El canje del alcalde de Bilbao preso

El histórico delegado de Cruz Roja Marcel Junod se jugó la vida para entregar a Ernesto Ercoreca a cambio del futuro ministro de Justicia Esteban Bilbao en Donibane Lohizune

Un reportaje de Iban Gorriti

El canje de prisioneros durante la Guerra Civil no fue empresa fácil en un marco en el que las personas perdían la vida a diario en trincheras de ambos bandos. Uno de aquellos trueques humanos tuvo como protagonistas al alcalde republicano bilbaino Ernesto Ercoreca y al durangués Esteban Bilbao, futuro ministro de Justicia y presidente de las Cortes franquistas. Según fuentes consultadas, fueron parte activa en las entregas la Cruz Roja Internacional, con el médico suizo Marcel Junod (1904-1961) al frente, y el despacho de abogados bilbaino de Nazario de Oleaga, por el que pasó brevemente José Antonio Aguirre antes de ser lehendakari.

De izquierda a derecha: el coronel Azcarate, Ramón María Aldasoro, Jesús María de Leizaola, el lehendakari Aguirre, Alfredo Espinosa y el alcalde de Bilbao, Ernesto Ercoreca, en una visita a los heridos de guerra en el Hospital de Basurto.

El doctor Junod, que prestó ayuda en Hiroshima tras la bomba nuclear, informa en su libro El tercer combatiente (1985) cómo hallándose en Donibane Lohizune (Lapurdi) recibió un encargo: se le solicitó mediar en el canje de Bilbao por Ercoreca. El primero, según detalla el investigador Jon Irazabal Agirre, “cayó prisionero de los sublevados el 19 de julio de 1936 en Miranda de Ebro cuando regresaba a Bilbao de un viaje a Madrid”. Ercoreca, por su parte, se hallaba preso en Iruñea.

Comunicada la posibilidad del canje, “los dos bandos dieron el plácet”, confirma el miembro de Gerediaga Elkartea. Sin embargo, ahí surgió el primer desacuerdo. “Nadie quería ser el primero en liberar a su prisionero”, enfatiza Irazabal, autor de libros como La Guerra Civil en el Duranguesado 1937-1937.

Tras diez jornadas de intensas negociaciones, las autoridades de Bizkaia -aún no se había configurado el Gobierno provisional de Euzkadi- aceptaron liberar a su rehén. Habría una condición sine qua non: “Esteban Bilbao se debía quedar en San Juan de Luz hasta que Ercoreca saliera de Nafarroa”. Así las cosas, Junod se desplazó el 24 de septiembre con el embajador de Francia, Jean Revete, de Lapurdi a Bermeo, en lancha. El delegado de Cruz Roja se reunió con las autoridades y en ese mismo momento se recibió un inesperado mensaje. La Radio de Burgos emitía el siguiente recado: “¡Atención! ¡Atención! Se ruega al doctor Junod que, si aprecia su vida, salga de Bilbao antes de la una de la mañana”. Los presentes dedujeron que el bando de Mola estaba anunciando un “gran bombardeo” sobre la capital de la “traidora” y republicana Bizkaia.

Junod se disculpó y aseguró no conocer las intenciones de los golpistas y sus aliados. “Logró que las autoridades republicanas dejaran en sus manos a Esteban Bilbao y le solicitaron que disuadiese a Mola de bombardear la capital vizcaina porque temían que la reacción de la población pudiera ser terrible con los prisioneros”, apostilla Irazabal. Bilbao se mostró temeroso, y “creyendo que ya estaba en capilla”, fue trasladado en un taxi, escondido entre el embajador y Junod, al puerto de Bermeo. En la lancha rápida llegaron a Donibane Lohizune. “Esteban prometió esperar allí hasta la liberación de Ercoreca”. Pero, ¿cumpliría su palabra?

Traidor al Carlismo Mola no dio su brazo a torcer y el 25 de septiembre de 1936 bombardeó desde el aire Bilbao y Durango, “precisamente las dos localidades relacionadas con Esteban Bilbao”. Y se cumplió la venganza prevista: “La ciudadanía asaltó las cárceles, entre ellas el barco-prisión Altuna Mendi, en el que había estado encerrado hasta horas antes Esteban Bilbao”.

Irazabal destaca la importancia de este tradicionalista para el bando militar que un mes antes había dado el golpe de Estado. “La no concesión del tiempo necesario para llevar a buen término la misión negociadora, el bombardeo de las dos villas vinculadas con él, radiar el mensaje dejando clara de antemano la intención de bombardear… inducen a pensar que la vida de Bilbao no era de gran interés para algunos mandos sublevados”, analiza, y va mucho más allá: “Quizás su muerte hubiera sido bien recibida por alguna o algunas facciones en liza”.

El investigador hace referencia a que la colaboración del durangués -presidente de la Diputación de Bizkaia entre 1926 y 1930- con la dictadura de Primo de Rivera y con el rey Alfonso XII le había granjeado enemistades dentro de su ámbito político, llegando incluso a ser calificado como “traidor al carlismo y expulsado de la corriente carlista afín al pretendiente Jaime de Borbón y Borbón-Parma”.

