Papa llama… a ese cura de Jaén

Ocupado como está en hacer recuento de curas pederastas –ya puesto, podía denunciarlos ante la justicia humana, que luego, si eso, ya actuará la divina–, Francisco no debe tener tiempo para ver vídeos en Youtube. Si no, quizás se habría topado con el del cura de Canena, en Jaén. Ese que ha dicho que hace treinta años «a lo mejor un hombre se emborrachaba y llegaba a su casa y le pegaba a la mujer, pero no la mataba como hoy» porque «tenía una formación cristiana» y «sabía que había un quinto mandamiento que decía no matarás». Sin embargo, no hay ninguno que especifique que no se puede golpear o violar a la esposa mientras esta siga respirando, así que ancha es Castilla. Tampoco hay letra pequeña alguna que indique que no se la debe amenazar o humillar, algo que mata mucho por dentro aunque no deje moratón.

Me queda la duda de si, por seguir a pies juntillas los mandamientos, los hijos de los maltratadores tienen que honrar a sus padres, aunque de cuando en cuando también ellos reciban un pescozón. ¿Y qué explicación tiene el párroco para los sacerdotes pederastas? ¿Por qué cometieron actos impuros –por llamarlo finamente– si lo prohibía el sexto mandamiento? ¿Y acaso no mintieron, en contra del octavo, quienes los encubrieron? Quizás lo aclare el párroco en otra homilía antes de que el Papa llame para hacer la tan necesaria criba entre su personal.

Cabr(et)ón

Podría haber escrito de las espantadas de Ares o Javi Martínez, del último bolo de Ruiz-Mateos o de que Urdangarin está en Barcelona de brazos cruzados, pero desde que se supo que los restos óseos hallados en Las Quemadillas podrían ser de los niños Ruth y José estoy de muy mala hostia. Y perdonen ustedes por el taco. Por más que he tratado de evitarlo buscando otros términos en el diccionario, indignada se me quedaba corto y enojada, no digamos.

Estoy cabreadísima, digo, primero, con el presunto asesino y maltratador, que llevaba toda la vida machacando a su mujer hasta que la ha matado en vida -supuestamente, claro- de la manera más cruel posible. Cabreadísima también con la o los responsables de la presunta cagada, consistente en determinar que los huesos correspondían a animales y punto pelota. Para qué contrastar. Se habla de «error científico», de que hasta «el mejor escribano comete un borrón» y aquí paz y después gloria. Ni un ademán de depurar responsabilidades. Cabreadísima, ya puestos, con el sistema, que protege al presunto hasta el punto de asignarle una escolta antisuicidios, pero es incapaz de preservar la integridad de estos y otros menores.

Ya sé que estamos en un Estado de Derecho y bla-bla-bla, bla-bla-bla, pero seis y dos años, joder. Ellos sí que eran inocentes, sin lugar a dudas. Sus ángeles de la guarda debieron ser despedidos por incompetentes. Menos mal que un terrenal forense vino, en pleno agosto, a poner fin a la agonía. Si no, ¿cuánto se habría prolongado?