Manuel Iturrioz, el Houdini de los mugalaris vascos

Investigadores consideran a Manuel Iturrioz el primer pasador que formó parte de la Red Comète y que protagonizó más de cinco huidas

Un reportaje de Iban Gorriti

‘Collage’ con las fotografías de las vivencias de Iturrioz, un luchador incansable, tal y como lo recuerda su familia. Fotos: Familia Iturrioz
‘Collage’ con las fotografías de las vivencias de Iturrioz, un luchador incansable, tal y como lo recuerda su familia. Fotos: Familia Iturrioz

en 2006, Orexa dejó de ser el pueblo más pequeño de Gipuzkoa. Hoy lo es Baliarrain. Sin embargo, la historia de los moradores de la localidad de Tolosaldea permanece intacta. No hay que echar la vista muy atrás para conocer que un hombre llamado Manuel Iturrioz fue uno de los primeros pasadores, mugalaris, de la histórica red Comète.

La red Comète -en palabras del investigador Juan Carlos Jiménez de Aberasturi- fue una organización franco-belga que nació en Bruselas en 1940 con la finalidad de evacuar a los combatientes aliados perseguidos por los nazis. Su objetivo era ponerlos a salvo conduciéndolos, con la ayuda de las embajadas y servicios aliados en el Estado español, hasta Gibraltar. “La meta final, tras atravesar la Europa ocupada, era el País Vasco, lugar elegido para el paso, generalmente a través del Bidasoa. Aquí, un grupo de vascos de ambos lados de la frontera colaboró activamente en esta etapa final de su peligroso viaje”, valora en su estudio La red Comète en el País Vasco (1941-1944).

Uno de ellos -hay historiadores que aseguran que fue el primero en sumarse a esta organización- fue Manuel Iturrioz, quien casi a escondidas de su familia acabaría escribiendo sus memorias cuando ya sobrepasaba los 80 años. Hasta entonces, el silencio al respecto gobernó su boca.

Como el de Orexa, también son recordadas las gestas casi olvidadas de otros mugalaris como Alejandro Elizalde, Tomás Anabitarte, Florentino Goikoetxea, Martín Errazkin, Kattalin Agirre, Frantxia Usandizaga o José Manuel Larburu. Fueron maestros de evitar la vigilancia a ambos lados de Nafarroa y Gipuzkoa porque establecían itinerarios considerados seguros y estables. Tenían fama de profesionales.

Pero, ¿qué o quién era mugalari? Mugalari es un término en euskara que designaba a una persona que ayudaba a cruzar la frontera entre el Estado español y el francés. Muga significa frontera, es decir, que el vocablo señala también a la persona que vivía en zona fronteriza y, por extensión, a contrabandistas, cuyas actividades de tráfico de perseguidos políticos fueron muy frecuentes durante la Guerra Civil, así como en la Segunda Guerra Mundial, donde destacó su marcado carácter antifascista en la resistencia, en la clandestinidad: en este caso, antifranquista y antinazi.

En el caso de Iturrioz, su audacia y lucha quedó reflejada en dos cuadernos que escribió a mano en castellano. “Cuando murió, un primo me entregó lo que mi padre había escrito y me quedé sorprendido porque en vida no contó nada, nada”, admitía años atrás su hijo Joxemari al programa Sautrela de ETB. “Yo le había visto escribiendo cosas, pero cuando le preguntaba qué hacía, me respondía que nada, que era para pasar el rato”, apostillaba.

De la biografía de este mugalari lo que más sorprendió a la familia fue “todas las veces que escapó tras ser detenido”. Primero, cayó en Asturias, en Ribadesella, pero logró huir a Sara y de allí a Barcelona. Fue preso del campo de concentración de Argelès-Sur-Mer, de donde sus argucias le posibilitaron llegar hasta Donibane Lohitzune, costa en la que los nazis lo detuvieron, pero también se deshizo de ellos. Y llegó, incluso, a huir de las manos asesinas de Melitón Manzanas, recordado policía franquista, colaborador de la Gestapo y jefe de la Brigada Político-Social de Gipuzkoa, puesto desde el que torturó a opositores al régimen totalitarista.

Los descendientes de Iturrioz relatan que, al recibir las memorias de Manuel, consultaron al investigador Juan Carlos Jiménez de Aberasturi, que había estudiado la red Comète. Y este cotejó las fechas y nombres del texto que el mugalari, desde los barrotes de su memoria, había manuscrito. Tras tres años de anotaciones, todas las piezas de aquel puzle personal coincidían.

A partir de ese momento, Joxemari Iturrioz se puso manos a la obra y con la editorial Alberdania publicó el libro Manuel Iturrioz. Borrokalari baten bizipenak. En él, deja impreso cómo su tío fue sirviente en un caserío de Arizkun. A su regreso a Orexa cumplió labores de pastor, lo que daba pistas de que su vida iría por ahí, por la senda del caserío. Pero fue todo lo contrario. Vendió las ovejas y partió a buscar trabajo a Tolosa.

