Políticos con la mano al grill

RajoyEN las noticias no lo dicen, pero las unidades de grandes quemados de los hospitales están repletas, pasillos incluidos, de ingenuos que han puesto la mano en el fuego por algún compañero de partido. Y quien dice partido, dice sindicato, empresa o equipo de fútbol, que en todas partes cuecen corruptos. A los primeros los reconoceremos fácilmente porque acudirán a los mítines con un guante blanco y arrastrarán los pies hacia atrás, a lo Michael Jackson, para sentarse en la última fila y tratar de pasar desapercibidos. Deberían advertírselo cuando se afilian en la categoría alevín. Mira, majete, que sepas que si a uno le pillan con las manos en la masa, es más que probable que haya otro puñado con ellas untadas y que los de arriba intenten lavárselas. Vamos, que no pongas la tuya en la vitrocerámica por nadie, a no ser que quieras conocer de primera mano los nuevos avances en microinjertos de piel.

Tampoco estaría de más avisar a los familiares de los candidatos novatos de que se vayan preparando para lo que se les avecina. Si su pareja practica el dientes, dientes cada vez que mete la rebanada de pan en la tostadora no hay por qué preocuparse. Está ensayando su posado pactado metiendo el voto en la urna el día de la jornada electoral. Que saca usted una alcachofa de la nevera y se la arrebata para hacer declaraciones, más de lo mismo. Algunos hasta hacen sondeos de intención de voto en las reuniones de vecinos. Cosas del síndrome preelectoral.

El coño y las terroristas

Todo el mundo está en contra hasta que les pasa a ellos». Me lo dijo la trabajadora de una clínica donde se practican interrupciones voluntarias del embarazo y digo yo que algo sabrá de esto. Opinar sobre el aborto en cabeza ajena resulta tan fácil como cuestionar a una madre de cinco hijos que sobrevive con la RGI. Que ya se lo podían haber pensado antes, que si no saben que existen los anticonceptivos, que no traer criaturas al mundo o traerlas en no sé qué condiciones es una irresponsabilidad… Y así, en lo que apura uno un café juzga a estas o a aquellas sin tener el gusto de conocerlas. Y sin mentar al propietario de los espermatozoides, que, al parecer, solo pasaba por allí.

Asumida la ligereza con la que algunos dictan veredicto, cabía esperar un poco más de seriedad a la hora de defender sus posturas por parte de ciertos políticos. Pero va uno y se topa, pongamos por caso, con la concejala del Partido Popular en Calasparra que llamó a las mujeres que abortan «terroristas» y solo acierta a decir «a mí ese desfibrilador». Dejando de lado el antiproyecto de Gallardón –que según Villalobos no convence ni a los de su partido, aunque lo disimulan divinamente al votar en el hemiciclo–, también en el otro bando hay quien pierde las formas. «En mi coño y en mi moño mando yo», reivindicó una parlamentaria de Amaiur. Y eso ¿con qué argumento se rebate? ¿Con el de «Para chulo, chulo, mi pirulo»? Dialéctica política en estado puro… de descomposición.

Que se vayan a tomar por donde dice Extremoduro

Lo mismo que en un capítulo de Bob Esponja celebran el Día de los tontos –ahí lo dejo como idea para sustituir al festivo made in López-, anteayer me dispuse a conmemorar, a falta de coach que me motive, el Día de la ingenua feliz. Así que me levanté de la cama y, tras el rutinario cambio de pañal del inconsciente, le solté al padre de las criaturas: «¡Qué suerte tenemos de vivir en una democracia!». Atragantado con el café, no sé muy bien si por el susto o de la risa, me señaló una foto de Juan Carlos, el rey de las camillas, en el iPad. «Vale que alguno ha sido puesto a dedo, pero… ¡Qué bien que los políticos defiendan nuestros intereses!», insistí. Sin poder recuperar el habla, con el rostro progresando gradualmente del blanco roto mañanero al bermellón, me mostró en la tableta que el PP ya tiene cien imputados por corrupción y subiendo solo en la comunidad valenciana. «Siempre nos quedarán los sindicatos», musité, en plan Humphrey Bogart, sin intención de darme tan fácilmente por vencida. Y el despiporre, teniendo en cuenta que los tabiques son de papel de fumar, fue total. Se oían hasta las carcajadas de los vecinos del primero. El padre de las criaturas, con la tez ya en tonos verdosos azulados, suplicaba que parara para recuperar el aliento, al tiempo que me enseñaba la noticia de los maletines de UGT. ¿Saben qué les digo? Que vivan el Banco de Alimentos y similares y que el resto se vayan todos a tomar por donde dice Extremoduro. Pero sin acritud, ¿eh?

Los niños quieren ser imputados

Ya lo decía una encuesta a mediados de este verano: los niños no quieren ser políticos. Lo que quieren ser, intuyo, es imputados. Como Rodrigo Rato, que acaba de ser fichado como asesor internacional del Banco Santander. Debe de dar muy buenos consejos porque también hace lo propio en Telefónica. Es, en definitiva, la Elena Francis de las finanzas, pero con un caché millonario. Igual les parece una tontería, pero este tipo de presuntos parecen estar tan solicitados que yo que ustedes añadiría sus antecedentes penales, si es que los tienen, en su currículum. Justo debajo de lo de Nivel de inglés: Ana Botella.

Es más, dado que el volumen del personal bajo sospecha va en claro aumento, para facilitar su contratación sería conveniente crear una red social ad hoc. En plan Linkedin, pero con un apartado para el historial delictivo. El propio Bárcenas podría abrirse un perfil preventivo, si es que le queda tiempo en su apretada agenda carcelaria. Según las imágenes que le han grabado ilegalmente dentro de prisión, y que por ética periodística he visto codificadas a través de un colador, el extesorero del PP no para, del patio a misa y de misa a la cancha. Uno no se explica cómo ha podido coger algún kilo de más. Será la costumbre o que en Soto del Real no cocinan la langosta a la plancha. También podría promocionarse en esta red Mariló Montero porque, esté o no imputada, decir que el Toro de la Vega es «una fiesta maravillosa» es de juzgado de guardia.

Corruptolíticos

Ríanse, pero si compartieran techo con una francotiradora de preguntas de poco más de un metro, vivirían temblando. Porque hay cuestiones de las que sales al paso con la Wikipedia, pero otras son de máster en paternidad. «¿Para qué sirven los novios?», te dispara un día con el morro lleno de tomate, entre tenedor y tenedor de macarrones. Y, claro, el abanico de posibilidades va desde Julián Muñoz a Brad Pitt.

Para no quedarme en blanco, me estoy preparando por si un día me suelta: «¿Para qué sirven los políticos?» Como primer paso, he acudido al diccionario: Dicho de una persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. Vista la prensa, diría que algunos no lo han entendido bien, porque más que intervenir en los negocios del Estado, hacen negocio a costa del Estado. La diferencia en letras es nimia, pero suficiente para forrarse, gastarse 25.000 euros mensuales en cocaína o construirse un chalé.

Como esto siga así -cuando las barbas de Matas veas cortar, pon las tuyas a remojar- va a surgir una nueva especie: los corruptolíticos. Quizá la Real Academia de la Lengua añada este término. Pena de orden alfabético, porque quedaría precioso al lado de capullos. Puestos a indagar, hay otra acepción de político: Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba afecto. Hombre, tampoco nos pasemos. Que una no espera un beso de tornillo de Rajoy, ni que Patxi López le traiga de su luna de miel en la India, digo misión empresarial, un detallito.