Puentes de Bilbao

La historia de Bilbao se ha escrito en torno al Ibaizabal y a los puentes que han unido su pasado con su presente

Un reportaje de Jabier Aspuru

CADA ciudad tiene su evolución que depende de muchas circunstancias, algunas impredecibles. En el caso de Bilbao se puede asegurar que su transformación ha girado en torno a la vía fluvial que se introduce desde el mar hasta San Antón, la ría de Bilbao. Es sorprendente la extraordinaria transformación que ha sufrido Bilbao en los últimos años, pasando de ser una decadente ciudad industrial gris y oscura a una flamante y moderna ciudad multifuncional y de servicios. La imagen de la transformación ha girado una vez más en torno a la ría en un tramo que va hasta la futura isla de Zorrotzaurre que dará continuidad y evolución al cambio. Entretanto, se ha desmantelado la actividad industrial y portuaria que se realizaba en dicho tramo.

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La transformación de este tramo tiene su reflejo en el surgimiento de varios puentes y pasarelas que se han construido en los últimos 50 años: la pasarela peatonal de Uribitarte Zubi Zuri, el puente viaducto de La Salve, la pasarela peatonal de la Universidad de Deusto, el puente viaducto-peatonal de Euskalduna, y el último de Frank Ghery que comunicará con la isla de Zorrotzaurre una vez abierto el canal de Deusto. A estos puentes elevados habría que añadir los puentes subterráneos de tráfico de pasajeros que ha supuesto la implantación del Metro de Bilbao y que atraviesa la Ría en dos tramos, uno en el Arenal y el otro en Deusto. Durante esta transformación de la ciudad han tomado parte alguno de los arquitectos más vanguardistas del mundo.

Esta transformación de Bilbao no es nueva y durante el siglo XIX la ciudad también se transformó pivotando sobre la ría, lo que se vio reflejado en la construcción y remodelación de numerosos puentes en el tramo cabecero de esta.

Bilbao siempre ha sido una ciudad vanguardista y sus arquitectos, extraordinarios. Además, durante el siglo XIX la mayoría de los puentes los diseñaron ingenieros-arquitectos vascos, que siempre tuvieron una notabilísima reputación. En Bizkaia se construyeron dos de los primeros puentes colgantes que se realizaron en Europa de manos del arquitecto bermeano Antonio de Goikoetxea. El primero, el de Burtzeña, de 65 metros de luz, siguiendo la técnica americana e inglesa de los cables de cadenas, se terminó en 1822, dos años después del Union Bridge de Samuel Brown entre Inglaterra y Escocia de 137 metros, que fue el primero de Europa.

La popular canción del puente colgante se refiere a un segundo puente colgante construido por el mismo Antonio Goikoetxea en 1828 para comunicar la plaza Vieja o del Mercado con el desaparecido convento de San Francisco. El autor de la canción fue el alcalde de Vitoria, señor Ciórraga, canción en principio burlesca que los gasteiztarras endilgaban a los bilbotarras cuando venían a las fiestas de la villa. Este puente colgante de San Francisco se construyó con cadenas y en 1852 se cambió su sujeción por cables con la colaboración del ingeniero Félix Uhagón. Otro ingeniero hijo del anterior Sabino Goikoetxea llegó a construir otro puente colgante en 1869 a la altura de la calle Bailén, el puente de Los Fueros, construido por la anteiglesia de Abando para esquivar los peajes que la villa de Bilbao, cobraba por el uso del de El Arenal. Este puente es uno de los pocos desaparecidos y no reconstruidos de los que han existido en Bilbao.

LAS GUERRAS DEL XIX El siglo XIX fue muy convulso y abundaron los conflictos bélicos. Empezó con la guerra con los franceses y siguió con las sucesivas guerras carlistas en la que Bilbao era un bastión imprescindible para todos los contendientes, además se mezclaban los conflictos internos de las sucesivas anexiones de las anteiglesias de Abando, Begoña y Deusto por parte de la villa de Bilbao que vivía encorsetada entre los viejos muelles de San Antón, el Arenal y el actual casco histórico. Incluso hubo un proyecto de construcción de un puerto alternativo de La Paz por parte de la anteiglesia de Abando que dio lugar a la rebelión llamada Zamacolada. Durante estos conflictos dos emblemáticos y sobresalientes edificios religiosos fueron destruidos, entre otros, en Bilbao, una pérdida de patrimonio histórico irreparable. Uno, el templo de San Francisco, único de estilo gótico y arabesco que existía en Bilbao y que llegó a poseer la torre más esbelta y alta de la villa, además de la bóveda con mayor capacidad de todas las de Bizkaia. El templo fue ocupado por la tropas napoleónicas en 1808 y convertido en cuartel. También durante la primera guerra carlista se utilizó como cuartel y su deterioro y estado ruinoso llevó a un decreto de derribo en 1856. Sobre sus ruinas y con los materiales del derribo se construyó un cuartel militar que posteriormente fue bombardeado durante el sitio de Bilbao de 1874.

El otro templo que se destruyó durante la primera contienda carlista de 1836 fue el de San Agustín situado en terreno común a la anteiglesia de Begoña y a la villa de Bilbao. Justo al lado se encontraba la torre de Quintana que también se utilizó como guarnición militar. Esta torre se derribó en el año 1895 por orden del arquitecto Basterra, una vez que el nuevo Ayuntamiento ya se había construido sobre las ruinas del convento desaparecido. En aquella época no existía allí ningún puente. Con la construcción del nuevo Ayuntamiento además del edificio de la Aduana llegó la necesidad de un puente en principio reservado sólo a peatones y en esto también se fue innovador, construyendo un puente giratorio obra del arquitecto Antonio Ruiz de Velasco en 1891. En la concesión se permitió el cobro de una tarifa máxima de 50 céntimos por lo que se le conoció popularmente como del perro chico.

Los editores más importantes de la época y que pugnaban por ser los del Señorío de Bizkaia, J. Eustaquio Delmas y Adolfo Depont, añoraban estos edificios desaparecidos en dos magníficas obras que rivalizaron con sus excelentes grabados. Julio Lambla, un francés alsaciano que se afincó en Bilbao, realizó una serie de excelentes grabados sobre el País Vasco que se publicaron en La Revista pintoresca de las provincias Bascongadas de Adolfo Péan en 1844. El proyecto fracasó económicamente en parte por la competencia que le planteó Juan Eustaquio Delmas con El viaje pintoresco por las provincias Vascongadas en 1846.

