Vitoria-Gasteiz en la Edad Media: una ciudad intercultural

Vitoria estaba habitada a comienzos del siglo XVI por unas 4.500 personas, que hablaban en euskera, castellano, latín y hebreo, como exponente de su riqueza cultural

Un reportaje de Ernesto García Fernández

LA publicación del libro Urbanismo, patrimonio, riqueza y poder en Vitoria-Gasteiz a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna, por la Diputación Foral de Álava en 2018, permite a los amantes de la historia conocer mejor cómo vivían los vitorianos a finales de la Edad Media. Voy a entresacar algunas noticias del capítulo titulado Las élites de la ciudad de Vitoria a fines de la Edad Media y en el umbral de la Modernidad: patrimonio, fortuna y modos de vida, que se corresponde con las páginas 33-274 del libro.

Vitoria a comienzos del XVI era una población habitada por unas 4.500 personas. En sus más de cuarenta aldeas vivían otros 4.500 habitantes. El 63,11 por ciento eran calificados de hidalgos y el 36,88 por ciento de labradores. En la ciudad de Vitoria residían gentes cristianas con dedicaciones profesionales diversas. Sobresalían los mercaderes, médicos, notarios, clérigos y artesanos.

Los judíos ya habían sido expulsados de la ciudad en 1492. Quienes se quedaron se vieron obligados a convertirse al cristianismo. La Inquisición los siguió teniendo en su punto de mira. Hubo hijos de clérigos que llegaron a ser doctores en Medicina (Pedro de Gámiz).

Cultura y lenguas Vitoria entre mediados del siglo XV y del XVI fue una población cuatrilingüe donde el euskera, el hebreo, el latín y el castellano eran hablados por distintos segmentos sociales de sus vecinos. La lengua dominante era el castellano. El uso del latín se restringía a los clérigos y a quienes se habían formado en la universidad. El hebreo no era desconocido por los judíos vitorianos. La ciudad era un punto de referencia cultural que atraía a estudiantes del entorno. Estos alumnos se formaban en la casa del maestrescuela municipal y en las de otros escribanos, bachilleres y licenciados. Igualmente hay que significar en el plano cultural y religioso la Colegiata de Santa María, a donde llegaron a estudiar personas de otras tierras vascas, y los conventos de San Francisco y Santo Domingo de Vitoria, donde hubo frailes maestros encargados de instruir a los novicios. Quienes desearan obtener una titulación superior (bachiller, licenciado o doctor) debían desplazarse a las universidades castellanas (Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares), italianas o francesas.

Miembros señalados de las elites urbanas contaron con libros en sus casas. Se trataba de libros de Derecho, Medicina, eclesiásticos, de carácter enciclopédico, etc., escritos en latín o en castellano. Sobresalían obras literarias de Juan Boccaccio, Erasmo de Rotterdam, Antonio de Nebrija y médicas del maestro Julián, Alonso Chirino y Johannes Kethan.

El euskera era una lengua común entre la gente del pueblo. Las mujeres desempeñaron un papel fundamental en su transmisión. Hay anécdotas que revelan su conocimiento por las gentes más acomodadas. El vitoriano Pedro de Bilbao, de origen judío y hermano del dueño de la Casa del Cordón, dio una paliza a Juancho, su criado guipuzcoano, porque había hablado con desprecio de la comida servida por unos parientes judíos de su amo. El criado había hecho comentarios negativos en vascuence de los alimentos, a causa de la diarrea que padeció.

El fracaso del consulado En Vitoria los mercaderes conformaron una corporación socio-profesional que fue capaz de reivindicar en 1498 una nación mercantil propia para Álava, al estilo de las de Vizcaya y Burgos. A tal efecto, instrumentalizaron políticamente al Ayuntamiento de Vitoria y a las Juntas Generales de Álava, donde ocuparon ellos o sus familiares los puestos dirigentes. Los Reyes Católicos, al principio, hicieron caso a sus demandas, pero ante las protestas del Consulado de Bilbao dieron marcha atrás. Los mercaderes alaveses permanecieron en la nación vizcaína y desde 1511 formaron parte del Consulado de Bilbao. Los mercaderes vitorianos exportaban hacia Flandes entre el 3,3 y el 4% de las sacas de lanas que salían de Castilla.

Las viviendas y la vida doméstica Los palacios y casas de Vitoria solían disponer de huertas, parrales o jardines para disfrute y aprovechamiento de sus propietarios. Hoy en día en el lugar donde estaban las antiguas casas de los Maturana junto al cantón de Anorbín (Palacio del Marqués de la Alameda), en el Palacio de Aguirre (Montehermoso) y en el Palacio Escoriaza-Esquível, propiedad del prestigiado médico don Fernán López de Escoriaza y de su mujer Victoria de Anda Esquível, aún perviven los patios o jardines. Los arquitectos de los principales palacios levantados en Vitoria a principios del XVI eran vascos. En las obras del Palacio de los Álava trabajó el maestre cantero vizcaino San Juan de Arteaga, natural de la comarca de Busturia. En la campiña de la Llanada Alavesa había casas construidas de un modo similar a como lo hacen en Estados Unidos y Canadá los amish, una comunidad religiosa protestante.