Al poco tiempo, a través de un amigo, se hizo mikelete (policía foral) y fue detenido en los primeros compases de la guerra en Donostia. Protagonizó su primera huida y se unió a los batallones milicianos y siguió en la lucha antifascista. Tras su paso por Asturias y volverse a escapar del enemigo, en Barcelona llegó a tener el grado de capitán. Al perder la guerra el bando republicano, cruzó a Francia, pero fue internado en el campo de concentración citado. Una vez más, como el famoso ilusionista y escapista Harry Houdini, logró huir. Entonces, contactó con la red Comète y entró a formar parte de ella y ayudó a aquellas personas en peligro a pasar de frontera. Le volvieron a detener y volvió a escapar. Regresó para ayudar a los maquis a pasar de un lado al otro de los Pirineos y a ganar dinero con el contrabando.

en familia Con el paso de los años y tras arriesgar su vida a diario, decidió dejar aquella actividad. Contrajo matrimonio con Asun Escudero y tuvieron tres hijos: Ángel, Andoni y Maite. Asentaron su residencia en París donde se relacionaron, sobre todo, con inmigrantes españoles y portugueses. “No tuvieron vacaciones. Del trabajo a casa y de casa al trabajo. No había dinero. No volvíamos cada año a Euskal Herria”, evoca Andoni.

Su familia, aunque la figura de Manuel es poco conocida, no olvida sus memorias. “Cuando leí el libro de Aberasturi sobre la red Comète vi que en él había muchas preguntas y que en los textos de mi padre había muchas respuestas”, subraya su hijo Andoni. Su primo Joxemari agrega una última reflexión: “Fue perdedor de una guerra, pero su forma de ser enérgica le llevó a seguir luchando, siempre a seguir y salir adelante”.

Silbar a la autoridad no elegida: dos episodios ¿y una tradición?

Los silbidos en Bilbao a la infanta Isabel de Borbón y Borbón en 1893 y al himno español tras la ocupación franquista quedaron reflejados en la prensa y documentos de la época

Un reportaje de Luis de Guezala

Los fascistas cambian la bandera en el Bilbao recién ocupado.
Los fascistas cambian la bandera en el Bilbao recién ocupado.

En 1893, el mismo año en el que el nacionalismo vasco comenzaba su actividad pública liderado por Sabino de Arana, Bizkaia recibió la visita de una representante de la familia real española, triunfadora de la última guerra dinástica, conocida como carlista, que había asolado el País Vasco.

Se trataba de Isabel de Borbón y Borbón, primogénita de Isabel II, conocida también como la Chata. Siguiendo una tradición comenzada por su madre, la familia gustaba de aprovechar siempre que podía el clima veraniego de la costa vasca, menos tórrido que el de España. Y estas visitas vacacionales, si los que no trabajan nunca pudieran hablar de vacaciones, siempre se complementaban con actos políticos de afirmación nacional española y monárquica.

Vino la ilustre viajera a lo que pocos años antes había pasado de ser Señorío a Provincia, para participar en los actos de inauguración del Puente Colgante situado entre Portugalete y Getxo. Procedente de Donostia, viajaba acompañada nada menos que por la marquesa de Nájera, la condesa de Superunda y su secretario el señor Coello. En el trayecto por Gipuzkoa estuvo escoltada además por su gobernador civil, el señor Barrio, que se dio la vuelta al abandonar la comitiva su jurisdicción, pasando su carruaje de Deba a Ondarroa. En el límite de Bizkaia la esperaban, cómo no, el gobernador civil de este territorio y el presidente de su diputación, que había dejado de ser foral, manu militari, hacía diecisiete años.

Tras pasar por Lekeitio, cuya iglesia visitó recordando seguramente sus veranos infantiles en esta localidad, la Chata continuó viaje hacia Gernika. El gobernador y el diputado se le adelantaron para volver a recibirla en Gernika organizándole un refresco en la Casa de Juntas pero a la ilustre señora no le dio la real gana de aceptar la invitación. Tampoco aceptó un tren especial que se le preparó con la máquina Igartua, un coche-bufet y otros vagones de 1ª, uno de ellos engalanado apresurada y especialmente para la ocasión, y continuó el viaje hacia Bilbao en su carruaje. El diputado y el gobernador volvieron a apresurarse utilizando el ferrocarril para llegar antes que ella a Bilbao y poder recibirla nuevamente allí.

No sabemos si por tanto desplante o por las pocas simpatías que su familia tenía en el País Vasco y lo que esta señora representaba, el hecho es que a su llegada a Bilbao la población la recibió entre la frialdad y la hostilidad. Su comitiva, que entró por Miraflores, en donde se consiguió con muy poco margen de tiempo volverla a recibir, estaba compuesta por varios carruajes. Iba precedida por un escuadrón de guardia civiles a caballo comandado por el capitán Castro y al estribo del carruaje de la infanta marchaba a caballo el gobernador militar de Bizkaia, Aguilar.

El periódico bilbaino La Unión Vasco-Navarra por cuestiones legales no podía informar de cómo realmente se había recibido a la Chata, y por eso es necesario leer entre sus líneas:

El recibimiento ha sido cortés y respetuoso como acostumbra hacerlo el pueblo de Bilbao. Numerosos curiosos y curiosas se hallaban en la carrera y casi todos presenciaron el desfile sin dar muestras de entusiasmo. En Achuri se oyeron algunos vivas y otros a Vizcaya y a los Fueros y en el puente del Arenal varias palmadas. Varias…

Algunos procuraron anoche sacar gran partido de varios silbidos que se oyeron en el momento de entrar la Infanta en el Hotel. Esto hubiera sido impropio de Bilbao. Cierto es que hubo algunos silbidos, pero fueron de chicuelos que creyeron iban a ser atropellados cuando los soldados de caballería procuraron hacerse lugar en la calle de la Estación.

