La aitatxartela

Aprovechando que ayer las txosnas nos concedieron una jornada de reflexión, anduve dándole vueltas a cómo evitar que los niños malcriados se salgan siempre con la suya ante la pasividad de sus incompetentes padres. Un asunto que te mina la moral en fiestas, donde los aprendices de listillo se te plantan delante en el desfile de la ballena, se te cuelan en las barracas o saltan encima de tu hijo en los hinchables. Acostumbrados a tener barra libre, de nada sirve intentar hacerles entrar en razón por mucho que diga Supernanny.

La última vez que lo comprobé fue en la abarrotada área infantil de El Arenal. Un niño cabezón, en todas las acepciones de la palabra, quería arrebatar el columpio a mi hija. La pobre trataba de explicarle que debía esperar su turno, pero a él le parecía más rápido usar su fuerza bruta. Los padres, como siempre, desaparecidos en combate. Y tú, sin atreverte a toser al pequeño salvaje, no vaya a ser que te denuncie. Para evitar males mayores, te acabas marchando, pero la mala leche te dura todo el día.

Y digo yo: ¿No sería posible sacar un carné de padres por puntos? Que tu hijo no respeta las normas, dos puntos de penalización. Que insulta a otro niño, otros tres puntos menos. Que le pega, retirada inmediata del carné. Y al que pierda la aitatxartela, que le manden a la escuela de padres a hacer un cursillo. Previo pago, que escuece más. Si no lo hacen, tendré que borrar a la cría de violín y apuntarla a kick boxing, como quería el pragmático de su padre.

Vuelve la colleja

http://www.youtube.com/watch?v=jrByDlwsxOILa creía erradicada, pero la colleja ha vuelto. Tanto psicólogo advirtiendo de la falta de autoridad de los padres que no saben poner límites a sus hijos y resulta que algunos -antes muertos que permisivos- han decidido marcar sus normas, como antaño, a tortazo limpio. Y no tienen una sola ceja ni un garrote bajo el brazo, no. Son aparentemente normales. Como usted y como yo.

¿Que el niño se salta un semáforo? Pues le enseñan educación vial con un buen cachete. ¿Que le estira del pelo a su hermana? Pues le conciencian sobre lo detestable que es agredir soltándole un pescozón. Y una que los ve, con un nudo en el estómago y otro en la lengua, implora por lo bajines que aparezca una legión de supernannys para que les manden a una esquina a pensar lo malos educadores que son.

A otros no les pillas in fraganti, pero defienden sin pudor que un tortazo a tiempo es mano de santo, alaban el buen resultado de los azotes en las pataletas de supermercado y te hacen sentir como una gili por utilizar técnicas de motivación con pegatinas o castigos no violentos como apagar el televisor.

El tiempo dirá a quién le sale mejor, pero mientras tanto ruego a los programadores que dejen de sacar en la tele a adolescentes macarras. Algunos los utilizan para justificar su mano dura preventiva y a otros nos tienen tan asustados que nos hemos hipotecado para construirnos un búnker. En algún sitio habrá que esconderse cuando los gomets ya no sean suficiente aliciente para que estudien en vez de hacer botellón.