La decoración y los artículos existentes en las casas y palacios medievales de las elites vitorianas descubren elementos de practicidad y revelan signos de distinción económica, de elegancia y de preeminencia social. Había casas de mercaderes, la de Diego Pérez de Legarda, con puertas de vidrieras historiadas con figuras de la Trinidad, la presentación del Templo, el Ayuntamiento, San Gregorio y los tres Reyes Magos. En las casas de algunas familias se han registrado instrumentos musicales de cuerda (laúdes y vihuelas), retablos, imágenes de la Virgen María y representaciones religiosas en lienzos y tapicerías. Los motivos vegetales, animales y heráldicos fueron comunes en las tapicerías, mantas y antepuertas distribuidas en paredes y puertas. Un miembro de la familia Estella tuvo en una pared de la cámara principal de su casa un lienzo con dibujos historiados del emperador Trajano. Hubo familias que adquirieron y conservaron cartas pintadas, obras de arte muy apreciadas en Europa. En una de ellas había un dibujo de la ciudad de París.

El estilo de vida El estilo de vida de las elites sociales de la ciudad no era en lo fundamental muy diferente. Ahora bien, ni el nivel de confort, ni la coincidencia de gustos fueron los mismos. Había hombres con barba y otros que se la rasuraban. Los hombres y mujeres acumulaban en sus casas un mayor o menor número de trajes, cofias, tocados, sombreros, alhajas y joyas, cuyo valor y vistosidad eran objeto de distinción social. Las ropas lujosas provenientes de Londres y de los Países Bajos, y las joyas de las mujeres de azabache, oro, plata, jacinto, zafiro, calcedonia, coral, ámbar, rubí o diamante anunciaban gustos distintos entre unas y otras familias. Hubo familias que llenaban de color las salas y habitaciones de sus casas con tapices y antepuertas llamativas, a menudo llenas de representaciones de figuras vegetales, animales o historiadas. En las casas de estas familias se encontraban joyas relacionadas con la devoción religiosa de sus moradores, en particular rosarios. Los símbolos heráldicos de estas familias se incrustaban a veces en copas de plata.

En las casas, las arcas de roble o de pino eran mayoritariamente los puntos de almacenamiento de los utensilios y ropas familiares. Hubo también armarios y escaparates importados desde Flandes. Las características de los tapices, antepuertas, mantos, alfombras, ropas de cama, vestidos y trajes de unas y otras familias tenían especificidades. Los braseros, candeleros, candiles, orinales, escobillas de limpieza, espejos y excepcionalmente los relojes eran instrumentos presentes en las casas de los vitorianos. Miembros destacados de las elites vitorianas fueron propietarios de relojes de pared, de pie o manuales, y contaban con escribanías en sus escritorios. Algunos vecinos de Vitoria poseían armas ofensivas (blancas y de fuego) y defensivas, pese a no dedicarse al oficio de la caballería, sino al comercio o a las letras.

mujer y violencia de género La mujer ocupaba en esta sociedad una posición bastante marginal en un contexto social en el que su protagonismo en la vida económica y política prácticamente no existía, con salvadas excepciones. Ninguna mujer vitoriana se formó en la universidad y de muy pocas tenemos constancia de que supieran escribir. Las mujeres casadas trabajaban habitualmente en la casa desarrollando las labores domésticas. Las más acomodadas contaron con una o varias criadas a su servicio. Entre esas labores se incluían la limpieza, la comida, la organización de la casa, e inclusive la confección de algunos tejidos y de ropa para la familia. Quienes se dedicaban a vender fruta o pan solían ser fruteras o panaderas. Las costureras de lienzo eran un oficio bastante demandado en la ciudad. Era normal que las jóvenes solteras trabajaran de peonas en la construcción. Su salario, sin embargo, era la mitad que el de los hombres peones.

La violencia mortífera del hombre para con la mujer aparece documentada en esta época. Catalina Ibáñez de Marquina fue asesinada por su marido Juan Pérez de Lequeitio el 2 de junio de 1530 por una presunta infidelidad y en 1480 Juan Martínez de Buendía degolló a su esposa Teresa Sánchez de Bilbao. El apuñalamiento de Catalina produjo en Vitoria una enorme conmoción. Catalina pertenecía a una familia rica de mercaderes y su marido Juan era el procurador general de la ciudad de Vitoria. Las presuntas relaciones de Catalina con Álvaro Osorio, mayordomo de la reina de Francia, tuvieron nefastas consecuencias para Juan que fue condenado a muerte por los jueces. Una muerte horrenda: ser introducido en un cuero cerrado junto con un gallo, un gato y un simio, y tirado al fondo de un río hasta ahogarse.

Estos son algunos retazos informativos del capítulo del libro citado.

García Fernández, Ernesto, García-Gómez, Ismael y Rodríguez Fernández, José. Urbanismo, patrimonio, riqueza y poder en Vitoria-Gasteiz a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna. Edit. Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz, 2018, pp. 33-274.

