De penitencia, vacaciones ultracongeladas

El difunto pulpo Paul adivinaba los resultados del Mundial de fútbol, la marmota Phil pronostica el tiempo… Las mascotas como oráculo están de moda, así que el padre de las criaturas y yo decidimos rentabilizar el dineral invertido en leche en polvo y pañales delegando en el niño la elección del destino de las vacaciones de Semana Santa. En mala hora. Le dimos un fuet y le colocamos frente al televisor mientras emitían el tiempo en ETB, confiando en que apuntara con el embutido a algún punto de Euskal Herria. Mira que en el recién estrenado mapa está clarito, pues ¡zasca!, salchichonazo en Burgos. «Esta ha sido de prueba», dijimos al unísono. Pero ya saben cómo son los críos, entran en bucle y no hay tutía.

Al sexto porrazo en la pantalla, asumimos que era mejor ir a Villarcayo que quedarnos sin tele, así que me lancé a la piscina, como los famosetes sin liquidez de los programas, y encargué a padre e hija que prepararan el equipaje. No sé en qué estarían pensando porque los infelices metieron hasta los manguitos. Ahora estamos ateridos, con el albornoz encima del forro polar, contando las horas para volver a casa.

La próxima vez le pediré consejo a la reina, que está como una ídem en Mallorca, mientras su ex de facto se gasta todo el presupuesto de la Casa Real en quirófanos. Me consuela que, al menos, estoy mejor que la infanta. Me la imagino haciendo las maletas. «Cari, meto un par de trajes de rayas y un par de chandalcitos para cuando nos saquen al patio».