Cuarenta años del ‘caso Añoveros’

Hace cuarenta años, la Iglesia de Bizkaia, encabezada por monseñor Añoveros, y el régimen de Franco chocaron por una catequesis que abordaba el ‘problema vasco’; el obispo estuvo a punto de ser expulsado y el Gobierno, de ser excomulgado.

Félix García Olano

EL domingo 24 de febrero de 1974 se leyó en las parroquias de Bizkaia una catequesis, titulada El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos. Ni don Antonio Añoveros, ni sus colaboradores, imaginaron que iba a provocar la mayor crisis entre la Iglesia y el régimen de Franco.

anoveros_30453_1Monseñor Añoveros rodeado de fieles. (Sabino Arana Fundazioa)

Para comprender a qué intentaba dar respuesta ese texto, conviene situarnos, muy brevemente, en los años 60. Desde 1960, un buen número de curas de las diócesis vascas habían expresado sus opiniones críticas, tanto con las actuaciones del régimen, como con algunas de la Iglesia, en cartas públicas (1960, 1963, 1967…). Ese mismo clero apoyó huelgas como la de Bandas, la de más larga duración del movimiento obrero durante el franquismo (noviembre 1966-mayo 1967). Las autoridades sancionaron con multas a sacerdotes porque en sus homilías denunciaban situaciones de grave injusticia.

Algunos de esos curas fueron internados en la cárcel concordataria de Zamora. También tuvieron eco los encierros de sacerdotes en el Obispado de Bilbao y en el Seminario de Derio (1968, 1969…).

El 18 de noviembre de 1968 falleció don Pablo Gúrpide. Había sido nombrado obispo de Bilbao el 22 de febrero de 1956. El balance de su episcopado puede ser considerado negativo, si tomamos como referencia los criterios del Concilio Vaticano II (1962 – 1965).

Al día siguiente de su fallecimiento, don José María Cirarda fue nombrado administrador apostólico, a la vez que seguía siendo obispo de Santander. En Bizkaia encontró un clero dividido y una diócesis tensionada. Padeció muchas dificultades por parte del poder político, con el que mantuvo enfrentamientos por defender la autonomía de la Iglesia. También sufrió la incomprensión de distintos sectores del clero. Pese a todo, y con el apoyo de colaboradores leales y eficaces, colocó los primeros cimientos de la renovación conciliar en la diócesis. Fue un buen obispo.

Una invitación a la renuncia El sucesor de don José María Cirarda en Bilbao fue don Antonio Añoveros, obispo de Cádiz. Fue nombrado el 3 de diciembre de 1971. Había sido presentado al Gobierno, siguiendo un procedimiento excepcional, como único candidato para la sede de Bilbao, cuando la vía concordataria exigía tres candidatos, para que el Jefe de Estado eligiera uno. Un pequeño grupo de sacerdotes, próximos al Gogor, envió una comisión a Cádiz para invitarle a renunciar a su nombramiento. Su respuesta fue que cumpliría siempre lo mejor que pudiera todo servicio que le mandara el Papa.

Monseñor Añoveros había asumido las teorías emanadas del Concilio Vaticano II. Para él este Concilio había supuesto un reciclaje como obispo. Don Antonio quería que sus reflexiones y sus decisiones se hicieran desde el punto de vista conciliar. Los sectores más progresistas de la Iglesia española le llamaban el Helder Camara español, porque algunos de sus escritos y decisiones recordaban a los del obispo brasileño.

Una vieja petición Una vez que don Antonio Añoveros entró en la diócesis de Bilbao, profundizó en la línea de su antecesor. Entre las muchas decisiones que tomó, una de ellas fue dar respuesta positiva a una antigua y reiterada petición del Consejo Presbiteral, para estudiar y recoger en un documento una serie de Sigue leyendo Cuarenta años del ‘caso Añoveros’