Informando de esta manera La Unión Vasco-Navarra, el periódico de Fidel de Sagarminaga, el último diputado foral vizcaino que rompió su vara de mando antes que entregarla a quien le sucedería, tras la abolición foral, como diputado provincial, burlaba a la censura. Adjudicaba el delito a menores de edad. Pero sobre todo nos permitía conocer un episodio de cómo los vizcainos silbaron a la autoridad no elegida. El primero del que se trata aquí.

Ocupación franquista El segundo episodio lo podemos conocer por otro texto, escrito con mucha más libertad, al no estar destinado a su publicación, sino que se trata de un informe privado. Avanzamos en el tiempo más de cuarenta años, situándonos en un momento mucho más terrible para Bilbao que el anterior, el de su ocupación por las tropas franquistas.

El autor del informe no puede ser sospechoso de simpatizar con los vascos al ser el cónsul de Italia en Donostia, una Italia fascista que, junto con la Alemania nazi, habían sido el principal soporte de los sublevados contra la II República. Y cuyas tropas habían participado activamente en la ofensiva sobre Bizkaia en la primavera de 1937, colaborando también en la ocupación de Bilbao. Este documento, recientemente descubierto por un equipo de historiadores en los archivos italianos, entre los que se encuentran mis amigos Xabier de Irujo e Iñaki Goiogana, tenía como finalidad informar al Gobierno fascista italiano de cuál era la situación en Bilbao y Bizkaia tras su reciente ocupación. El 20 de julio de 1937 Francesco Cavalletti di Oliveto informaba así a su Gobierno:

La situación de Bilbao viene actualmente caracterizada por tres elementos.

La vida ciudadana se está reanudando, la operación de ‘limpieza’ o de represión del nacionalismo vasco, la resistencia del vasquismo a la propaganda nacional.

La ciudad ofrece ahora un aspecto desolado.

La falta de agua, la dificultad de circular por la destrucción de los puentes, la carencia de mano de obra por el ingente número de emigrados, la imposibilidad de adquirir algunos géneros de alimentos y sobre todo el temor que constriñe a innumerables bilbainos a no mostrarse por la vía da más a Bilbao una atmósfera ausente y desconsolada.

Contribuye a esto la acción constante y enérgica de represión y de castigos, no obstante que […] no había habido actos de desorganización como en otros lugares de España después de la reconquista de los nacionales. La Justicia es severa, no se administra con criterio de objetividad o de imparcialidad o con toda la garantía judicial. Si los arrestos son numerosísimos, si los tribunales deben funcionar sin respiro se debe al hecho de que Bilbao sea esencialmente nacionalista, en todo Bilbao, salvo rara excepción […].

Todos los empleados del Ayuntamiento, en número de varios cientos han sido depurados y luego readmitidos caso por caso, solo después de una minuciosa investigación personal; a tal fin los diarios invitan a toda la población, bajo estrecho deber moral, a denunciar a los funcionarios que sean culpables de nacionalismo.

Lo que favorece de todos modos la actividad delatora, que no siempre esta inspirada en criterios políticos, sino que a menudo en razones personales y que hace pesar sobre la ciudad una atmósfera de mutua desconfianza.

Con todo, Bilbao, como lo ha indicado el mismo Alcalde, está considerada por los nacionales como una ciudad extranjera conquistada por las armas. Se trata de vencedores y de vencidos. La represión se acompaña de propaganda. Los diarios que han iniciado su publicación, es decir: El Pueblo Vasco, Hierro, El Correo Español, La Gaceta del Norte, buscan con rapidez catequizar a los bilbainos, sea repitiendo la obligación de saludar la bandera, los himnos nacionales, etc., sea con varios artículos sobre el nacionalismo vasco que ponen en evidencia los daños que ello ha acarreado a Vizcaya, su tendencia anticatólica, etc.

Todo este esfuerzo, sin embargo, tiene más bien un resultado modesto. Algunos episodios como la bandera nacional desgarrada, la exposición de la tricolor vasca, las pitadas a los himnos nacionales y a las películas patrióticas, etc., demuestran cual es el verdadero estado de ánimo de la población. El odio de los vascos por los españoles que son considerados como extranjeros no disminuye.

Tenemos así el testimonio de otro episodio en el que en Bilbao se silbaba a la autoridad no elegida. Desde la oscuridad de un cine o aprovechando una aglomeración en la calle. En un contexto de terrible represión, tras una derrota militar y en plena guerra, arriesgándose a la prisión, las palizas o los asesinatos, nuestros abuelos seguían silbando.

Sobre cómo ha continuado esta tradición hasta nuestros días no es ya labor del historiador el comentarlo, ni lo aconseja la prudencia.

El misterio de las fosas comunes de Durango

Un informe del entonces consejero Jesus María Leizaola conservado en Venezuela confirma que en el cementerio de la villa fueron enterrados 127 cadáveres

Un reportaje de Iban Gorriti

Homenaje ante una fosa común en el cementerio de Durango donde descansan los restos de los asesinados por el franquismo. Fotos: Iban Gorriti
Homenaje ante una fosa común en el cementerio de Durango donde descansan los restos de los asesinados por el franquismo. Foto: Iban Gorriti

UN informe del entonces consejero de Justicia y Cultura, Jesús María Leizaola, revela importantes y novedosos datos sobre el bombardeo de Durango. El documento oficial repatriado por el PNV del exilio en Venezuela a Euskadi confirma que en el cementerio de la villa vizcaina hay dos fosas comunes, tumbas y panteones que acogen los restos de 127 personas, algunos identificados con nombre y apellido. El dato es importante porque los franquistas arrancaron las páginas del registro del camposanto para ocultar la verdad que ahora vuelve a salir a la luz y despeja todo tipo de dudas. En caso de estar juntas, podría ser el mayor acopio de asesinados resultante de un solo acontecimiento en la CAV.

