La espía vasca de la alta sociedad

Ana María Bidegaray colaboró con el Gobierno vasco en los años 40 del siglo pasado para destapar a nazis y fascistas huidos a la diáspora uruguaya y argentina; Bélgica y Cruz Roja la condecoraron por sus servicios

Iban Gorriti

hay un episodio en la vida de Ana María Bidegaray que resta por estudiar de una forma más pormenorizada. La mujer natural de Hazparne, tras una humanitaria labor protagonizada en la Primera Guerra Mundial, continuó con su lucha política desde las altas esferas de la sociedad. Lo hizo ya en Uruguay y con la máxima de hallar nazis y fascistas ocultos en el país americano, en el que muchos buscaron anonimato y una nueva vida sin juicios de guerra.

Carne hoy de película de Hollywood, la labortana, de quien se celebra estos días una biografía tecleada por Arantzazu Ametzaga Iribarren, colaboró con el Gobierno vasco en el exilio. Lo hizo como parte de una célula de siete personas que actuó en Uruguay entre 1943 y 1949 para favorecer la captura de agentes españoles, italianos y alemanes que buscaron residencia en el país. Sobre esta estructura ha comenzado a investigar el docente universitario Xabier Irujo, editor del libro María Ana Bidegaray (Euskal Herria, 2019) y colaborador en la investigación histórica del personaje que resucitan del olvido. “Bidegaray colaboró con esta red y también con el Comité Belga de Socorros de Guerra, así como con la Cruz Roja en la Segunda Guerra Mundial”, modula Irujo. “Hasta el punto de que terminado el conflicto, una vez más, fue condecorada por la Cruz Roja por ayudar a humanizar la guerra, ya que colaboró otra vez enviando alimentos y víveres sobre todo a Iparralde”, subraya.

Consultada por DEIA sobre este capítulo del periplo vital de Ana María, Arantzazu Ametzaga, madre de este director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (Reno), admite que en el recién estrenado volumen no abunda en este episodio. “Seguimos investigando al respecto. Se sabe que un submarino alemán se hundió frente a Montevideo y que los nazis buscaron asilo en Uruguay y en Argentina. Yo puedo decir que en los trece años que viví allí no conocí un alemán”, aporta la autora que cuenta ya con 30 divulgaciones.

Con quien sí tuvo gusto de compartir horas, aficiones, cuitas, sueños… fue con la propia Bidegaray, a quien desde la distancia y el cariño llamaba Marianita y la consideraba una heroína que labraba, además, como ella la palabra escrita. “El espionaje es una traición, pero nunca tuvo mala conciencia por ello porque lo hacía desde una misión humanitaria”, analiza, y va más allá en su explicación: “Mi familia y la suya coincidieron en una idea del siglo XIX de hermandad vasca. El tío Manuel Irujo fue quien encarnó la expresión humanizar la guerra. Y ella lo hizo desde Iparralde y Uruguay. Tanto una familia como la otra buscaron llegar a las raíces de nuestro pueblo”, compara. Transmite además que Ana María conoció al lehendakari Aguirre tanto en su primera visita a Montevideo camuflado como el Doctor Álvarez como en las sucesivas oficiales. “Ella se movía fácilmente en la sociedad, en el centro vasco, con el Laurac Bat y de las reuniones obtenía información como servicio de espionaje, pero tenemos muy poca al respecto. Es secretuda”, califica.

En 1956, Ametzaga se despidió de ella. “Fue una de las últimas personas que abracé allí”, evoca quien dejó atrás a quien considera una mujer adelantada a su tiempo y condecorada tras la Primera Guerra Mundial por el rey de Bélgica y en la Segunda Guerra Total por la Cruz Roja. “En virtud de su esfuerzo por salvar prisioneros de guerra de campos de prisioneros alemanes y enviar alimentos a Bélgica e Iparralde, fue también escritora, activista social, madre y una intensa amiga para mí”, apostilla la investigadora.

