irte, debes morir, transmitiendo la vida al pueblo que te sujeta y te invade.” “(…) esa lengua que hablas, pueblo vasco, ese euskera desaparece contigo; no importa porque como tú debe desaparecer; apresúrate a darle muerte y enterrarle con honra, y habla en español”. No contento con esas afirmaciones, tuvo el feo gesto de dirigirse muy groseramente a la señorita que encarnaba la reina de los juegos. La reacción de los bilbaínos no se hizo esperar y las protestas y condenas más atronadoras llenaron las calles y periódicos de la villa, parecería que en este ambiente la reacción más radical debería de haber correspondido a Sabino Arana y, sin embargo, no fue así. Sabino Arana, reconoció y demostró conocer bien a Miguel de Unamuno y en un artículo publicado en la revista Euzkadi, no exento de exquisita ironía, se refiere a Don Miguel como “filósofo literato conocido por sus excéntricas genialidades, y por lo inconstante y variable de su criterio” y, a continuación, se dirige al público en general para decir que “no siente lo que dijo” y que lo contrario a lo que dijo entonces, pudo bien decirlo al día siguiente y de hecho ya lo ha dicho en alguna ocasión. Sabino expresa conocer a Unamuno de largo y achacó todo el escándalo y las palabras de Unamuno al mero interés práctico del escritor que con ello pretendía ganarse simpatías en la Corte.

Al hilo de ese escándalo, existe una carta fechada en agosto de 1901 en la que Sabino Arana le responde a su amigo y médico de Mundaka, José de Arriandiaga. En dicha carta Sabino es muy duro con Unamuno, y sin embargo, en un momento de dicha carta escribe textualmente “por Unamuno siento, sin explicarme el por qué, una estimación particular”. Creo que esa frase resume perfectamente lo que sentían Sabino y Unamuno el uno por el otro.

Epílogo a las obras de José Rizal En 1907 se publicaron las obras completas de José Rizal, apóstol de la independencia filipina, y para la edición de la obra se encargó el epílogo a Miguel de Unamuno. Este glosa magníficamente la figura de Rizal y, en medio, en el capítulo III de su epílogo dedicado al idioma tagalo, recuerda la figura de Sabino Arana. Lo más interesante de la cita, no es el respeto y cariño que demuestra hacia Sabino, sino que aún hoy, más de un siglo después, pueden considerarse las más bellas palabras escritas sobre Sabino Arana Goiri, superando a los de innumerables nacionalistas vascos que han escrito sobre la figura del maestro de Abando. Aunque esos párrafos son archiconocidos conviene recordarlos:

“En esta poesía mecí yo los ensueños de mi adolescencia, y en ella los meció aquel hombre singular, todo poeta, que se llamó Sabino Arana, y para el cual no ha llegado aún la hora del completo reconocimiento. En Madrid, ese hórrido Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó a broma o a rabia, se le desdeñó sin conocerle o se le insultó. Ninguno de los desdichados folicularios que sobre él escribieron algo conocía su obra, y menos su espíritu.”

Once décadas después, los desdichados folicularios a que se refería Don Miguel siguen escribiendo desde la ignorancia, la incomprensión y a veces la maldad. No es raro encontrárselos a menudo en periódicos, revistas, universidades e incluso, últimamente, en alguna granja.

Carta al escritor Alfonso Reyes En 1918 el escritor mexicano Alfonso Reyes le pidió a Unamuno que le orientase sobre cómo estudiar el fenómeno nacionalista vasco. Nuestro personaje, que se definió en la carta a sí mismo como “ulsteriano o unionista”, le fue dando detalles sobre qué obras y personas consultar y, no contento con eso, en un alarde de exageración no exento de cierto egocentrismo, reconoce que conoció y trató bastante a Sabino Arana, y le describe a Reyes que él ha estado implicado en el movimiento nacionalista vasco en el que ha influido, y en cuyas filas “se me respeta y aun algo más”; no satisfecho con semejante exageración, fue un paso más allá y no le dolieron prendas al escribir que “lo más de su bagaje ideológico se lo di yo a Sabino, y mi conferencia sobre la agonía del vascuence fue capital.”

No cabe duda de que el propio Don Miguel se reiría hoy socarronamente de su exageración, tratando de aparecer como el niño del bautizo, la novia de la boda y el muerto del entierro, pero, aun destacando la escasa credibilidad de lo que escribe sobre su protagonismo y aportación ideológica al nacionalismo vasco, es de reseñar que se sentía “respetado, y aun algo más” por el nacionalismo vasco.

Interpretaremos desde la moderación que ese “algo más” era la profunda admiración que el intelectual nacionalista Jesús de Sarria y sus compañeros de la revista Hermes le profesaban, y que se evidencia en la abundante correspondencia que mantuvieron con él entre 1916 y 1922.

1936, entrevista en su arresto El inicial apoyo de Unamuno a la sublevación de Franco (lo que le costó seguramente no alcanzar el premio Nobel, pese a haber sido nombrado doctor honoris causa por Oxford en febrero de 1936), se convirtió en pocos meses en un auténtico espanto y horror ante las barbaridades y crímenes del bando sublevado.

Él, que había preconizado una dictadura inteligente, se encontró con una carnicería en la que tullidos físicos y mentales como Millán Astray sembraban de muerte y represión el país y fusilaban a intelectuales y amigos de Unamuno. El enfrentamiento y valiente discurso del rector de Salamanca en octubre del 36 contra aquellos que entraron pistola en mano gritando “Viva la muerte” , y en el que manifestó su orgullo de ser vasco, le valió un arresto domiciliario del que nunca más saldría con vida.

Quince días antes de su muerte, le visitó en su casa un periodista vasco, según nos relata un artículo publicado en la revista Alderdi en 1965 por Fernando Etxekoarena. El periodista se encontró a un Unamuno deprimido, horrorizado por lo que estaba ocurriendo y que definía a la bandera rojigualda de bando nacional como representativa del “pus y la sangre”, “un día saldré y en medio de la Plaza Mayor llamaré asesinos a Franco y sus secuaces”. Don Miguel tenía la premonición de que de aquel arresto solo saldría muerto y sentía dolor y espanto ante los crímenes indiscriminados de ambos bandos contendientes. Pero, en medio de aquella diatriba desesperada añadió: “De todos estos crímenes solo se salvaban los vascos. Yo que me he pasado la vida combatiendo el nacionalismo…”. El entrevistador le interrumpió para preguntarle: “¿Se siente Vd. nacionalista?”, a lo que nuestro Don Miguel contestó “ Sí… casi, casi, puedo decir que me siento nacionalista vasco”.