“Este informe de Leizaola se conservaba en los archivos de Santiago Aznar, consejero de Industria del Gobierno del lehendakari Aguirre, y lo trajimos de Venezuela. Leizaola fue quien denunció al mundo el bombardeo de Gernika junto al alcalde y cura de la villa, como el corresponsal George L. Steer”, señalael exsenador Iñaki Anasagasti.

Leizaola apuntó en sus credenciales que la villa había sido bombardeada el 31 de marzo de 1937 y días posteriores de abril “por la aviación alemana”. Con el transcurso del tiempo se ha demostrado que el dato sobre la autoría era erróneo y que los autores de la matanza de personas de los dos bandos fueron los fascistas italianos de Mussolini, con el beneplácito de los militares golpistas españoles de Mola y la planificación de la Legión Cóndor de Hitler.

El informe, además, cuenta con el testimonio de una delegación inglesa que por aquellos días se encontraba en Euskadi y que fue testigo del bombardeo del 2 de abril de 1937. “Redactó un documento certificando la iniquidad cometida por la barbarie fascista”, cita el texto.

El parte oficial facilitado por el consejero de Defensa del Gobierno de Euzkadi data del día 5 de abril de 1937. “El número de víctimas causadas por esta acción vandálica es impresionante”, señala el documento y lo argumenta del siguiente modo: “Los muertos en Durango, en el momento mismo del feroz bombardeo, se elevan a 127. Y, posteriormente, a causa de las heridas recibidas fallecieron más de otro centenar de personas, pasando de 150 los heridos graves que recibieron asistencia facultativa en el Santo Hospital de Basurto y otros centros benéficos y diferentes pueblos. El número total de heridos se eleva a 300”.

La numeración correspondió al orden de enterramiento. Así, en la primera fosa, se concentraron 42 cuerpos, por 39 en la segunda. Además, hubo cadáveres a los que se les dio sepultura más digna -según el texto oficial- en tumbas y panteones. Uno de los casos es el de Teresa Minchero, que murió acribillada por los cazas italianos que iban asesinando a las familias que huían del cementerio durante la tarde del 31 de marzo. Teresa caminaba junto con dos sobrinas. Se tiró a la hierba para protegerlas de las balas y perdió la vida. Las dos niñas se salvaron, pero una de ellas perdió un brazo. Aún viven, Teresa en Las Landas (Francia) y Milagros en Hernani.

Reconfortado por conocer el paradero aproximado donde yacen los restos de su familiar, un descendiente de Teresa relata agradecido: “Acabamos de sentir una gran emoción al saber dónde puede encontrarse el cuerpo de mi tía abuela, Teresa Minchero Rubio. Nos pesa que muchos familiares que la conocieron ya no están entre nosotros y nunca supieron dónde se hallaba su cuerpo. Olvidarse de su sacrificio es como matarlas de nuevo”, enfatiza desde Hendaia Manu Muñoz Minchero, quien mantiene la esperanza de localizar los restos en el camposanto durangués. Su búsqueda continúa.

Siempre se ha creído que había una o dos fosas comunes del bombardeo en el cementerio de Durango. De hecho, hay un prado que se ha mantenido intacto entre las sepulturas y la capilla que los franquistas erigieron en 1939 tras derribar la anterior. “Será un panteón capilla para honrar a los mártires y héroes de campaña en el cementerio de Santa Cruz”, detallaba el pliego de condiciones guardado en el Archivo Municipal de la villa.

La opinión más extendida es que ese espacio podría acoger las dos fosas comunes. El historiador iurretarra Jon Irazabal siempre ha declarado que no se debiera exhumar. Familias como la de los Minchero aún sueñan con recuperar los restos de aquellos parientes que los franquistas les arrebataron y que, además, trataron de borrar con acciones como la de arrancar las páginas del registro del cementerio.

DESTRUCCIÓN MASIVA Así lo explicaban los observadores ingleses en el informe de Leizaola: “Esta tarde de 2 de abril hemos acabado de presenciar un espectáculo desgarrador. Hemos visitado Durango, una población grande, a 20 millas de Bilbao y seis de la línea de combate, y hemos visto la destrucción causada por un raid hace dos días, en el que dos religiosos y catorce monjas fueron muertos en la iglesia durante la misa, junto con muchas otras víctimas. Cuando nos acercábamos al pueblo, los aeroplanos volvieron. Les vimos dar vueltas encima de nosotros, y cuando estaban encima del pueblo oímos espantosas explosiones y vimos levantarse densas nubes de humo. Después visitamos la terrible devastación. La pequeña ciudad estaba completamente deshecha”.

Según detallaron el cónsul de S. M. Británica en Bilbao, Mr. Stevenson, y el deán de la catedral de Canterbury, Hewet Johnson, los bombardeos sobre la población de Durango no cesaron hasta quedar destruida. “En el orden de las actuaciones aéreas contra poblaciones civiles no hay hasta ahora en el mundo nada que pueda equipararse a esta monstruosa exterminación de la villa de Durango”, subrayaron.

Estos testigos se sorprendieron aún más al contemplar cómo los bombarderos arrojaban muerte sobre “el Hospital de sangre de Durango, a pesar de las visibles señales que demuestran su humanitario destino, pereciendo dos religiosas de la Caridad y sufriendo el edificio graves deterioros”.