Pero, ¿por qué el olvido de una figura tan clave? Arantzazu no duda en denunciar la primera razón desde su prisma feminista. “Lo soy y por ello se le ha olvidado primeramente, por ser mujer. Si hubiera sido hombre su importancia hubiera sido mayor”, dice. A renglón seguido, determina que la comunidad vasca en Uruguay es importante, aunque simbólica, y “todo se va apagando con el paso del tiempo, más en un país que vivió una depresión política y económica. No corrían tiempos para los héroes humanitarios”.

Mujer vanguardista El periodista Aitor Azurki, activo conocedor de la memoria histórica vasca, coincide con Ametzaga e Irujo en su importancia. “El libro es una gran aportación a la Historia vasca, ya que descubre la vida de una mujer vanguardista e internacional por su labor humanitaria, política, social y cultural del siglo XX en Europa y América”, enfatiza la primera. Añade que es “una de las mujeres vascas más importantes y desconocidas del pasado siglo” en Euskadi.

Irujo avanza por la misma senda. “No hay muchos ejemplos de féminas tan activas en el curso de la Primera Gran Guerra. Por si fuera poco, durante la contienda dio a luz a dos de sus hijos”, subraya. Con 28 años fue condecorada al término de la contienda por Alberto I de Bélgica, país del que su marido era cónsul. “Este pasaje de su vida es totalmente desconocido e inédito”, estima Ametzaga, quien ha escudriñado en archivos históricos lo siguiente: “Aprovechó las relaciones diplomáticas de su marido para obtener información de interés sobre los campos de prisioneros que los alemanes organizaron más allá de las líneas de combate y organizó una red de rescate de prisioneros de guerra. Éstos eran conducidos desde el otro lado del frente hasta París y, desde allí, repatriados a sus países de origen”.

Su compromiso fue tal que Aran-tzazu Ametzaga no duda en asegurar que llegó a protagonizar la denominada Red Bidegaray, que ayudaba a prisioneros belgas a escapar de campos de prisioneros alemanes hacia las líneas aliadas y prestaba ayuda con alimentos y abrigo. Dicha Red Bidegaray sería “un antecedente” de la famosa Red Comète de la Segunda Guerra Mundial, la “red precursora”. También fue pionera como autora del primer libro editado en Uruguay con relación a la cultura vasca, Cuna Vasca, en el año 1948.

Ametzaga concluye con una de las máximas de Ana María Bidegaray: “Por este mundo solo se pasa una vez y quiero que ese paso que sea bueno”. Por este motivo, “luchó por los demás, tuvo un matrimonio feliz, descendientes, y era querida por todo el mundo”, pondera la autora del también reciente libro Irujo: una familia vasca.

La frustrada Marbella de Franco en Busturialdea

VECINOS DE LA COMARCA SE OPUSIERON AL PLAN, AL IGUAL QUE LO HIZO UN COMANDO DE ETA. LA MUERTE DEL DICTADOR EN 1975 ACABÓ POR DAR AL TRASTE CON EL PROYECTO

Un reportaje de Iban Gorriti

LA movilización popular de Busturialdea frustró los planes de Franco de convertir lo que hoy es la Reserva de la Biosfera de Urdaibai en un canal edificado desde Gernika-Lumo hasta Mundaka con un megapuerto deportivo incluido. La oposición a este proyecto se gestó con curiosas actuaciones a finales de los años 60. El fallecimiento del dictador en 1975 contribuyó asimismo a dar el carpetazo definitivo a aquella faraónica iniciativa franquista denominada Plan de aprovechamiento de la ría Guernica- Mundaca y que podría haber llegado a ser una Marbella vasca.

El estallido de la Guerra Civil en 1936 había detenido un intento similar de canalización de las marismas que había proyectado el Gobierno de la República española en 1934.