El regreso de Leizaola, la Transición vasca

Mañana, 15 de diciembre, se cumplen cuarenta años del regreso del lehendakari Jesús María de Leizaola a Euskadi. Un acontecimiento sin ningún efecto administrativo o jurídico, pero de gran trascendencia política e histórica

Reportaje de Luis de Guezala

La denominada Transición política tras la muerte de Francisco Franco se realizó en España sin una ruptura con el marco legal de su dictadura, mediante una reforma de la legislación franquista. Lo que vino expresado por el dicho del franquista Torcuato Fernández-Miranda de “todo de la ley a la ley a través de la ley”. Las legítimas instituciones republicanas españolas en el exilio quedaban así marginadas de todo el proceso, más aún cuando el proyecto de la nueva constitución establecería como forma de gobierno la monarquía. “Atado y bien atado…”.

Tras los resultados de las elecciones del 15 de junio de 1977, el día 21 el último presidente de la República española en el exilio, José Maldonado, reconoció la validez democrática de esas elecciones, a las que no se había permitido presentarse a partidos republicanos, y anunció la disolución de las instituciones republicanas españolas.

Jesús María de Leizaola, en la delegación del Gobierno de Euzkadi en París.SABINO ARANA FUNDAZIOA

Mejor suerte tuvo el president de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, ya que tras formarse un Gobierno español presidido por Adolfo Suárez, restableció el 29 de septiembre la Generalitat de forma provisional y el 17 de octubre se le reconoció su presidencia, regresando el día 23 y pronunciando desde el balcón de su palacio en Barcelona su famosa frase: “Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!”.

Solamente quedaba así ya en el exilio el Gobierno vasco presidido por Jesús María de Leizaola pero desde su partido, EAJ-PNV, se consideró que la Transición vasca solo podía hacerse después de que el Pueblo Vasco se pronunciara sobre un proyecto de Estatuto de Autonomía. El largo exilio del ya anciano lehendakari Leizaola tendría que durar por ello todavía dos años más.

Tras la aprobación del todavía vigente, y sin cumplir en su totalidad, Estatuto de Autonomía en referéndum celebrado el 25 de octubre de 1979 en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, desde la dirección de EAJ-PNV se pensó que el momento del retorno del lehendakari zaharra había llegado. El 31 de octubre el Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV se reunió con Jesús María de Leizaola en Baiona y acordó su regreso coincidiendo con la puesta en vigor del nuevo Estatuto.

En la rueda de prensa que sucedió a esa reunión un periodista planteó a Leizaola si no consideraba que la legitimidad debería darla un Gobierno republicano -que ya no existía- y la respuesta no pudo ser más clara y democrática: “La legalidad no viene en la ley, sino en el Pueblo. El Pueblo en 1936 estaba organizado como República, y ahora no. Yo me atengo a la opinión del Pueblo expresada hoy”.

Hombre singular, del que ya hablamos aquí con motivo de su anterior regreso clandestino, todavía durante la dictadura franquista, con motivo del Aberri Eguna de 1974, de edad parecida a la de Tarradellas, Leizaola no tuvo la pretensión de capitalizar sus dos décadas como lehendakari. Planteado si su regreso no significaría el final de su vida política respondió: “Yo estaré siempre a disposición del Pueblo Vasco para dar mi parecer. Siempre podré decir algo útil. Y si no es útil, me callaré”. Así sería.

El sábado 15 de diciembre de 1979 el avión en el que regresó Jesús María de Leizaola aterrizó en el aeropuerto de Sondika siendo recibido allí por una multitud, pequeña, por las dimensiones del lugar, en comparación con la que aquella misma tarde le homenajeó en San Mamés, el lugar con más aforo de todo el País Vasco.

El hombre que había sido detenido durante la monarquía de Alfonso XIII por manifestarse a favor de la creación de una universidad vasca. El que había tenido la muy difícil responsabilidad de la administración de la Justicia en el primer Gobierno vasco durante la Guerra Civil. El que fue la última autoridad democrática que se mantuvo en Bilbao antes de su ocupación por el ejército franquista, arriesgando su vida para salvar la de los presos derechistas y evitar la destrucción de Bilbao. El que se arriesgó también sin escapar de la Francia ocupada por el ejército alemán para velar, en la medida de sus escasas capacidades, para organizar la Resistencia y la ayuda a los refugiados vascos. Y el que sucedió, tras la muerte de José Antonio Aguirre, a este como lehendakari durante largas décadas de exilio. Este hombre, Jesús María de Leizaola, se encontró ese sábado 15 de diciembre de 1979 en el estadio abarrotado de San Mamés con el homenaje y reconocimiento de más de 40.000 personas de ese Pueblo Vasco a cuya causa había dedicado su vida.

Al día siguiente, en la casa de Juntas de Gernika, símbolo histórico de las libertades vascas y lugar donde juró el primer lehendakari, José Antonio de Aguirre, el 7 de octubre de 1936, se produjo la ceremonia simbólica del traspaso del Gobierno vasco en el exilio al que le había de suceder tras la puesta en vigor del nuevo Estatuto de Autonomía.

En el discurso que pronunció en esa ceremonia, Leizaola hizo referencia a la tradición foral de la residencia, la rendición de cuentas de los órganos ejecutivos de su gestión al pueblo representado en su parlamento o asamblea: “Se puede decir que durante esos más de cuatro decenios nuestra acción ininterrumpida ha sido la de mantener una institución con el nombre y la representación de Euzkadi mientras en el mundo se sucedían períodos de guerra y períodos de paz, y en nuestro País subsistía un régimen al que era preciso lograr que sucediera un estado político de cosas que continuase, conforme a las exigencias de la Historia, el nombre y los derechos de los vascos. Ello tenía un contenido estrictamente político por una parte y un contenido patrio fundamental consistente en la supervivencia del Pueblo Vasco mismo, como tal, en lo que se refiere a la población y a las tierras de origen de nuestro Pueblo.”

