‘Vendettas’ republicanas

El PP pide a la Diputación de Bizkaia que aplique la Ley de la Memoria histórica y reconozca a los derechistas que murieron en manos del bando democrático

Un reportaje de Iban Gorriti

El Partido Popular ha solicitado a la Diputación de Bizkaia un reconocimiento institucional para un total de 365 personas muertas por el bando republicano en los barcos prisión Cabo Quilates y Altuna Mendi, así como en cárceles de este territorio durante la Guerra Civil “en aplicación de la Ley de Memoria Histórica”.

Lo argumentan: “Fueron un total de 365 muertos, personas ejecutadas sin juicio y por el simple hecho de ser sospechosos de ser derechistas, aunque no por ello franquistas. Incluso, según algunas investigaciones, el 25% ni siquiera tenían afiliación política conocida”, aseveran. Y recuerdan que el lehendakari Iñigo Urkullu reconoció recientemente “la injusticia” de las matanzas con motivo del 80 aniversario de estos hechos.

A juicio del PP, el bando de los militares golpistas que atentaron contra la legítima Segunda República cometió “crímenes condenables”, y citan como ejemplos los bombardeos contra población civil indefensa de Durango y Gernika en los que asesinaron a centenares de personas de todas las ideologías y edades, sin distinción. Los populares añaden que el bando no golpista, es decir, el demócrata republicano, también cometió “matanzas indiscriminadas”.

Este partido cita las sacas de las naves Cabo Quilates y Altuna Mendi tras un bombardeo fascista perpetrado el 25 de septiembre de 1936, y ese mismo día en Durango tras otra suelta de bombas por parte de facciosos. A estos sucesos se suman los de las escuelas de Urbinaga en Sestao al día siguiente, así como los del 4 de enero de 1937 en Bilbao en la Casa Galera, el Convento el Carmelo, los Ángeles Custodios y Larrinaga.

Ese día, tras un bombardeo de aviones facciosos sobre la ciudad hubo una saca de derechistas o presuntos derechistas que fueron fusilados. A pesar de que algunos consejeros del incipiente Gobierno vasco pidieron a los manifestantes que se disolvieran, muchos de ellos decidieron marchar hacia las cárceles de Larrinaga, Carmelo, los Ángeles Custodios y Casa Galera, que fueron finalmente asaltadas a las cinco de la tarde, dando muerte a 224 personas.

Otra vendetta se produjo en los citados barcos prisión. Según narra Germán Cortabarría en la enciclopedia Auñamendi, el primer buque, de 12.000 toneladas, estaba fondeado en el puerto de Bilbao cuando el 25 de septiembre de 1936, tras un bombardeo aéreo de hora y media sobre la capital vizcaina, “fue asaltado por enfurecidos tripulantes del acorazado republicano Jaime I. A pesar de la resistencia de los guardianes, lograron dominar la situación”.

El investigador cifra en 39 los presos muertos de ambas embarcaciones. Según esta fuente, a consecuencia de este incidente fueron ejecutados por orden de las autoridades vizcainas varios de los asaltantes, y el Jaime I fue obligado a abandonar el puerto. Otro barco que funcionó como cárcel flotante fue el Upo Mendi, que en 1939 fue rebautizado Monte Jarindo, siendo desguazado en 1962.

La misma jornada del 25 de septiembre, los aviones leales al bando sublevado se acercaron a Durango. Allí lanzaron hacia las 11.00 horas cuatro artefactos. Uno fue dirigida al frontón de Ezkurdi, donde estaban milicianos y refugiados huidos de Gipuzkoa. La bomba alcanzó la pared lateral del frontón, atravesó el muro y estalló. Causó doce muertos y varios heridos. “Otro artefacto cayó en la huerta del médico Marcos Unamunzaga, y dos más en la estación del ferrocarril”, confirma Jon Irazabal Agirre, el investigador que más ha estudiado esos meses de sangrienta contienda. Tras el ataque, milicianos posiblemente del Batallón Rusia de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), “enardecidos por las escenas de muerte y dolor que produjo el bombardeo, se dirigieron a la cárcel”, relata Irazabal. En ese lugar, hoy edificio de Telefónica, redujeron a los guardias y sacaron a veintidós presos detenidos por presunta afinidad con los sublevados. Trasladados al cementerio, fueron fusilados.