‘LA CAPILLA’ DE PORTUGALETE Otro extraordinario ingeniero y personaje polifacético fue el donostiarra Pablo de Alzola que llegó a ser alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación Provincial, hombre culto y controvertido que construyó una vanguardista estación de tren a Portugalete a la que se apodó la capilla por su similitud en el diseño y que desgraciadamente desapareció por su deterioro durante la guerra civil. Alzola en 1879 diseñó y construyó el Puente de Hierro que sustituyó a los anteriores de cadenas y de cables de acceso al convento de San Francisco que sufrieron los avatares bélicos y los aguaduchos de la ría. Alzola, un hombre adelantado a su tiempo, dejó escritas varias obras sobre arquitectura y construcción de las que se han hecho sucesivas y recientes ediciones. Colaboró con otro ingeniero municipal, Ernesto Hoffmeyer, en la construcción del nuevo puente de San Antón en 1878, que puso fin al viejo puente situado unos metros más abajo, el más antiguo de la villa y que aparece en el escudo de Bilbao. Este puente sufrió infinidad de inundaciones y reconstrucciones desde la Edad Media y durante varios siglos fue el único puente de Bilbao.

Entre el puente de San Antón y de San Francisco estaba la Plaza Vieja o del Mercado, centro neurálgico de la villa durante varios siglos, lugar donde se ubicaba el viejo Ayuntamiento de la villa y la Casa de Contratación asociada a la actividad comercial del puerto allí ubicado. Hoffmeyer también fue el encargado de construir el puente de la Merced en 1886 en sustitución del viejo puente de madera. Desgraciadamente la última guerra civil lo destruyó sustituyéndolo por otro de muy inferior nivel y calidad.

Pablo de Alzola, Ernesto Hoffmeyer y Severino Achúcarro fueron los ingenieros- arquitectos que diseñaron el ensanche de Bilbao una vez que la villa se expandió, fundamentalmen te, con la llegada del ferrocarril a Abando en 1863. Otro arquitecto extraordinario y de proyección internacional fue Alberto de Palacio de Elissagüe nacido en Sara aunque afincado en Gordexola, autor del famoso puente Bizkaia de Portugalete, actualmente declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, un visionario y en alguna medida utópico merced a su formación entre Barcelona y París donde coincidió con Eiffel.

Autor dual que tan pronto muestra su compromiso con la tecnología en el empleo del hierro y el cristal en el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid, como muestra su lado más academicista en un proyecto que presentó a las autoridades vizcainas y que de haberse llevado a cabo hubiera cambiado el corazón de Bilbao. Se trataba de un descomunal edificio de galerías que cubría toda la ría en un tramo de 200 metros a la altura del teatro Arriaga. Se desechó por motivos económicos y de difícil gestión contra las inundaciones así como porque las respectivas autoridades ya habían construido sus edificios emblemáticos, el nuevo Ayuntamiento y el nuevo palacio de la Diputación.

Por último, el puente del Arenal supuso la unión práctica con la anteiglesia de Abando ya que su funcionalidad se convirtió en imprescindible debido al trasiego creciente de personas y mercancías. Los primeros proyectos en los que estuvo implicado Antonio Goikoetxea datan de 1848. En su origen el puente bautizado de Isabel II tenía unos arcos centrales levadizos para el tráfico fluvial habida cuenta que los muelles llegaban hasta San Antón. Con la llegada del ferrocarril a Abando el tráfico de mercancías y de carruajes se multiplicó, lo que llevó a la necesidad de suprimir el tramo levadizo y la construcción de altuun puente más sólido proyecto que realizó en 1875 Adolfo Ibarreta. No tardó mucho tiempo en quedarse pequeño e insuficiente ya que se convirtió en el puente de mayor tráfico de toda la ciudad debido a la ubicación de las estaciones de Portugalete, Santander y Abando además del tráfico de mercancías hacia los muelles de Uribitarte y alhóndiga municipal lo que llevó a las autoridades a solicitar un proyecto de ampliación en 1894, aprobándose la propuesta del arquitecto municipal Enrique Epalza en 1901.

Entretanto algunos puentes posteriores como el de Deusto y del Ayuntamiento han perdido parte de su encanto y funcionalidad al permanecer siempre cerrados. Con el tiempo y en la medida en que la ciudad se transforma y evoluciona surgirán y se remodelarán nuevos puentes en una ciudad que ha escrito así su historia sobre las aguas de su ría.

El infierno de Saturraran, entre la historia y el cine

La historia oral fue fundamental para reconstruir los horrores vividos en el balneario reconvertido en cárcel en Saturraran y el cine puso imágenes a aquella dramática realidad

Reportaje y fotos de Igor Barrenetxea Marañón

Por mucho que lo queramos imaginar es difícil interiorizar lo que vivieron aquellos hombres y mujeres internados en los campos de concentración y cárceles franquistas durante la guerra y la larga posguerra española. Miles de personas fueron encarceladas a medida que el ejército sublevado iba liberando las distintas regiones de la península, habiéndolo hecho ya en las que triunfó el golpe. Su único delito: haber militado o bien ser familiar de aquellos considerados desafectos al nuevo régimen. En el territorio vasco este proceso se fue dando en fechas tempranas. En Nafarroa y Araba, focos de tradicionalismo, triunfó la sublevación. Unos pocos meses más tarde ocupó Gipuzkoa, el 13 de septiembre de 1936 tomó Donostia y, finalmente, en la campaña del norte, tras los devastadores ataques aéreos sobre Durango y Gernika (ignominia nunca admitida por el régimen franquista) tomó Bizkaia, cayendo Bilbao el 19 de junio de 1937. Los militares adoptaron medidas cuartelarias para imponer el Nuevo Orden. Para llevarlas a efecto detuvieron a miles de personas que acabaron con sus huesos en las prisiones mientras otros miles eran asesinados de forma impune.

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El balneario de Saturraran en sus años de esplendor.

 

El objetivo del régimen no solo era asegurar la retaguardia sino, a la vez, imponer un castigo ejemplar a todos aquellos que no habían simpatizado con sus pretensiones contrarrevolucionarias.

En el País Vasco, se habilitaron sombríos lugares como las prisiones de Ondarreta, en Donostia; Larrinaga, en Bilbao; el chalé de Orue, en Deusto; el convento de las monjas de Nevers, en Durango, y el colegio de El Carmelo, en Amorebieta, entre los más destacados, por cuyas dependencias pasaron miles de hombres y mujeres, acompañadas de sus niños, acusados de diversos delitos políticos. Y, finalmente, en 1938, en el abandonado balneario de Saturraran, situado en la costa guipuzcoana, no lejos de Ondarroa y Mutriku, hasta su cierre definitivo, en la primavera de 1944. Por sus instalaciones pasarían 4.000 mujeres y sus hijos (bebés, niños de distintas edades que no pudieron dejarlos con otros familiares, por estar en prisión o muertos). Fue habilitado como prisión de mujeres aunque no reunía las condiciones para ello. Como rasgo distintivo, la administración principal de la prisión estuvo a cargo de monjas mercedarias, con su correspondiente guardia armada, un capellán y algunos funcionarios.