Para entonces, Marcel Junod se trasladó a Iruñea para concluir el canje pactado: recoger a Ercoreca con el fin de retornar con él a Donibane Lohizune, localidad en la que había prometido esperar Bilbao. A su llegada a la capital navarra, se le notificó que había una orden reciente del general Mola de “no liberar a ningún prisionero político”.

Junod debió gestionar el imprevisto con trámites en Valladolid y Burgos. Logró su fin. Mola liberó a Ercoreca y el delegado de Cruz Roja reanudó el acuerdo. “En San Juan de Luz -precisa Irazabal- se encontraron los dos exprisioneros y se comprometieron a trabajar para que cesasen las matanzas, pero según Junod, Esteban Bilbao se olvidó muy pronto de sus promesas”.

La cuna del saber como refugio

IÑAKI OLABEAGA, HERMANO DE LA SALLE QUE FUE DESTERRADO POR LOS FRANQUISTAS POR HACER DEL EUSKERA SU LUCHA VITAL, ABRIÓ UNA LIBRERÍA EN LA QUE ACOGIÓ A REPRESALIADOS

Un reportaje de Iban Gorriti

Como la librería de Amsterdam del Diario de Ana Frank, la librería de la Editorial Bruño de Iñaki Olabeaga también escondió a personas perseguidas, en este caso no por los nazis sino por la Policía franquista. El donostiarra conocido como Txotx fue un religioso de La Salle y escritor abertzale que en los trémulos días de la Guerra Civil y el régimen totalitarista se mantuvo como ferviente activista del euskara, a pesar de que décadas antes, de joven en Madrid, lo llegó a olvidar del todo.

‘Txotx’ durante el exilio en Annapes, Francia, donde permaneció entre 1936 y 1944. Fotos: La Salle

Por esa entrega nada clandestina sufrió el destierro y en 1977 le rindieron un homenaje en Zarautz, donde había impartido docencia. No faltaron dos ilustres del municipio como el portero José Ángel Iribar y el lehendakari ohia Carlos Garaikoetxea. Este último también estuvo presente en su entierro, tras fallecer el 2 de febrero de 1983.

El funeral se ofició en el Colegio La Salle de Irun, con asistencia del presidente del Parlamento Vasco Juan José Pujana y del obispo de Annecy, Jean Sauvage, entre otros, con palabras laudatorias a su entrega por su país, lengua, cultura y religiosidad. Iribar le recuerda 36 años después como “un hombre entrañable” y pondera “su defensa del euskera en años nada fáciles”. “Aunque no estaba permitido que nos diera las clases en euskera, él nos reunía aparte y nos enseñaba las canciones populares. Lo tenía muy metido. Fue un gran hombre”, explica a DEIA.

Iñaki Olabeaga Aldanondo Txotx nació en Donostia el 14 de octubre de 1901. Se consagró a la enseñanza en La Salle. Con motivo de la guerra de 1936 viajó a Francia, completando sus estudios en la Universidad de Lille. Siempre negó que se exiliara. “Mis acciones no tuvieron nada que ver con la política. Algunos dicen que me exiliaron por ser abertzale. No es verdad. Mi reto era el euskera y por eso tuve que marcharme, mis superiores me obligaron”, alegó.

Vuelto de ese no-exilio se estableció en Zarautz, dedicándose a la enseñanza de la Lingua Navarrorum hasta que le desterraron a Zaragoza. Colaboró en las revistas Eusko Gogoa, Egan, Olerti, Nora y El Bidasoa. Publicó Salle’ko Juan Bautista’ren bizitza laburra, Irun y Maite dedana, ensayos y poesías.

El exsenador Iñaki Anasagasti saca a la luz su figura y analiza a Olabeaga como “una persona coherente con sus ideas y por eso fue perseguido. Expulsado en tiempos de guerra hizo de espía. En Zarautz se le quería mucho por la labor docente que desarrolló y por su militancia en favor del euskera que le ocasionó ser destituido”. Evoca a su vez sus años en la Comunidad de Santiago Apóstol Ibarrekolanda en Bilbao.

“Txotx ayudó en los cantos y epístolas de las misas de los domingos en San Anton a aquel hombrachón de voz de trueno, el párroco Don Claudio Gallastegi, que convertía sus sermones en mítines políticos. Bajo la dictadura esa misa fue un faro para toda la semana y como escritor en euskera fue un activista del idioma y un abertzale que escondió en su almacén de libros Bruño a perseguidos por la Policía”, evoca.

Colegio quemado De padre mutrikuarra y madre de Astigarraga que no sabía castellano, acudió a los colegios que abrieron en 1905 unos hermanos de La Salle desterrados de Francia, lo que le hizo dejar de querer ser carmelita. En este noviciado les prohibían hablar en euskera, por lo que él y los euskaldunes del centro fueron perdiendo el idioma. Tras cambiar de colegio, en 1931, mientras se vivía la reivindicación vasca del Estatuto, fue quemado el colegio de Las Maravillas de La Salle en Madrid, donde era profesor.

Por esta razón, retorna y otra experiencia “le marcó muy fuertemente y estableció su relación con el euskera y la cultura vasca, lo que definió la esencia de su vida y trabajo posterior”, valoran sus compañeros de La Salle. Ocurrió el día en que Iñaki fue a visitar a su familia. Su padre le recibió con esta frase: “Aquí está nuestro castellano instruido”. Más adelante, cuando en octubre de 1935 su madre estaba moribunda, el religioso no pudo rezarle ninguna oración en euskera. “Su resolución fue tajante, tenía que recuperarlo, costase lo que costase”.