El investigador concluye apuntando que, “no conformes con estos fusilamientos, trataron de detener y fusilar a otros derechistas de Durango. Advertidos de estas intenciones, miembros del PNV y de STV alertaron y ocultaron a diversos tradicionalistas hasta la liberación”.

El cambio de bando de Alejandro Goicoechea

Este mes se cumplen ochenta años desde que el elorriano impulsor del Cinturón de Hierro de Bilbao e inventor del TALGO se sumó a los facciosos en Arlaban

Un reportaje de Iban Gorriti

La cárcel de Gernika durante la Guerra Civil se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza. Foto: Deia
La cárcel de Gernika durante la Guerra Civil se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza.

 

EL próximo día 27 se cumplirán ochenta años del paso de Alejandro Goicoechea Omar del bando republicano al sublevado contra la legítima Segunda República, en días de Guerra Civil. Nacido en Elorrio y más adelante inventor del tren Talg,según investigadores consultados, ya tenía pactado con los fascistas su llegada ese día a las posiciones de la IV Brigada de Navarra.

La traición se llevó a cabo de noche en Ventabarri -grafía de la época-, en el puerto de Arlaban. Junto a él también dieron el paso otras personas. Una de ellas fue Unceta, hijo del marqués de Casa Jara, también natural de Elorrio. Goicoechea llevó consigo los planos del Cinturón de Hierro, sistema de fortificación de resistencia ante el avance de los militares golpistas y sus aliados. Este sistema de trincheras, abrigos, nidos de ametralladoras de hormigón y otras fortificaciones fue diseñado por el comandante Alberto Montaud y Noguerol. Lo llevaron del papel al terreno los capitanes Alejandro Goicoechea y Pablo Murga, que fue fusilado. Cuando estos dos últimos faltaron, se hizo cargo de él Vicente Aguirre, ingeniero de caminos de la Diputación de Bizkaia. El Gobierno Provisional de Euzkadi le dio a Goicoechea ese mismo día el grado de capitán que había alcanzado en el Ejército español y que el vizcaino había abandonado en Madrid para trabajar en el ferrocarril La Robla en Balmaseda. Un año después, el bando faccioso también cumplió esta acción. Casi cuatro meses después del aquel 27 de febrero, los fascistas ocuparon la villa de Bilbao el 19 de junio de 1937.

orígenes Alejandro Goicoechea Omar nació en Elorrio el 23 de marzo de 1895 y falleció el 30 de enero de 1984 en Madrid. Cursó estudios de bachillerato en el colegio de los padres jesuitas de Orduña. Este hijo de un farmacéutico vizcaino ingresó en la Escuela de Ingenieros del Ejército, en Guadalajara. Al terminar los estudios, con el rango de teniente, fue destinado al regimiento de ferrocarriles de Madrid.

A los 25 años se apartó del Ejército, con el grado de capitán, e ingresó en la Compañía de los Ferrocarriles de La Robla en Balmaseda, donde trabajó durante veinte años. En la villa vizcaina estuvo a punto de ser concejal por el Partido Monárquico en las elecciones del 12 de abril de 1931. El Ayuntamiento de Balmaseda ha cotejado la información y confirma que en las actas municipales no hay constancia de su presencia. Goicoechea abandonó este municipio para residir en Bilbao tras las siguientes elecciones en las que ya no participó.

Llegó la Guerra Civil y, tras trabajar en el Cinturón de Hierro, se pasó al bando golpista el 27 de febrero de 1937. Un año después, Goicoechea presentó sus teorías en el Congreso de Ciencias de Santander de 1938.