Tras dar cuenta de la labor del Gobierno vasco en el exilio, Jesús María de Leizaola terminó su discurso con una referencia a la actualidad de aquel momento en la que, como había hecho toda su vida y en las condiciones más difíciles, ponía por encima de todo la defensa de los Derechos Humanos:

“Es, sin embargo, manifiesto que todavía en estos últimos meses la tarea de defensa de los Derechos Humanos y políticos se encuentra con enormes dificultades y salva difícilmente los obstáculos que va encontrando en su camino. El Gobierno de Euzkadi, sin hacer declaraciones públicas, tiene amplia conciencia de que en la pugna por la libertad, por las libertades, las tácticas de los defensores de una causa justa son a determinar por un examen profundo de los riesgos que se pueden hacer correr a la misma causa por la libertad si se emplean métodos de acción inadecuados rechazados por el instinto de conservación de la sociedad misma, es decir, de la Humanidad entera. En tal caso, los medios en cuestión son propios de gentes inexperimentadas e inconscientes de su propia responsabilidad y de las inconsciencias que sus propios actos descubren. Pero, en este orden de cosas, el Gobierno de Euzkadi que cesa en estos momentos cree que es a vosotros, las nuevas autoridades vascas, elegidas democráticamente, a quienes corresponde hablar en su caso y actuar en todo momento. Os deseamos el máximo acierto en vuestras decisiones. Que las vuestras y las nuestras sirvan al engrandecimiento y a la paz interna y exterior de nuestro Pueblo y de la Humanidad”.

Jesús María de Leizaola terminó así su larga misión de depositario de la voluntad del Pueblo Vasco en el exilio, como lehendakari de su Gobierno autónomo, traspasando su autoridad como tal, y no como figura legal, a Carlos Garaikoetxea, presidente del Consejo General Vasco que acabaría siendo, tras las primeras elecciones autonómicas posteriores a la dictadura franquista, el siguiente lehendakari del Gobierno vasco. Culminaba de esta manera la Transición vasca.

El hombre del sombrero de fieltro

La prensa nacionalista valoró la figura del lehendakari Jesés María Leizaola en su retorno hace hoy 40 años como un referente de sacrificio y dignidad por una patria

Un reportaje de Iban Gorriti

Quienes han estudiado la figura del lehendakari Leizaola valoran que fue el hombre del PNV que se quedaba hasta el final cuando el resto de la ciudadanía ya había buscado destino a salvo: exilio o vuelta al hogar. En esa circunstancia, él resistía. Lo vivió en Bilbao ante la inminente ocupación franquista de la villa y lo repitió en París, a pesar del aliento exterminador de los nazis. Esperó, asimismo, con la serenidad que le caracterizaba al día de retorno a Euskadi sur: el 15 de diciembre de 1979.

Los simpatizantes del PNV se volcaron en el recibimiento de Leizaola, de quien se decía que era “el hombre que resistía hasta el final”. Foto: DEIA

La prensa nacionalista de la época se hizo eco del momento histórico con suplementos especiales. Tanto el periódico DEIA como la entonces revista Euzkadi. El lehendakari zarra retornaba tras 15.000 días de exilio, es decir, 43 años y nueve semanas. Continuando con cifras, el donostiarra recordaba que tenía 40 años cuando dejó Hegoalde y Aguirre, 32. “Fue el último en salir y el último en regresar”, le reconocía en los medios Mikel Isasi, consejero del Gobierno de Euskadi en el exilio.

Leizaola ansiaba con resignación el momento para volver a disfrutar de lo cotidiano. “Pronto llegará el día en que podré volver y pasear tranquilamente por donde quiera”, admitía en una entrevista concedida a este diario. Y la jornada llegó.

El entonces aeropuerto de Sondika se quedó pequeño para absorber a miles de vascos que “se estrujaron con el lehendakari”. Y hubo también a quien molestó su reaparición e intentó boicotearla. Así, se debió desalojar el aeródromo por una falsa amenaza de bomba. La hemeroteca cita otras curiosidades como que el avión en el que viajaba Jordi Pujol (Convergència i Unió) dio vueltas sobre la pista y volvió a Catalunya. Argumentaron que las condiciones de aterrizaje eran desfavorables, al tiempo que otros aparatos sí tomaban tierra.

Carlos Garaikoetxea aplaudió el retorno de Leizaola y valoró su persona con una reflexión: “No se suele echar en falta a la persona que nunca ha estado”. Hacía referencia a aquel hombre que nació el 7 de septiembre de 1896 en la Bella Easo y que moriría el 16 de marzo de 1989, hace ahora 30 años, tan solo una década después de su regreso. Señalaba al abogado y político del PNV guipuzcoano, al segundo lehendakari del Gobierno de Euskadi en el exilio tras la muerte repentina de José Antonio Aguirre.

