Una talibana en el aula

Estoy que bufo. Y les aviso por si quieren abandonar la columna antes de que les contagie mi mala gaita, aunque, tal y como está el percal, seguro que ya vienen cabreados de casa. La culpa, de lo mío, digo; la tiene Gloria, la profesora que hace unas semanas soltó en una universidad de Valencia que «las mujeres maltratadas no deben separarse porque eso es amor». Si he entendido bien a la señora docente, supongo que cuanto más te rompan la cara, debe ser que estás más enamorada. Qué pena que a la pareja de Helena Dumitru se le haya ido presuntamente la mano con el hacha porque, si no, Gloria le podría felicitar por haber permanecido al lado de su amado 17 años. Y porque la muerte los ha separado, que si no… Bueno, la muerte, es un decir. Como la pobre Helena desgraciadamente ya no recibe, podría transmitir su admiración por ella a su hija de trece años, que presenció el crimen. Pero le advierto que la cría no iba a entenderlo, porque a mí, que no me han matado a nadie, me cuesta que no veas.

También podría, en sus ratos libres, ir a dar una master class a la madre de la niña de seis años muerta supuestamente a manos de su padre. Una mujer que optó por separarse de su pareja y eso, imagino que diría Gloria, «eso no es amor». Por si su opinión no hubiera sido suficientemente desafortunada, la susodicha añadió que «dentro de lo terrible de una violación sacas algo bueno, que es un hijo, un don de Dios». Puede que no lleve túnica, ni barba, pero suena a auténtica talibana.

Menudo cabrón

Lo confieso, señor juez. Fue enterarme de que no consideraba que zorra fuera un insulto y pensar de la misma que era usted un auténtico cabrón. Pero no me malinterprete, por favor. Me refiero a un cabrón en su acepción cuarta: hombre experimentado y astuto. No como yo, que soy una ignorante. De hecho, hasta que usted no nos lo ha aclarado tan amablemente, siempre había creído que llamar zorra a una mujer era cuando menos despectivo.

Admito que me precipité en mi juicio y que cuando leí la palabra en su contexto entendí la argumentación de su sentencia muchísimo mejor. El acusado por un delito de amenazas, según la abogada de la víctima, le vino a decir algo así a su hijo: “Tu madre va a tener que ir mirando por la calle como las zorras, para delante y atrás, porque la voy a matar y la voy a meter en una caja de pino”. Qué detalle, oye, porque hay quien se carga a su mujer y la deja tirada en el suelo de la cocina, el rellano de la escalera o la puta calle, pero este no. Este, llegado el caso, promete hacerse cargo, al menos, del féretro.

Aclarado que zorra es para su señoría una “persona astuta”, ¿zorrón designa la astucia en grado superlativo? Y puta, señor juez, ¿es o no peyorativo? Agradecida por sus lecciones magistrales, lo que no le acabo de perdonar es que se haya cargado un mito. Toda la vida pensando que a las Vulpes les gustaba ser unas zorras y resulta que lo que querían ser era unas personas avispadas. Eso ni es punk ni es ná.

Tocan a muertas

No es por aguarles la fiesta, pero las campanas de este fin de año tocarán a muerto. O mejor dicho, a muertas. Más de setenta. Sus sillas estarán vacías esta Nochevieja. Y en Año Nuevo. Y en Reyes. Y en los cumpleaños de sus hijos. Y en la comida de los domingos en casa de la abuela. Sus asesinos machistas se comerán las uvas en sus celdas. Y el resto haremos borrón y cuenta nueva. Porque empieza el año y los contadores -también el de las víctimas de la violencia de género- se resetean.

Volverán los titulares. Igual que el primer recién nacido de 2011, la primera muerta. Dependerá de si su crimen coincide con un derbi, la subida de la luz o los cuernos de la Esteban el que lamentemos o no su fallecimiento en la sobremesa. Una familia destrozada. Una no. Más de setenta. Y nosotros como si tal cosa, cambiando de canal para escuchar cómo jadean en la hora sin cámaras los de Gran Hermano, pasando la página del periódico para hacer el crucigrama, cliqueando en el link de al lado para ver la última provocación de Lady Gaga en Youtube.

Mueren por decenas, pero ya no causa impacto. ¿Se imaginan seis equipos de fútbol aniquilados al año? ¿Que quedaran vacíos casi todos los escaños del Parlamento Vasco? ¿Que fulminaran a setenta rostros de la tele o a todo su vecindario? Pero solo son mujeres anónimas. Por ellas no ponemos el grito en el cielo, ni se nos pasa por la cabeza manifestarnos, ni mucho menos convocar una huelga general. Aunque la siguiente pueda ser tu madre, tu hermana, tu hija o tú. Lloran las campanas.