Poco a poco fueron llegando camiones con cientos de presas procedentes de distintos puntos de la península ibérica, asturianas, castellanas, andaluzas, vascas e, incluso, una americana y dos ciudadanas europeas. La mayoría de ellas eran amas de casa, algunas estudiantes y de profesiones liberales. Pronto iban a sufrir no solo las inefables condiciones de humedad y hacinamiento características de un sobresaturado sistema penitenciario (con capacidad para 700 presas, albergaba 1.500) sino la brutalidad de sus guardianas. En total, en este balance, murieron 177 mujeres y menores (120 y 57 respectivamente), debido a la mala alimentación y a enfermedades consecuencia de las negligentes condiciones de vida.

Falta de atención médica Otro elemento sumamente trágico fue que en Saturraran, aunque no fue un caso único, las monjas se aprovecharon de su posición para negociar con los alimentos de las presas, la codiciada leche para los niños, la carne o el pescado eran bienes de lujo que ellas se encargaban de vender en el mercado negro, de estraperlo, o en el economato, donde las presas debían pagar por sus propios productos. Aquellas adversas condiciones se veían agravadas por la falta de higiene y de una atención médica primaria básica, puesto que no había ningún médico en la prisión (era el de la localidad que asistía a las presas con cierto rechazo), contrayendo enfermedades como meningitis, raquitismo, infecciones intestinales, bronquitis, sarampión, difteria, etc. Únicamente, la ayuda exterior, los paquetes que facilitaban las familias y, también, la solidaridad de los vecinos, los pescadores de Ondarroa o de los caseríos de Mutriku, que se apiadaban de sus terribles condiciones, hicieron posible su supervivencia.

La madre superiora, sor María Aranzazu, adquirió el sobrenombre entre las presas de La Pantera blanca por su crueldad. Las monjas se comportaron, en general, con una actitud despótica y afín a los ideales de desprecio al vencido que propugnaba el régimen. Aunque el recuerdo de las presas sobre ellas era ambivalente, las hubo crueles, otras que fueron sensibles con su sufrimiento y padecimientos, y algunas, finalmente, optaron por renunciar a la vida religiosa, el régimen se sirvió bien de las instituciones religiosas para ayudarle en su política de control social, dentro y fuera de los muros. Después de todo, aparte de tener que redimir sus presuntos pecados y delitos, el bondadoso régimen buscó la manera de redimir a los presos. En unos casos, con los tristemente famosos campos de trabajo para la reducción de penas o la organización de talleres (costura, plancha, etc.). En este nuevo marco político y social, el gran proyecto del franquismo residía en constituir una sociedad libre del pecado y de los presuntos horrores (y errores) del liberalismo y la democracia republicana, para dar pie a un Estado católico y tradicional, con el objetivo de desterrar los males del comunismo. Por eso, con una disciplina férrea y brutal se impuso el catolicismo en las rutinas carcelarias, asistencia obligatoria a misa, cantar los himnos del régimen y tender el brazo en alto… de lo contrario, caían severos castigos, o bien recompensas para quienes se persignaban.

Todo esto también venía destinado a quebrar la voluntad y doblegar a los presos y presas, para convertirlos en una masa obediente y disciplinada (aunque sin acabar nunca de redimir su pecado). Si bien, no lo conseguiría con aquellas mujeres irredentas, políticamente comprometidas, que pugnaron siempre, con valor, por defender su dignidad frente a las humillaciones que les infligieron.

El otro elemento sórdido y vergonzoso fue el rapto de los niños. Siguiendo las directrices del psiquiatra comandante Vallejo Nájera, se buscó la manera de separar a las madres presas de sus hijos, consideradas la estirpe del mal.

Los estudios pseudocientíficos del mencionado psiquiatra fueron realizados a través del Gabinete de Investigaciones Psicológicas. Desde esas teorías se pensaba que la única manera de evitar que los niños sufrieran el contagio del comunismo era apartándolos de su tutela. Para ello se creó el Patronato de San Pablo, que a la larga se iba a encargar de 30.960 niños, que los repartiría entre cerca de 258 instituciones con el fin inocularles el antídoto contra el mal de sus padres: la doctrina cristiana y el patriotismo español. Muchos de ellos perdieron su identidad, se negaron a volver a ver a sus padres o ingresaron en instituciones religiosas queriendo redimir los pecados de sus progenitores. Solo algunos consiguieron reencontrase con sus familias.

Historia oral En 1944, siguiendo la política que ya estaban aplicando en otros penales del territorio peninsular, el destacamento hospicio pasó por Saturraran, llevándose a todos los niños mayores de 3 años. Saturraran, como otros tantos penales provisionales, fue, posteriormente, desmantelado y poco queda de sus instalaciones, salvo una placa conmemorativa. A partir de ahí, es la historia oral la que ha tenido que completar muchas de las lagunas que la documentación no ha recogido, sobre todo, aquellas experiencias personales únicas e intransferibles de las miles de presas.

Además, en esta encomiable labor de reconstrucción del pasado, también ha contribuido el cine con Estrellas que alcanzar (2010), de Mikel Rueda y el documental Prohibido olvidar (2010), de Josu Martínez y Txaber Larreategi.

El primero de los trabajos fue presentado en el Festival de San Sebastián, y fue un sincero intento por parte de su joven director vasco por acercarse a un tema que había estado muy en boga (dando pie a otras películas como El lápiz del carpintero o Las 13 rosas), el valor de la recuperación de la memoria histórica.

Euskadi fue, sin duda, una de las comunidades que más pronto se empeñó en resarcir a los represaliados por el franquismo y compensar a las víctimas tan tristemente olvidadas. No obstante, faltaba en ese encomiable afán, un filme que pudiera recoger desde otro singular punto de vista el gravoso peso del pasado.

Rueda emprendió, con escasos medios, una importante labor. Aunque la reconstrucción del penal, en el largometraje, no acaba de ser fiel del todo a los hechos, en rasgos generales sí es capaz de trasmitir, y ahí radica su relevancia, el sufrimiento, dolor y maltrato recibidos por parte de las presas. Y, en ese otro punto fuerte, recoge la inquebrantable voluntad de muchas de ellas de resistir esta cruda realidad mediante la rebeldía no violenta, como cuando las presas se encierran en el comedor de la prisión con el fin de entregar a una Comisión de la Cruz Roja sus quejas, que desvelan la situación de cruda indefensión que padecen.