Bien conoce todas las particularidades el investigador José Ángel Txato Etxaniz, del colectivo Gernikazarra Historia Taldea. “Hasta fecha de hoy ha habido como ocho proyectos de canalización. El primero con Fernando el Católico en 1476 cuando vino a Gernika a firmar los Fueros. Los reyes hicieron un proyecto”, pormenoriza el investigador. Y va más allá al evocar que la sensibilidad ecologista que fue de la mano de la política nacería a finales de los años 60 y concluiría a mediados de los 70 del siglo pasado.

Corría el año 68 y mientras París ardía con las históricas movilizaciones de mayo, la Diputación provincial franquista anunciaba sin miramientos un plan de aprovechamiento de explotación y construcción en la ría de Gernika hasta su salida al mar. “Querían desecar las marismas, construir un puente que iría desde Sukarrieta a Kanala, un puerto deportivo…”, resume Txato al respecto.

Meses después, en octubre, los José Allende, Francisco Letamendia Ortzi y Jon Larrinaga pidieron a Perico Ibarra que solicitara a su padre que les ayudara a recabar más información sobre este plan. En enero de 1969, este grupo comenzó a movilizarse contra lo que consideraban “un desastre” a todos los efectos en aquel privilegiado litoral vizcaino.

Cabe subrayar que aún no existía la Reserva de la biosfera de Urdaibai. Tras unas protestas, la policía encarceló a uno de aquellos jóvenes en el Centro Penitenciario de Bilbao, en Basauri.

“En la primera semana de enero, miembros de un comando de ETA entraron a la Casa de Juntas y robaron los planos del proyecto que estaban expuestos para la ciudadanía. Saltaron la valla y se llevaron todo salvo la maqueta porque pesaba mucho… ¡Esa fue la primera oposición al plan!”, recalca el integrante de Gernikazarra, quien evoca que “los periódicos no publicaron nada al respecto. Salvo la Gaceta, que editó algo en pequeño, el resto no quiso que se supiera nada”.

En marzo de 1969 cayó la dirección de ETA y el plan mastodóntico siguió, como el agua de la ría, su curso. Sin embargo, entre 1970 y 1971, vecinos de Busturia plantearon crear una asociación. Así nació Auzokideak o Auzokideok, al tiempo que se comenzó a construir la conocida como Torre de Paco, un restaurante y hotel del cocinero Francisco de la Fuente. “El propio ministro Fraga propuso construir con dinero propio un parador en la zona”, evoca Etxaniz. Así las cosas, y con una concienciación política y ecologista en evidente crecimiento, se registraron las primeras alegaciones con el fin de paralizar el plan.

COSTA NUCLEAR El año 1973 estrenó calendario con el recordado lema Zain dezagun Busturialdea –cuidemos Busturialdea–. “Aún no se utilizaba la denominación Urdaibai”, matiza el historiador. El movimiento ecologista había llegado para quedarse y dio un paso más al frente al recibir la noticia de que se quería construir una central nuclear primero en Deba y Ogeia –Ispaster– y finalmente en Lemoiz.

“La cosa estaba al pil pil y uno de los que comenzaron las protestas, José Allende, se opone a la costa nuclear”, asevera Txato. Las luchas continuaron. Y llega 1975, año clave: Franco muere y con él también desaparece el plan de la Diputación. “Hoy no sería posible un plan así porque la Reserva de la Biosfera de Urdaibai está reconocida por la Unesco y es, además, la primera y única en el mundo que tiene una ley propia”, concluye el historiador gernikarra.

Muerte fraternal compartida en escenarios de guerra diferentes

Los hermanos Florencio y Víctor Arroita, gudaris de ANV, murieron con escasas horas de diferencia el 26 de abril de 1937 pese a estar luchando en distintos pueblos

Un reportaje de Iban Gorriti

EL dramaturgo Lord Lytton dejó escrito: “El destino se ríe de las probabilidades”. Y en ocasiones es cierto. ¿Cuántas posibilidades hay de que dos hermanos en una guerra sean heridos y mueran el mismo día en diferentes escenarios bélicos? El destino, si existe, fue así de duro con Víctor y Florencio Arroita Zarandona, hijos del sepulturero de Durango, Ruperto Arroita Abaitua quien, según datos consultados en el Archivo Municipal de la villa, trabajó en el camposanto municipal hasta 1932.