Más adelante desarrolló sus investigaciones en Madrid, con la ayuda financiera de José Luis Oriol, padre de José María y Lucas María, de Oriol y Urquijo, con quién fundó en 1942 la compañía Patentes Talgo S.A. Sin embargo, Goicoechea volvió a dar un giro de 180 grados y se desvinculó de la compañía, antes incluso de que se produjera la inauguración oficial de la primera unidad del Talgo.

El tren fue construido en Estados Unidos y realizó su primer recorrido el 14 de julio de 1950 a lo largo de la línea Madrid-Hendaia. Fue presentado como “el más alto exponente de la tecnología española”.

currículum Otros proyectos del elorriano no vieron la luz: ejemplo de un Tren Vertebrado de Gran Canaria o un plan que cruzara el estrecho de Gibraltar. En una entrevista concedida a RTVE, Alejandro Goicoechea se autodefinía pocos años antes de morir en la capital española como “enemigo de la guerras” y como persona que no se dejaba mandar.

Otra curiosidad sobre el Talgo que inventó es que hubo un intento en Euskadi de construir un Talgo de vía métrica, según informa Juanjo Olaizola, del Museo de Ferrocarril. Su origen se remonta a los propios inicios de esta propuesta tecnológica, cuando todavía se estaban efectuando en la red de Renfe las pruebas con el primer prototipo, el denominado Talgo I. “Fue en el otoño de 1943 cuando los responsables de la recientemente constituida Patentes Talgo S. A. contactaron con los responsables de la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados para proponer la explotación de sus trenes en la importante línea de vía métrica de Bilbao a Donostia”.

El proyectó acabó abandonado y, como matiza Olaizola, “pese a los años transcurridos, jamás ha circulado en un tren Talgo sobre vías de ancho métrico”.

Fugas de la ‘derechona’ en Gernika

El viernes se cumplieron 80 años del primer amago de huida que el Comité de Defensa de la República de Gernika-Lumo imposibilitó

Un reportaje de Iban Gorriti

La cárcel de Gernika durante la Guerra Civil se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza. Foto: Deia
La cárcel de Gernika durante la Guerra Civil se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza.

Gernika-Lumo contó en tiempos de la Guerra Civil con una cárcel o de forma más detallada una Comisaría de zona, primigenio Comité de Defensa de la República formado por miembros del Frente Popular. Se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza Media local sito en la calle Don Tello. En sus dependencias funcionó el Cuerpo de Policía, Investigación y Vigilancia. Su funcionamiento sirvió en la reciente película Gernika, de Koldo Serra, como inspiración a la hora de presentar en el film una checa, es decir, una instalación que utilizaba el bando republicano como prisión. La checa cinematográfica nunca existió en la historia real de la villa.

Por aquella comisaría, pasaron personas de derechas que fueron apresadas en dos intentos de fuga acontecidos en Lapatza y Bermeo. De la primera -que acabó con un tenso fusilamiento farsa- se cumplieron 80 años el pasado viernes. Una investigación del historiador gernikarra José Ángel Etxaniz detalla que algunos derechistas prepararon una huida de Euskadi aprovechando sus recursos económicos y la cercanía de la costa.

La fuga a realizar desde Lapatza fue ideada por el telegrafista de Elantxobe Jesús Sáenz Mendia, el mecánico Francisco Lorenzo y el durangués Alberto Urigüen, conductor de autobús. A este último le encargaron la adquisición de una motora con destino a Donibane Lohizune. Se sumaron al plan gernikarras del entorno del rico potentado, Juan Tomás Gandarias. “Para ello sobornaron a un marinero con treinta mil pesetas. La aventura pudo costar diez mil más”, añade Etxaniz.

Quince personas integraron la fuga, como queda impreso en el libro Gernika y la Guerra Civil, publicado por Gernikazarra y del que Etxaniz es coautor: el durangués Alberto Urigüen y su mujer María de Ulacia con su hija María Guadalupe; los cántabros Manuel y Enrique Herrera Oria, hermanos del cardenal Oria; el alférez de Irun José Manuel Berástegui y el comandante de Iruñea Manuel Jaén. Además se sumarían seis bilbainos: Carmelo Basabe, el odontólogo Carlos Careaga, el mecánico José María Garteiz, el facultativo de minas Felipe Lumbreras, el industrial José Agustín Munitis y el arquitecto Luis Vallejo. Y por último dos vecinos de Arratzu: el comerciante Manuel Leguineche (”padre del famoso periodista”) y el ajustador Félix Magunagoicoechea. Todos ellos fueron trasladados en tres coches a Lapatza, lugar ubicado entre Elantxobe y Ea.