El entrevistador se lamentó después de haberle hecho aquella pregunta interrumpiendo la alocución de Unamuno, y creyó fue esa interrupción lo que obligó a Unamuno a colocar el “casi, casi” en su respuesta. Etxekoarena acabará su artículo con este epítome: “Quince días antes de su muerte, rodeado de horrores, se sentía nacionalista vasco, se enorgullecía de la caballerosidad del combatiente vasco, del gudari, en aquella guerra de pus y sangre”.

Puentes de Bilbao

La historia de Bilbao se ha escrito en torno al Ibaizabal y a los puentes que han unido su pasado con su presente

Un reportaje de Jabier Aspuru

CADA ciudad tiene su evolución que depende de muchas circunstancias, algunas impredecibles. En el caso de Bilbao se puede asegurar que su transformación ha girado en torno a la vía fluvial que se introduce desde el mar hasta San Antón, la ría de Bilbao. Es sorprendente la extraordinaria transformación que ha sufrido Bilbao en los últimos años, pasando de ser una decadente ciudad industrial gris y oscura a una flamante y moderna ciudad multifuncional y de servicios. La imagen de la transformación ha girado una vez más en torno a la ría en un tramo que va hasta la futura isla de Zorrotzaurre que dará continuidad y evolución al cambio. Entretanto, se ha desmantelado la actividad industrial y portuaria que se realizaba en dicho tramo.

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La transformación de este tramo tiene su reflejo en el surgimiento de varios puentes y pasarelas que se han construido en los últimos 50 años: la pasarela peatonal de Uribitarte Zubi Zuri, el puente viaducto de La Salve, la pasarela peatonal de la Universidad de Deusto, el puente viaducto-peatonal de Euskalduna, y el último de Frank Ghery que comunicará con la isla de Zorrotzaurre una vez abierto el canal de Deusto. A estos puentes elevados habría que añadir los puentes subterráneos de tráfico de pasajeros que ha supuesto la implantación del Metro de Bilbao y que atraviesa la Ría en dos tramos, uno en el Arenal y el otro en Deusto. Durante esta transformación de la ciudad han tomado parte alguno de los arquitectos más vanguardistas del mundo.

Esta transformación de Bilbao no es nueva y durante el siglo XIX la ciudad también se transformó pivotando sobre la ría, lo que se vio reflejado en la construcción y remodelación de numerosos puentes en el tramo cabecero de esta.

Bilbao siempre ha sido una ciudad vanguardista y sus arquitectos, extraordinarios. Además, durante el siglo XIX la mayoría de los puentes los diseñaron ingenieros-arquitectos vascos, que siempre tuvieron una notabilísima reputación. En Bizkaia se construyeron dos de los primeros puentes colgantes que se realizaron en Europa de manos del arquitecto bermeano Antonio de Goikoetxea. El primero, el de Burtzeña, de 65 metros de luz, siguiendo la técnica americana e inglesa de los cables de cadenas, se terminó en 1822, dos años después del Union Bridge de Samuel Brown entre Inglaterra y Escocia de 137 metros, que fue el primero de Europa.

La popular canción del puente colgante se refiere a un segundo puente colgante construido por el mismo Antonio Goikoetxea en 1828 para comunicar la plaza Vieja o del Mercado con el desaparecido convento de San Francisco. El autor de la canción fue el alcalde de Vitoria, señor Ciórraga, canción en principio burlesca que los gasteiztarras endilgaban a los bilbotarras cuando venían a las fiestas de la villa. Este puente colgante de San Francisco se construyó con cadenas y en 1852 se cambió su sujeción por cables con la colaboración del ingeniero Félix Uhagón. Otro ingeniero hijo del anterior Sabino Goikoetxea llegó a construir otro puente colgante en 1869 a la altura de la calle Bailén, el puente de Los Fueros, construido por la anteiglesia de Abando para esquivar los peajes que la villa de Bilbao, cobraba por el uso del de El Arenal. Este puente es uno de los pocos desaparecidos y no reconstruidos de los que han existido en Bilbao.

LAS GUERRAS DEL XIX El siglo XIX fue muy convulso y abundaron los conflictos bélicos. Empezó con la guerra con los franceses y siguió con las sucesivas guerras carlistas en la que Bilbao era un bastión imprescindible para todos los contendientes, además se mezclaban los conflictos internos de las sucesivas anexiones de las anteiglesias de Abando, Begoña y Deusto por parte de la villa de Bilbao que vivía encorsetada entre los viejos muelles de San Antón, el Arenal y el actual casco histórico. Incluso hubo un proyecto de construcción de un puerto alternativo de La Paz por parte de la anteiglesia de Abando que dio lugar a la rebelión llamada Zamacolada. Durante estos conflictos dos emblemáticos y sobresalientes edificios religiosos fueron destruidos, entre otros, en Bilbao, una pérdida de patrimonio histórico irreparable. Uno, el templo de San Francisco, único de estilo gótico y arabesco que existía en Bilbao y que llegó a poseer la torre más esbelta y alta de la villa, además de la bóveda con mayor capacidad de todas las de Bizkaia. El templo fue ocupado por la tropas napoleónicas en 1808 y convertido en cuartel. También durante la primera guerra carlista se utilizó como cuartel y su deterioro y estado ruinoso llevó a un decreto de derribo en 1856. Sobre sus ruinas y con los materiales del derribo se construyó un cuartel militar que posteriormente fue bombardeado durante el sitio de Bilbao de 1874.

