El socialista ‘bilbaino’ al que el presidente Negrín confió el orden público

El burgalés Pailino Gómez Sáiz recaló de niño en la capital vizcaina y fue ministro de gobernación en la II República

Un reportaje de Iban Gorriti

EL fallecimiento del arquitecto de prestigio en Bogotá y niño de la guerra del 36 Paulino Gómez Basterra el pasado domingo a los 89 años de edad, sirve para rememorar la figura de quien fuera su padre: el histórico socialista Paulino Gómez Sáiz. Aunque llegó al mundo en la localidad burgalesa de Miranda de Ebro, vivió en Bilbao y llegó a ser ministro de Gobernación del Gobierno de la Segunda República presidida por Juan Negrín. Aquel político del PSOE protagonizó además una actuación especial contra el fallido golpe de Estado de los militares españoles iniciado el 18 de julio de 1936 que derivó en la Guerra Civil.

Paulino Gómez Sáiz, con las manos a la espalda, en el Centro Vasco de Bogotá, después de exiliarse por la Guerra Civil.Foto: Fundación Pablo Iglesias
Paulino Gómez Sáiz, con las manos a la espalda, en el Centro Vasco de Bogotá, después de exiliarse por la Guerra Civil.Foto: Fundación Pablo Iglesias

Es obligado hacer una diferenciación entre los dos políticos que en 1936 se llamaban igual en Euskadi. Uno, Paulino Gómez Sáiz, activo en el Comité de Defensa de Bizkaia y creador de las primeras unidades de Orden Público encargándose de esas tareas hasta el 7 de octubre del 1936, fecha en la que se constituyó el Gobierno Provisional de Euzkadi. Por otro lado, Paulino Gómez Beltrán, presidente del Comité Central Socialista de Euskadi.

Sobre el primero de los Paulinos, el burukide del PNV que llegó a ser ministro de Justicia del gabinete de Negrín, el jeltzale Manuel de Irujo, dijo de él que fue un “hombre íntegro, trabajador e inflexible”, según anotó María Eugenía Martínez Gorroño para la Fundación Ramón Rubial.

En conversación con Eduardo Gómez, nieto de Paulino Gómez, destaca de su abuelo que “Don Paulino siempre fue Don Paulino, hombre serio y formal, abuelo cariñoso a su manera -tal vez muy euskaldun- de grandes amigos y sobre todo gran amigo de sus hijos”. Más allá de lo personal y lo humano subraya la huella “imborrable” que dejó tras su paso por Colombia. “Decía que este país era bien raro. Contaba que aquí los padres le dicen a sus hijos papito y mamita y a sus cónyuges les dicen ‘mijito’ y ‘mijita’ (de mi hijo y mi hija) cuando los papeles se invierten es porque te toca observar más para entenderlos”, recuerda Eduardo sobre su abuelo.

Paulino nació en Miranda. Su padre, Ponciano, era maquinista de tren de la firma Caminos de Hierro del Norte de España. Por ello, la familia vivió de aquí para allá, primero en Orduña, luego en Pola de Lena, más tarde en Santander y finalmente recaló en Bilbao. Con diez años, su progenitor murió, dejando a su madre, Modesta, todo el peso para sacar adelante a sus siete hijos en Bilbao.

Paulino comenzó a trabajar como mozo en un almacén de vinos. Con 15 años ingresó en la Academia de Contabilidad Rodet. “Carente de instrucción escolar, mal vestido y poco simpático, unido al remoquete de hijo de viuda, eran los elementos que yo llevaba a la Academia para triunfar y convivir con pudientes hijos de papá”, bosquejó en unas memorias que facilita José Manuel Perea.

En 1918 aprobó oposiciones para empleado de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Bilbao. Debutó en política en 1917 con las Juventudes Socialistas de Bilbao; en UGT y PSOE.

Perteneció al Comité Provincial de Vizcaya durante la revolución de octubre de 1934. Su activismo le llevó a la cárcel ya que fue detenido y hecho preso hasta 1936, año en el que murió su madre en Bilbao. Paulino dejó escritos sus sentimientos por aquel trance.“No me permitieron ver ni atender a mi sufrida madre en sus últimos momentos, ni acompañarla a su última morada”. Recuperó la libertad tras la amnistía por el triunfo del Frente Popular.

Al producirse el golpe de Estado de 1936 se hizo cargo de la organización de la resistencia como delegado de Defensa de la Junta de Defensa de Vizcaya, puesto que abandonó al constituirse el Gobierno vasco. De allí pasó al frente de Los Tornos en Santander.

Fue delegado de Orden Público del Gobierno de la República en Catalunya y luego añadió a su currículum el cargo de Subinspector de Seguridad, máxima autoridad del personal de Seguridad y Policía en el aspecto reglamentario. En 1938 fue nombrado ministro de la Gobernación en el último Gobierno de Negrín y meses después accedió a la Comisión Ejecutiva del PSOE. Al perder la Guerra Civil se exilió en Francia. Pasó por Toulouse, París, Chateaux Fromage y Marsella. Embarcó rumbo a México y de allí llegó a Colombia en 1942.

En Bogotá, junto con su esposa y sus tres hijos montó la empresa de productos de limpieza Palmín y laboratorios dentales, la Central Colombiana de Vitalium. También trabajó para la Caja Colombiana de Ahorros y participó en una empresa de pesca y comercialización de productos congelados. Paulino falleció en la capital andina el 7 de febrero de 1977. “No me agradará que mis hijos se separen. Si pudiera lo ordenaría. Hagan la vida agradable a su madre. Mi experiencia de la vida es triste. No me voy con rencor ni me asusta la muerte”, dejó escrito antes de morir como última voluntad.

Cuatro décadas después de su muerte, su familia lo recuerda con cariño. “He admirado muchísimo a mi abuelo -concluye su nieto Eduardo- y su periplo de historia, que no fue nada fácil; pero nos dejó la enseñanza de levantar cabeza cuantas veces haga falta, con la dignidad de los hombres buenos”.