Los agentes de la Comisaría de zona, con un miembro del PNV y otro de ANV en la dirección, tuvieron noticia del plan de fuga. Coordinados por el comunista Luis Ibáñez montaron un dispositivo de urgencia para detenerles a los monárquicos conservadores y carlistas antes de su partida.

Una patrulla marítima sorprendió a un primer grupo que ya había descendido a las coordenadas de embarque. La Policía de Investigación y Vigilancia dio el alto al resto en la carretera. Fueron enviados a la cárcel de Gernika y allí los comunistas del comité llevaron a los fuguistas al cementerio de Zallo y les hicieron un fusilamiento farsa. “Testigos contaban que a estos derechistas les entraron ataques de nervios y que se descomponían por el miedo a morir”, relata el historiador.

De allí, fueron trasladados a Bilbao. Tras ser interrogados, ingresaron en prisión. Fueron procesados por delitos de auxilio a la rebelión, complicidad en la frustrada evasión, deserción o en el caso de los militares abandono de destino. El tribunal dictó sentencias de entre 3 y 14 años. El fallido intento de fuga no desanimó a otros derechistas. En Bermeo, detuvieron al pesquero Danielín con los Mendizabal, Echeverría, Landecho, Zuazola y Olazabal. Todos ellos pasaron por la cárcel que entre 1890 y 1931 fue ‘Sociedad de Guernica’. A continuación, Instituto de enseñanza media y sede del comité y milicias comunistas. Allí también se gestó el intento de batallón Gernikako Arbola que acabó siendo una compañía que se unió a la unidad Karl Liebknecht. Con el bombardeo nazi de abril de 1937 el edificio quedó en ruinas.

La vida bombardeada de Paula Azcarate

Hija de nacionalista condenado y sobrina de abad franquista, narra con 92 años el horror del bombardeo de Durango

Un reportaje de Iban Gorriti

EL Ayuntamiento de Durango ha desvelado esta semana que buscará en la Audiencia Nacional el perdón del Estado italiano y español por los bombardeos fascistas que sufrió la villa el 31 de marzo de 1937. Los crímenes de lesa humanidad no prescriben. En el caso de Gernika, el Parlamento alemán ya pidió disculpas a la villa en 1998.

Paula Azcarate, de 92 años de edad, es una de las supervivientes del ataque aéreo a Durango del 31 de marzo de 1937.I. Gorriti
Paula Azcarate, de 92 años de edad, es una de las supervivientes del ataque aéreo a Durango del 31 de marzo de 1937.I. Gorriti

 

Una de la mujeres que aún se duele del ataque indiscriminado sobre Durango es Paula Azcarate Bizcarguenaga, de 92 años. Ella sobrevivió al genocidio impulsado por el militar golpista Emilio Mola. Su testimonio ha sido desconocido hasta hoy y ella ha pasado desapercibida. Pero su historia atesora todos los elementos de una película: su padre fue denunciado por quienes le alquilaban la casa por ser del PNV y condenado a muerte; su tío fue el famoso abad Carlos Azcarate amigo personal de Franco y ella vivió medio siglo en la casa vicarial de las monjas de Santa Susana de Durango, aquellas religiosas víctimas del bombardeo.

Paula nació en Gaztelua, Abadiño, el 29 de septiembre de 1924. Es la segunda de cuatro hermanos. Primera curiosidad: “Mi padre era Francisco, pero murió cuando yo tenía dos meses, y mi madre se casó con el hermano de Francisco, Felipe, que tras cuatro años preso de Franco, volvió a casa mal de la guerra”, asiente quien se casó con Ciriaco Astorkia, de Iurreta.