A su recibimiento en Sondika le siguieron los homenajes en el histórico San Mamés, en el emblemático Hotel Carlton, en la casa de Juntas de Gernika. La mente de Leizaola, por otro lado, conocía con ojos abiertos la, para él, nueva Bizkaia. “Si hubiese sabido que un cargo me iba a durar lo que ha durado, hubiese puesto muchos obstáculos. Estaba mejor de segundo, porque, por ejemplo, podía estudiar”, anteponía tan solo en pensamiento y aseguraba no haber perdido el tiempo para seguir creciendo en sapiencia, otra seña de su talante. “En París, iba a la Biblioteca Nacional a investigar. Ahí está el documento más antiguo que se conoce donde está escrito la palabra vascones”, manifestaba a la revista Euzkadi quien con anterioridad había sido Ministro de Justicia de Aguirre.

El socialista Ramón Rubial se mostró más distante en la respuesta que la publicación Euzkadi solicitó a diferentes autoridades. De los consultados, fue el único que no quiso hacer una semblanza sobre Leizaola. Sin embargo, sí le reconoció una cualidad: “Aparte de su consideración ideológica, es un hombre profundamente humano”.

A 180 grados, Arantzazu Ametzaga dedicaba un extenso artículo de opinión sobre su figura bajo el título Al Gobierno de Euzkadi lo han sostenido los patriotas vascos. Leizaola se sentía tal. Aquí un ejemplo: “No he estado siempre exiliado porque a una tierra vasca -por Iparralde- he podido acudir en libertad. Eso ha hecho que nunca me haya sentido fuera de la patria”. A renglón seguido de esta entrevista, el histórico Manuel de Irujo analizaba que “ahora empieza la vida normal”, o eso ansiaba el navarro.

Los editoriales por su regreso se sucedían día sí y otro también. “Leizaola es un líder fiel a sus ideas, honesto, sobrio en su estilo y sacrificado en sus actuaciones”. A su llegada al Hotel Carlton, que fue sede del Gobierno vasco, Mikel Isasi le ensalzaba esa labor de ser el hombre que se quedaba hasta el final. “No quería nunca irse. Quiso quedarse en Bilbao más o menos camuflado. Lo convencieron a última hora. Y después con la ocupación nazi de Francia se quedó en Tarbes en días de persecución alemana en busca de Aguirre y de detención de Companys. Siempre ha tenido confianza ante los problemas”.

Y esa confianza fue reconocida y agradecida en cada párrafo de los medios jeltzales. “Con la vuelta del lehendakari, Euzkadi recupera su dignidad histórica”, publicaba Euzkadi en su especial, divulgación que costaba 30 pesetas en aquel 1979. Y, sobre todo, una persona se emocionaba al escribir sobre la figura del docto, sosegado, antimarxista, defensor de los derechos humanos, Leizaola. Era el capitán de gudaris del batallón Saseta y comandante del ejército republicano en Catalunya, Joseba Elosegi. “Vuelve un hombre de gran relieve, intelectual y patriótico, situado en las antípodas de la frivolidad. Mantuvo el difícil equilibrio de la justicia. No fue hombre de guerra, pero siempre un curioso de la estrategia militar”, diferenciaba quien se quemó a lo bonzo contra Franco. “Siempre tuvo la esperanza de defender la capital. Tuvo que rendirse aun no queriéndolo, tanto en Bilbao como en París”, apostillaba quien veía un paralelismo entre el sombrero de fieltro que distinguía a Leizaola y su patria, Euzkadi.

“Su sombrero simboliza alcurnia y ruina, perseverancia y austeridad. Como Euzkadi, un viejo pueblo ruinoso en su estructura, pero orgulloso de su ser, y esperanzado en el logro de su identidad”, reflexionaba. Elosegi afrontaba de este modo la txanpa final de su argumento: “Al terminar ahora su labor ante los suyos, entrega el testigo de su relevo, como símbolo de su buen hacer. Encontrará el calor que le ha faltado tras su sacrificio y dignidad. Son demasiados años para esperar en la oscuridad, en la privación, en la tristeza. Como su sombrero de fieltro”.

“Con toda la masa encefálica fuera”

El jesuita Alfonso Moreno, confesor de ejecutados, relata en su diario de 1937 cómo fusilaron los franquistas al poeta ‘Lauxeta’ y, al día siguiente, al Consejero Espinosa y Aguirre, capitán de Artillería .

Iban Gorriti

En días en los que Durango vive la capitalidad de la cultura euskaldun con su Azoka, cada año alguien cita a Lauaxeta, poeta y periodista vizcaino que murió asesinado por las tropas franquistas el 25 de junio de 1937. Fue fusilado tras visitar el 29 de abril la bombardeada Gernika junto a corresponsales de guerra galos de La Petite Gironde. Capturado, fue sometido a consejo de guerra, condenado a muerte y finalmente ejecutado en el cementerio gasteiztarra de Santa Isabel. A modo de cuenta atrás, el Gobierno Provisional de Euzkadi hizo todo lo posible por canjear al nacido en Laukiz en 1905 por otro prisionero sin éxito.