El otro templo que se destruyó durante la primera contienda carlista de 1836 fue el de San Agustín situado en terreno común a la anteiglesia de Begoña y a la villa de Bilbao. Justo al lado se encontraba la torre de Quintana que también se utilizó como guarnición militar. Esta torre se derribó en el año 1895 por orden del arquitecto Basterra, una vez que el nuevo Ayuntamiento ya se había construido sobre las ruinas del convento desaparecido. En aquella época no existía allí ningún puente. Con la construcción del nuevo Ayuntamiento además del edificio de la Aduana llegó la necesidad de un puente en principio reservado sólo a peatones y en esto también se fue innovador, construyendo un puente giratorio obra del arquitecto Antonio Ruiz de Velasco en 1891. En la concesión se permitió el cobro de una tarifa máxima de 50 céntimos por lo que se le conoció popularmente como del perro chico.

Los editores más importantes de la época y que pugnaban por ser los del Señorío de Bizkaia, J. Eustaquio Delmas y Adolfo Depont, añoraban estos edificios desaparecidos en dos magníficas obras que rivalizaron con sus excelentes grabados. Julio Lambla, un francés alsaciano que se afincó en Bilbao, realizó una serie de excelentes grabados sobre el País Vasco que se publicaron en La Revista pintoresca de las provincias Bascongadas de Adolfo Péan en 1844. El proyecto fracasó económicamente en parte por la competencia que le planteó Juan Eustaquio Delmas con El viaje pintoresco por las provincias Vascongadas en 1846.

‘LA CAPILLA’ DE PORTUGALETE Otro extraordinario ingeniero y personaje polifacético fue el donostiarra Pablo de Alzola que llegó a ser alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación Provincial, hombre culto y controvertido que construyó una vanguardista estación de tren a Portugalete a la que se apodó la capilla por su similitud en el diseño y que desgraciadamente desapareció por su deterioro durante la guerra civil. Alzola en 1879 diseñó y construyó el Puente de Hierro que sustituyó a los anteriores de cadenas y de cables de acceso al convento de San Francisco que sufrieron los avatares bélicos y los aguaduchos de la ría. Alzola, un hombre adelantado a su tiempo, dejó escritas varias obras sobre arquitectura y construcción de las que se han hecho sucesivas y recientes ediciones. Colaboró con otro ingeniero municipal, Ernesto Hoffmeyer, en la construcción del nuevo puente de San Antón en 1878, que puso fin al viejo puente situado unos metros más abajo, el más antiguo de la villa y que aparece en el escudo de Bilbao. Este puente sufrió infinidad de inundaciones y reconstrucciones desde la Edad Media y durante varios siglos fue el único puente de Bilbao.

Entre el puente de San Antón y de San Francisco estaba la Plaza Vieja o del Mercado, centro neurálgico de la villa durante varios siglos, lugar donde se ubicaba el viejo Ayuntamiento de la villa y la Casa de Contratación asociada a la actividad comercial del puerto allí ubicado. Hoffmeyer también fue el encargado de construir el puente de la Merced en 1886 en sustitución del viejo puente de madera. Desgraciadamente la última guerra civil lo destruyó sustituyéndolo por otro de muy inferior nivel y calidad.

Pablo de Alzola, Ernesto Hoffmeyer y Severino Achúcarro fueron los ingenieros- arquitectos que diseñaron el ensanche de Bilbao una vez que la villa se expandió, fundamentalmen te, con la llegada del ferrocarril a Abando en 1863. Otro arquitecto extraordinario y de proyección internacional fue Alberto de Palacio de Elissagüe nacido en Sara aunque afincado en Gordexola, autor del famoso puente Bizkaia de Portugalete, actualmente declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, un visionario y en alguna medida utópico merced a su formación entre Barcelona y París donde coincidió con Eiffel.

Autor dual que tan pronto muestra su compromiso con la tecnología en el empleo del hierro y el cristal en el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid, como muestra su lado más academicista en un proyecto que presentó a las autoridades vizcainas y que de haberse llevado a cabo hubiera cambiado el corazón de Bilbao. Se trataba de un descomunal edificio de galerías que cubría toda la ría en un tramo de 200 metros a la altura del teatro Arriaga. Se desechó por motivos económicos y de difícil gestión contra las inundaciones así como porque las respectivas autoridades ya habían construido sus edificios emblemáticos, el nuevo Ayuntamiento y el nuevo palacio de la Diputación.

Por último, el puente del Arenal supuso la unión práctica con la anteiglesia de Abando ya que su funcionalidad se convirtió en imprescindible debido al trasiego creciente de personas y mercancías. Los primeros proyectos en los que estuvo implicado Antonio Goikoetxea datan de 1848. En su origen el puente bautizado de Isabel II tenía unos arcos centrales levadizos para el tráfico fluvial habida cuenta que los muelles llegaban hasta San Antón. Con la llegada del ferrocarril a Abando el tráfico de mercancías y de carruajes se multiplicó, lo que llevó a la necesidad de suprimir el tramo levadizo y la construcción de altuun puente más sólido proyecto que realizó en 1875 Adolfo Ibarreta. No tardó mucho tiempo en quedarse pequeño e insuficiente ya que se convirtió en el puente de mayor tráfico de toda la ciudad debido a la ubicación de las estaciones de Portugalete, Santander y Abando además del tráfico de mercancías hacia los muelles de Uribitarte y alhóndiga municipal lo que llevó a las autoridades a solicitar un proyecto de ampliación en 1894, aprobándose la propuesta del arquitecto municipal Enrique Epalza en 1901.

Entretanto algunos puentes posteriores como el de Deusto y del Ayuntamiento han perdido parte de su encanto y funcionalidad al permanecer siempre cerrados. Con el tiempo y en la medida en que la ciudad se transforma y evoluciona surgirán y se remodelarán nuevos puentes en una ciudad que ha escrito así su historia sobre las aguas de su ría.