Con 8 años, Azcarate fue enviada a servir a un caserío de Durango, de unos nacionalistas de Alienda. El 25 de septiembre de 1936 aviones fascistas arrojaron unas bombas sobre el frontón de Durango causando 12 muertes y heridos entre los milicianos. Otro artefacto cayó en una huerta y dos más en el ferrocarril. Los fallecidos tenían entre 18 y 32 años.

Como venganza, los republicanos sacaron a afines a la derecha de la cárcel y les fusilaron en el camposanto. “Yo les vi pasar. Iban rezando: ‘Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, líbranos Señor de todo mal”. Paula aporta datos que ningún investigador ha citado. “La primera en pegarles un tiro fue una miliciana, una de la CNT. Iban con un buzo azul y a las que íbamos a misa nos tiraban zapatos viejos desde las ventanas. ¡Insultaban! ¡Eran ‘malaaas’!”, valora y agrega que un joven, Zavala, salió vivo del paredón, pero “acabó muriendo”.

Seis meses después volvió la muerte, el bombardeo planificado sobre Durango, tras aviso del cubano Mola. Aquel 31 de marzo, fue “horroroso, no se puede explicar”. Ella, como su madre, acudieron al día de plaza. La niña llevaba leche a una familia y se encontró con su madre en Kurutziaga. Oyeron la sirena. La madre le dijo: “’Ume’, vete a casa, no pares. Cojo el burro y voy”. Paula se encontró con un amigo y vieron que “de Anboto venían aviones de tres en tres y con cazas”.

Al llegar al palacio Garai, miró al cielo: “Le dije, Faustino, están tirando papeles. Él me tiró al portal de Loizate. De pronto todo era humo, ruido, piedras por encima. Fuera no se veía nada, parecía de noche. Árboles caídos, todo roto”. Pensó que habían matado a su madre al ir a por el burro a la tienda de Eguen. “Vi a una mujer con una criatura sin pies debajo, muertas. Los burros muertos se hincharon, como un milagro”. Echó a correr hacia San Fausto y se encontró con una vecina ensangrentada. Una cantina de leche se le había incrustado en la cintura. “Me dijo: ‘Polita’, vete a casa y diles que me estoy muriendo”.

Azcarate se reencontró con la mujer con la que vivía. “Me besó y le dije que mi madre y mi tía que vivía con las monjas habrían muerto”. Pero no. Al mediodía vio a su madre encima del burro. Llegaba con una pierna curada por metralla. Les contó que “se había refugiado donde Eguen. De cuatro, murieron la hermana de María Eguen, la tía de Mancisidor y otra. Ella quedó viva”.

Por la tarde, segundo raid. “Volaban tan bajo que les veíamos las caras”. Paula y los suyos se refugiaron en una zanja de San Fausto con riachuelo. “De todo lo que apretamos contra el suelo yo creo que hicimos agujero. Caían casquetes de ametralladora. ¡Pánico!”. Y llegó la noche. Acompañó a una amiga a su casa de la Txantonesa, en Goienkalea. “Fuimos con una vela. Solo se oían llantos y lamentos. Todos buscando sus cosas, sus cadáveres”. Basilisa se llevó a su hija a Gaztelua. “Si morimos, todos juntos”, le dijo. A la dos monjas supervivientes, y otros parientes de Durango. Su padre, ferroviario, emigró con vacas a Amorebieta y acabó en Laredo.

Tras de las bombas

Se quedaron entre dos fuegos. “Los pobres gudaris escapaban como podían”. El abuelo hizo amago de irse pero todos se quedaron. Los de Franco ocupaban Durango: “Qué música, con banderas. Los primeros en entrar fueron moros con pantalones blancos y capa”. Los dueños de la casa les despacharon del inmueble. “Les decían a los moros que éramos rojos, que nos fuéramos como los de Rusia”. Esos días vieron a su tío, republicano, muerto en el cementerio de Abadiño. “Las pasamos canutas”.