Y así lo hizo, publicando libros, algunos de los cuales quedaron sin ver la luz por el estallido de la Guerra Civil. Se desconoce lo que hizo Iñaki aunque se cree que estuvo en Zarautz con la familia de su hermano Patxi. “Sí sabemos que ayudó a Monseñor Gandasegi, obispo de Valladolid, a trasladarse desde Donostia a la zona nacional en Beasain, atravesando el monte Murumendi. También ayudó a su sobrino Joseba, periodista, a esconder documentos y luego pasarlos a Francia”, detallan desde La Salle.

En el Colegio San José de Zarautz, se vio obligado a salir a Annapes, en Francia. Fueron, según sus palabras, “los días más felices de mi vida”. Sin embargo, añoraba a su familia y tierra. Como cuenta su amiga Maurice Boccaren, “nos dejó clara su opinión sobre Franco. Tampoco le gustaban los alemanes nazis y, como nosotros, estaba deseoso del triunfo de los aliados”.

En 1944, cruzó la frontera para volver a casa. Pero fue destinado a Zaragoza como profesor y no volvió a Zarautz hasta 1948. Fue director del Colegio San José, donde comenzó a potenciar el euskera. El hermano Joxepe Roa recuerda que decía al estudiantado: “Entre vosotros tenéis que hablar en euskera y cuando escribáis a casa hacedlo en euskera, yo os ayudaré”. Pero llegaron la denuncias. Desde Madrid ordenaron alejar a Iñaki por ser un “nacionalista radical” y adoctrinador. En 1954 partió, pero fue acompañado a la estación por zarauztarras como reconocimiento a su labor. En 1959 llegó a Bilbao y se puso al frente de la Editorial Bruño, donde ocultó a perseguidos.

Los hombres de Franco en Bilbao

El Ayuntamiento bilbaino (1937-1959)

Los sucesivos alcaldes franquistas desarrollaron en Bilbao, de forma paralela a la gestión municipal, una intensa labor de propaganda para justificar y ensalzar la dictadura

Un reportaje de Antón Pérez Embeita

El 19 de junio de 1937 el ejército franquista toma Bilbao por la fuerza de las armas. Desde aquel fatídico día y durante más de 40 años la dictadura franquista gobernó la capital vizcaina, imponiendo políticas cuyo objetivo no era otro que la propaganda y el control social ejercido por los poderes públicos. Durante el periodo que denominamos primer franquismo, desde el comienzo de la dictadura hasta el año 1959, 113 hombres formaron parte del personal político del Ayuntamiento de Bilbao, manejando los destinos de la villa en nombre del dictador. Decimos hombres no por englobar al ser humano en tal acepción, sino porque ni una sola mujer formó parte del consistorio durante aquellos 22 años. Seis alcaldes estuvieron al frente de las corporaciones municipales bilbaínas: José María Areilza, José María González de Careaga, José Félix Lequerica, José María Oriol, Tomás Pero-Sanz y Joaquín Zuazagoitia. No obstante, tan solo el último, Zuazagoitia, se mantuvo en el puesto durante un periodo prolongado de tiempo (muy prolongado, eso sí, ya que fue alcalde durante casi 17 años).

Desfile de celebración de la ‘liberación’ de Bilbao por las tropas franquistas.

Los primeros alcaldes franquistas de Bilbao fueron cargos provisionales, nombrados con la guerra civil todavía en curso y cuyos mandatos se caracterizaron por su brevedad. Sobresale la primera comisión gestora, nombrada en junio de 1937 y disuelta en febrero de 1938. Aquellos primeros gobiernos municipales tuvieron un carácter claramente temporal (el primero estuvo formado por tan sólo cuatro personas) y fueron renovándose al obtener los alcaldes cargos más relevantes en el organigrama franquista.

Tras el final de la guerra civil se comenzó a buscar estabilidad en el consistorio bilbaino, y tras el paso de J. M. Oriol Urquijo por la alcaldía (1939-1941) parecía que su sucesor sería un alcalde longevo. Sin embargo, durante el mandato de Tomás Pero-Sanz sucedieron los llamados Sucesos de Begoña, que supusieron la cristalización de las tensiones existente entre carlistas y falangistas en un atentado contra los primeros a la salida de la basílica de Begoña el 16 de agosto de 1942. Una bomba de mano provocó 70 heridos y una escalada de la tensión, solucionada por las jerarquías franquistas mediante la destitución del alcalde y la transformación profunda de la corporación municipal al completo. El tradicionalismo salió sin duda peor parado, ya que a pesar de que el atentado fue llevado a cabo por un falangista fueron los carlistas los que prácticamente desaparecieron del Ayuntamiento durante un tiempo.

La salida de Tomás Pero-Sanz supuso la llegada del farmacéutico Joaquín Zuazagoitia, que se mantuvo al frente de la alcaldía hasta 1959, cuando también fue cesado tras un trágico suceso, un incendio que acabó con varias vidas y que no se pudo extinguir por los problemas de abastecimiento de aguas que sufría la ciudad.