Esteban Urkiaga Basaraz, ‘Lauaxeta’ (segundo por la izquierda), fue fusilado por los franquistas el 25 de junio de 1937.Foto: Fundación Sabino Arana

El PNV conserva once páginas de diario “de un padre de la Compañía de Jesús, confesor de condenados a muerte y testigo presencial de ejecuciones”. En ellas, narra en primera persona los últimos segundos con vida de Esteban Urkiaga Basaraz, Lauaxeta, la brutalidad del impacto de la bala franquista. “Con toda la masa encefálica fuera”, llega a dejar impreso el sacerdote el mismo 25 de junio de hace 82 años.

Pero ¿quién fue el autor de este breviario no firmado? Consultados al respecto historiadores, valoran que puede ser “José María Lacoume o el Padre Moreno”, ambos ignacianos. “Puede que este texto corresponda a uno de ellos”, valoran desde Sabino Arana Fundazioa. El histórico jeltzale Iñaki Anasagasti, se decanta por “el Padre Moreno”, confesor de condenados a muerte en Gasteiz. Tras comparar los textos, queda claro que es el de Alfonso Moreno, cura con quien Urkiaga coincidió en días de seminario burgalés. “A los 21 años pasó a Oña, a completar sus estudios, que abandonaría al de dos años, en 1928, sin que los motivos que le llevaron a tomar la decisión resulten claros. Lo que sí sabemos es que en Oña conoció a uno de los hombres más importantes de su vida, el Padre Moreno, que reaparecería en su vida en las circunstancias más dramáticas”, según queda impreso en el proyecto Ehungarrenean hamaika, disco de homenaje a Lauaxeta (Gaztelupeko Hotsak, 2005).

El testimonio del confesor, sin duda, es espeluznante. El autor da comienzo a la página de aquel 25 de junio “con el mal sabor de boca de la ejecución de Esteban Urquiaga”. A continuación, enumera cómo se sentía el poeta, aún sabiendo que iba a ser asesinado. “Sereno y cristianísimo, plenamente sumergido en la apacible dulcedumbre de nuestra fe bien sentida y gustada a través del Nuevo Testamento, rumiado cotidianamente en la lentitud de las horas de cárcel, Jesús, vida, Jesús el único (repetía con frecuencia)”.

Recordemos que Esteban se formó precisamente con los jesuitas en Durango y Loiola. Tras Oña abandonó su noviciado, y se dedicó al periodismo, a la literatura y al euskera. Se afilió al PNV, organización en la que se hizo cargo de diversas publicaciones como el diario Euzkadi.

El análisis del confesor continúa. “Luego, a las 5 y media, los cuadros de costumbre; mientras hablaba con mi crucifijo, tiernamente emocionado por lo solemne del momento…”. Es el momento en el que fija su vista en el horror: “Toda la masa encefálica fuera”. El confesor le quita las medallas que Lauaxeta portaba consigo, recoge el Cristo del suelo del paredón y “el rosario con el que ha muerto”.

A continuación, a modo de despedida de aquel inolvidable viernes, apostilla cuatro entrecomillados que hacen prever que son algunas de las últimas frases pronunciadas por el periodista que en 1930 ganó el Primer Día de la Poesía con la obra Maitale kutuna. “Si he de pecar, quiero más morir ahora”. “Muero contento porque muero con Jesús”. “Confío plenamente en la Virgen”. “Dios… mi padre”.

Al día siguiente, el confesor vivió otra ejecución también en Gasteiz. “Cada fusilamiento lleva sus notas típicas diversificantes, apenas hay dos iguales. El de hoy, completamente nuevo: nada menos que el Ministro del Gobierno Provisional de Euzkadi, Alfredo Espinosa, del Departamento de Sanidad y Don José Aguirre, capitán de Artillería”, narra, añadiendo que fueron apresados gracias al piloto republicano traidor Yanguas, aviador “vendido” con quien viajaban de Francia a Bilbao y aterrizó en Zarautz.

“Carguen. Apunten. Viva España. Fuego. Dos cuerpos se desploman. Extremaunción”, detalla y aporta una paradoja que pone la piel de gallina. “Lo que es la vida. El sargento que hace seis años y aún menos le había hecho la guardia a Espinosa, cuando este era Gobernador Civil de Burgos, hoy lo va a fusilar. El guardia lo comentó ayer con el mismo Espinosa”, consejero bilbaino por el partido Unión Republicana.

El confesor asegura que tanto Espinosa como Aguirre le piden que quieren escribir todo lo que puedan antes de ser asesinados por los franquistas. De hecho, acabado el papel, el propio jesuita se ofrece a ir a por más. “Necesitan escribir. Es preciso aplazar la ejecución. Como máximo hasta las 5 y media. Se acaba el papel. Protestan. Voy yo, por favor, a buscar a la Residencia. Me lo agradecen mucho”.

De ese tiempo de escritura, a día de hoy se conservan frases dirigidas por Espinosa a su amigo el lehendakari Aguirre como la siguiente: “Mis pobres hijos, háblales, cuando sean mayores, de su padre y diles que les he querido con toda mi alma y que sigan mi ejemplo, que quieran a su Pueblo como yo le quise y si puedes consolar a mi pobre mujer, tú que tienes talento hazlo, pues pensando en ella, se desgarra mi alma. Ayer creo que fusilaron a Lauaxeta, otro mártir más. Hay muchos condenados a muerte”, le precisa. Fue enterrado en una fosa común.