Ruperto Arroita, junto a sus hijas María y Juliana.Fotos: Aiyoa Arroita
Ruperto Arroita, junto a sus hijas María y Juliana.Fotos: Aiyoa Arroita

Las muertes de los dos jóvenes gudaris de los batallones Olabarri y ANV3 acontecieron durante la Guerra Civil. De forma más concreta, un día histórico en todo el globo terráqueo: el 26 de abril de 1937, jornada en la que explotaba y ardía la villa foral de Gernika-Lumo a causa de las bombas nazis alemanas y fascistas italianas. Víctor luchaba en el frente de Atxondo, tenía 29 años y estaba casado e iba a ser padre de forma inminente. Le mataron meses antes de que su mujer diera a luz.

Florencio había dado 20 vueltas al sol. El archivero municipal de Durango, José Ángel Orobio-Urrutia, aporta datos sobre este joven. “En el padrón de 1935 aparece Florencio, nacido el 9 de marzo de 1919, viviendo en el número 33 de Artekalea con su padre Ruperto y sus hermanas María y Juliana. Consta que trabaja de jornalero”, apostilla.

La investigadora de memoria histórica Aiyoa Arroita, natural de Ortuella, detalla que sus tíos abuelos murieron con escasas horas de diferencia y adelanta a este periódico que solicitará que se abra y exhume la supuesta fosa común que hay en el camposanto de Durango en la que podría encontrarse uno de sus familiares. “Víctor era del batallón Olabarri o ANV1, y cabo al cargo del orden público en Durango. Fue herido en un bombardeo de infantería ocurrido en el pueblo y fue trasladado al hospital de Basurto, donde falleció al día siguiente. Está enterrado en la fosa común de Derio. Mientras que Florencio perdió la vida en Axpe-Martzaa, hoy Atxondo, y podría haber sido llevado al cementerio de Durango”.

fosas sin abrir La autora, junto a Pablo Domínguez, del blog Crónicas a pie de fosa, lamenta que no se haya abierto ya el prado verde que hay en el cementerio durangarra sin tocar desde hace 80 años. Bajo ese impoluto manto -según hemeroteca consultada-, diferentes autores como Jimi Jiménez, Jon Irazabal o Robert Egby sopesan que hay zanjas sin abrir. Podrían descansar anónimos un centenar de cuerpos. Ninguna familia ni institución ha solicitado su apertura. Aiyoa es tajante al respecto: “He leído que hay quien dice que no hay que abrir esa fosas o zanjas, que solo dignificarlas. ¿Les importa más la hierba que los cuerpos? Tengo derecho a saber dónde está mi familiar para darle sepultura digna, llevarlo junto a los suyos en el panteón y cerrar el círculo para cerrar también mi herida”, enfatiza. Y recuerda igualmente que “alguien dio un golpe de Estado que llevó a Víctor y Florencio a luchar por las libertades y derechos humanos, y contra todos sus horrores; y que pongan una escultura, como dice alguno, ni a mí ni a mis parientes nos dignifica nada y más aún al lado de la capilla franquista construida en 1939 que hay allí”.

hijos del sepulturero El enterrador Ruperto estaba desposado con Concepción Zarandona. Tuvieron cuatro hijos: Florencio, Víctor, María y Juliana. “Un familiar nos dijo que eran cinco, que un bebé se le cayó a Ruperto a una tumba y murió, pero no sabemos si fue cierto”. Lo que sí es real es que Julia -como le llamaban en verdad en casa a Juliana- quedó encinta con alrededor de 20 años y como madre soltera decidió ella entregar a su bebé en la inclusa de Bilbao. “Sin embargo, su padre Ruperto, el sepulturero, le apoyó en todo momento y fue junto a ella dos meses después a recuperar al niño. De hecho, en las credenciales aparece él como padre y abuelo del recién nacido a quien llamaron Ruperto Domingo”, relata Aiyoa quien, por ello, considera que “Julia bebía los vientos por su padre, para ella era un dios”.