 

Los eligieron cuidadosamente y los mataron como escarmiento

El 15 de octubre de 1937 catorce hombres fueron fusilados en El Dueso, dos por cada grupo que luchó contra el fascismo. El Gobierno vasco en el exilio instauró esta fecha para homenajear a los que dieron la vida por la libertad de Euzkadi

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

SI hay algo que me llama la atención en Euzkadi es cómo, a 42 años de la muerte del dictador, sigamos careciendo de un espectacular Monumento al Gudari, al Miliciano, al Soldado Desconocido o como se le quiera llamar. Es cierto que hay algunos en Artxanda, en el Parque, en Zalla, en Gipuzkoa, en placas, pero no algo que llame la atención y que concite cada año el respeto y un acto institucional colectivo. Y es curioso que esto ocurra en nuestra pequeña Nación, pues somos un pueblo celoso de su identidad y, seguramente, nunca vamos a volver a tener un ejército dependiendo de un Gobierno vasco. Ha habido amagos en el pasado y miqueletes y miñones pero no un ejército regular sino partidas carlistas o milicias dependiendo de reyes, o han sido actos de resistencia pero nunca se dará un caso parecido al de 1936-1937, pues ya está Macron diciendo que Europa debe tener una sola fuerza armada y no 26 ejércitos bonsai.

En su día hicimos un intento de que este gran monumento estuviera en Gernika, con su llama votiva, el nombre esculpido de todos los batallones, la figura del soldado vasco dibujada por Nik, que ilustraba la revista Gudari, y la solemnidad de un monumento, como los puede haber en Rusia o en la Francia que recibió el desembarco de las tropas aliadas en Normandia con aquellos interminables y emotivos cementerios bajo la luna, pero la cortedad de miras de algunos se llevó el proyecto por delante.

Y seguimos careciendo de un recuerdo a aquella gesta para que las siguientes generaciones capten lo que fue toda una epopeya que tuvo todo lo que tiene que tener el ejército de un país independiente: barcos, aviones, infantería, inteligencia, canje de prisioneros y hasta balas, pero todo en pequeñas proporciones contrastando esto con el valor de sus soldados, que fue mucho y, desgraciadamente, tiñó de rojo casi toda la geografía vasca. Pero los distintos gobiernos de Euzkadi nunca se han tomado en serio esta asignatura pendiente y seguimos como estamos viendo pasivamente a los supervivientes de aquella historia falleciendo de uno en uno, quedando ya muy pocos, pues estamos hablando de algo que ocurrió hace ochenta años. Afortunadamente, el Instituto Gogora poco a poco está tratando de paliar estas lagunas.

Por eso es bueno hacer honor al Gobierno vasco en el exilio, que eligió como fecha especial todo 15 de octubre para recordar con ella a todos los gudaris y milicianos muertos defendiendo Euzkadi. El Día del Gudari es el del que hablo aquí y no el que organiza la I.A. Los gudaris fueron los del 36 y no los miembros de ETA.

Aprovechando esta efemérides, con Txomin Saratxaga y los herederos de Ramón de Galarza Ruidos, presentamos hace algunos años la reedición del libro de aquel capitán del ejército vasco, Diario de un Gudari condenado a Muerte. En él se relata lo ocurrido hace 80 años que va en el ADN de un partido humanista como el del PNV, que tiene sus referencias en gentes que murieron defendiendo Euzkadi, como en aquella guerra desigual, criminal e injusta que destrozó no solo a un país, sino a dos generaciones a las que condenó al hambre, a la persecución, a la ruptura familiar, a la injusticia y al expolio. Y eso, aunque se quiera olvidar o tapar, ocurrió y sigue pesando en nuestro diario acontecer. Todo esto lo basaban en los valores que marcaron una generación de jóvenes jelkides: entrega política, moral cristiana, patriotismo respetuoso, disciplina y religiosidad.

Es el secreto del libro de Ramón de Galarza. Hechos, situaciones límite, heroísmo, ternura, odio, persecución, abyección, entrega, resignación, humor, nobleza, abertzalismo, religión, liderazgo, futuro. Todo esto y más lo hemos leído en esta publicación tan singular y tan importante como fotografía en sepia de una generación de la que él fue uno de sus paradigmas.

Azkue: “Aquí estamos” Ramón Galarza salvó su vida de chiripa. No así Ramón Azkue, jefe de Euzko Gudarostea, que eran las milicias del PNV. Había nacido en La Habana, aunque de hondas raíces en Arrankudiaga como el burukide Jesús Solaun o el gudari Urrutikoetxea y varios más. Azkue fue hermano de Dña. Teresa Azkue, presidenta de Emakume Abertzale Batza. Al proclamarse la República el 14 de abril de 1931 junto a Jesús de Solaun, colocó la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Arrankudiaga. Burukide del Bizkai Buru Batzar entre 1933 y 1935, era el enlace con la que entonces la llamaban Soli en temas agrícolas, sin dejar de ocuparse de asuntos internos como adaptar los estatutos del partido a la nueva realidad. Estallada la guerra y dada su capacidad de organización le encargaron formar las milicias del PNV que en agosto de 1936 y en Artxanda organizaron una demostración de fuerza ante el gobernador Echeverría Novoa. Diez mil jóvenes vestidos de mendigoizales con Azkue y Lauaxeta al frente dijeron con su gesto: “Aquí estamos para defender Euzkadi”.