Finalmente, el acto será reprimido pero eso no evita apreciar el enorme simbolismo que se traduce en esta lucha cívica por sus derechos y dignidad.

Otro elemento a destacar, un tanto controvertido, es que la historia fuera rodada íntegramente en euskera, lo cual, para algunos críticos, le restaba credibilidad porque era impensable que en aquel contexto se pudiera hablar este idioma. Además, no todas las presas eran vascas. Sin embargo, su licencia nos permite observar, en positivo, que la sociedad actual sí puede reivindicar esos rasgos culturales propios frente a la intolerancia mostrada por el franquismo contra cualquier identidad que no fuera la considerada estrictamente española.

Como complemento a Estrellas que alcanzar, cabe destacar el documental Prohibido olvidar, antes mencionado. Trabajo encomiable que recupera la voz de las víctimas, los traumas vividos, un recorrido intenso y sumamente crucial sobre sus experiencias en aquel infierno de intolerancia, violencia, humillaciones y, sobre todo, miedo y represión. Sus directores logran un destacable equilibrio entre el valor del testimonio y el sentimiento que nos hace recuperar, en primera persona, un capítulo tan oprobioso de lo ocurrido en tierras vascas. Así, el cine nos proporciona, junto a la Historia, un registro de la memoria que nos ayuda a repensar esos acontecimientos, asumirlos, valorarlos y, sobre todo, juzgarlos para que no puedan volver a repetirse.

El proyecto ZIIZ: La recuperación del patrimonio industrial e histórico de Zumaia

El proyecto Zumaiako Industria-ondarearen Informazio Zentroa fue puesto en marcha en 2009 por seis personas

Un reportaje de Pedro Etxabe Etxabe

lA idea de acometer un trabajo de investigación sobre la industrialización de Zumaia surge del proceso que se dio, principalmente en la última parte del pasado siglo, de cierre y demolición de empresas que jugaron un papel clave en la vida de los zumaianos y en la economía del pueblo, sin dejar ningún vestigio de ellas.

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Miembros del equipo del proyecto ZIIZ, ante el edificio de la antigua estación del puerto.

 

En la segunda mitad del siglo XX, en Inglaterra, Estados Unidos y Europa comenzaron a reconocer el valor del patrimonio industrial, como parte de la historia y la cultura de los pueblos. En Zumaia no se atisbaba ninguna sensibilidad al respecto y fueron desapareciendo, algunos elementos emblemáticos del pasado reciente de nuestro pueblo. Por citar un par de ejemplos, la antigua yutera de Arbillaga, “pieza singular de la arquitectura industrial guipuzcoana” que hubiera merecido ser conservada -al menos el voladizo central de la fachada- “con cuya desaparición se mutilaba parte de la memoria del desarrollo industrial del bajo Urola”. Y la grúa de la rampa de Arbustain, todo un icono de la industrialización de Zumaia, que por la desidia de unos, la irresponsabilidad de otros y la falta de sensibilización de la mayoría “se le dejó caer”, a pesar de las advertencias sobre su estado realizadas por algunos vecinos a las autoridades locales.

Primeros pasos Allá por el mes de marzo de 2009, un grupo de seis personas formado por cuatro jubilados, con diferentes experiencias en el mundo industrial y con conocimiento de la industria de Zumaia, un profesor de Historia del Arte de la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU y una licenciada en Historia y Antropología -todos ellos interesados por el tema-, constituyen un equipo de trabajo y ponen en marcha el proyecto denominado Zumaiako Industria-ondarearen Informazio Zentroa-ZIIZ.

El objeto del proyecto es estudiar, recuperar, conservar y difundir el Patrimonio Industrial del pueblo y en función de los resultados que se logren, crear un espacio donde se exponga de manera permanente el pasado industrial de Zumaia, pasado en el que se ha cimentado en buena parte la actual industria zumaiana.

Los primeros pasos se dirigen a la búsqueda de información y documentación. Aunque en un principio se pretende abarcar al sector industrial en su conjunto, se decide acotar el campo de actuación en aquéllas empresas fundadas a partir de mediados del siglo XIX y que ya no existen, pertenecientes a los cuatro sectores que mayor impacto tuvieron en el desarrollo industrial de Zumaia: fabricación de cemento, construcción naval, construcción de motores, y la máquina-herramienta y otras máquinas.

cemento natural o cal hidráulica De los cuatro sectores antes apuntados, el cementero fue el que activó la industrialización de Zumaia. El cemento natural, también conocido como cal hidráulica, constituyó, en la segunda mitad del siglo XIX, el producto estrella del Bajo Urola, dando origen a una potente industria cementera que se instaló en los municipios de Zumaia y Zestoa. Llegó a alcanzar un gran renombre, incluso a nivel internacional, por sus excelentes cualidades, en particular para las obras hidráulicas, siendo conocido como Cemento Zumaya e influyó decisivamente en la mejora de las infraestructuras portuarias de Zumaia, por las necesidades de transporte del cemento fabricado por las empresas.

Las circunstancias geológicas fueron determinantes en el nacimiento de esta industria. La proximidad y accesibilidad de las dos primeras materias necesarias para su producción -la marga o caliza arcillosa de las canteras de Ibañarrieta y el carbón del tipo lignito de las minas del monte Ertxina- en las inmediaciones de Aizarna, fueron las claves.

Corta y Cía., Eusebio Gurruchaga /Sansinenea e Hijos, Olave y Cía. /Olaizola y Cía., Echeverria, Echave y Cía., Uriarte y Zubimendi, Esteban Aranguren y Cía., Alberdi y Cía. y Gurruchaga, López y Cía. fueron los fabricantes del cemento natural del Bajo Urola.

Con el paso de los años, el cemento natural fue cediendo ante la competencia del cemento Portland, siendo la fábrica de Bedua, propiedad de Uriarte, Corta y Zubimendi, S.A., tras la absorción de Corta y Cía. por parte de Uriarte y Zubimendi, la última en cerrar sus puertas el año 1972.

construcción naval La construcción naval de Zumaia, con antecedentes destacados en el siglo XVI, renació al filo de los siglos XIX y XX, con gran efervescencia al final de la Primera Guerra Mmundial, con la construcción de cascos de barcos de madera, en los astilleros de Pedro Alberdi, Francisco Querejeta e Hijos, Astilleros Eraso, Alberdi y Cía., Arrizabalaga y Olasagasti y Galarraga y Urbieta y José María Egaña, entre otros, y cascos de chapa en La Constructora Metálica y Balenciaga, S.A. y es de señalar el proyecto de instalación de un astillero para la construcción de barcos de hormigón armado, por parte de la Sociedad de Construcciones Navales de Hormigón Armado, de Bilbao, que finalmente no llegó a materializarse.