El infierno de Saturraran, entre la historia y el cine

La historia oral fue fundamental para reconstruir los horrores vividos en el balneario reconvertido en cárcel en Saturraran y el cine puso imágenes a aquella dramática realidad

Reportaje y fotos de Igor Barrenetxea Marañón

Por mucho que lo queramos imaginar es difícil interiorizar lo que vivieron aquellos hombres y mujeres internados en los campos de concentración y cárceles franquistas durante la guerra y la larga posguerra española. Miles de personas fueron encarceladas a medida que el ejército sublevado iba liberando las distintas regiones de la península, habiéndolo hecho ya en las que triunfó el golpe. Su único delito: haber militado o bien ser familiar de aquellos considerados desafectos al nuevo régimen. En el territorio vasco este proceso se fue dando en fechas tempranas. En Nafarroa y Araba, focos de tradicionalismo, triunfó la sublevación. Unos pocos meses más tarde ocupó Gipuzkoa, el 13 de septiembre de 1936 tomó Donostia y, finalmente, en la campaña del norte, tras los devastadores ataques aéreos sobre Durango y Gernika (ignominia nunca admitida por el régimen franquista) tomó Bizkaia, cayendo Bilbao el 19 de junio de 1937. Los militares adoptaron medidas cuartelarias para imponer el Nuevo Orden. Para llevarlas a efecto detuvieron a miles de personas que acabaron con sus huesos en las prisiones mientras otros miles eran asesinados de forma impune.

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El balneario de Saturraran en sus años de esplendor.

 

El objetivo del régimen no solo era asegurar la retaguardia sino, a la vez, imponer un castigo ejemplar a todos aquellos que no habían simpatizado con sus pretensiones contrarrevolucionarias.

En el País Vasco, se habilitaron sombríos lugares como las prisiones de Ondarreta, en Donostia; Larrinaga, en Bilbao; el chalé de Orue, en Deusto; el convento de las monjas de Nevers, en Durango, y el colegio de El Carmelo, en Amorebieta, entre los más destacados, por cuyas dependencias pasaron miles de hombres y mujeres, acompañadas de sus niños, acusados de diversos delitos políticos. Y, finalmente, en 1938, en el abandonado balneario de Saturraran, situado en la costa guipuzcoana, no lejos de Ondarroa y Mutriku, hasta su cierre definitivo, en la primavera de 1944. Por sus instalaciones pasarían 4.000 mujeres y sus hijos (bebés, niños de distintas edades que no pudieron dejarlos con otros familiares, por estar en prisión o muertos). Fue habilitado como prisión de mujeres aunque no reunía las condiciones para ello. Como rasgo distintivo, la administración principal de la prisión estuvo a cargo de monjas mercedarias, con su correspondiente guardia armada, un capellán y algunos funcionarios.

Poco a poco fueron llegando camiones con cientos de presas procedentes de distintos puntos de la península ibérica, asturianas, castellanas, andaluzas, vascas e, incluso, una americana y dos ciudadanas europeas. La mayoría de ellas eran amas de casa, algunas estudiantes y de profesiones liberales. Pronto iban a sufrir no solo las inefables condiciones de humedad y hacinamiento características de un sobresaturado sistema penitenciario (con capacidad para 700 presas, albergaba 1.500) sino la brutalidad de sus guardianas. En total, en este balance, murieron 177 mujeres y menores (120 y 57 respectivamente), debido a la mala alimentación y a enfermedades consecuencia de las negligentes condiciones de vida.

Falta de atención médica Otro elemento sumamente trágico fue que en Saturraran, aunque no fue un caso único, las monjas se aprovecharon de su posición para negociar con los alimentos de las presas, la codiciada leche para los niños, la carne o el pescado eran bienes de lujo que ellas se encargaban de vender en el mercado negro, de estraperlo, o en el economato, donde las presas debían pagar por sus propios productos. Aquellas adversas condiciones se veían agravadas por la falta de higiene y de una atención médica primaria básica, puesto que no había ningún médico en la prisión (era el de la localidad que asistía a las presas con cierto rechazo), contrayendo enfermedades como meningitis, raquitismo, infecciones intestinales, bronquitis, sarampión, difteria, etc. Únicamente, la ayuda exterior, los paquetes que facilitaban las familias y, también, la solidaridad de los vecinos, los pescadores de Ondarroa o de los caseríos de Mutriku, que se apiadaban de sus terribles condiciones, hicieron posible su supervivencia.

La madre superiora, sor María Aranzazu, adquirió el sobrenombre entre las presas de La Pantera blanca por su crueldad. Las monjas se comportaron, en general, con una actitud despótica y afín a los ideales de desprecio al vencido que propugnaba el régimen. Aunque el recuerdo de las presas sobre ellas era ambivalente, las hubo crueles, otras que fueron sensibles con su sufrimiento y padecimientos, y algunas, finalmente, optaron por renunciar a la vida religiosa, el régimen se sirvió bien de las instituciones religiosas para ayudarle en su política de control social, dentro y fuera de los muros. Después de todo, aparte de tener que redimir sus presuntos pecados y delitos, el bondadoso régimen buscó la manera de redimir a los presos. En unos casos, con los tristemente famosos campos de trabajo para la reducción de penas o la organización de talleres (costura, plancha, etc.). En este nuevo marco político y social, el gran proyecto del franquismo residía en constituir una sociedad libre del pecado y de los presuntos horrores (y errores) del liberalismo y la democracia republicana, para dar pie a un Estado católico y tradicional, con el objetivo de desterrar los males del comunismo. Por eso, con una disciplina férrea y brutal se impuso el catolicismo en las rutinas carcelarias, asistencia obligatoria a misa, cantar los himnos del régimen y tender el brazo en alto… de lo contrario, caían severos castigos, o bien recompensas para quienes se persignaban.

Todo esto también venía destinado a quebrar la voluntad y doblegar a los presos y presas, para convertirlos en una masa obediente y disciplinada (aunque sin acabar nunca de redimir su pecado). Si bien, no lo conseguiría con aquellas mujeres irredentas, políticamente comprometidas, que pugnaron siempre, con valor, por defender su dignidad frente a las humillaciones que les infligieron.

El otro elemento sórdido y vergonzoso fue el rapto de los niños. Siguiendo las directrices del psiquiatra comandante Vallejo Nájera, se buscó la manera de separar a las madres presas de sus hijos, consideradas la estirpe del mal.

Los estudios pseudocientíficos del mencionado psiquiatra fueron realizados a través del Gabinete de Investigaciones Psicológicas. Desde esas teorías se pensaba que la única manera de evitar que los niños sufrieran el contagio del comunismo era apartándolos de su tutela. Para ello se creó el Patronato de San Pablo, que a la larga se iba a encargar de 30.960 niños, que los repartiría entre cerca de 258 instituciones con el fin inocularles el antídoto contra el mal de sus padres: la doctrina cristiana y el patriotismo español. Muchos de ellos perdieron su identidad, se negaron a volver a ver a sus padres o ingresaron en instituciones religiosas queriendo redimir los pecados de sus progenitores. Solo algunos consiguieron reencontrase con sus familias.

