Mr. President de la comunidad

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Al padre de las criaturas le han nombrado presidente de esta nuestra comunidad y, a pesar de que le anuncié la noticia a lo Marilyn Monroe, contoneándome con voz sensual en medio del pasillo, no le hizo ni pizca de gracia, oigan. Lo que viene a ser un desagradecido. La próxima vez se lo suelto a bocajarro. Ayer le citaron para tomar posesión del cargo y de la cuenta de las derramas y se fue como infanta camino del juzgado. La única que está entusiasmada es la cría, que se cree que nos va a recibir Obama y nos va a regalar una bolsa de conguitos, como a Rajoy.

Yo ya les he advertido a los vecinos que el susodicho es de reflejos diferidos. De hecho, la otra madrugada se fue la luz del edificio y me costó media hora despertarle y que tomara conciencia de que era persona, así que si hay un incendio, somos carne de salsa barbacoa. Su antecesor en el cargo ya le ha dicho que no se moleste en tratar de eludir sus funciones, que aquí no hay objeción de conciencia que valga, que él lo intentó todo y que esto es como cuando te toca ser presidente de una mesa electoral o miembro de un jurado popular. Pero yo no las tengo todas conmigo porque he visto a muchos personajes conocidos ser presidentes de honor de tal o cual fundación o partido, pero a ninguno tener el honor de presidir su escalera. Acontecimiento histórico que, supongo, merecería como mínimo una reseña en el Hola. ¿Qué alegarán para escaquearse? ¿Incompatibilidad de cargos? ¿Valdrá la de caracteres con ciertos vecinos?

De penitencia, vacaciones ultracongeladas

El difunto pulpo Paul adivinaba los resultados del Mundial de fútbol, la marmota Phil pronostica el tiempo… Las mascotas como oráculo están de moda, así que el padre de las criaturas y yo decidimos rentabilizar el dineral invertido en leche en polvo y pañales delegando en el niño la elección del destino de las vacaciones de Semana Santa. En mala hora. Le dimos un fuet y le colocamos frente al televisor mientras emitían el tiempo en ETB, confiando en que apuntara con el embutido a algún punto de Euskal Herria. Mira que en el recién estrenado mapa está clarito, pues ¡zasca!, salchichonazo en Burgos. «Esta ha sido de prueba», dijimos al unísono. Pero ya saben cómo son los críos, entran en bucle y no hay tutía.

Al sexto porrazo en la pantalla, asumimos que era mejor ir a Villarcayo que quedarnos sin tele, así que me lancé a la piscina, como los famosetes sin liquidez de los programas, y encargué a padre e hija que prepararan el equipaje. No sé en qué estarían pensando porque los infelices metieron hasta los manguitos. Ahora estamos ateridos, con el albornoz encima del forro polar, contando las horas para volver a casa.

La próxima vez le pediré consejo a la reina, que está como una ídem en Mallorca, mientras su ex de facto se gasta todo el presupuesto de la Casa Real en quirófanos. Me consuela que, al menos, estoy mejor que la infanta. Me la imagino haciendo las maletas. «Cari, meto un par de trajes de rayas y un par de chandalcitos para cuando nos saquen al patio».