La ocupación de Bakio por las tropas franquistas dio paso a una dura represión contra hombres y mujeres por el solo hecho de ser nacionalistas vascos y defender las libertades
Un reportaje de Begoña e Igone Abio Zapirain
Con ocasión del 80º aniversario de la ocupación de Bakio por parte de las tropas franquistas, en la primavera de 2017 la asociación Makatzeko iturria, promovió una investigación con objeto de recuperar la memoria democrática del municipio, estudiando la evolución política que experimentó la anteiglesia a lo largo de la Segunda República y reconstruyendo los hechos que se sucedieron durante la Guerra Civil y la posguerra, con el propósito último de reconocer y rendir homenaje a las personas que sufrieron la contienda y padecieron la represión franquista por el solo hecho de haberse significado en defensa de la libertad y del autogobierno de Euskadi.
Con posterioridad, la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha desarrollado un trabajo más amplio y ambicioso, que ha sido publicado recientemente, en línea con las monografías locales que esta entidad viene editando en los últimos años en colaboración con los ayuntamientos y bajo los auspicios del Instituto Gogora y la Dirección de Víctimas y Derechos Humanos del Gobierno vasco.
La comunidad local bakiotarra de la cuarta década del siglo XX, era una sociedad eminentemente rural, de incipiente proyección turística, cuya sociología electoral no había alcanzado aún la complejidad que ya entonces había llegado a adquirir en otros municipios vizcainos de mayor población e impronta industrial.
En las citas electorales que se sucedieron a lo largo de la etapa republicana, tan solo presentan relevancia dos bloques: el PNV, que es claramente mayoritario en las preferencias de los votantes bakiotarras de aquella época, y las derechas monárquicas españolas, tanto en su versión tradicionalista como en la dinástica. Ni las izquierdas ni las formaciones específicamente republicanas superaron el umbral de lo anecdótico. Y por lo que respecta a ANV, se puede decir que, entre 1931 y 1936, recibió un apoyo nulo por parte de los electores de la anteiglesia.
En los comicios locales del 12 de abril resultaron elegidos cuatro concejales del PNV y tres monárquicos. El alcalde, Leandro Oraindi, era caminero foral. Los restantes miembros de la corporación eran baserritarras. Los electos jeltzales, que tras la ocupación de Bakio serían objeto -junto a otros muchos correligionarios- de la inquina y la persecución del bando rebelde, además del alcalde Oraindi, fueron Doroteo Uriarte, Celestino Ibinaga y Segundo Markaida.
Oraindi representó a Bakio en las asambleas proestatutarias que se celebraron en Iruñea (1932) y Gasteiz (1933) y participó, también, en la votación que eligió lehendakari a José Antonio Aguirre (1936). A algunas de ellas asistió acompañado del secretario de la corporación, Ciriaco Egia, que también padeció la represión franquista.
Suspendido en 1934 Como ocurrió en la inmensa mayoría de los ayuntamientos vascos, el alcalde de Bakio fue suspendido en 1934, con ocasión del conflicto del vino. El episodio se dio cuando el Gobierno central pretendió, saltándose el Concierto Económico, reducir el impuesto sobre el vino, lo que hubiera dejado exhaustas las haciendas locales. En solidaridad con el primer edil, el resto de los corporativos reaccionó presentando su dimisión, no siendo repuestos hasta las elecciones generales de febrero de 1936 en las que venció el Frente Popular. Pero resulta importante reseñar que a la autoridad gubernativa le resultó especialmente costoso hallar candidatos dispuestos para conformar la Gestora que hubo de asumir la responsabilidad de administrar el Ayuntamiento durante el periodo de suspensión de los ediles, porque las personas que eran propuestas para tal cometido dimitían de los cargos para los que eran designados.
Pero el golpe militar y la inmediata Guerra Civil, arrumbaron con todos los proyectos municipales, cortando de raíz el decurso de la vida política local. A finales de 1936, el Gobierno vasco dispuso que se cubrieran las vacantes producidas en los ayuntamientos vascos por los concejales fallecidos o destituidos por su desafección a la República. De los tres electos monárquicos que habían sido cesados, solo uno pudo ser sustituido, porque los partidos del Frente Popular carecían de implantación en Bakio. El único elegido fue el jeltzale Félix Muruaga, a quien el franquismo sometería, también, a juicio sumarísimo, condenándolo a pena de cárcel.