Historia oral En 1944, siguiendo la política que ya estaban aplicando en otros penales del territorio peninsular, el destacamento hospicio pasó por Saturraran, llevándose a todos los niños mayores de 3 años. Saturraran, como otros tantos penales provisionales, fue, posteriormente, desmantelado y poco queda de sus instalaciones, salvo una placa conmemorativa. A partir de ahí, es la historia oral la que ha tenido que completar muchas de las lagunas que la documentación no ha recogido, sobre todo, aquellas experiencias personales únicas e intransferibles de las miles de presas.

Además, en esta encomiable labor de reconstrucción del pasado, también ha contribuido el cine con Estrellas que alcanzar (2010), de Mikel Rueda y el documental Prohibido olvidar (2010), de Josu Martínez y Txaber Larreategi.

El primero de los trabajos fue presentado en el Festival de San Sebastián, y fue un sincero intento por parte de su joven director vasco por acercarse a un tema que había estado muy en boga (dando pie a otras películas como El lápiz del carpintero o Las 13 rosas), el valor de la recuperación de la memoria histórica.

Euskadi fue, sin duda, una de las comunidades que más pronto se empeñó en resarcir a los represaliados por el franquismo y compensar a las víctimas tan tristemente olvidadas. No obstante, faltaba en ese encomiable afán, un filme que pudiera recoger desde otro singular punto de vista el gravoso peso del pasado.

Rueda emprendió, con escasos medios, una importante labor. Aunque la reconstrucción del penal, en el largometraje, no acaba de ser fiel del todo a los hechos, en rasgos generales sí es capaz de trasmitir, y ahí radica su relevancia, el sufrimiento, dolor y maltrato recibidos por parte de las presas. Y, en ese otro punto fuerte, recoge la inquebrantable voluntad de muchas de ellas de resistir esta cruda realidad mediante la rebeldía no violenta, como cuando las presas se encierran en el comedor de la prisión con el fin de entregar a una Comisión de la Cruz Roja sus quejas, que desvelan la situación de cruda indefensión que padecen.

Finalmente, el acto será reprimido pero eso no evita apreciar el enorme simbolismo que se traduce en esta lucha cívica por sus derechos y dignidad.

Otro elemento a destacar, un tanto controvertido, es que la historia fuera rodada íntegramente en euskera, lo cual, para algunos críticos, le restaba credibilidad porque era impensable que en aquel contexto se pudiera hablar este idioma. Además, no todas las presas eran vascas. Sin embargo, su licencia nos permite observar, en positivo, que la sociedad actual sí puede reivindicar esos rasgos culturales propios frente a la intolerancia mostrada por el franquismo contra cualquier identidad que no fuera la considerada estrictamente española.

Como complemento a Estrellas que alcanzar, cabe destacar el documental Prohibido olvidar, antes mencionado. Trabajo encomiable que recupera la voz de las víctimas, los traumas vividos, un recorrido intenso y sumamente crucial sobre sus experiencias en aquel infierno de intolerancia, violencia, humillaciones y, sobre todo, miedo y represión. Sus directores logran un destacable equilibrio entre el valor del testimonio y el sentimiento que nos hace recuperar, en primera persona, un capítulo tan oprobioso de lo ocurrido en tierras vascas. Así, el cine nos proporciona, junto a la Historia, un registro de la memoria que nos ayuda a repensar esos acontecimientos, asumirlos, valorarlos y, sobre todo, juzgarlos para que no puedan volver a repetirse.

El proyecto ZIIZ: La recuperación del patrimonio industrial e histórico de Zumaia

El proyecto Zumaiako Industria-ondarearen Informazio Zentroa fue puesto en marcha en 2009 por seis personas

Un reportaje de Pedro Etxabe Etxabe

lA idea de acometer un trabajo de investigación sobre la industrialización de Zumaia surge del proceso que se dio, principalmente en la última parte del pasado siglo, de cierre y demolición de empresas que jugaron un papel clave en la vida de los zumaianos y en la economía del pueblo, sin dejar ningún vestigio de ellas.

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Miembros del equipo del proyecto ZIIZ, ante el edificio de la antigua estación del puerto.

 

En la segunda mitad del siglo XX, en Inglaterra, Estados Unidos y Europa comenzaron a reconocer el valor del patrimonio industrial, como parte de la historia y la cultura de los pueblos. En Zumaia no se atisbaba ninguna sensibilidad al respecto y fueron desapareciendo, algunos elementos emblemáticos del pasado reciente de nuestro pueblo. Por citar un par de ejemplos, la antigua yutera de Arbillaga, “pieza singular de la arquitectura industrial guipuzcoana” que hubiera merecido ser conservada -al menos el voladizo central de la fachada- “con cuya desaparición se mutilaba parte de la memoria del desarrollo industrial del bajo Urola”. Y la grúa de la rampa de Arbustain, todo un icono de la industrialización de Zumaia, que por la desidia de unos, la irresponsabilidad de otros y la falta de sensibilización de la mayoría “se le dejó caer”, a pesar de las advertencias sobre su estado realizadas por algunos vecinos a las autoridades locales.

Primeros pasos Allá por el mes de marzo de 2009, un grupo de seis personas formado por cuatro jubilados, con diferentes experiencias en el mundo industrial y con conocimiento de la industria de Zumaia, un profesor de Historia del Arte de la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU y una licenciada en Historia y Antropología -todos ellos interesados por el tema-, constituyen un equipo de trabajo y ponen en marcha el proyecto denominado Zumaiako Industria-ondarearen Informazio Zentroa-ZIIZ.

El objeto del proyecto es estudiar, recuperar, conservar y difundir el Patrimonio Industrial del pueblo y en función de los resultados que se logren, crear un espacio donde se exponga de manera permanente el pasado industrial de Zumaia, pasado en el que se ha cimentado en buena parte la actual industria zumaiana.