Más aún cuando la Guardia Civil les requisó su casa y preguntaron por el padre. Le detuvieron por nacionalista en Astola. “Le dieron 3 penas de muerte, 3 denuncias falsas”. Le encarcelaron en Larrinaga, en un barco, en Burgos y Astorga. Según la familia no era gudari.

Felipe consiguió librarse de las penas de muerte porque su hermano era Carlos Azcarate, famoso fraile trapense de San Pedro de Cardeña. “Era carlista, muy amigo Franco, y tan dictador como él”, se ríe. Tras la detención de Felipe, al abuelo, “del disgusto”, le salió un bulto en la cabeza y murió. Fueron a vivir a Durango. “Yo, recién casada, al convento de Santa Susana”. Vivió allí hasta cerrarse. “Dicen que en el bombardeo murieron un total de 13 monjas -con la muchacha, Mari Bergara-, pero no, fueron 17. Algunas por la tarde cuando escapaban. Las bombas cayeron en el convento sobre la zona de las monjas. Los gudaris se libraron”.

La batalla de la propaganda internacional

La Guerra Civil se libró en el campo de batalla y en la esfera internacional. Irujo jugó un papel importante combatiendo con la verdad las mentiras de los fascistas.

Un reportaje de Luis Bilbao Larrondo

Paul Vignaux, profesor de La Sorbona y enviado especial del semanario intelectual católico francés Temps Présent, entrevistó en 1938, en plena Guerra Civil, al dirigente del PNV Manuel de Irujo. Según Vignaux, estaba sumamente agradecido a Temps Présent que le hubiesen permitido entrevistar a una persona de tanta valía democrática como Irujo, quien había desempeñado el cargo de ministro de Justicia y ministro sin cartera de la República, doctor en Filosofía y Letras, abogado de formación y a quien definió como un político consecuente y con una pasión rigurosa por el derecho y por la ley. Fue autor de varios libros sobre temas políticos y sociales además de miembro de la Sociedad de Estudios Vascos. Para Vignaux, Irujo fue un demócrata de enorme fuerza moral y personal, nacido para la paz, el trabajo y la ley civil. Pero Irujo tuvo otra faceta no tan conocida, como fue la de haber sido un gran defensor de la causa vasca y republicana en el ámbito internacional.

Suscitó una gran controversia en la prensa y en la sociedad inglesa un artículo titulado Inglaterra, Italia y España. El caso paz por negociación, publicado en The Sunday Times el 6 de noviembre de 1938, el cual estaba firmado por Scrutator. No se trataba de un articulista cualquiera sino que detrás de ese seudónimo estaba Herbert Sidebotham (1872-1940), uno de los periodistas y escritores de mayor autoridad y de más prestigio del Reino Unido en Política Exterior. Si Scrutator era su seudónimo en The Sunday Times, Candidus lo era, tanto en The Daily Sketch como en“The Daily Graphic. Student of politic, lo era en The Times y en The Daily Telegraph y Student of war en The Manchester Guardian. Fue autor de obras tan importantes para comprender la política exterior de Gran Bretaña, como England and Palestine, Pillars of the state, Political profiles from British Public Life, Labour´s great li” o The sense of things. En este artículo no solo analizó las consecuencias del Pacto de Múnich o el por qué Italia intervino en la guerra de España sino que también porque al Comité de No Intervención lo tachó de haber resultado ser todo un embuste a favor de Franco, porque baste recordar que sus aviones lo mismo bombardeaban ciudades abiertas que barcos ingleses. Sostuvo Scrutator que la cuestión práctica de todo esto no pasaba sino por dar con el mejor procedimiento para resolver el problema español. En uno de los apartados del artículo sostuvo algo muy importante para los vascos, y es que llegó a afirmar que existía otro argumento para lograr la paz por medio de la negociación y ese camino era el de la Solución Federal. Porque, subrayó, que en la Península Ibérica existían cuatro Españas: País Vasco, Galicia, Cataluña y el resto.