Un compañero de Azkue me entregó en 1977 su semblanza. Aquella generación tenía dos certezas en su vida por las que vivir y luchar: Euzkadi y Jaungoikoa. Y estas dos certezas daban sentido a su existencia. Sus cartas de despedida, son impresionantes. “Azkue era de un carácter sosegado y apacible -me contaba-. Todo en él irradiaba bondad y simpatía de arriba a abajo. Ramón era risueño y jovial, y en los momentos difíciles, que fueron muchos los que tuvimos que soportar, jamás parecía irritado y descompuesto. Era admirable, pues es muy difícil en algunos trances guardar la compostura. En una palabra, sus cualidades personales no parecían las más adecuadas para un cargo cuya misión era hacer la guerra. Por eso no era de extrañar que dentro de las filas de los batallones de Euzko Gudarostea le quisieran todos: gudaris y oficiales. Pero lo más sorprendente era que al mismo tiempo se le respetase y obedeciese sin reservas.

“Caído Bilbao, estábamos ya cercados en Laredo y Santoña y nuestra situación militar era insostenible. El fin se preveía inminente y oneroso para nuestras fuerzas si no tenían éxitos nuestros intentos para salvar por mar nuestro ejército.

“Era el 15 de Agosto de 1937, festividad de la Virgen de Begoña. Con este motivo se celebró una Misa en Gudarostea en Laredo, oficiada por un capellán de nuestros batallones. A la salida y según íbamos a desayunar, charlando entre bromas y veras, me pregunta: ‘¿Qué has pedido hoy en la Comunión?’ Le miro sonriendo unos instantes y le devuelvo la pregunta. ‘¿Y tú?’ Entonces él, poniéndose serio y perdiéndose su mirada en la lejanía, me responde: ‘Mira, hoy he pedido a Dios que cuando me vayan a fusilar no me tiemblen las piernas; que pueda gritar con voz vibrante ¡Gora Euzkadi Azkatuta!, y dar la voz de ¡Fuego!’.

“Quedé impresionado por la sencillez y naturalidad con que lo dijo. Caminamos en silencio… ¡Quién habría pensado en aquel momento que estaba descubriendo exactamente cómo iba a desarrollarse el dramático fin de su vida! ¿Era presentimiento intuitivo?”.

Selección para el fusilamiento Ramón de Galarza lo cuenta en su libro. Sucedió hace ahora ochenta años:

15 octubre 1937:

Han tocado diana media hora más tarde de lo corriente. Se olfatea algo anormal. Más seriedad en los guardianes, más disciplina. ¿Qué ocurre?

¡Dios mío! Han fusilado a 14 hombres. Se ve, además, que han sido bien buscados: ¡Qué selección han hecho!: Azkue, López Otamendi, Markiegi, Ibarbia, Markaida y Zabala.

Dos miembros del Consejo del Partido Nacionalista Vasco

Dos miembros del Ejército Vasco pertenecientes al PNV.

Dos miembros de Solidaridad de Trabajadores Vascos.

Dos miembros del Partido Republicano.

Dos miembros del Partido Socialista.

Dos miembros del Partido Comunista.

Dos miembros de la CNT.

Un mazazo en pleno cuello no produce más efecto. Nos deja anonadados. Parecemos una banda de sonámbulos. Comentamos.

Hay en esto, además, una sombra, una nube negra de tragedia. ¡Dos de cada grupo, de cada partido! Es una forma de cebarse, de sadismo, de inquisición. Parece que nos dicen:

¡Esto es una advertencia, podéis prepararos!

Han muerto como héroes. Azkue, organizador jefe de Eusko Gudarostea (Ejército vasco) ha dicho en los últimos momentos: ¡Ahora nos veremos ante el verdadero juez!

Los catorce murieron con valentía. ¿Quién les condenó? Un juez cómodamente sentado en un sillón y probablemente haciendo una buena digestión, que ni siquiera se fijó en ellos a la hora de dictar la sentencia y que se quedó tan campante después de haber jugado con vidas humanas.

Crisis de la caridad, que diría nuestro gran Lehendakari, José Antonio de Aguirre. La Religión de Cristo es una Religión de Amor. Por lo mismo esos no son cristianos… los cristianos somos nosotros, nuestra postura es la postura cristiana, que diría Ajuriaguerra acompañando en capilla al doctor Arenillas, autoridad de Sanidad en el Gobierno de Euzkadi.

Como buen cristiano, aquella misma noche el juez no dejaría de hacer sus oraciones, de rezar una Salve a la Virgen del Pilar y entre los brazos de su esposa roncaría plácidamente.

Al día siguiente, en Deba, recibiría Maritxu, la esposa de Markiegi, el alcalde, la carta que comienza:

Dentro de pocas horas voy al cielo con la absoluta seguridad de que Dios me recibirá…

Y mientras el juez dormía junto a su esposa, ella, Maritxu, para siempre quedaría sola.

¡Que Dios les perdone!… dijo Markiegi.

Mataron a Azkue, al alcalde de Deba, Markiegi, y a una doble representación de cada sindicato y de cada partido. Con buen criterio el 15 de octubre de 1964 el PNV lo instituyó internamente como su Gudari Eguna para ser luego asumido por el Gobierno vasco en el exilio presidido por el lehendakari Leizaola. Este 15 de octubre, los socialistas, ELA, UGT, comunistas, aunque no fuera más que por los dos milicianos socialistas que fusilaron junto a republicanos, nacionalistas y sindicalistas, deberían guardar aunque sea un minuto de silencio o poner unas flores en el monumento al Gudari o recordar en un comunicado que hace 80 años, un ejército sublevado asesinó a un ramillete de jóvenes vascos elegidos cuidadosamente como escarmiento. Sé que el Instituto Gogora organizará un acto de recuerdo y eso está muy bien y ojalá se instituya de verdad.