Como era habitual en las instituciones franquistas, en el Ayuntamiento bilbaino se produjo un equilibrio de fuerzas entre las diferentes familias de la dictadura, destacando el papel del carlismo, del falangismo y del monarquismo, representado este, principalmente, por personas provenientes del partido Renovación Española. El tradicionalismo era una fuerza política con peso en la zona, frente a una Falange impuesta desde el poder, pero la diferencia entre Bilbao y otras ciudades de su época se encuentra en la importancia de los monárquicos de Renovación Española.

Alta burguesía Este partido apenas tenía representación social en Bilbao, y estuvo formado en buena medida por miembros de la alta burguesía industrial vasca, que durante este periodo controlaron tanto el poder político como el económico a nivel local. Una parte de dicha burguesía había apoyado e incluso financiado a Franco desde el primer momento y, a causa de ello, recibirían después cargos políticos como estos, a lo que había que sumar el poderío económico que ya ostentaban. Cuatro de los seis alcaldes del primer franquismo en Bilbao pertenecieron a Renovación o estaban vinculados a sus miembros, los otros dos fueron carlistas, que sin duda era la fuerza de mayor peso tradicionalmente en la zona de entre las que formaban parte del consistorio. Por lo tanto, el Ayuntamiento de Bilbao estuvo controlado principalmente por la alta burguesía vasca proveniente de la ultraderecha monárquica o del carlismo, con predominio de los monárquicos.

El Ayuntamiento de Bilbao, y es posible que esta situación se diese también en otros casos, tenía diferentes niveles de responsabilidad y de poder. Por un lado estaban los tenientes de alcalde y los propios alcaldes, que eran quienes de facto controlaban la institución, presidían las comisiones municipales y tenían los puestos de responsabilidad del consistorio, y por otro los concejales rasos, por denominarlos así, que tenían un papel testimonial en la mayoría de los casos. Si analizamos el perfil social del personal político del Ayuntamiento, veremos que hay marcadas diferencias entre ambos grupos, aunque en términos generales la gran mayoría eran personas de clase alta o al menos media-alta, trabajadores liberales y empresarios en muchos casos (destaca especialmente la cantidad de abogados), con un nivel de vida muy por encima del de la población sobre la que gobernaban. Como ejemplo, en una época en la que apenas el 1 por ciento de la población podía acceder a la universidad, cerca del 70 por ciento de los ediles bilbainos tenían estudios superiores, en algunos casos incluso habiendo estudiado dos carreras diferentes. Otro aspecto reseñable en las características de los concejales es la vinculación entre ellos y el Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya, que nos indica la relación entre el poder político y el económico. En cada una de las corporaciones municipales de ese periodo, al menos un edil estaba vinculado de manera directa (por él mismo o por un familiar directo) con los consejos de administración de dichos bancos. Bancos que, además, tenían operaciones de crédito abiertas con el Ayuntamiento. No es el único ejemplo de la connivencia entre el poder político y el económico, y son muchos los ediles dedicados al mundo de la empresa, ya fueran negocios más bien familiares o grandes compañías.

Gestión y propaganda En cuanto a la gestión política, las iniciativas del Ayuntamiento de Bilbao pivotaron sobre dos ejes: por una parte, la gestión diaria de la ciudad, es decir, políticas relacionadas con salubridad, higiene, vivienda, educación, abastecimiento de aguas, transporte público y otras infraestructuras; y, por otro, sin duda la labor más importante del consistorio, la propaganda. El objetivo principal de los ayuntamientos franquistas fue el tratar de convencer a la población de las bondades de la dictadura, realizando políticas de memoria, toda clase de cambios en el callejero, monumentos y efemérides o entregando medallas creadas ex profeso para honrar a los combatientes franquistas de la guerra civil, por ejemplo. El consistorio contribuía también al control social ejercido por los poderes públicos (se realizan informes de las personas que vivían en las chabolas e informes políticos de los vecinos) y era también un método de recompensar a los veteranos de la guerra, ya que una parte de los puestos de trabajo que se ofertaban desde el consistorio estaban legalmente reservados para ellos.

En el caso concreto del Ayuntamiento de Bilbao, se llevaron a cabo políticas propagandísticas de todo tipo, comenzando por los cambios en el callejero, que fueron además la primera acción del consistorio, ya que el 21 de junio de 1937 se acordaron ya los primeros nombres con pretensiones propagandísticas. En este sentido destaca el uso propagandístico de la destrucción y reconstrucción de los puentes de Bilbao, dinamitados a la entrada de las tropas franquistas en la villa. Los puentes fueron reconstruidos y se cambiaron los nombres de todos ellos a excepción del de San Antón, debido probablemente al carácter religioso del mismo. Así, se llamaron Puente de la Victoria, Puente del General Mola o Puente del Generalísimo, uniendo la reconstrucción y la vuelta a la normalidad con la dictadura frente al periodo de destrucción y barbarie de la República. Los puentes de Bilbao son un gran ejemplo de propaganda y de la creación de un metarrelato en el que se vinculaban ciertos aspectos positivos (reconstrucción) a la llegada del franquismo, frente a lo negativo (destrucción de los puentes) vinculado a la etapa precedente. Las políticas propagandísticas fueron el principal quehacer del Ayuntamiento, pero desde luego no el único, debido a lo precario de la situación en la que se hallaban Bilbao.