Esta actividad generó a su alrededor una serie de empresas dedicadas al equipamiento y montaje de barcos, desde fabricantes de motores hasta caldererías, carpinterías, talleres eléctricos y de montaje general.

Hoy en día, es Astilleros Balenciaga con sus más de 90 años de existencia -empresa decana de la industria zumaiana- la que mantiene la actividad, ofreciendo no solo el casco, sino barcos completos con todos los componentes e instalaciones, utilizando las tecnologías más avanzadas tanto en los procesos de producción como en el equipamiento de los buques.

La fabricación de motores El paso de la vela a la propulsión mecánica de los barcos supuso un considerable progreso para la navegación, dando origen a una nueva actividad industrial en Zumaia. La fabricación de motores, iniciada a principios del siglo XX, sirvió de base para generar una importante industria mecánica, sobre la que se ha cimentado, en buena parte, el posterior desarrollo industrial y económico de la villa.

Por un lado, las máquinas de vapor, con sus calderas, fueron construidas en los talleres de Eraso y Cía., Balenciaga y Cía., Carmelo Unanue y Balenciaga, S.A. Y casi al mismo tiempo, con la llegada a Zumaia de la familia Yeregui, procedente del barrio Aginaga de Usurbil y perteneciente a una saga de relojeros, comienza la fabricación de motores de explosión, abriendo una nueva brecha industrial que es desarrollada por varias empresas a lo largo del tiempo. Bien como actividad principal como Yeregui y Cía., Yeregui Hermanos, Carmelo Unanue, Talleres Beal, Juaristi y Guascor o transitoriamente como Urpe, Urin, Holke, Satesa, etc. Actualmente, se mantiene la actividad de Guascor, con la marca Dresser-Rand Guascor, propiedad de la compañía alemana Siemens.

La máquína-herramienta y otras máquinas El caldo de cultivo creado por la formación de una “cultura” y un saber hacer mecánicos -sobre todo con la fabricación de motores- propició la aparición de una nueva actividad. La máquina-herramienta llega a Zumaia de la mano de Otto Holke, de nacionalidad alemana, cuando el año 1935 inicia la fabricación de máquinas fresadoras. La empresa de Holke fue considerada por muchos como una buena escuela de aprendizaje, donde se formaron numerosos profesionales mecánicos tanto de Zumaia como de pueblos cercanos que crearon nuevas empresas o llegaron a ocupar puestos de mando en otras.

Tras la guerra del 36, se crearon otras empresas, algunas productoras de máquinas-herramienta, como Julian Eguiguren, Industrias Satesa, Urpe y Aizape, y otras de maquinaria para trabajar la madera -en el caso de Egurko- o de maquinaria para el mercado siderúrgico y fundición -en el caso de Lagun-Artea-, siendo ésta última la que se mantiene en activo.

Difusión de los resultados Por problemas surgidos con el edificio que en principio podría albergar una exposición permanente, antes mencionada, se aparcó el objetivo principal del proyecto y a sugerencia de Pilar Azurmendi, a la sazón Directora del Patrimonio Histórico de la Diputación de Gipuzkoa, a quien queremos mostrar nuestro agradecimiento, se decide realizar un sitio web donde se plasme la memoria industrial de Zumaia, a través de las historias de 40 empresas de los citados sectores. El mes de mayo de 2014 se hizo la presentación del sitio web www.ziiz.eus donde se puede ver de una manera detallada más de 150 años de la industria zumaiana.

La siguiente acción fue la de colocar unos paneles informativos en los núcleos más significativos en los que se asentaron las empresas industriales. Ante la buena acogida de la idea por parte del Ayuntamiento y con su decidido apoyo se procedió a su instalación en marzo de 2015. El pasado mes de noviembre se organizó una exposición sobre la industrialización de Zumaia que tuvo una gran acogida por parte del público, superando los 2.500 visitantes en las dos semanas que duró la misma. Además durante el desarrollo del proyecto se organizaron charlas sectoriales dirigidas al público en general y una más global para estudiantes de una escuela de la localidad.

Defensa y promoción del patrimonio industrial El patrimonio industrial es hoy reconocido como parte de la historia y la cultura de los territorios y se le otorga la consideración de elemento clave de la identidad de aquellos lugares que han conocido procesos de industrialización, observándose un creciente interés por el tema.

Los resultados obtenidos del trabajo realizado por ZIIZ son un aliciente para su difusión y conocimiento público y para preservar y proteger los escasos restos que aún quedan del rico pasado industrial y para que el patrimonio industrial sea incluido en la oferta cultural de Zumaia.

Dos de los elementos que merecen ser conservados son el conjunto de los restos de la fábrica de cemento La Zumayana, de Gurruchaga, López y Cía., que constituye un elemento representativo del sector pionero de la industrialización, ubicado en el barrio de Narrondo. Y el otro es el edificio de la estación del puerto del ferrocarril del Urola, que además de su valor arquitectónico tiene especial significado porque en su entorno estuvo una de los áreas industriales más importantes de Zumaia, del siglo XX.

Recordando el Proceso de Burgos

Los encausados salvaron la vida gracias a que el lehendakari Leizaola y el vicelehendakari Rezola movieron hilos para que la vista fuera pública

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

a Mario Onaindia, uno de los condenados a muerte en el conocido como Juicio de Burgos le conocí en el Parlamento Vasco en 1980. Representaba a Euzkadiko Ezkerra y nos llamaba la atención la obsesión que tenía contra los jesuitas, contra Xabier Arzalluz y contra todo lo religioso en general. No había debate donde no les aludiera como el poder en la sombra de absolutamente todo. Posteriormente, fue senador por Gipuzkoa en las legislaturas de 1993 y 1996 cuando ya su partido se había adscrito al PSE. Escritor y parlamentario, en Madrid caía muy bien su arrepentimiento y sobre todo su beligerancia contra el nacionalismo vasco en el que había militado. La Villa y Corte trata muy bien a los conversos.

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Manifestación en contra del Proceso de Burgos frente a la embajada española en Caracas. El autor del artículo aparece sosteniendo un mástil de la pancarta con el lema ‘Esta es una manifestación pacífica’.

 

Una noche, por coincidir en las Cortes con él, Joxe Joan Gonzalez de Txabarri y yo le invitamos a cenar al hotel Palace. Queríamos hablar de política e informarle de un dato que quizás él no sabía pero que fue fundamental para que salvara su vida y recuerdo de aquella cena el buen apetito que tenía y que no nos rebatiera cuando le dijimos que gracias al lehendakari Leizaola y al vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio Joseba Rezola y a los obispos Argaya y Cirarda estaba cenando allí con nosotros. Tanto meterse con los curas y con el PNV, para eso.