Los primeros pasos se dirigen a la búsqueda de información y documentación. Aunque en un principio se pretende abarcar al sector industrial en su conjunto, se decide acotar el campo de actuación en aquéllas empresas fundadas a partir de mediados del siglo XIX y que ya no existen, pertenecientes a los cuatro sectores que mayor impacto tuvieron en el desarrollo industrial de Zumaia: fabricación de cemento, construcción naval, construcción de motores, y la máquina-herramienta y otras máquinas.

cemento natural o cal hidráulica De los cuatro sectores antes apuntados, el cementero fue el que activó la industrialización de Zumaia. El cemento natural, también conocido como cal hidráulica, constituyó, en la segunda mitad del siglo XIX, el producto estrella del Bajo Urola, dando origen a una potente industria cementera que se instaló en los municipios de Zumaia y Zestoa. Llegó a alcanzar un gran renombre, incluso a nivel internacional, por sus excelentes cualidades, en particular para las obras hidráulicas, siendo conocido como Cemento Zumaya e influyó decisivamente en la mejora de las infraestructuras portuarias de Zumaia, por las necesidades de transporte del cemento fabricado por las empresas.

Las circunstancias geológicas fueron determinantes en el nacimiento de esta industria. La proximidad y accesibilidad de las dos primeras materias necesarias para su producción -la marga o caliza arcillosa de las canteras de Ibañarrieta y el carbón del tipo lignito de las minas del monte Ertxina- en las inmediaciones de Aizarna, fueron las claves.

Corta y Cía., Eusebio Gurruchaga /Sansinenea e Hijos, Olave y Cía. /Olaizola y Cía., Echeverria, Echave y Cía., Uriarte y Zubimendi, Esteban Aranguren y Cía., Alberdi y Cía. y Gurruchaga, López y Cía. fueron los fabricantes del cemento natural del Bajo Urola.

Con el paso de los años, el cemento natural fue cediendo ante la competencia del cemento Portland, siendo la fábrica de Bedua, propiedad de Uriarte, Corta y Zubimendi, S.A., tras la absorción de Corta y Cía. por parte de Uriarte y Zubimendi, la última en cerrar sus puertas el año 1972.

construcción naval La construcción naval de Zumaia, con antecedentes destacados en el siglo XVI, renació al filo de los siglos XIX y XX, con gran efervescencia al final de la Primera Guerra Mmundial, con la construcción de cascos de barcos de madera, en los astilleros de Pedro Alberdi, Francisco Querejeta e Hijos, Astilleros Eraso, Alberdi y Cía., Arrizabalaga y Olasagasti y Galarraga y Urbieta y José María Egaña, entre otros, y cascos de chapa en La Constructora Metálica y Balenciaga, S.A. y es de señalar el proyecto de instalación de un astillero para la construcción de barcos de hormigón armado, por parte de la Sociedad de Construcciones Navales de Hormigón Armado, de Bilbao, que finalmente no llegó a materializarse.

Esta actividad generó a su alrededor una serie de empresas dedicadas al equipamiento y montaje de barcos, desde fabricantes de motores hasta caldererías, carpinterías, talleres eléctricos y de montaje general.

Hoy en día, es Astilleros Balenciaga con sus más de 90 años de existencia -empresa decana de la industria zumaiana- la que mantiene la actividad, ofreciendo no solo el casco, sino barcos completos con todos los componentes e instalaciones, utilizando las tecnologías más avanzadas tanto en los procesos de producción como en el equipamiento de los buques.

La fabricación de motores El paso de la vela a la propulsión mecánica de los barcos supuso un considerable progreso para la navegación, dando origen a una nueva actividad industrial en Zumaia. La fabricación de motores, iniciada a principios del siglo XX, sirvió de base para generar una importante industria mecánica, sobre la que se ha cimentado, en buena parte, el posterior desarrollo industrial y económico de la villa.

Por un lado, las máquinas de vapor, con sus calderas, fueron construidas en los talleres de Eraso y Cía., Balenciaga y Cía., Carmelo Unanue y Balenciaga, S.A. Y casi al mismo tiempo, con la llegada a Zumaia de la familia Yeregui, procedente del barrio Aginaga de Usurbil y perteneciente a una saga de relojeros, comienza la fabricación de motores de explosión, abriendo una nueva brecha industrial que es desarrollada por varias empresas a lo largo del tiempo. Bien como actividad principal como Yeregui y Cía., Yeregui Hermanos, Carmelo Unanue, Talleres Beal, Juaristi y Guascor o transitoriamente como Urpe, Urin, Holke, Satesa, etc. Actualmente, se mantiene la actividad de Guascor, con la marca Dresser-Rand Guascor, propiedad de la compañía alemana Siemens.

La máquína-herramienta y otras máquinas El caldo de cultivo creado por la formación de una “cultura” y un saber hacer mecánicos -sobre todo con la fabricación de motores- propició la aparición de una nueva actividad. La máquina-herramienta llega a Zumaia de la mano de Otto Holke, de nacionalidad alemana, cuando el año 1935 inicia la fabricación de máquinas fresadoras. La empresa de Holke fue considerada por muchos como una buena escuela de aprendizaje, donde se formaron numerosos profesionales mecánicos tanto de Zumaia como de pueblos cercanos que crearon nuevas empresas o llegaron a ocupar puestos de mando en otras.

Tras la guerra del 36, se crearon otras empresas, algunas productoras de máquinas-herramienta, como Julian Eguiguren, Industrias Satesa, Urpe y Aizape, y otras de maquinaria para trabajar la madera -en el caso de Egurko- o de maquinaria para el mercado siderúrgico y fundición -en el caso de Lagun-Artea-, siendo ésta última la que se mantiene en activo.

Difusión de los resultados Por problemas surgidos con el edificio que en principio podría albergar una exposición permanente, antes mencionada, se aparcó el objetivo principal del proyecto y a sugerencia de Pilar Azurmendi, a la sazón Directora del Patrimonio Histórico de la Diputación de Gipuzkoa, a quien queremos mostrar nuestro agradecimiento, se decide realizar un sitio web donde se plasme la memoria industrial de Zumaia, a través de las historias de 40 empresas de los citados sectores. El mes de mayo de 2014 se hizo la presentación del sitio web www.ziiz.eus donde se puede ver de una manera detallada más de 150 años de la industria zumaiana.