La investigadora ha solicitado tanto a Gogora como a la Sociedad de Ciencias Aranzadi la reclamación del cuerpo de Florencio. Y, ahora, está dispuesta a hacerlo también en el Ayuntamiento de Durango, consistorio en el que se creó una comisión civil y política denominada Martxoak 31 que trata asuntos como el expuesto. “Quiero que aparezca el cuerpo de Florencio. Necesito saber si está tirado aún en una campa. Soy la única que lo reclama, pero estoy en mi derecho. Si quieren solo dignificar esa supuesta fosa de Durango, que lo hagan también con todas y cada una de las cunetas…”, comenta Aiyoa Arroita. “A mí lo que me duele es que la cosa esté así sin saber quién es quién aunque pueda existir un listado. Yo quiero que mi familiar descanse de una vez por todas junto a los suyos, no olvidado”, concluye.

La fuga de los esclavos vascos de Franco

En 1938, dieciocho gudaris y milicianos vascos protagonizaron en grupo una desconocidaevasión desde Huesca a Catalunya

Un reportaje de Iban Gorriti

ES una historia apasionante!”, reconoce Pablo Domínguez, de Ortuella, quien ha investigado la enigmática fuga de 18 vascos de un batallón de trabajadores, es decir, esclavos de Franco en Huesca en 1938, y que huidos en grupo llegaron a territorio republicano vivos; y Beñat Madinabeitia, de Iruñea, familiar de Juan Ganchegui, uno de los reos de aquella “victoria humana”. El investigador pone en valor aquel logro que reúne todos los ingredientes de una película. “Es una historia casi surrealista”, por las circunstancias que rodearon a aquel episodio tan poco conocido en la historia de la Guerra Civil: “Ocurrió en invierno, con montes nevados del Pirineo con ropa que imaginamos ya raída; todos, los 18, son vascos, pasaron las líneas, primero facciosa y luego a la republicana, además, la fuga fue ocultada tanto por los medios de comunicación de un bando como los del otro…”, asegura el investigador, junto a Aiyoa Arroita, del blog Crónicas a pie de fosa.

Imagen histórica de gudaris y milicianos prisioneros en Huesca.Foto: DEIA
Imagen histórica de gudaris y milicianos prisioneros en Huesca.Foto: DEIA

Es enigmático porque hay muchos cabos aún por unir. No se sabe, por ejemplo, cuándo se produjo la evasión. Se conoce, eso sí, que el 20 de febrero de 1938, dieciocho soldados del Ejército vasco de Aguirre que habían sido aprisionados por el bando golpista planificaron en grupo tratar de pasar a territorio republicano, objetivo que consiguieron. De ser esclavos en Huesca volvieron a ser antifascistas en Catalunya y con nuevas tarjetas del Gobierno de Euzkadi facturadas el 1 de marzo de 1938 en las que se les califica como “evadido del campo faccioso”.

“No sabemos -matiza Domínguez- si lo intentaron más y si llegaron todos, ni qué pasó mientras huían. Ha trascendido gracias al informe de un funcionario de la Inteligencia de la República que lo registra en unos documentos que llegaron a manos de un familiar”, subraya el investigador haciendo referencia a Beñat Madinabeitia. “Es una historia -valora este último- que en casa hemos conocido siempre y gracias a que mi madre, su sobrina, quería saber más lo hemos empezado a mover. Y ha sido un descubrimiento tras contactar con Pablo y Aiyoa, que nos han explicado los papeles que hemos conseguido en Salamanca. Nos ha creado más curiosidad”, confiesa, al tiempo que confiesa que constituye “un orgullo lo que logró, lo que lograron.