“¿Por qué decís esto?”, nos preguntó. Y le contamos cómo al haber dos sacerdotes encausados, Kalzada y Etxabe, el juicio debería celebrarse a puerta cerrada, por así regularlo el Concordato entre Franco y la Santa Sede. Era un acuerdo que le venía bien al régimen ya que había planificado un juicio militar rápido, sin el ojo público encima y con unas sentencias condenatorias que se iban a llevar a cabo inmediatamente.

Pero no contó con nuestros dos ancianos que se presentaron en Roma y a través de los contactos históricos con la democracia cristiana italiana y con dos sacerdotes vascos que trabajaban en la Curia, junto a la petición de los obispos, lograron que aquel Juicio fuera a puerta abierta con lo que el mundo pudo ver la verdadera cara de un régimen terrible, vengativo y cruel. Aquello fue el detonante de una movilización mundial porque de ser juzgados aquellos jóvenes por una dictadura, fue la dictadura la que se sentó en el banquillo de los acusados. La Santa Sede agradeció que el juicio fuera público e intercedió ante el Gobierno español para pedir una actitud de clemencia en el caso de condenas a muerte para que las mismas no fueran ejecutadas.

Esto sucedió el 3 de diciembre de 1970 en la ciudad de Burgos. Fue un juicio sumarísimo contra dieciséis miembros de ETA acusados de los asesinatos de tres personas durante la dictadura. Fueron estos: Eduardo Uriarte, Jokin Gorostidi, Xabier Izko de la Iglesia, Mario Onaindia, Xabier Larena, Unai Dorronsoro, Bittor Arana, Josu Abrisketa, Ione Dorronsoro, Enrique Gesalaga, Jon Etxabe, Gregorio López Irasuegui, Itziar Aizpurua, Julen Kalzada, Antton Karrera y Arantza Arruti.

Los hechos juzgados se remontaban al año 1968. El 2 de agosto de aquel año era asesinado el policía torturador Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Investigación Social (policía política secreta del franquismo) de la comisaría de San Sebastián y primera víctima premeditada de la historia de ETA.

Estado de excepción El 7 de junio había sido asesinado José Pardines, agente de la Guardia Civil, al interceptar a dos miembros de ETA en un control de carretera. A raíz de estos hechos el Gobierno español declaró el estado de excepción en Gipuzkoa primero y después en todo el Estado español. Las detenciones masivas desencadenadas durante esos años consiguieron que para el otoño de 1969 estos dieciséis miembros de ETA ya estuvieran presos.

A los imputados se les acusaba asimismo del asesinato del taxista Fermín Monasterio así como de otros delitos, como atentados y robos, que según la acusación les habían reportado un botín de más de treinta millones de pesetas.

Los hechos juzgados eran considerados un ataque al régimen español, por lo que fueron acusados genéricamente del delito de “rebelión general continuada” llamando la atención el elevado número de encausados, dieciséis, entre los que se encontraban tres mujeres y dos sacerdotes, así como las penas solicitadas: seis penas de muerte y 752 años de cárcel.

La vista del Sumarísimo 31/69 se celebró del 3 al 9 de diciembre de 1970 en la sala de justicia del Gobierno Militar de Burgos y el tribunal militar deliberó 18 días en sesión ininterrumpida pero como la jurisdicción castrense en lugar de desglosar los hechos, supuestamente delictivos, se empeñó en acumularlos en un único sumario, para que una condena masiva proyectara una mayor ejemplaridad, la oposición mediática de la época explotó los errores acumulados.

Aquel juicio tuvo una inmensa repercusión en el mundo y como se necesitaban las biografías y las fotografías de los encausados, los activistas del PNV en la clandestinidad, Txomin Saratxaga y Jokin Insasuti recorriendo casa por casa la de todos los 16 juzgados solicitando a sus familias datos y una fotografía. Mientras uno subía a cada piso, el otro esperaba abajo con el coche en marcha y así consiguieron ofrecer a la agencia de noticias France Press, en la persona de Juan Manuel Idoyaga, un material informativo invalorable para poner cara y ojos a los que iban a ser condenados a muerte con lo que la campaña internacional tuvo en sus manos una información clave.

Cuestación popular El equipo que les defendió estaba formado por dieciséis abogados y sus gastos fueron sufragados por cuestación popular. Como letrados actuaron Josep Solé i Barberá, Gregorio Peces Barba, José Antonio Etxebarrieta, Juan María Bandrés, Miguel Castells, Ibon Navascues, Francisco Letamendia y Elías Ruiz Ceberio, entre otros, los cuales tuvieron como asistentes a Txiki Benegas y a Eduardo Moreno Bergaretxe. Entre todos planearon una cuidada escenificación ante el tribunal militar en la que los acusados y sus abogados pudieron hacer el papel de acusadores con sus declaraciones, para así dar a conocer internacionalmente la situación de opresión y represión a la que estaba sometida Euzkadi. Además, todos los días los abogados de la defensa celebraban ruedas de prensa en las que se pormenorizaba la evolución del juicio. Juan Ajuriaguerra y Sabin Zubiri estuvieron en la sala del juicio.

Para aprovechar políticamente el juicio, ETA secuestró el 1 de diciembre de ese año al cónsul honorario de Alemania en San Sebastián Eugen Bheil, equiparando su suerte a la de los procesados sobre los cuales pendía la pena capital, lo que atrajo aún más la atención internacional. Sin embargo, los encausados celebraron una reunión poco antes de comenzar el juicio y decidieron condenar el secuestro por entender que podía perjudicar a las movilizaciones en curso al desviar la atención del mismo.

En Catalunya el 12 de diciembre, trescientos artistas e intelectuales catalanes se encerraron en la abadía de Montserrat y lanzaron un manifiesto en el que pedían la amnistía total, libertades democráticas y el derecho a la autodeterminación. En Madrid un centenar de abogados se encerró en el Palacio de Justicia; y en León, durante el Congreso de la Abogacía española se leyó un comunicado de los presos vascos y se aprobaron, entre otros puntos, la desaparición de las jurisdicciones especiales y la abolición de la pena de muerte. También se produjeron en toda España y en Euzkadi, encierros y manifestaciones multitudinarias contra este proceso y pidiendo la libertad de los procesados, así como protestas universitarias y otras manifestaciones relacionadas con conflictos sociolaborales que sumaban a sus reivindicaciones la demanda de amnistía.

