Desayuno y braga incluidos

Acepto la tortilla precocinada como frisby pero, se pongan como se pongan los diseñadores, que te traten de encajar unos pantalones de niño ya rasgados es como que te vendan un paraguas roñoso o un periódico con manchas de grasa y el autodefinido hecho. Porque una cosa es que desgasten la tela y otra que esté hecT1h75lFu0gXXXXXXXX_!!0-item_picha jirones, que una no sabe si le está comprando un vaquero o un disfraz para bailar Thriller. Como si los pequeños destroyers no fueran capaces de agujerear rodilleras por sí mismos, petachos de titanio incluidos. Ya puestos, podrían vender camisetas con los puños ribeteados de mocos, pegotes de pasta de dientes en la pechera y lamparones de tomate en las camisas blanco nuclear. Tres clásicos infantiles.

A algunos hosteleros les ha debido parecer buena idea eso de anticiparse a los acontecimientos. De hecho, una compañera se encontró una braga ajena en el armario de una habitación de un hotel. Los jóvenes deberían marcar su ropa interior como en la haurreskola, que luego pasa lo que pasa. Yo, bragas, no; pero en una pensión de mala muerte me encontré cabellos entre las sábanas. Donde hay pelo hay alegría, dicen, pero a mí no me hicieron ni pizca de gracia. La colcha con quemaduras de cigarro a la que acababa de hacer ascos me pareció una bendición. Lo peor fue descubrir que debajo de la alfombrilla del baño no había azulejos, sino tierra. No escarbé, no fuera a desenterrar al anterior inquilino.

Un máster en bragas

En la variedad está el gusto, dicen, pero sin pasarse. Porque ha llegado un punto en el que hasta para comprarse unas tristes bragas hay que hacer un máster. Tanga, boxer tanga, brasileña, brasileña de tira, a cadera, clásica, boxer a cadera, sujeción… Joé, ni que fuéramos a desfilar por el pasillo de la oficina en plan ángeles de Victoria’s Secret. Que yo solo quiero taparme el culo, como ellos, que apenas tardan unas centésimas de segundo en elegir entre un boxer o un slip.

Ni siquiera en la peluquería, encima del sablazo que te pegan, te dan opción a relajarte. ¿Te pongo mascarilla, suavizante, espuma, laca, unas mechas, extensiones, un café? Ponerme, me estás poniendo de los nervios. Y cuando crees que el interrogatorio se ha acabado, vuelven al ataque. ¿Lo quieres rizado con las puntas lisas, liso con la puntas rizadas, planchado, cardado, peinado despeinado…? ¿Eins? No sé, yo solo venía a cortarme las puntas, como ellos, que se sientan, dicen: «Lo de siempre», como si estuvieran pidiendo una caña, y al de un rato se levantan sin necesidad de explicarse más.

Tampoco comprar productos de cosmética es fácil. Y eso que la última vez llevaba en el bolso el minilarousse de inglés. Pero ni por esas. Qué quieren que les diga, yo leo Base de maquillaje waterproof con brocha perfect touch, me suena a plato de Ferran Adrià y me bloqueo. Así que voy por el mundo con la cara lavada, ahora sí que sí, como ellos. ¿No dicen que está de moda lo andrógino? Pues eso.