En el grupo de los 18 fugados había tres cabos y 15 soldados de diferentes ideologías: 14 del PNV, tres socialistas y un comunista. La lista es la siguiente, respetando la grafía que figura en las fichas de la Delegación vasca en Catalunya que conserva el Archivo Histórico de Euskadi: Jerardo Eguia Lausirica (batallón Mungia); Jerónimo Echevarria Lecue (batallón Itxas-Alde); Manuel Cahué Artola (batallón Madrid); Andrés Beltrán Elosegui, cabo del batallón Gordexola; Enrique Barrena Borroño (batallón San Andrés); Andrés Arrizabalaga Inda (batallón Loyola); Nicolás Bilbao Bilbao (batallón Mungia); Jesús Ladislao Bolumburu (batallón Martiatu); Alberto Pérez Peña, cabo del Gordexola; Marcial Inchuspe Rezola (batallón San Andrés); Vicente Iriarte Astola (batallón 2º de Ingenieros); Elías Zabala Sarria (batallón Malato); José Ganchegui Lizarraldesoldado (batallón Amuategui); Francisco Bilbao Gastañaga, cabo del Martiatu; Enrique Iriarte Unzueta (batallón 2º de Ingenieros de UGT); Emilio Hernández Vázquez (batallón San Andrés); Juan Ganchegui Azcagorta (batallón U.H.P); y Agustín Mendizabal Bilbao (batallón Martiatu).

Del 115 Estos gudaris y milicianos huyeron del batallón de trabajo esclavo 115 que obraba en los municipios oscenses de Yebra de Basa y Sobá. “Es increíble pensar que, de 96 personas vigiladas 18 se escaparan, si no fueron más. Yo he buscado en periódicos de ambos bandos en aquellas fechas y no aparece ninguna fuga. Creo que tratan de encubrirlo”, sostiene Domínguez quien titularía la fuga como “Evasión y victoria” haciendo un juego de palabras con la película Evasión o victoria, en la que un grupo de prisioneros aliados en un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. “En el caso de estos vascos, logran la evasión y una victoria porque consiguen su objetivo de llegar a posiciones republicanas. Es todo muy curioso”.

Beñat Madinabeitia es familiar de Juan Ganchegui Azcagorta, miliciano del batallón UHP del Partido Comunista y natural de Bergara. A día de hoy es uno de los miles desaparecidos de la guerra. “Se creía que hizo la mili en Burgos, pero no aparece su registro por ningún lado. Todo es asombroso y nuevo para nosotros. No sabíamos que era de un batallón comunista. Me paro a pensar y creo que fue todo muy injusto. ¡Lo que tuvo que vivir! Seguimos buscando”.

El desaparecido grafiti de aquel teniente coronel

Descubren que el carabinero irundarra Antonio Ortega, Director General de Seguridad del gobierno de Juan Negrín, se encuentra enterrado en una fosa común de Alicante

Un reportaje de Iban Gorriti

el histórico frente de Villarreal contó con un grafiti de la época que voceaba a quien lo leía: Un fusil no vale nada si no hay un pico junto a él. La cita es de Antonio Ortega Gutiérrez, un histórico carabinero comunista vecino de Irun que tras una trayectoria militar que ascendió hasta coronel acabó fusilado en Alicante el 15 de julio de 1939. Según ha podido saber DEIA, su cuerpo espera a la dignidad en una fosa común del camposanto de aquella ciudad. Como curiosidad conocida durante la contienda fue presidente del Real Madrid Foot-Ball Club, denominación de la entidad durante la Segunda República.

