De protector a ser fusilado

El sindicalista abertzale Juan Eskubi Urtiaga protegió a derechistas, pero, al mismo tiempo, su labor en el Comité de Defensa de la bombardeada localidad de Durango le llevó al paredón de Derio con apenas 31 años

Iban Gorriti

DOS bombardeos fascistas hicieron temblar en solo seis meses los cimientos de Durango y a familias de la villa durante la guerra aún calificada por algunos como civil. Bien lo supo el abertzale Juan Eskubi Urtiaga, representante del sindicato SOV (Solidaridad de Obreros Vascos) en la Junta de Defensa local, de la que fue presidente desde agosto de 1936. Es decir, solo un mes después del fallido golpe de Estado que militares españoles dieron en julio y que derivó en un finalmente conflicto bélico internacional.

El primer bombardeo sobre Durango que Eskubi conoció ocurrió el 25 de septiembre de 1936. El otro, el 31 de marzo de 1937 y días posteriores. En el inicial, los a la postre franquistas lanzaron unas bombas sobre el frontón descubierto de Ezkurdi en el que jugaban a pelota y descansaban algunos soldados republicanos. Murieron doce soldados y como venganza, se cree que fue el Batallón Rusia (JSU) quien sacó del calabozo local a 22 derechistas y los fusiló en el cementerio municipal.

Eskubi, en el centro de la imagen de camisa blanca y sin corbata, con amigos en 1930.Foto: Durango Kultur Elkartea
Eskubi, en el centro de la imagen de camisa blanca y sin corbata, con amigos en 1930.Foto: Durango Kultur Elkartea

Medio año después, el último día de marzo de 1937, llegó el banco de pruebas ya amenazado por el general golpista Mola. La aviación fascista italiana en operación coordinada por la Legión Cóndor nazi y aprobada por los sublevados contra la legítima Segunda República atentaron contra la población civil de la villa a cielo abierto. Asesinaron a, al menos, 336 personas ya registradas y destrozaron tanto casas particulares como patrimonio eclesiástico.

Eskubi acabaría fusilado con solo 31 años el 24 de octubre de 1938, hace 80 años. “El fusilamiento de Eskubi impactó por la relevancia que tuvo en la Junta de Defensa, organizando Durango bajo los escombros”, subraya Maria González Gorosarri, docente en la UPV/EHU e integrante de la asociación memorialista Durango 1936 Kultur Elkartea.

La entrega de este sindicalista afiliado a EAE-ANV tuvo consecuencias. “Fue uno de los primeros sindicalistas del Duranguesado. Él evitó fusilamientos de derechistas en 1936 y por los no evitados lo fusilaron”, mantiene el investigador iurretarra Jon Irazabal de Gerediaga Elkartea.

Como jefe de Orden Público, Eskubi, nacido en Begoña, cumplió funciones de policía, vigilancia de carreteras y edificios, emitió y pidió salvoconductos… “Protegió a derechistas de Durango, incluso hizo algún salvoconducto como al director del colegio San José Jesuitak”, aporta Jiménez, quien va más allá: “sin embargo el Ayuntamiento emitió informes negativos en su juicio como partícipe de los fusilamientos tras el bombardeo del 25 de septiembre”.

El también representante de las juntas de defensa de Lemoa y Ugao-Miraballes acabaría fusilado en Derio. No obstante, el técnico de la Sociedad Aranzadi matiza que “en la causa general no aparece su nombre por ninguna parte como partícipe de los hechos de fusilamiento en el cementerio”.

La asociación Durango 1936 Kultur Elkartea cuenta con un banco de entrevistas en su ejemplarizante web. Uno de los testimonios es de Juan Mari Eskubi Arroyo. El hijo del fusilado por los franquistas asegura que le acusaron “de tener influencia para hacer el mal”. Hace referencia al jaimista Adolfo de Uribasterra (carlista por el Partido Tradicionalista), quien según información del Archivo Municipal de Durango, desde 1931 hasta 1936 fue regidor y el 4 de agosto de 1937, en la primera sesión del Ayuntamiento tras la entrada de las tropas leales al golpe de Estado, volvió a ser nombrado alcalde. Su hermana estuvo casada con Esteban Bilbao, presidente de las Cortes.

“Adolfo -apostilla Eskubi hijo- manda un par de escritos y un telegrama al consejo de guerra para insistir que mi padre era una malísima persona y que merece el peor castigo. Que valiéndose de su influencia en el partido, sindicato y junta de defensa ordenó matar a aquellos 22 derechistas y a más gente”, lamenta, pero aporta el pensamiento contrario de otras personas de la localidad. “El doctor Navarro, tradicionalista, hace un certificado donde dice que tomaba decisiones que servían para salvar a la gente, que era una bellísima persona. Un director de Maristak también dice lo mismo, que daba salvoconductos para moverse con total tranquilidad. Capelastegui, de Hijos de Mendizabal, también hace un escrito a favor de mi padre. De Olma, también un tal Arieta no se qué… también dijo que era una bellísima persona”.

Mientras tanto, la familia que había sido exiliada por el Gobierno vasco a Burdeos tras la emigración interior en Bilbao y Santander, conoció la pena de muerte decretada en Santoña y su traslado a la cárcel vizcaina de Larrinaga.

Monseñor Laucirica, por su parte, echó al traste los intentos de la madre de Eskubi y su esposa de recabar apoyos para salvar su vida. “Una firma de este excelente representante de la Santa Cruzada de la Santa Madre Iglesia y del nacional-catolicismo que imperaba entonces era suficiente para salvar a mi padre y no se dignó en recibirles. Las despreció. Lo he oído contar siempre y no sé qué aspecto tenía pero yo le veo con cuernos y rabo en mis pesadillas”.

Juan Mari, además, evoca una llamada telefónica que recibió. “Me llamó por teléfono. Yo debo mi existencia a tu padre. ¿Cómo es eso?, le dije. Mi padre iba en aquella fila de prisioneros de la cárcel al cementerio para fusilarlos. Tu padre sacó de la fila al mío y dijo: ‘De este me encargo yo’. Mi padre, siempre según su versión, pensó que el tiro se lo iba a dar tu padre, pero qué va, se lo llevó al batzoki y le tuvo en la carbonera protegiéndole. Su madre le dio por muerto, pero el protegido le dio una foto con una nota al dorso para que supiera que seguía vivo. Nací en 1942, gracias a tu padre que le salvó de la muerte al mío”.