El consistorio era una institución subordinada a la jerarquía del régimen, con poco margen de maniobra y una financiación deficiente, lo que le obligaba a buscar el apoyo de otras instituciones a la hora de llevar a cabo proyectos de mayor envergadura (en este aspecto los contactos personales de los alcaldes y del resto de ediles tenía un gran peso). Bilbao era una ciudad industrial con una masa de trabajadores que vivía hacinada en unas condiciones muchas veces deplorables, con grandes problemas en cuanto al abastecimiento de agua y la vivienda. La proliferación de las chabolas fue una de las características urbanas y sociales de la época, con lo que los problemas de higiene no hacían sino aumentar, provocando situaciones de emergencia sanitaria que el Ayuntamiento no podría controlar.

La situación del consistorio hace imposible pensar que se podría haber dado una solución definitiva a los problemas de la ciudadanía, pero la cuestión es que apenas si se hizo nada, y las soluciones que se plantearon no fueron ni mucho menos suficientes. Las ayudas del Estado eran también mínimas habida cuenta de la situación, y fueron utilizadas también como método de propaganda, pero no acabaron con el problema y las chabolas continuaron siendo parte del paisaje bilbaino décadas después de la llegada de la dictadura, por mucho que las borrasen de las fotografías cuando Franco visitaba la ciudad. Un claro ejemplo de ello es la construcción del barrio de San Ignacio, realizada con ayuda del Gobierno y para cuya inauguración Franco visitó Bilbao, aprovechando para otorgar a los nuevos propietarios las llaves y las escrituras de sus casas, una imagen del Franco protector y bondadoso que el régimen quería vender.

En definitiva, el Ayuntamiento de Bilbao fue una institución con muchas limitaciones, que se dedicó principalmente a la gestión diaria de la ciudad y a la propaganda, pero una entidad clave en la construcción municipal del franquismo, en su consolidación a nivel de ciudad y en la puesta en marcha de políticas que marcaron la vida de las y los bilbainos durante cuatro décadas.

Emakumezko aurreskua Soka dantzak zuzentzen

Bizkaiko herri eta auzo batzuek emakumezkoen aurresku dantzari eutsi diote medeetan zehar, eta azken urteetan hainbat lekutan ere berau berreskuratzen ari da

Iñaki Irigoienen erreportajea

Honela dantzatzen dira emakumeak Bizcayan, esaldia, alemanez idatzita, Christoph Weiditzek 1529 urtean Das Trachtenbuch, argitaratu zuen jantzi liburuan marrazki baten goialdean ageri da. Emakume gazte bat irudikatzen da, dantzatzeko plantak egiten, besoak horretarako jarrera egoki batean dauzkala. Esan dezakegu Euskal Herriko dantzari baten irudirik antzinakoena dela. Zalan-tzarik gabe, emakumeak euskal dantzan duen parte-hartzearen erakusgarririk nabariena da. Ez da esaten zer dantza-mota egiten duen, baina, figuragatik, Lekeitioko neskek San Joan egunean gaur egun beren aurreskuan egiten dutenaren oso antzekoa denez, litekeena da horren tankerako dan-tza bat izatea.

Emakumeek zuzendutako aurreskua. Otxandio, 2017. Argazkia: Itziar Irazabal


Aurreskua izan da Euskal Herriko dantza sozialik garrantzitsuena, zeinean gizonek nahiz emakumeek batera parte hartzen baitute. Soka-dantza edo aurreskua buruz, Markinako 1559ko, Frantziako erregearekin bakea egin zela-eta ospatu zen jaiaren gastuen inguruan azaltzen da: hirian, ingurumarietan, zelaietan zein hariztian hiriko bizilagun asko dan-tzatu ziren (…) bai gizonak eta emakumeak, eta neskatilak eta mutilak (…) danbolin-soinuan nahiz kantatzen ari ziren beste pertsona batzuen soinuan. Gogora datorkigun galdera da ea denek batera egiten zuten dantzan ala txandaka ari-tzen ziren, sexuaren eta adinaren arabera, Joan Ignazio Iztuetak azalduko digunez XIX.en mendearen hasieran.

1588.ko urtean, Ibarguen-Cachopín kronikak horrelako bizkaitar dantza aurkezten du: haietako askok eta dan-tzatu nahi duten guztiek elkarri eskutik helduz, eta dantza-korro handi bat eratuz horrela, bi gizonen artean emakume edo neskatila bat sartu eta eskutik hartuta. Elkarri eskutik helduz esaldia, hain zuzen, erabili zuten geroago apezpikuek parrokien bisitaldiei buruz egiten zituzten autoetan, gizon eta emakumeen arteko dantza mistoak definitzean, halako dantzak kontrolatu edo debekatu nahian zebiltzala eta.

Dantza-mota horri, bere izaera ematen diona da aurreneko eskua daukana -aurresku-, hau da, zuzen-tzen duena. Horrek nabarmentzeko aukera ematen dio aurresku doanari. Hotsandiko uneetan, kolektibitate osoa plazan zegoenean, alkatea izan ohi zen aurresku, udalerriko agintea berak zuela ematen zuen aditzera horrela. Ezan behar da dantzan sokako azken tokia hartzeak -atzesku- ere garrantzi duela. Bi -zerbitzariek- ere zeregin dute, sokako hasierako kideentzat bikotekideak ateratzeko ardura baitute, sexu batekoak edo bestekoak, gizonak edo emakumeak, aurreskua emakumezko edo gizonezkoa den araberan.