Imagínense si un hecho así hubiera ocurrido con catorce ingleses. Sabríamos sus nombres, conoceríamos sus biografías, habríamos visto diez películas, se abrirían los informativos, los ayuntamientos donde nacieron inaugurarían una calle o una plaza, en las escuelas se explicaría lo que fue aquel asesinato colectivo y hasta la reina Isabel bajaría la cabeza en la ceremonia oficial y el obispo de Canterbury, en Westminster, pediría que una barbaridad de esa dimensión no volviera a ocurrir. Pero nada de esto se hará aquí, siendo como es parte de la identidad de un pueblo. Sin duda, aquellos golpistas quisieron dar a nuestros gudaris un escarmiento. No lo lograron, pero sus herederos quizás no hemos estado a la altura de su recuerdo, tallando en piedra lo que debe quedar para la historia vasca. ¡Qué pena!

Mitxelena elogio del héroe

El pasado miércoles 11 de octubre, se conmemoró el trigésimo aniversario del fallecimiento de Koldo Mitxelena. Lingüista, intelectual, impulsor de la UPV/EHU, gudari, encarcelado ocho años, autor de una ingente y variada obra… Fue clave en el proceso de unificación del euskera

Un reportaje de Eugenio Ibarzabal

Koldo Mitxelena, en el centro, durante una de las reuniones de Euskaltzaileen Biltzarra en Arantzazu. Foto: Sabino Arana Fundazioa
Koldo Mitxelena, en el centro, durante una de las reuniones de Euskaltzaileen Biltzarra en Arantzazu. Foto: Sabino Arana Fundazioa

Acudo a la exposición sobre héroes de Baselitz en el Guggenheim, y desde que observo el primer cuadro, no sé muy bien porqué, me acuerdo de Mitxelena… y de otros. Luego lo sé. No son las figuras típicas de héroes: figuras esbeltas que miran al futuro con confianza, incluso con descaro, sino más bien cuerpos desgarrados, mal parecidos, sufrientes, y, al mismo tiempo, precisamente por eso, aún más humanos. Mitxelena tenía mucho de esto, aunque estoy seguro de que si me escuchara ahora decir lo de héroe me contestaría sonriendo, con la eterna carpeta en uno de sus brazos, la mano levantada y desviando la mirada: tampoco es eso, hombre. Pero, al tiempo, contento de ser reconocido.

Al menos para mí, fue un héroe. No voy a traer hasta aquí los datos que lo demostrarían, pues son conocidos, pero sí diría que, de todos ellos, el que más me sigue emocionando es el momento en el que, una vez salido de la cárcel, a los veintisiete años, deseando estudiar, renuncia, y se vuelve a comprometer en la clandestinidad en Madrid, lo que le hará volver a la cárcel a los treinta. Es necesario compromiso y valor para hacer eso, pues había entrado en combate a los veintiuno y condenado a muerte a los veintidós. Digamos, así, que, a su salida por segunda vez de la cárcel, a los treinta y dos, se matricula por libre en la Facultad de Filosofía y Letras. Consigue el doctorado a los 44, y a los 52, veinte años después de entrar en la Universidad, es nombrado catedrático en Salamanca. Mientras tanto, mucho sufrimiento, nuevos riesgos de cárcel, trabajos varios, profesor de casi todo, problemas graves de salud, enfrentamientos diversos y precariedad laboral absoluta.

Cuando algunos jóvenes hablan ahora de precariedad y se quejan, y no sin razón, tendrían que haber conocido también la de Mitxelena a lo largo de treinta años.

Lo mejor fue su propia vida. Zweig subtituló la biografía de Balzac como Una vida de novela. La de Mitxelena no lo es menos. Lo que más me interesa de Mitxelena es su capacidad para sobrevivir. Por eso es para mí un héroe. Subyace, pues, a lo largo de toda su vida un mensaje de optimismo. Se puede. Incluso en los peores momentos. Admiro a Mitxelena por la misma razón que admiro a Viktor Frankl, el autor de El hombre en busca de sentido, o a Ernest Shackleton. Solo me inspiran cosas buenas.

Minusvalorar al héroe

En las sociedades anglosajonas se reconoce a los héroes; aquí no. Es más, se trata de minusvalorarlos. No será para tanto, nos dicen algunos. O por algo será, comentan otros, tratando de inmediato de encontrar algún agujero por el que drenar su valor, no vaya a resultar que la contemplación de los héroes y de las heroínas vaya a poner al descubierto nuestras propias y no reconocidas miserias. Otros lo hicieron y nosotros no. Ya se sabe el porqué: debe de ser que ellos recibieron apoyo externo, tuvieron suerte o su éxito convenía a otros, abriendo así paso a la más miserable de las explicaciones humanas: la teoría de la conspiración, detrás de todos y de todo.

Pero no, detrás de Mitxelena, de Frankl o de Shackleton no hubo apoyo externo, ni tuvieron suerte, ni su éxito convenía a otros. Vamos, que no hubo asomo de conspiración alguna. Más bien dosis ingentes de miseria, sufrimiento, soledad y la circunstancia de haberles tocado lo malo en el peor de los momentos.

Un pueblo se hace de referencias buenas a las que acudir en los momentos malos. Por eso son tan importantes los patriotas y los héroes, por eso los necesitamos tanto. Sí, los patriotas y los héroes, por muy poco de moda que decirlo pueda estar. Para mí patriota es una de las caras que presenta la solidaridad humana. Porque es lo que se hace, no lo que se dice.