Autodeterminación Es más, en otro apartado titulado Home rule o gobierno propio, defendió que el principio de autodeterminación era indudablemente aplicable a los vascos, un pueblo históricamente único, cuyo derecho a disponer del Home rule fue incuestionable hasta hace cien años. No existía entre ellos el comunismo -como gobierno- y la piedad católica se desarrollaba en paz, con libertad y progreso. A los catalanes también tachó de ser compromisers -propensos a la avenencia- por naturaleza y sus elementos extremistas eran de fuera, de otras partes de España.

En ese mismo diario, se publicó una carta al editor de The Sunday Times, el 27 de ese mismo mes, escrita por P. H. Hemingway, de Southampton, quien alabó el artículo de Scrutator al que tachó como admirable. Sin embargo, puso en duda que Franco fuese llamado campeón de la religión, cuando no había titubeado en aplicar las medidas más extremas contra el viejo e histórico pueblo vasco. Gernika y Durango le traían a la mente escenas salvajes sin igual. Acto seguido nombró a otro periodista español, Chaves Nogales, autor de A sangre y fuego, quien se mostró sincero con la desagradable afirmación para los facciosos de que “el terror blanco fue tan brutal como el terror rojo”. Tal vez, sostuvo Hemingway, el lector inglés estuviese, por encima de otras cuestiones, interesado en saber, “qué era lo que piensan las mujeres y niños de las ciudades bombardeadas”. ¿Esa era la tan cacareada generosidad de Franco? Hemingway no solo había echado por tierra buena parte del argumento de los sublevados sino que a tenor de quien respondió, quiere decir que dichos comentarios hicieron mucho daño en la causa facciosa.

El 11 de diciembre de ese año, el marques Merry del Val, antiguo embajador de España en Gran Bretaña publicó un artículo titulado España y los vascos en cartas al editor de The Sunday Times. En él arremetió en términos muy duros e inhumanos y basados en toda una sarta de mentiras contra Hemingway y los vascos, defendiendo a Franco y a los sublevados. Lo hizo así porque al parecer no tuvo agallas de hacerlo contra Herbert Sidebotham, intelectualmente muy superior, y a quien le precedía su intachable reputación y también por miedo a que todos los medios de prensa en los que escribía Scrutator hicieran campaña contra los sublevados de Franco. No se entiende de otra forma, porque más lacerante que lo dicho por Hemingway, para los facciosos, tuvo que ser, sin duda, lo que Scrutator había llegado a afirmar sobre el derecho de autodeterminación de los vascos.

La ‘fábula’ de Gernika El marqués, no obstante, empezó por acusar a los vascos con toda una serie de falsos argumentos: desde que Irujo y Monzón habían sido cómplices de varios asesinatos, a que el bombardeo de Gernika fue una fábula, una invención y que el de Durango ocurrió por culpa del Gobierno vasco. Dejó caer, que ni tan mal para los facciosos, ya que en su mayoría las víctimas habían sido nacionalistas vascos. Sostuvo que el que fuesen mujeres y niños no fue sino consecuencia de la guerra moderna.

Irujo respondió a estas graves acusaciones desde The Sunday Times del 14 de ese mes. Sobre el que hubiera tantas ideologías en Euskadi, le respondió que fue debido a que Euskadi era una democracia que respetaba celosamente la libre expresión de ideas. Irujo exigió que se retractara de sus acusaciones y el 25 de ese mes, en otro artículo, el marqués se retractaba, no solo de las acusaciones hechas a Irujo y a Monzón sino que también de aquella otra, de que las mujeres que estuvieron en los barcos cárceles de Bilbao, -que ya lo estaban antes de que el Gobierno vasco se instituyera-, no fueron asesinadas como él dijo, sino que fueron puestas en libertad inmediatamente por la Cruz Roja en Francia, gracias a la gestión del Gobierno vasco. Irujo aportó pruebas materiales de las matanzas de curas vascos por las tropas de Franco (Le Clergé basque. Chez H.G.Peyre, París), así como testimonios escritos del Dean de Canterbury y de la Comisión Inglesa en Durango, testigos en primera línea del brutal bombardeo. Aportó pruebas de la existencia de 60.000 mujeres, sacerdotes y hombres del País Vasco en campos de concentración y prisiones de Franco, de cómo 14.000 vascos fueron asesinados tras las líneas por los franquistas y que un año después de haber caído el País Vasco seguían siendo ejecutados.