Weiditzek adierazitako marrazkia kenduta, C.A. Fischerrek atzerriko bidaiari sor diogu gure jai-dantzak deskribatzean emakumeak izan duten parte-hartze garrantzitsua nabarmentzea, 1797an Bilboko erromeria bat aipatu zuenean. Bi ilara egiten zirela dio, bata neska eta andreena, eta bestea, gizonezkoena. Emakumeei buruz zera dio: ilara bat ikusten duzu, neska eta andreek osatua, eskutik helduta eta lerro batean doazela, baina aurrenekoak soilik, dantzari nagusi gisa egiten ditu noizean behin pauso ba-tzuk, haiek egitean lagunengana itzultzen dela, besteak astiro dabiltzan bitartean. Bertako idazleen artean, J. A. Zamakola bizkaitar historialariak 1818an ida-tzitako lanera iritsi behar dugu: dantza horiek mutil ezkongaiek hasi ohi dituzte, ondoren neska ezkongaiek, ondoren gizon ezkonduek eta, azkenik, emakume ezkonduek, dan-tzatu nahi badute, eta arratsalde guztia jarraitzen dute gero, txandakako hurrenkera hori gorde gabe.

1824. urtean Iztuetak Gipuzkoako dantzei buruz idatzitako liburuan bost soka dantza-mota aurkeztu zizkigun, zeinek hasten eta zuzentzen zituzten aintzat hartuta; gizon-dantza, gazte-dantza, etxeandre-dantza eta hainbesteko hotsandirik gabe, esku-dantza galaiena eta esku-dantza neskatxena.

XIX mendearen bigarren erdian prentsak normaltasunez jarraitu zuten aditzera ematen bazirela emakumeek zuzentzen zituzten dantzak. Adibidez, Portugaleten, 1857. urteko jaietan, herrira uda-pasa joaten ziren bilbotarren artean, gutun batean hauxe kontatzen zen: aski da esatea aurreskua ere dantzatzen zela; hain zuzen, egun batean ezin hobeto egin zuen Antonia josleak, Emilioren andreak. Bizkaiko beste herri batean, Areatzan, 1872. urtean txangoan joanda, bilbotar batzuek bertakoekin batera aurresku bat antolatzeko asmoa zuten, eta, baimena eskatu zutenean, han non ikusi zuten plaza hartua zutela beren aurreskua dan-tzatzen ari ziren neska batzuek.

Harrigarriena da, arrazoi sendorik gabe, XIX. mende laurden amaieratik aurrera gure ikertzaleak Aita Donostia eta Estanislao Labairuk bestean beste, emakumeak aurreskuan ez duela garrantzizko parte-hartzerik izan, omendua izateko rola izan ezik, finkatu zuten bere idazlanetan. Resurreccion Maria Azkue folklore ikertzaileak ere, Iztuetaren lana ezaguna zeukala, beraz, emakumeek sokadantza zuzentzen zutela, ez bide zion eman garrantzi handirik beraren jaioterrian, Lekeition, San Joan egunean dantzan egiteari, eta ez zituen haien doinuak jaso bere herri-kantutegi arruntean. Historialari horietako jarreren aurrean hainbat datu historiko aurkeztuko ditugu, emakumeek sokadantzan izandako parte-hartzea askoz handiagoa eta arruntekoa izan dela erakusten dutenak. Bermeon 1885eko ekainean Noticiero Bilbaínon: San Pedro eguneko goizean, aurresku tradizionala egingo dute arrantza-bizimoduan diharduten neska ugariek. Halako hirurogeita hamar edo laurogei, bada, musika aurrean doala, portutik plazara joango dira, guztiek jantzi argi bat soinean, eta zapitxo arrosak lepoan; horrela, bertan direnen ikusmina piztuko dute. Aurreskua egin eta gero, bikotekideak eta musika lagun, abiatu egingo dira, eta herrian zehar ibiliko, abiapuntura itzuli arte. Bilbon. Kronistak 1884 abenduaren 25ean adi-tzera ematen digunez: tradizioari jarraituz, atzo goizaldean azoka-plazako arrain-saltzaileek dagokien aurreskua egin zuten, eta gero dan-tzari lotu zitzaizkion goizeko zor-tziak arte. Elorrioko 1914.ko jai-egitarau batean: neskatila txanbelin eta atsegin batzuek aurresku bat dan-tzatuko dute. Gueñesi buruzko berrietan: herriko andereño guztiak gogotsu agertu ziren, eta, elizkizunaren ondoren, aurresku bat dantzatu zuten, non hainbat jaun agurgarrik parte hartu baitzuten, ikusleen txalo-zaparrada saritzat hartuta. Muxikan, 1916. ko San Romaneko jaien egitarauak hau zioen: meza amaitu, eta ohorezko aurresku bat dantzatuko dute herriko andereño apainek. Zeanurin, kontatzen denez, Bizkaiko danbolin zaharrenak jo zuen eta haren emazteak, 77 urte dituela, aurresku bat egin zuen, 20 urteko askok baino hobeto.