En Europa las informaciones y editoriales en los medios de comunicación a favor de los encausados incluyeron el apoyo de intelectuales como Jean Paul Sartre. Paralelamente se produjeron movilizaciones de protesta contra la dictadura franquista en distintas ciudades europeas y sudamericanas, así como ataques a delegaciones y embajadas españolas. En Caracas, fue Euzko Gaztedi del Centro Vasco de Caracas quien dirigió la manifestación ante la residencia del embajador y ante el consulado español en la calle Sabana Grande. Pedimos permiso en nuestros trabajos y universidades para movilizar a todos los vascos de Venezuela logrando que desde el presidente de la República a los diputados y hasta a los estibadores, se solidarizaran con la protesta resumida en lo que el diario El Nacional publicó como editorial Bolivar, nieto de vascos. Aquello fue un detonante tremendo para movilizar a todo el mundo.

Ante aquella protesta internacional, el almirante Carrero Blanco se dirigió a las Cortes españolas el 21 de diciembre en su calidad de vicepresidente del Gobierno afirmando que cualquier foco de subversión sería desarticulado. A lo largo de su discurso trató de explicar cómo el terrorismo no era consecuencia de circunstancias internas, sino la estrategia que el comunismo seguía para suscitar múltiples guerras simultáneas, consecutivas y entrelazadas.

Clamor internacional Celebradas aquellas navidades con semejante tensión el 25 de diciembre de 1970, ETA liberaba al cónsul alemán y el 28 de diciembre el fiscal hacía públicas las sentencias con la confirmación de las seis penas de muerte iniciales y tres más, en total nueve sentencias de muerte, quinientos diecinueve años de cárcel y multas por valor de seis millones de pesetas. Pero fue tal el clamor internacional que el dictador a sabiendas que la clemencia sería interpretada como debilidad, el 29 de diciembre se reunió el Consejo del Reino y el 30 el Consejo de Ministros en El Pardo, acordando por unanimidad conmutar las penas de muerte por las inmediatamente inferiores en grado.

Siete años más tarde, todos los procesados conseguirían la libertad tras la amnistía general de 1977 y aquellos seis condenados por asesinato antes de ser amnistiados, fueron expulsados de España (Izko, Gorostidi, Uriarte, Onaindia, Larena y Dorronsoro).

Le salió muy mal aquel juicio a la dictadura gracias a que todos trabajamos para que los 16 condenados salvaran sus vidas, incluyendo a nuestros dos ancianos que se fueron a Roma y a los que este mundo jamás ha reconocido su empeño. Fue la victoria de una causa justa, dijo el lehendakari Leizaola desde París.

La historia del mercado de Santo Tomás en Euskadi

El mercado de Santo Tomás es la cita que inaugura oficialmente la Navidad en diversas localidades vascas, que mantienen viva la tradición de unir el mundo rural con el urbano en un multitudinario ambiente festivo.

Un reportaje de Amaia Mujika Goñi

Como cada 21 de diciembre, haga frío o lluvia o ambas cosas a la vez, Bilbao celebrará su tradicional mercado de Santo Tomás. Bullicio y animación que llenarán las siete calles y sus aledaños con gentes llegadas del agro vizcaino con sus mejores productos hortícolas, frutas, aves y matanza, y con urbanitas que se acercarán a cumplir con el obligado rito de degustar el talo de chistorra o morcilla con un chacolí o sidra, y a comprar, seguro, un poco más de lo previsto. En vísperas de esta jornada, en la actualidad más festiva que comercial, conocida como Mercado de Santo Tomás en Bilbao, Santamasak en Arrasate, Feria Agrícola de Navidad en Vitoria-Gasteiz o Feria de Santo Tomás en Donostia, Azpeitia, Hondarribia, Usurbil, Errenteria, Irun o Lekeitio, vamos a conocer algunas de sus características y curiosidades.

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El Mercado de Santo Tomás, en la Plaza Nueva de Bilbao (1925).

 

Con anterioridad a la llegada del invierno, las principales ferias señaladas como cita obligada para llenar la despensa y la adquisición de los últimos productos frescos y de aquellos otros que integrarán los menús navideños son las de San Andrés (30 noviembre), Santa Lucía (13 diciembre) y Santo Tomás. Este último se celebra en torno al solsticio de invierno, el día más corto del calendario, que varía según los años entre el 21 y 23 de diciembre. Un ciclo celebrado en la antigüedad como el renacer del sol y la irrupción del nuevo año -eguberri- y adoptado por el cristianismo para celebrar la Natividad de Cristo, inicio del periodo de Navidad -Gabonak-. En el ámbito tradicional, el otoño ha quedado atrás con la recogida y provisión de la cosecha de herbáceas, cereal y frutas, la elaboración de vino, chacolí y sidra, la matanza del cerdo para hacer acopio de carne, tocino y chacina, y el paso a un nuevo año agrícola con las labores de siembra y abonado que germinarán en primavera. Es el momento idóneo, por tanto, para vender los excedentes de la cosecha y los apreciados productos de elaboración propia, hacer un poco de caja para pagar deudas y contribución, firmar contratos y aprovisionarse de útiles y manjares en los comercios de la villa.

Esta cita anual cobró un especial protagonismo en Bilbao, Donostia y Gasteiz al ser además la fecha elegida por muchos -baserritarras- de la tierra llana para pagar la renta anual a los administradores o propietarios de sus caseríos y heredades que, avecindados en la ciudad, tenían establecido el periodo comprendido entre el 11 de noviembre, San Martín, fin del año agrícola, y la Navidad para hacerla efectiva. La renta estipulada, bien en metálico, en especie sobre un porcentaje de la cosecha (trigo, maíz, fruta, uva…) o bien mixta, se completaba además con algunos presentes de obligado cumplimiento distribuidos a lo largo del año: dos capones en Navidad, un cordero por Pascua y dos pollos por San Juan o fiesta patronal correspondiente, sin olvidar el compromiso de mantener en condiciones la propiedad, mejorarla o aumentar su producción. Hace ya más de medio siglo que el pago de rentas dejó de realizarse, por compra o desaparición de los caseríos, pero la feria se ha mantenido transformada en un día festivo, con la incorporación de nuevos ritos como el de reunirse entre amigos para comer talo con chistorra o morcilla, asistir con el traje tradicional que vistieron nuestros antepasados o promover la producción local participando en concursos y exhibiciones organizadas a tal efecto.