EuroBasque, 1947-2019: La contribución vasca al federalismo europeo

En 1947 se fundó el Consejo Vasco del Movimiento Europeo que retomó los esfuerzos para la integración de Euskadi en Europa y valoró las opciones para las naciones sin Estado

Reportaje de Alexander Ugalde Zubiri

EL Consejo Vasco del Movimiento Europeo / Europako Mugimenduaren Euskal Kontseilua (EuroBasque) fue fundado en 1947. Ha cumplido siete décadas. Ya en la primera década del siglo XX algunos dirigentes políticos reflexionaron sobre la inserción del pueblo vasco en Europa. Se esbozaron planteamientos de corte federalista.

Tras la Guerra Civil y en la II Guerra Mundial tales análisis fueron retomados. Valga citar el texto del lehendakari José Antonio Aguirre Coordinación de Nacionalidades Europeas (Post War European Federation, 1943, Nueva York); y su versión en francés Le problème des nationalités devant la Fédération Européenne (Corps Diplomatique, 1948, París). Valoraba las opciones para las naciones sin Estado en una organización supraestatal.

Movimiento Federalista vasco Al ir como “observadores” Xabier de Landaburu (PNV) y Juan Carlos de Basterra (ANV) al Congreso Federalista en Luxemburgo (1946) dijeron que eran del Movimiento Federalista Vasco (MFV), entidad inexistente. La formalizaron en marzo de 1947 en París con el respaldo de los partidos que apoyaban al Gobierno vasco exiliado.

F. J. Landaburu, J. A. Aguirre y J. M. Leizaola con ocasión del Consejo Internacional del Movimiento Europeo celebrado en Bruselas en 1949.Fotos de Alexander Ugalde y Sabino Arana Fundazioa

El MFV logró su aval internacional en 1948 al ser admitido en la Unión Europea de Federalistas (UEF). Una representación (J. A. Aguirre, F. J. de Landaburu y J. C. Basterra) acudió al Congreso de Europa en La Haya (mayo de 1948); en el que por otro cauce -Salvador de Madariaga- estuvo Indalecio Prieto por el PSOE.

En la Delegación Vasca de París se creó en 1949 el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME): Grupo Español del Movimiento Socialista por los Estados Unidos de Europa; Grupo Español de la Unión Liberal Europea; Consejo Catalán; y Consejo Vasco. Ampliado con el sector monárquico opositor, demócrata-cristianos y Consejo Gallego. Durante décadas representante de las fuerzas federalistas del Estado y opositoras a la dictadura. El CFEME se incorporó al Movimiento Europeo Internacional (MEI).

Hubo contradicciones con Salvador de Madariaga, primer presidente del CFEME, disgustado porque Aguirre no participara en la estructura del CFEME. Con todo, reconoció el aporte vasco: “Su primer secretario, Lasarte, el local en que trabajábamos y la asiduidad, el talento y el don de gentes de sus vocales, entre los que descollaba el siempre generoso don Manuel de Irujo”. José María Lasarte fue el primer secretario general del CFEME (1949-1952), diputado a Cortes por el PNV en 1936, uno de los organizadores del Servicio Vasco de Información y consejero en el Gobierno de Euskadi (1946-1952).

A principios de los cincuenta surgieron el Círculo Vasco de Estudios Europeos; Movimiento Socialista Vasco por la Federación Europea (MSVFE); y Grupo Vasco de la Unión Liberal Europea. Se estuvo en los Congresos de Comunidades y Regiones Europeas (CCRE).

1951: Consejo Vasco por la Federación Europea El 1 de febrero de 1951 en París se constituyó el Consejo Vasco por la Federación Europea (CVFE): Movimiento Federalista Vasco; Nuevos Equipos Internacionales; Movimiento Socialista Vasco por la Federación Europea; Unión Europea de Federalistas; Consejo Federal de Minorías y Regiones Europeas; Unión Liberal Internacional; Juventudes Federalistas; Sección de Jóvenes de los NEI; y Trabajadores Cristianos por la Europa Unida. Perteneció en el ámbito estatal al CFEME y en el internacional al MEI. Cubrió un periodo de desempeño desde los cincuenta a los ochenta, cuando quedó inactivo.

En los años cincuenta Destacó la apuesta por la integración comunitaria, advirtiendo que el País Vasco era una nación con derecho a decidir su futuro; y la extensión del CVFE al “Interior”.

En 1951, el CVFE, junto con el Gobierno vasco, dejó por la fuerza judicial y policial francesa la Delegación en la Avenue Marceau de París. El edificio fue entregado a la embajada española.

Hubo otros dos grupos europeístas. El Centro de Estudios Europeos, denominado por el CVFE Grupo de Donostia o Grupo Azaola -por José Miguel de Azaola-, al que consideraba conexionado con el poder franquista. Al Grupo de Bilbao lo conocemos por un listado elaborado por Federico Krutwig, componiendo un variopinto colectivo desde monárquicos y liberales, hasta simpatizantes del nacionalismo vasco y religiosos.

En 1955, el CFEME, ante la “multiplicación” de actividades europeístas, animó a los grupos que reunieran el “doble signo” de abogar por la “unidad europea” y la “libertad democrática”.