Aurresku Errituala Olgetazko uneetan gizonek eta emakumeek elkarrekin harremanak ezarri eta elkarri abegi ona egiteko helburuaz gain, aurresku edo sokadantza beste une solemneago batzuetan ere erabili izan da, dantza zuzentzen duenaren edo dantza eskaintzen zaionaren aginte edo garrantzia agerian jartzeko erritu moduko batean.

1860. urtean, Euscalduna egunkariak Tertzio Baskongadoari Durangok egin zion harrera deskribatzen digu, Marokoko gerratik itzuli zenean: egun bererako iragarrita zegoen dantza luze edo aurreskua ordu bat eta laurdenetan hasi zen, Udaleko bi pertsona zirela aurresku eta atzesku; katea eratzen zuten guztiak beltzez jantzita zeuden: bataren bikotekidea 2. komandante Iturmendi jaunaren andrea izan zen, eta bestearen bikotekidea, Pedro de Gorostiza jaunarena, gainerakoan herriko hainbat neska ezkongai galantekin osatuta dantza.

1869ko Irurac bat egunkariak, Olabeagan, Abandoko elizatearen aldean, eraikitako kaperaren bedeinkapenaz informatzean: Bedeinkapenaren eta meza ospetsuaren ondoren, hogeita hamar mahaikiderentzako bazkari bat zerbitzatu zen, eta aurresku batzuk dantzatu ziren, horietako bat bi erriberetako alaba ederrenek egina. Hain zuzen, azken horiek Tosantos gobernadore jauna eta Zugasti alkate jauna sartu zituzten dantzari-biribilera, bai eta beste pertsona batzuk ere, eta ez zuten beste irtenbiderik izan, beren seriotasuna alde batera utzi baino, danbolinaren soinuan artaziak egiteko. Horren ordainetan, txalo-hots ozenak jaso zituzten. Hori da Bizkaian aurkitu dugun emakumeek zuzendutako hotsandi goreneko soka-aurreskua. Horrek argi erakusten digu emakumeak ere protagonismoa hartu izan duela aurresku erritualetan

Aurresku lehiaketak Antoine d’Abaddiek abian 1851ean jarri eta sustaturiko Euskal Jaietan bezela, galtzeko nolabaiteko arriskuan zeuden ohiturak bultzatzeko asmoz, aurreskulari-lehiaketak boladan jarriz joan ziren ia gure jai guztietan, zenbaitetan, soka-aurresku klasikoen kaltetan. Nabarmendu behar dugu, 1905ean, Euzko Gaztedik Euskalduna pilotalekuan antolatu zuen lehen jaialdian, San Ignazio Loiolakoaren egunean: aurreskulari-lehiaketa bat egin zela, non 59 urtetik gorako emakume adindunek parte hartzen baitzuten. Lehiaketara zazpi emakume adindun aurkeztu ziren, eta 50 pezetako saria Eugenia Guerineagak eskuratu zuen, 72 urtekoa bera; 25 pezetakoa, Josefa Larruceak, 62 urtekoa; eta 25 pezetako beste saria, Balbina Múgicak, 84 urtekoa. Adierazgarria izan ere, geroago, aurrerantzean ere Euzko Gaztedik egun horretan egiten zituen dantzari-erakustaldi handietan ez dugu ikusten emakumeek zuzendutako aurreskuen erreferen-tzi askorik. Diktadura luzearen garaian ere ez, ezta ere geroztik.

GAur egun Historia ez ezik, egungo errealitatean Garai herrian ez zaio inoiz utzi emakumeek zuzendutako aurresku tradizionala dantza-tzeari, Santa Anaren egunean batik bat. Gizonezko Dantzari Dantza dantza saioa ondoren emakumeek hartzen dute plaza. Lekeitio da emakumeen sokadantza gorde duen beste herri bat, nahiz eta, aldizka etenak izan dituena. 1682ko datu batek, jada, aditzera ematen digu, neskatilen dantzak ere bazirela San Joan eta San Pedroren jaietan. 1974ean berreskuratu zenetik, dantzak ez du huts egin urte batean ere; San Pedro eguneko eguerdian dantzatzen da, gizonezko Kaxarranka tradizionalaren ondoren. Urte ba-tzuk direla Bizkaiko hainbat herritan, Iurreta, Deustu, Otxandio eta Santurtzi adibidez emakumezko aurreskua berreskuratu da, herrialde bakoitzeko praktika historikoa ezagutzan oinarrituta. Amaitzeko, laburbilduz, esango dugu, pertsona askoren iritziaren kontra, emakumeek sokadantza edo aurreskua era aktiboan dantzatu eta zuzendu izan dutela eta gaur egun Bizkaiko zenbait herritan ohitura iraun duela, edo berreskuratu egin dela. Espero dugu gorde dadin eta beste toki batzuetara ere heda dadin, aurresku dantza honetan emakumeak oso antzinatik bete izan duen lekua berrezarrita.

El barco de las armas que ni prensa ni gobiernos citaron

Bonifacio Aranguena capitaneó el navío ‘Azteca’, que partió en busca de un buque mexicano que portaba armamento para la República en plena guerra.

