La aitatxartela

Aprovechando que ayer las txosnas nos concedieron una jornada de reflexión, anduve dándole vueltas a cómo evitar que los niños malcriados se salgan siempre con la suya ante la pasividad de sus incompetentes padres. Un asunto que te mina la moral en fiestas, donde los aprendices de listillo se te plantan delante en el desfile de la ballena, se te cuelan en las barracas o saltan encima de tu hijo en los hinchables. Acostumbrados a tener barra libre, de nada sirve intentar hacerles entrar en razón por mucho que diga Supernanny.

La última vez que lo comprobé fue en la abarrotada área infantil de El Arenal. Un niño cabezón, en todas las acepciones de la palabra, quería arrebatar el columpio a mi hija. La pobre trataba de explicarle que debía esperar su turno, pero a él le parecía más rápido usar su fuerza bruta. Los padres, como siempre, desaparecidos en combate. Y tú, sin atreverte a toser al pequeño salvaje, no vaya a ser que te denuncie. Para evitar males mayores, te acabas marchando, pero la mala leche te dura todo el día.

Y digo yo: ¿No sería posible sacar un carné de padres por puntos? Que tu hijo no respeta las normas, dos puntos de penalización. Que insulta a otro niño, otros tres puntos menos. Que le pega, retirada inmediata del carné. Y al que pierda la aitatxartela, que le manden a la escuela de padres a hacer un cursillo. Previo pago, que escuece más. Si no lo hacen, tendré que borrar a la cría de violín y apuntarla a kick boxing, como quería el pragmático de su padre.