Cita original de Antonio Ortega en el frente de Villarreal.KUTXA FUNDAZIOA
Cita original de Antonio Ortega en el frente de Villarreal.KUTXA FUNDAZIOA

Aunque su biografía está al alcance de todos a golpe de tecla en internet, nuevos documentos indagados por Jimi Jiménez, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, aportan importantes datos que permanecían silenciados entre legajos franquistas.

La sentencia de muerte de Ortega y el libro de actas del cementerio de Alicante que ha cotejado sacan a la luz pormenores esclarecedores de su periplo y entrega antifranquista durante la guerra del 36. Consultado sobre si se procederá a exhumar la fosa en la que está su cuerpo, Jiménez matiza que “no se le conoce familia que pudiera solicitar la exhumación. Tal vez podrían salir sus restos si la familia de algún otro enterrado allí pide la búsqueda de su pariente”, ilustra el técnico de Aranzadi. Lo cierto es que el lugar de la fosa sigue sin tocar desde hace casi 80 años, como prado de hierba en el cementerio alicantino.

El procedimiento sumarísimo de urgencia de Antonio Ortega Gutiérrez, por su parte, detalla “las vicisitudes que vivió, sus grados de sargento, teniente… sus destinos”, agrega el antropólogo durangarra. Gracias a esta búsqueda, a partir de ahora se sabe que Ortega fue procesado antes de la Segunda República siendo sargento de carabineros y expulsado del cuerpo “por motivo de contrabando de armas” relacionado con la Sublevación de Jaca y por asalto al Gobierno civil de Donostia. “Que por ser elemento rabiosamente izquierdista fue readmitido en carabineros al instaurarse la República, siendo ya teniente al iniciarse el Glorioso Movimiento Nacional”, dictamina el texto franquista datado en 1939.

A partir de entonces, intervino en la defensa de Irun como uno de sus referentes “luchando contra las fuerzas navarras”. Ortega, nacido en un pueblo de Burgos, desempeñó el cargo de gobernador civil en Donostia. Mandó a las primeras milicias vascas en el sector de la Ciudad Universitaria donostiarra y ascendió a coronel en la 40 Brigada Mixta y después en la 7ª División.

Aunque las credenciales consultadas no lo citan, Ortega pasó después a la zona centro (Madrid) para asumir el mando de la Columna Vasca. Allí, sería director general de Seguridad del gobierno de Juan Negrín, presidente de la Segunda República en 1937.

Detenido en 1939 Siguiendo con la fuente franquista consultada, también fue destinado a Valencia donde fue director general de Seguridad entre mayo y julio de 1937. Su disposición continuó como jefe del 6º cuerpo del Ejército Republicano hasta mayo de 1938, fecha en la que fue ascendido a coronel y nombrado jefe de un cuerpo del Ejército, cargo que ocupó hasta el final de la guerra. Con la llegada del franquismo, Ortega llegó a Alicante “para embarcar y huir al extranjero, siendo detenido en el puerto”, apostilla el acta. Fue detenido el 13 de abril de 1939.

Por un “delito de adhesión a la rebelión” y por apoyar “la causa marxista” sufrió un consejo de guerra que falló condenar a Ortega a la pena de muerte el 12 de junio de 1939. A las cinco horas del 15 de julio siguiente fue fusilado con “cadáver reconocido” de aquel nacido en Rabé de las Calzadas en 1888, “hijo de Víctor y Ángela, casado y padre de cuatro hijos, de cabello entrecano, piel morena, cejas al pelo, nariz grande, cara redonda y de talla 1,630”, según el expediente procesal.

Jimi Jiménez valora que Ortega fue “una figura importante”. Argumenta que existe un grafiti de la época sobre una zona que estaban fortificando en el frente de Villarreal en la que aparece su frase “un fusil no vale nada si no hay un pico junto a él”. “Para el carabinero era tan importante el arma en la guerra como la labor de quien construía trincheras. Valoraba el trabajo en equipo, aquello que no se ve, y que, al menos en fotografía, ha trascendido hasta hoy”.