La siguiente acción fue la de colocar unos paneles informativos en los núcleos más significativos en los que se asentaron las empresas industriales. Ante la buena acogida de la idea por parte del Ayuntamiento y con su decidido apoyo se procedió a su instalación en marzo de 2015. El pasado mes de noviembre se organizó una exposición sobre la industrialización de Zumaia que tuvo una gran acogida por parte del público, superando los 2.500 visitantes en las dos semanas que duró la misma. Además durante el desarrollo del proyecto se organizaron charlas sectoriales dirigidas al público en general y una más global para estudiantes de una escuela de la localidad.

Defensa y promoción del patrimonio industrial El patrimonio industrial es hoy reconocido como parte de la historia y la cultura de los territorios y se le otorga la consideración de elemento clave de la identidad de aquellos lugares que han conocido procesos de industrialización, observándose un creciente interés por el tema.

Los resultados obtenidos del trabajo realizado por ZIIZ son un aliciente para su difusión y conocimiento público y para preservar y proteger los escasos restos que aún quedan del rico pasado industrial y para que el patrimonio industrial sea incluido en la oferta cultural de Zumaia.

Dos de los elementos que merecen ser conservados son el conjunto de los restos de la fábrica de cemento La Zumayana, de Gurruchaga, López y Cía., que constituye un elemento representativo del sector pionero de la industrialización, ubicado en el barrio de Narrondo. Y el otro es el edificio de la estación del puerto del ferrocarril del Urola, que además de su valor arquitectónico tiene especial significado porque en su entorno estuvo una de los áreas industriales más importantes de Zumaia, del siglo XX.

Recordando el Proceso de Burgos

Los encausados salvaron la vida gracias a que el lehendakari Leizaola y el vicelehendakari Rezola movieron hilos para que la vista fuera pública

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

a Mario Onaindia, uno de los condenados a muerte en el conocido como Juicio de Burgos le conocí en el Parlamento Vasco en 1980. Representaba a Euzkadiko Ezkerra y nos llamaba la atención la obsesión que tenía contra los jesuitas, contra Xabier Arzalluz y contra todo lo religioso en general. No había debate donde no les aludiera como el poder en la sombra de absolutamente todo. Posteriormente, fue senador por Gipuzkoa en las legislaturas de 1993 y 1996 cuando ya su partido se había adscrito al PSE. Escritor y parlamentario, en Madrid caía muy bien su arrepentimiento y sobre todo su beligerancia contra el nacionalismo vasco en el que había militado. La Villa y Corte trata muy bien a los conversos.

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Manifestación en contra del Proceso de Burgos frente a la embajada española en Caracas. El autor del artículo aparece sosteniendo un mástil de la pancarta con el lema ‘Esta es una manifestación pacífica’.

 

Una noche, por coincidir en las Cortes con él, Joxe Joan Gonzalez de Txabarri y yo le invitamos a cenar al hotel Palace. Queríamos hablar de política e informarle de un dato que quizás él no sabía pero que fue fundamental para que salvara su vida y recuerdo de aquella cena el buen apetito que tenía y que no nos rebatiera cuando le dijimos que gracias al lehendakari Leizaola y al vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio Joseba Rezola y a los obispos Argaya y Cirarda estaba cenando allí con nosotros. Tanto meterse con los curas y con el PNV, para eso.

“¿Por qué decís esto?”, nos preguntó. Y le contamos cómo al haber dos sacerdotes encausados, Kalzada y Etxabe, el juicio debería celebrarse a puerta cerrada, por así regularlo el Concordato entre Franco y la Santa Sede. Era un acuerdo que le venía bien al régimen ya que había planificado un juicio militar rápido, sin el ojo público encima y con unas sentencias condenatorias que se iban a llevar a cabo inmediatamente.

Pero no contó con nuestros dos ancianos que se presentaron en Roma y a través de los contactos históricos con la democracia cristiana italiana y con dos sacerdotes vascos que trabajaban en la Curia, junto a la petición de los obispos, lograron que aquel Juicio fuera a puerta abierta con lo que el mundo pudo ver la verdadera cara de un régimen terrible, vengativo y cruel. Aquello fue el detonante de una movilización mundial porque de ser juzgados aquellos jóvenes por una dictadura, fue la dictadura la que se sentó en el banquillo de los acusados. La Santa Sede agradeció que el juicio fuera público e intercedió ante el Gobierno español para pedir una actitud de clemencia en el caso de condenas a muerte para que las mismas no fueran ejecutadas.

Esto sucedió el 3 de diciembre de 1970 en la ciudad de Burgos. Fue un juicio sumarísimo contra dieciséis miembros de ETA acusados de los asesinatos de tres personas durante la dictadura. Fueron estos: Eduardo Uriarte, Jokin Gorostidi, Xabier Izko de la Iglesia, Mario Onaindia, Xabier Larena, Unai Dorronsoro, Bittor Arana, Josu Abrisketa, Ione Dorronsoro, Enrique Gesalaga, Jon Etxabe, Gregorio López Irasuegui, Itziar Aizpurua, Julen Kalzada, Antton Karrera y Arantza Arruti.

Los hechos juzgados se remontaban al año 1968. El 2 de agosto de aquel año era asesinado el policía torturador Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Investigación Social (policía política secreta del franquismo) de la comisaría de San Sebastián y primera víctima premeditada de la historia de ETA.

Estado de excepción El 7 de junio había sido asesinado José Pardines, agente de la Guardia Civil, al interceptar a dos miembros de ETA en un control de carretera. A raíz de estos hechos el Gobierno español declaró el estado de excepción en Gipuzkoa primero y después en todo el Estado español. Las detenciones masivas desencadenadas durante esos años consiguieron que para el otoño de 1969 estos dieciséis miembros de ETA ya estuvieran presos.

A los imputados se les acusaba asimismo del asesinato del taxista Fermín Monasterio así como de otros delitos, como atentados y robos, que según la acusación les habían reportado un botín de más de treinta millones de pesetas.