Cuando las fuerzas franquistas entraron en Bakio, el 10 de mayo de 1937, el Ayuntamiento se había constituido en Zalla, a donde se había desplazado, con numerosos vecinos, huyendo de las hostilidades y peligros del frente. Al regresar, el día 4 de junio, se encontraron con una realidad muy diferente a la que habían dejado. La nueva corporación, designada por la autoridad militar entre personas afines al bando franquista, esbozaba ya las denuncias que iban a servir de base para organizar la represión política contra el nacionalismo vasco.
El alcalde tuvo que abandonar Bizkaia rumbo al exilio, de donde no regresó hasta años después. Los demás corporativos del PNV, al igual que las personas que habían desempeñado cargos internos en esta formación política, fueron sometidos a consejos de guerra sumarísimos, bajo acusaciones de corte estrictamente ideológico. Los delitos que se les imputaban consistían, exclusivamente, en circunstancias como las de ser “exaltado nacionalista-separatista”, “acérrimo nacionalista”, miembro de “la junta de la sociedad separatista”, “destacado nacionalista y propagandista de estos ideales”, “afiliado al PNV y muy destacado dentro del mismo por su influencia local”, “afiliado al PNV y considerado como separatista muy significado”, etc. Ese era todo su perfil criminal: su condición de nacionalistas vascos y militantes del PNV que habían concurrido a las elecciones en las candidaturas de esta formación, ejerciendo con probidad y responsabilidad los cargos públicos para los que habían sido elegidos.
Penas de muerte La ligereza de las acusaciones no distinguió entre hombres y mujeres. La máquina represiva del franquismo no entendía de modulaciones y matices. También a ellas se les hicieron imputaciones tales como las de ser “afiliada al partido separatista y mangoneante entre las emakumes”, “acérrima nacionalista”, o defender los ideales nacionalistas “en términos exaltados”.
Basta una superficial lectura de los sumarios para comprobar que los consejos de guerra no tenían por objeto, precisamente, administrar justicia, respetando los derechos y garantías de las personas procesadas. Antes al contrario, fueron meras farsas, concebidas y tramitadas con el único propósito de hacer efectiva la represión. En consecuencia, se prodigaron las condenas de privación de libertad, que las mujeres cumplieron en la cárcel de Saturraran y los hombres en las prisiones de Larrinaga, San Cristóbal y Puerto de Santa María.
Pero hubo, también, dos penas de muerte, que se ejecutaron de manera implacable en el paredón del cementerio de Derio. Los condenados fueron Francisco Uriarte y Aniceto Olaskoaga. El primero, casado y padre de seis hijos, había sido el presidente de la junta local del PNV cuando esta se reconstituyó, en 1931. Sobre el segundo, el bakiotarra y miembro de BBB Luki de Artetxe escribió, escandalizado: “Soltero, simple gudari, (fue fusilado) seguramente por confusión con su hermano Ignacio que era alguacil, ¡máximo delito!”
Por su parte, los jóvenes movilizados en la guerra, entre los que se registraban muchísimos socios del batzoki, padecieron, también, persecución, consejos de guerra y condenas de cárcel y de trabajos forzados en campos de trabajadores. Fueron mayoritariamente condenados por “auxilio a la rebelión” -sarcástica acusación para personas que se limitaron a defender las libertades democráticas frente a los rebeldes- pero a no pocos de ellos se les hicieron, también, imputaciones ideológicas que hacían notar su filiación al nacionalismo vasco y, particularmente, su vinculación al PNV.
Toca ahora recuperar su memoria y dar a conocer lo que ocurrió. A ese propósito responde el DVD que hace una semana presentamos en Bakio, que recoge el contenido de la conferencia que dos años atrás impartimos en la localidad, en el marco de los actos de conmemoración de la triste efeméride del 10 de mayo de 1937.