En esta época de influencers, cuya influencia dura tres días, hay que recordar la influencia que algunos han tenido de por vida. Y es bueno observar que esa influencia está basada, con mucha frecuencia, no tanto en grandes aciertos, victorias o éxitos, sino en su comportamiento como derrotados y marginados. Y sin embargo… La historia no es cómo empieza, sino más bien cómo acaba. La cuestión fundamental es la hora en la que decidimos hacer el balance. Mitxelena era un condenado a muerte a los 22, un hombre sin oficio ni beneficio a los 32, y una referencia intelectual para todo un pueblo a los 60. Como para advertir dicha tendencia en los años 40. El propio Mitxelena solía repetir a menudo que si políticamente estaba donde estaba era debido al ejemplo dado en el peor de los momentos por gentes como Juan Ajuriagerra y Joseba Rezola. No se podía decir que Mitxelena se apuntara entonces a un caballo ganador.

Koldo nos dejó un legado conocido de todos, pero lo más importante hoy para mí es su manera de enfrentarse a la vida, su ir a por todas, su compromiso vital, su valentía y su incapacidad para rehuir lo que tenía delante, por difícil que fuera. Ahí estaba él, siempre, acertada o equivocadamente. Recordamos sus aciertos, olvidamos sus errores y admiramos su comportamiento, su actitud.

Héroe y heroína

Lo observo sufriendo las embestidas de lo que fueron aquellos terribles años finales de los 70 y comienzos de los 80, que hoy ya ni recordamos, pero en los que nos pareció que todo, absolutamente todo, otra vez, estaba en juego. Y un hombre que amaba tanto a su país como Koldo no estaba dispuesto a que las nuevas generaciones sufrieran de nuevo lo que él había sufrido. No, nunca más, pensaba. Si algo le dolía especialmente era observar la soberbia de algunos jóvenes de las nuevas generaciones al obstinarse en partir de cero.

Volver a empezar está muy bien, pero nunca desde cero. Ahí radica a veces la diferencia entre la soberbia y la humildad. Hablamos de Koldo, pero creo que tendríamos que hablar de Koldo y de Matilde, sin la cual no se entiende absolutamente nada de la trayectoria de Koldo. No quiero ni pensar en la desazón de alguno de los momentos vividos juntos. Héroe y heroína.

Si historias como la de Koldo nos hicieran al menos ayudar a saber que la vida no empieza con nosotros, que somos lo que somos en gran parte a lo que en su momento hicieron otros, y que lo nuestro, con ser grave, puede ser mínimo con lo que a otros les tocó sufrir… Y a la vez, servir para constatar que, si otros lo hicieron, también nosotros podemos, de la misma manera, sobrevivir. Otros lo tuvieron mucho peor y salieron. A veces lo único que se puede hacer es aguantar, mantener la calma y continuar. Es decir, a veces lo único que se puede hacer es convertirse en un héroe.

Me he preguntado qué pensaría Mitxelena a propósito de los acontecimientos que estamos viviendo en estos días. Tal vez juzgaría de modo diferente. Cada cual está anclado en su época y proyecta el futuro en función de su presente y, en muchas ocasiones, de su pasado. A Mitxelena la guerra le marcó definitivamente. Era, lo sabía bien, un perdedor, que lo que más aborrecía y trataba de evitar era eso: una nueva derrota.

Pero, al tiempo, cuando orientó su solución con respecto a la unificación de la lengua vasca, se dejó llevar, lo dijo muchas veces, por la tendencia dominante que observaba entre los sectores más dinámicos de la literatura vasca. Estaba, pues, abierto a los signos de los tiempos.

Si, además, el héroe mantiene en el peor de los momentos el sentido del humor, es para elevarlo a los altares. Siento decirlo, no era el caso de Koldo, que, de verdad, tenía muy mal genio. Podía convertirse en alguien muy desagradable. A cada uno lo suyo. Y es verdad. ¡Pero es que algo malo tenía que tener el bueno de Koldo…! Alguien, en el fondo, tan humano. La palabra entrañable parecía haber sido creada para él. Muy a pesar suyo en algunos momentos.

Me alegro que la figura de Koldo Mitxelena sea recuperada y acogida nuevamente por los que él siempre consideró que eran los suyos, incluso en momentos de enfrentamiento. Porque algunos de los más graves errores de los suyos en aquella época tuvieron mucho que ver con el escaso aprecio que manifestaron a propósito de la apertura de Mitxelena hacia las opiniones de las nuevas generaciones, así como su visión y conocimiento de la lengua vasca.

Si algo me apena es no haber profundizado más en los sentimientos religiosos de Mitxelena en Días de ilusión y vértigo. 1977-1987. Pero no pude. ¿Cómo evolucionó a este respecto aquel niño de los luises de Renteria, que se escandaliza por la actuación de la jerarquía española en la guerra y en las cárceles, y que luego apenas habla de ello cuando se trata de conocer sus convicciones más íntimas? Era autoridad moral, pero no la ejercía; dejaba a los demás que obraran en consecuencia. Me hubiera gustado saberlo, pero algunos de los suyos no me lo permitieron.

No me negarán que nos dejó una maravillosa historia: érase una vez un pobre gudari, flaco, tímido y enfermizo, que comenzó a estudiar griego en la trinchera y lingüística en la cárcel de Burgos, y que terminó siendo catedrático en Salamanca.

¿Hay quien tenga una historia mejor?