Los hechos juzgados eran considerados un ataque al régimen español, por lo que fueron acusados genéricamente del delito de “rebelión general continuada” llamando la atención el elevado número de encausados, dieciséis, entre los que se encontraban tres mujeres y dos sacerdotes, así como las penas solicitadas: seis penas de muerte y 752 años de cárcel.

La vista del Sumarísimo 31/69 se celebró del 3 al 9 de diciembre de 1970 en la sala de justicia del Gobierno Militar de Burgos y el tribunal militar deliberó 18 días en sesión ininterrumpida pero como la jurisdicción castrense en lugar de desglosar los hechos, supuestamente delictivos, se empeñó en acumularlos en un único sumario, para que una condena masiva proyectara una mayor ejemplaridad, la oposición mediática de la época explotó los errores acumulados.

Aquel juicio tuvo una inmensa repercusión en el mundo y como se necesitaban las biografías y las fotografías de los encausados, los activistas del PNV en la clandestinidad, Txomin Saratxaga y Jokin Insasuti recorriendo casa por casa la de todos los 16 juzgados solicitando a sus familias datos y una fotografía. Mientras uno subía a cada piso, el otro esperaba abajo con el coche en marcha y así consiguieron ofrecer a la agencia de noticias France Press, en la persona de Juan Manuel Idoyaga, un material informativo invalorable para poner cara y ojos a los que iban a ser condenados a muerte con lo que la campaña internacional tuvo en sus manos una información clave.

Cuestación popular El equipo que les defendió estaba formado por dieciséis abogados y sus gastos fueron sufragados por cuestación popular. Como letrados actuaron Josep Solé i Barberá, Gregorio Peces Barba, José Antonio Etxebarrieta, Juan María Bandrés, Miguel Castells, Ibon Navascues, Francisco Letamendia y Elías Ruiz Ceberio, entre otros, los cuales tuvieron como asistentes a Txiki Benegas y a Eduardo Moreno Bergaretxe. Entre todos planearon una cuidada escenificación ante el tribunal militar en la que los acusados y sus abogados pudieron hacer el papel de acusadores con sus declaraciones, para así dar a conocer internacionalmente la situación de opresión y represión a la que estaba sometida Euzkadi. Además, todos los días los abogados de la defensa celebraban ruedas de prensa en las que se pormenorizaba la evolución del juicio. Juan Ajuriaguerra y Sabin Zubiri estuvieron en la sala del juicio.

Para aprovechar políticamente el juicio, ETA secuestró el 1 de diciembre de ese año al cónsul honorario de Alemania en San Sebastián Eugen Bheil, equiparando su suerte a la de los procesados sobre los cuales pendía la pena capital, lo que atrajo aún más la atención internacional. Sin embargo, los encausados celebraron una reunión poco antes de comenzar el juicio y decidieron condenar el secuestro por entender que podía perjudicar a las movilizaciones en curso al desviar la atención del mismo.

En Catalunya el 12 de diciembre, trescientos artistas e intelectuales catalanes se encerraron en la abadía de Montserrat y lanzaron un manifiesto en el que pedían la amnistía total, libertades democráticas y el derecho a la autodeterminación. En Madrid un centenar de abogados se encerró en el Palacio de Justicia; y en León, durante el Congreso de la Abogacía española se leyó un comunicado de los presos vascos y se aprobaron, entre otros puntos, la desaparición de las jurisdicciones especiales y la abolición de la pena de muerte. También se produjeron en toda España y en Euzkadi, encierros y manifestaciones multitudinarias contra este proceso y pidiendo la libertad de los procesados, así como protestas universitarias y otras manifestaciones relacionadas con conflictos sociolaborales que sumaban a sus reivindicaciones la demanda de amnistía.

En Europa las informaciones y editoriales en los medios de comunicación a favor de los encausados incluyeron el apoyo de intelectuales como Jean Paul Sartre. Paralelamente se produjeron movilizaciones de protesta contra la dictadura franquista en distintas ciudades europeas y sudamericanas, así como ataques a delegaciones y embajadas españolas. En Caracas, fue Euzko Gaztedi del Centro Vasco de Caracas quien dirigió la manifestación ante la residencia del embajador y ante el consulado español en la calle Sabana Grande. Pedimos permiso en nuestros trabajos y universidades para movilizar a todos los vascos de Venezuela logrando que desde el presidente de la República a los diputados y hasta a los estibadores, se solidarizaran con la protesta resumida en lo que el diario El Nacional publicó como editorial Bolivar, nieto de vascos. Aquello fue un detonante tremendo para movilizar a todo el mundo.

Ante aquella protesta internacional, el almirante Carrero Blanco se dirigió a las Cortes españolas el 21 de diciembre en su calidad de vicepresidente del Gobierno afirmando que cualquier foco de subversión sería desarticulado. A lo largo de su discurso trató de explicar cómo el terrorismo no era consecuencia de circunstancias internas, sino la estrategia que el comunismo seguía para suscitar múltiples guerras simultáneas, consecutivas y entrelazadas.

Clamor internacional Celebradas aquellas navidades con semejante tensión el 25 de diciembre de 1970, ETA liberaba al cónsul alemán y el 28 de diciembre el fiscal hacía públicas las sentencias con la confirmación de las seis penas de muerte iniciales y tres más, en total nueve sentencias de muerte, quinientos diecinueve años de cárcel y multas por valor de seis millones de pesetas. Pero fue tal el clamor internacional que el dictador a sabiendas que la clemencia sería interpretada como debilidad, el 29 de diciembre se reunió el Consejo del Reino y el 30 el Consejo de Ministros en El Pardo, acordando por unanimidad conmutar las penas de muerte por las inmediatamente inferiores en grado.

Siete años más tarde, todos los procesados conseguirían la libertad tras la amnistía general de 1977 y aquellos seis condenados por asesinato antes de ser amnistiados, fueron expulsados de España (Izko, Gorostidi, Uriarte, Onaindia, Larena y Dorronsoro).

Le salió muy mal aquel juicio a la dictadura gracias a que todos trabajamos para que los 16 condenados salvaran sus vidas, incluyendo a nuestros dos ancianos que se fueron a Roma y a los que este mundo jamás ha reconocido su empeño. Fue la victoria de una causa justa, dijo el lehendakari Leizaola desde París.