De hecho, aportó las listas de fusilados, pueblo por pueblo, avaladas por la Comisión de Canje de Prisioneros y por sir Philip Chetwode. De la exquisita conducta de los dirigentes vascos, con todos, sin exclusión, aportó las cartas de los embajadores de Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Francia y Estados Unidos que así lo atestiguaron. Proporcionó incluso cartas de amigos facciosos del marqués que agradecían a Irujo y al Gobierno vasco el haberles salvado la vida a riesgo de perder la suya, tales como monseñor Gandasegui, monseñor Egino, Hernando de Larramendi o el conde de Romanones. Irujo acreditó también documentación que demostraba que el obispado español había servido a la rebelión militar.

Irujo, para entender la poca catadura moral de los facciosos, aportó como información una carta, que explicaba cómo, pocos meses antes, varios periodistas ingleses y un informador en San Juan de Luz, tuvieron conocimiento de una reunión del duque de Alba, junto a Areilza, Ibarra y el Dr. Marañón en la que se quejaban amargamente de que los vascos hubiesen hecho cambiar la opinión internacional hacía la República porque les había impresionado profundamente, a los políticos y medios de países como Francia o Gran Bretaña, la personalidad del lehendakari Aguirre. Las noticias para los facciosos no eran nada buenas porque a esas alturas las ayudas económicas, gracias a la influencia de los vascos en toda América, iban mayoritariamente hacia el Gobierno vasco y la República. El Dr. Marañón propuso como venganza, organizar una campaña contra los vascos. El duque de Alba expresó su pesimismo respecto de Inglaterra, sabedor que el Foreing Office abogaba por la solución federal frente a la monarquía, por ser esta una mejor solución para los británicos. Quedaron los allí presentes, en maquinar una campaña de difamación contra el lehendakari Aguirre, acusándole de ladrón y de llevar una vida licenciosa. Así actuaba esta gente, según Irujo.

Mr. Jack Leche Irujo se entrevistó poco después con el editor de The Sunday Times y le acompañó el diplomático Mr. Jack Leche quien había actuado como agregado comercial de Gran Bretaña en España, con quien trabajó en la Comisión de Canje de Prisioneros y que sería poco después nombrado nuevo embajador inglés en Guatemala. Este diplomático, amigo de Irujo y de su familia, que se declaró siempre amigo de los vascos, también se ofreció ante el editor de The Sunday Times a testimoniar la verdad de Irujo, tanto por carta como personalmente. El editor se quedó muy impresionado porque este diplomático poseía un bagaje y una reputación fuera de toda duda en el Foreing Office. De esta forma, detuvieron las mentiras del marqués y que siguiese difamando y mintiendo en otros medios. Es más, Irujo y los vascos se habían ganado al gobierno de los conservadores. De hecho, Jack Leche creía que era el mejor momento para propagar por Gran Bretaña la causa vasca y republicana. El diplomático inglés contó ante los presentes, que cuando pasó por Biarritz, un grupo de facciosos -entre ellos estaba algún hijo del marqués- le comentaron: “Menuda pretensión la de estos vascos y catalanes, ¿por qué no han de ser iguales que los restantes españoles?” Él les contestó: “Pues señores, por la sencilla razón de que no son españoles, a nosotros nos costó demasiado comprender esta situación en Irlanda para que la olvidemos mirando a España”. Mr. Leche le dijo algo más al editor de The Sunday Times, y fue que Merry del Val estaba totalmente desacreditado en el Foreing Office y que si el marqués tuviera treinta años menos y se encontrara con él en las calles de Londres, le daría dos guantazos por difundir tantas mentiras contra los vascos. Los vascos y por ende la República, habían ganado aquella batalla de la propaganda internacional.