Santo Tomás en Bilbao

Santo Tomás se celebra en Bilbao desde, al menos, el siglo XIX en el que era espacio habitual de mercado en la Plaza Vieja, junto al puente de San Antón, y desde 1915 en su actual ubicación de la Plaza Nueva, traslado que se llevó a cabo por iniciativa de Félix Z. Garci-Arcéluz (Bilbao 1869-1920), conocido por sus cuentos y sucedidos costumbristas Klin-Klon y promotor de los Mercados Agrícolas de Bizkaia. Una efeméride que es recordada desde 1922 en una placa-escudo, obra del escultor Manuel Basterra hoy sin su policromía original, erigida por cuestación popular en la entrada a la Plaza Nueva, desde la calle Cueva de Ekain. Lugar elegido, desde el 2001, por Bilboko Konpartsak y la Academia del Cerdo Txarriduna para rendirle homenaje, en la mañana del domingo anterior a Santo Tomás, con una ofrenda floral y la edición anual de los premios Klin-Klon en dos categorías: mejor foto de prensa y mejor puesto de venta del tradicional mercado agropecuario.

A partir de 1945 la organización del mercado, tal y como lo conocemos hoy, se debe a la Caja de Ahorros Vizcaina, hoy Kutxabank, que la ha ido reestructurando a tenor de los tiempos con la ampliación del espacio expositivo hasta el Arenal, la sustitución de los puestos de tablas por casetas prefabricadas, la edición anual de premios a los mejores productores en las secciones de hortalizas, frutas, plantas, sidra, chacolí, queso, miel, conservas, panadería, pastel vasco, lácteos y animales vivos, así como el homenaje a instituciones o personas que trabajan en la promoción y revalorización de la producción agrícola y gastronómica local.

La Rifa del Cerdo Siendo la chistorra uno de los productos estrella de la feria, no podemos olvidar en este artículo al animal cuyas entrañas y carne lo hacen posible. El cerdo ha supuesto en la economía tradicional la principal aportación cárnica de la dieta invernal para lo cual se cebaba y mimaba durante el año antes de darle muerte, en torno al cuarto menguante de San Martín. Relacionado con ello se celebran las rifas de cerdo, un premio gordo no sólo por sus carnes, que instituciones benéficas instauraron a caballo entre los siglos XVIII y XIX como sistema para recaudar dinero para sus protegidos.

La Rifa del Cerdo

bilbaina fue iniciada en torno a 1831 por la Santa y Real Casa de la Misericordia con el fin de recaudar fondos para los ancianos y huérfanos acogidos en la institución, celebrándose en primera instancia el 17 de enero, festividad de San Antón, patrón de los animales.

El cerdo, con anterioridad al sorteo, era paseado sobre un patín por las calles de la Villa mientras los niños vendían los boletos para el sorteo. De aquellos acogidos ha quedado para el recuerdo la figura de Cabesita de Ajo, el asilado Francisco Simón Usabal Beraza quien, a partir de 1873, fue el encargado de cuidar y engordar el cerdo que cada año se sacrificaba. Abandonada la rifa, probablemente cuando la Santa Casa se trasladó desde su sede en el Casco Viejo, hoy ocupado por el Museo Vasco a su nueva ubicación en San Mamés, fue nuevamente recuperada en 1933 por la entonces recién estrenada Radio Emisora Bilbaina, conocida por todos como Radio Bilbao, y los carniceros Juanito y Félix Manzarbeitia que, encargados de la compra y engorde del gorrino para su presentación anual cada 21 de diciembre en la feria de Santo Tomás, colocaban en el escaparate de su despacho de Tendería un lechón vivo y la figura de su cuidadora, Marichu, desconsolada, accionando la máquina de picar carne.

En la postguerra la Rifa y la obligada exhibición del animal, sólo o en compañía de dos lechones regalados por el carnicero Domingo Gainza o Garsa, ha ido variando con los tiempos, desde su participación en las cabalgatas nocturnas de los cuarenta colocado sobre una elegante e iluminada carroza tirada por un tronco de caballos, o los paseos, ya diurnos, por toda Bizkaia de la década de los cincuenta, en el patín que ponía Mudanzas Alayo arrastrado por los camiones de la Firestone, llevando a bordo a la banda de música y a los niños de la Misericordia, hasta sus últimas participaciones, meramente simbólicas, al ser sustituido en el palmarés de premios por coches, electrodomésticos y consumibles aportados por industrias y comercios locales, coincidiendo con los premios del sorteo de la Lotería de Navidad.

En 1981 la Misericordia cerró el hospicio y la Rifa del cerdo dejó de celebrarse hasta que en 1992 fue recuperada, sin ánimo de lucro, por la Academia del Cerdo Txarriduna y la Asociación de Comerciantes del Mercado de la Ribera, dotándola de un carácter meramente festivo, retornando para su celebración al día de la festividad de San Antón (excepto el primer año que se celebró en Santo Tomás) y bautizando a la primera y monumental cerda de 320 kg. con el nombre de Tiberio.

El gorrino designado anualmente entre candidatos de más de 300 kg., recuperó el paseo en carroza por el Casco Viejo arrastrado por los académicos en compañía de animada fanfarria, y su exposición pública en el mercado de Santo Tomás hasta que, en 2001 tras un apercibimiento administrativo por vulnerar la Ley europea de Protección Animal, tuvo que suspenderse.

Los 9 integrantes de la dinastía Tiberio han corrido distinta suerte; los designados con los números I y III y cuyo boleto premiado no apareció, fueron transformados en chorizos y repartidos gratuitamente el Jueves Gordo, recuperando así la tradición del Txerriki Oparia de Carnaval; Tiberio V fue indultado y regalado al Club de Fútbol Extremadura para su retiro en la dehesa extremeña aunque en el último momento fue sacrificado y transformado en tiberitos con el fin de recaudar fondos para la rehabilitación del salón de actos de la Santa Casa de la Misericordia, siendo los seis restantes entregados, en vivo o en canal, a sus respectivos ganadores, que a su vez los entregaron a instituciones benéficas.

En 2014 la Asociación Txarriduna, fundada en 1991 por gentes de buen vivir, para la defensa y promoción del cerdo y sus derivados, retomaron la rifa del día de San Antón, con el sorteo de tres lechones euskal txerri feliz y su consabido paseo callejero en torno a la sede de la Academia. Esta iniciativa en pro de un nuevo modelo de producción y alimentación slow food fue denunciada por la ONG Wing of Heart, siendo sus promotores multados por la Administración al vulnerar la normativa vigente, por lo que la Rifa del Cerdo en Bilbao y lo que ello simboliza de tradición ha llegado a su fin en esta sociedad tan aséptica para algunas costumbres e insensible en el día a día para con sus semejantes.

Aun así, sirva lo que queda de tradición del mercado de Santo Tomás para el reencuentro y la celebración en torno a los excelentes productos de nuestros baserritarras y productores.