“Un fascista de libro”

Hace treinta años murió Martín de Arrizubieta, cura sabiniano de Mundaka que fue propagandista del régimen nazi en Berlín y antifranquista en Córdoba

Un reportaje de Iban Gorriti

El sacerdote de Mundaka Martín de Arrizubieta Larrinaga, en una imagen histórica. Foto: Deia
El sacerdote de Mundaka Martín de Arrizubieta Larrinaga, en una imagen histórica. Foto: Deia

Cuál fue el papel de los vascos en la Segunda Guerra Mundial? Esta cuestión servía como título de un libro del historiador elorriarra Iñigo Bolinaga. Él mismo colocaba a modo de piezas de un juego de mesa como el Risk a Himmler, Hitler y Franco en nuestra Donostia, blindados nazis en Lapurdi, mugalaris burlando la vigilancia de la Wehrmacht, el lehendakari Aguirre como clandestino en Berlín, a los maquis liberando Zuberoa y al último batallón Gernika combatiendo en el Medoc.

La publicación editada por Txertoa, como subrayaba su planteamiento, compendiaba la participación de los vascos y vascas en el conflicto bélico con episodios relevantes junto a otros capítulos casi desconocidos; A la postre, un apasionante relato de la actividad en ambos bandos. Entre los nombres desconocidos, no pasa desapercibido para el lector curioso la figura de Martín de Arrizubieta Larrinaga. De Mundaka. Sacerdote. “Fue un fascista de libro”, concluye Bolinaga en su trabajo documental.

El historiador bosqueja a Arrizubieta como un viejo nacionalista vasco de la línea sabiniana que fue capellán de gudaris durante la guerra internacional sufrida en el Estado entre 1936 y 1939. Pero no queda ahí la cosa: también fue capellán de requetés después de su captura por el bando golpista y, tras lograr escabullirse al Estado francés en 1938, acabó siendo miembro de la Legión Extranjera Francesa.

Su periplo tanto geográfico como ideológico sigue su paso firme hacia la capital alemana, como germanófilo convencido que acabó siendo. “Seducido por los nazis” -estima Bolinaga-, Martín trabajó en Berlín al frente de la revista hitleriana Enlace. En esta divulgación propagandística llegó a publicar diatribas contra el franquismo. “Se mostraba rabiosamente partidario del derrocamiento de Franco a favor de un régimen nacionalsocialista para España que fuera capaz de dar la independencia a una Euzkadi -grafía con la que lo escribía- libre, nazi, soberana y racionalmente pura”, puntualiza el escriba de Elorrio.

Y va más allá en su análisis sobre este cura: “Todo ello aderezado de un anticapitalismo rabioso típico del fascismo original, tanto en el caso de los fasci di combattimento como en el primer Partido Nacional Socialista Obrero Alemán de la línea Strasser o en las JONS obreristas de Ledesma Ramos”.

Arrizubieta, por tanto, tuvo su papel en la Segunda Guerra Mundial como vasco que acabaría desterrado al otro lado del Bidasoa. Pero no adelantemos acontecimientos porque seguiría residiendo en Berlín hasta la llegada del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, denominación oficial primigenia del ejército y la fuerza aérea de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, y tras 1922, de la Unión Soviética.

A continuación, el de Mundaka se exilió y fue finalmente enjuiciado en España. Fue entonces cuando se le condenó a un destierro en la provincia andaluza de Córdoba. A pesar de ello, continuó participando en distintas plataformas antifranquistas. Bolinaga llama a la reflexión con una pregunta que deja anotada en las 112 páginas de su publicación que data de 2016: “¿Fue Martín de Arrizubieta un loco, un friki, un iluminado de la vida? ¡Qué va! Fue un fascista de libro”.

Invasión de España Cerrado este tomo de información, otras fuentes también abundan en la vida del sacerdote. Así, por ejemplo, la Cordobapedia asegura que fue amigo de los literatos vascos Gabriel Aresti o Jon Juaristi, que en 2007 llegaría a escribir una novela basada en la vida de Arrizubieta, “a pesar del enmascaramiento del nombre del personaje, Martín Abadía”. El título de la obra fue La caza salvaje.

Desde la capital que baña el Guadalquivir reconstruyen la biografía del vizcaino y aportan que Martín apoyó una invasión de España por el ejército alemán. “Al término de la contienda y en una carta que envía al PNV, Martín declara que todo lo hizo como forma de supervivencia además de poder infringir un daño al enemigo”, según relato de Xose M. Núñez Seixas en su libro ¿Un nazismo colaboracionista en España?

Evocan además cómo fue juzgado por un consejo de guerra, siendo condenado a muerte y posteriormente indultado y conmutada su pena por un exilio en Córdoba, a donde llega en el año 1947 por mediación del obispo Fray Albino, quien lo nombra adjunto a la Parroquia San Andrés y a continuación párroco de Santa Marina.

Durante los años 50 y 60, entró en contacto con opositores al régimen franquista agrupados en torno a la revista Praxis, liderada por Carlos Castilla Pino y José Aumente Baena. El primero habla de él en la segunda parte de sus memorias La casa del olivo, en la que dice mantener “sospechas de que incluso llegara a ser confidente de la policía”.

En esa década, en 1956, junto con el alcalde cordobés de la época, Antonio Cruz Conde, nuestro protagonista fue uno de los que impulsó el monumento memorialista a Manolete, torero muerto en Linares el 29 de agosto de 1947.

En cuanto a su aportación a la lucha antifranquista, formó parte del grupo clandestino El Felipe con el sobrenombre de El ogro. En 1966 promovió junto a un numeroso grupo de vecinos del barrio de Santa Marina la constitución de la Asociación de Cabezas de Familia.

En los años 70 estrechó sus lazos con opositores vascos al régimen como el poeta Gabriel Aresti y el matrimonio Sastre-Forest, que “le vuelven a radicalizar sus posturas nacionalistas”. En 1983 se jubiló y regresó a su Euskadi natal. “Pero no encontrando su sitio en el panorama intelectual y político” retornó a Córdoba, donde murió cinco años después.