1962: “Contubernio” en Múnich Sabida es la relevancia del “Coloquio sobre los problemas de la integración de España en Europa” (junio de 1962, Múnich) aprovechando el IV Congreso del MEI. No existe un listado definitivo de asistentes, en torno a 120 del conjunto del Estado. Debe resaltarse la “nutrida delegación vasca”, en palabras del CFEME. Fueron exiliados y un amplio grupo llegado desde el “Interior”. Entre 28 a 34 representantes de diversas posturas políticas.

Pese a las expectativas, hubo que esperar más de una década para que comenzaran los cambios, una vez fallecido Francisco Franco. Sí se logró bloquear las negociaciones de Madrid con la Comunidad Económica Europea.

Años sesenta y setenta Las fuerzas que impulsaban el europeísmo lo siguieron haciendo, pero con escasa eficacia. En París, el Consejo Vasco por la Federación Europea contribuyó a las actividades del el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo y surgieron otros dos grupos federalistas.

En Nafarroa se formó, dentro de la Real Sociedad de Amigos del País de Pamplona (RSAP)/Iruña’ko Euskalerriaren Adiskideak, un Seminario de Estudios Europeos e Iberoamericanos. Pese a que la entidad era legal desde 1960, ciertas actividades no fueron permitidas, caso de la Universidad de Verano de Estudios Vascos y Europeos.

En Iparralde, la Section Pays Basque (Eskual-Herriko Biltzarra), perteneciente desde 1966 a través de la sección francesa al Movimiento Federalista Europeo (MFE). Contó con personas en todos los territorios culturalmente vascos que “en el cuadro federal europeo, constituyen una comunidad humana y económica natural”. Su lema: Por el porvenir del País Vasco en Europa.

En 1973, se aprobó una reestructuración del el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo para irse adaptando a las condiciones en España. Manuel de Irujo fue presidente (1973 a 1976). Su gestión no fue fácil ya que en la entidad se reflejaban las diferencias entre las fuerzas opositoras ante el panorama que se iba abriendo.

En 1976, se trasladó el CFEME a Madrid. Desde su fundación en 1949 transcurrieron 27 años. Se agradeció la labor de Irujo: “enviar nuestros fraternos y más cordiales abrazos a usted y a los compañeros que durante largos años han mantenido ejemplarmente su bandera en el exterior”.

Durante 1977 y 1978, el CVFE no tuvo actividad. Se limitó a mantener, a través del PNV (Irujo y miembros de la Junta Extraterritorial de Madrid), una discreta presencia en el CFEME.

1979-1993: escasa actividad No se reorganizó el CVFE ya que los partidos tuvieron otras prioridades en aquellos años. Existió en la teoría, pero sin casi actividad. Hubo momentos en los que algunos acontecimientos -acto en París en el edificio de la antigua Delegación Vasca (junio de 1991)- propiciaron conversaciones para estudiar su revitalización. No se concretó.

Los partidos con presencia parlamentaria reactivaron en 1994 el Consejo Vasco por la Federación Europea , ahora Europako Mugimenduaren Euskal Kontseilua/Consejo Vasco del Movimiento Europeo (EMEK/CVME). Una asociación “pluralista, multipartidista e independiente”, con personalidad jurídica y “reflejo de la diversidad profesional, ideológica y política de la sociedad vasca”; dedicada a fomentar las relaciones con otros pueblos y difundir la necesidad de una Europa unida y diversa. En los años siguientes se fue consolidando (ampliación de miembros, congresos, investigación, publicaciones, participación en CFEME y MEI…).

EuroBasque Desde 2015 el EMEK/CVME emplea complementariamente la denominación EuroBasque. Sus fines son los mismos, adaptados al presente, entre ellos la contribución “a la constitución de una Unión Europea Federal, respetuosa con la diversidad de pueblos”.

Su ámbito territorial es la Comunidad Autónoma Vasca; pudiendo “establecer confederaciones” con “Consejos de Comunidades Autónomas limítrofes”. Sus miembros son 70 personas jurídicas (partidos, centrales sindicales, asociaciones sociales, colegios profesionales, instituciones y universidades); y 63 personas individuales.

Las actividades: conferencias y congresos; convocatoria de premios de investigación y reconocimiento (premios F .J. de Landaburu en varios niveles educativos y Premio EuroBasque de Periodismo); publicación de revistas (Eurokon y Eurobask) y libros (40 obras); y presencia en los medios de comunicación. Para esta gama de acciones cuenta con el apoyo financiero del Parlamento y Gobierno vasco, Diputaciones Forales y ayuntamientos.

En el campo de la memoria histórica, programó “conmemoraciones señaladas”: el 50 aniversario de su fundación (2001); 40 del Contubernio de Múnich (2002); 50 de la UE (2007); 60 del CVME (2011); Homenaje a los europeístas en la antigua Delegación del Gobierno vasco (2014); 60 de los Tratados de Roma (2017); y 70 de EuroBasque (2017, celebrado en 2018). En 2018 el Gobierno vasco le concedió la Distinción Lagun Onari en reconocimiento a su labor en la divulgación de los valores democráticos, historia, economía y cultura vasca en Europa.