Un reportaje de Iban Gorriti

EL capitán Bonifacio Aranguena Acha reservaba con mimo en su estancia la ikurriña con la que esperaba ser cubierto el día que falleciera. A cambio, aquella tierra que amó ya no le recuerda a pesar de ser una pieza clave en un momento histórico para el Gobierno provisional vasco. A este capitán de la Marina Mercante se le atribuye haber logrado que un barco mexicano portara acompañado de su navío hasta Santander armas para la República durante la Guerra Civil.

Por labores como esta, Aranguena acabaría desterrado en Irlanda y Colombia. “Fue avistado por tropas extranjeras, denunciado por la Alemania nazi y más tarde, desterrado por el gobierno rebelde, perseguido con toda su familia y obligado a huir del país”, precisa su sobrino Imanol Vitores Aranguena, y va más allá: “En Bilbao, le hicieron saber que el general golpista Queipo de Llano, desde Sevilla, le condenó en rebeldía a la última pena”.

El capitán de la Marina Mercante Bonifacio Aranguena.DEIA

Pero no queda ahí el pesar de la familia vizcaina durante esos años: su padre y tres de sus hermanos fueron apresados y sentenciados a muerte por su condición de vascos nacionalistas. “Afortunadamente, la mediación de la Iglesia impidió que los ejecutaran”, anota.

Bonifacio Aranguena Acha desempeñó el cargo de oficial de los buques de la Naviera Sota y Aznar desde 1931 hasta el 17 de enero de 1936, medio año antes de la contienda civil. Al estallar la guerra, se presentó voluntario en el batzoki de Abando y en agosto fue nombrado por el gobernador de Bizkaia, el republicano José Echeverría Novoa, como primer oficial del navío Sebastián, matriculado en Bilbao y destinado a efectuar un viaje con material de guerra para el Gobierno demócrata.

Antes de zarpar, cambiaron el nombre y matrícula del buque y lo rebautizaron como Azteca. Esta operación fue observada por los tripulantes de una lancha de uno de los dos destructores de bandera alemana que se hallaban en la rada de Bilbao. “De toda la tripulación del buque, él era el único voluntario”, enfatiza su sobrino.

El barco atracó en Burdeos. Le esperaba Telesforo Monzón, con quien, según narra la familia, trataron de adquirir diez vagones de ferrocarril con material de guerra. Ante la imposibilidad de conseguirlos, recibieron la orden de trasladarse al puerto de Danzing (Polonia). Allí recibieron un cargamento de aproximadamente 3.000 toneladas de material de guerra, para dirigirse a Ousant, “donde iban a recibir las oportunas órdenes finales”, continúan sus allegados.

Cuando navegaban el Mar Báltico, les comunicaron que la Alemania nazi denunció en la Sociedad de Naciones que un buque de bandera de México transportaba armas para el Gobierno de la República. Desde la salida de Skagerrat y durante un largo trayecto, les acompañó un crucero italiano fascista, al que consiguieron despistar, dirigiéndose hacia el Cabo Lizard.

El 20 de septiembre del 36, se les acercó un barco del Gobierno vasco, del cual se trasladaron al Azteca de Aranguena instruyendo que se dirigiera al puerto de Santander. Antes de entrar en la bahía cántabra, avistaron al acorazado España, al servicio de los militares golpistas que “afortunadamente no les descubrió”. “Los gobernadores de las distintas regiones del norte felicitaron a mi tío ofreciéndole dinero, que rehusó, por su trabajo aceptando solamente el servicio de un automóvil oficial para ir a Bilbao a ver a sus padres”, explica Vitores.

Según la familia, ni la prensa ni gobierno alguno mencionó el nombre del buque Azteca, que trasladó las armas el 24 de septiembre de 1936 al puerto de Santander. “Mi tío siempre pensó que el Gobierno de la República no quiso comprometer al Gobierno de México por motivos internacionales”, analizan.

Como curiosidad, el histórico sacerdote Alberto de Onaindia sí lo cita en su libro Hombres de paz. “Las armas traídas en el Azteca, fueron distribuidas en el frente vasco y después al de Cantabria y Asturias”. El sobrino del capitán también cita al escritor Gabriel Jackson. “En su libro La República española y la Guerra Civil menciona la llegada de los 5.000 fusiles checos, pero no indica cómo llegaron. En realidad, el único buque que trajo armas fue el mencionado”, asegura.

Vivo o muerto La situación de Bonifacio era crítica en Euskadi. Se exilió a Londonderry, Irlanda del Norte. “Se presentaron en aquel puerto marinos franquistas con la pretensión de trasladar a mi tío a España, vivo o muerto”. Él se mudó con su familia al puerto de Belfast.

En 1948, y después de haber estado haciendo labores de todo tipo salvo la de su profesión, se afincó en Barranquilla, Colombia. Para viajar, obtuvo pasaporte del Gobierno inglés. “Hasta 1952 no obtuvo pasaporte español, expedido por la Embajada de España en Bogotá, que se hallaba marcado”.

Durante su estancia en Colombia y trabajando ya de capitán mercante, consiguió mejorar su situación económica, pero “por causas que no vienen al caso”, perdió toda su hacienda. Una de las mayores ilusiones que tuvo fue volver a su querida “Euzkadi”, sueño que no cumplió, pero sí el de despedirse abrigado por su ikurriña.