Urdacis de allá y acá

Asisto divertido al perrenque del PSOE por el golpe de mano del PP para asegurarse el control de Radio Televisión Española. Sé que es un asunto serio, sobre todo, en lo que toca a los y las profesionales, que otra vez van a tener que tirar el viejo libro de consignas y aprenderse (o refrescar) el catecismo gaviotil. No es plato de gusto ser una especie de funda de sofá reversible —aunque hay dramas peores— y soy capaz de ponerme en su piel, pero no puedo evitar que se me descoyunte el bullarengue ante el crujir de dientes de unos dirigentes políticos que ya son lo suficientemente mayorcitos para saber que donde las dan las toman. Anda que no tienen bibliografía presentada en la materia de cambiar el polvo informativo por brillo propagandístico los señoritos…

No tenemos que irnos muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio para comprobarlo, ¿verdad? No creo que lo que vayan a hacer las huestes marianas con el Pirulí sea muy diferente de lo que han hecho los de la sucursal autonómica de Ferraz en EITB. El Urdaci original palidece y resulta hasta entrañable frente a sus clones levemente modificados del Ministerio de la Verdad Audiovisual de Patxinia. Si es cierto que el navarro que pronuncia ce-ce-o-o va a volver, no le vendría mal un cursillo de reciclaje en la actual Txorilandia para constatar que sus burdas técnicas de recauchutado de la actualidad resultan sofisticadas en comparación con los grumosos potitos ideológicos que se sirven en el rancho grande. Bastaría con que se viera y escuchara el material sobre la muerte “accidental” de Iñigo Cabacas.

Desengañémonos. Encontrar un reflejo de la realidad mínimamente fidedigno en los medios públicos de la piel de toro se ha convertido en una utopía… si es que alguna vez fue otra cosa. En sus estatutos de creación está escrito con tinta invisible que, más allá de las filosofías y los bonitos discursos, sirven para lo que sirven.

¿Fiscal o abogado?

Hola amiguitas y amiguitos con toga. Soy Coco, y en esta edición especial de Barrio Sésamo para fiscales superiores os voy a explicar lo que debéis decir ante un micrófono cuando los malvados periodistas os pregunten por cosas sobre las que tenéis el deber de guardar silencio. Es muy pero que muy fácil, repetid conmigo: “Mire, esa es una cuestión que ahora mismo está siendo investigada por el Ministerio Público que yo represento y, en consecuencia, tengo la obligación ética y legal de no pronunciarme hasta que no se emita el fallo oportuno”. Y si insisten, que los plumillas son muy cansos, os encogéis de hombros, ponéis una sonrisa de circunstancias y zanjáis la cuestión con un “No, de verdad que lo siento, pero no puedo añadir nada más, discúlpenme”. ¿Lo habéis pillado? Hala, pues a ponerlo en práctica.

Lástima que este episodio se lo perdiera en su día el locuaz titular de la fiscalía superior del País Vasco, Juan Calparsoro. Bueno, este y uno anterior en el que se detallaban las diferencias entre fiscal y abogado. No se entiende de otro modo que por segunda vez en quince días el responsable último de las diligencias para esclarecer las presuntas irregularidades cometidas por un dirigente socialista —y hermano político del que saben— haya salido con estrépito al rescate del investigado.

En la primera ocasión, recordemos, largó ante las alcachofas que “dado quién es él, quién es el cuñado y quién es el que denuncia, existe el temor de que tras la filtración haya podido haber una motivación electoral o política detrás”. Vamos, ni quito ni pongo, pero ayudo a mi señor. Lo de anteayer fue tres partidos judiciales más allá cuando sostuvo que el marrón Gil “no es grave porque el Código Penal establece como delitos graves los que tienen tipificadas penas superiores a cinco años de prisión y no es el caso”. Luego les extraña que no creamos en la Justicia. O que se infrinja la ley.

Publikoa

Mourinho, presidente de la asociación de peñas barcelonistas. ¿Se lo imaginan? Por qué no, si Patxi López se acaba de presentar como el gran adalid de lo público. Bueno, en realidad, de lo “Publikoa”, para que se vea que le lucen los 48.000 trompos anuales de su euskaldunización novillera. Más que un conejo sacado de una chistera parece un ornitorrinco aparecido de una txapela. O la perfecta adaptación de la leyenda del bombero pirómano. Tres años calcinando las urgencias de los hospitales, abrasando la sustituciones en la educación, reduciendo a cenizas el metro de Bilbao y otros transportes dependientes de la administración cambista, y llega ahora con la manguera salvadora.

Y no crean que la cosa queda ahí, porque el juego polisémico permite un latrocinio múltiple del mismo término. Sin necesidad de ir al diccionario, sabrán que “público” no sólo es lo que depende de las instancias oficiales o lo que pertenece a todos. En la primera acepción es algo “notorio, patente, manifiesto, visto o sabido por todos”. Efectivamente, estamos hablando de lo que ahora se nos da en llamar transparencia. También ese significado se lo ha echado a la buchaca el mismo López que considera un atropello que hayan salido a la luz datos no muy edificantes de un alto dirigente de su partido y familiar suyo. Datos, hago notar y me sorprende que nadie lo haya señalado hasta ahora, que la ciudadanía tiene todo el derecho de conocer sin necesidad de que nadie se los filtre.

Lo chistoso y a la vez esclarecedor es que el cuñado aludido fuera, en su calidad de artillero electoral en la sombra (siempre en la sombra) del PSE, uno de los muñidores del sarao donde se hicieron mangas y capirotes con la palabra convertida en fetiche. El otro era, no creo que haga falta que les diga más, Rodolfo Ares. Seguramente por ello no se detuvo a nadie en lo que fue un atraco a demagogia armada para quedarse con lo público.

Retrato de partido

Una pregunta muy simple: ¿es moralmente aceptable que alguien que ha admitido que despistó 103.000 euros en la declaración de la renta de un solo año siga siendo el número dos de un partido político? Fíjense que dejo fuera de los interrogantes el pago vía fajo de billetes, el pastizal que no cuadra entre lo que se ingresa y se pule, el préstamo a un tipo multi-investigado y todo lo demás que, huela a lo que huela, aún está sujeto a investigación. Me limito a un hecho probado, tan fuera de cualquier duda, que el propio autor lo reconoció y, no quedándole otra, tuvo que aflojar la correspondiente panoja.

No se precipiten en la respuesta. Hay un truco en el enunciado: la alusión a la moral. Depende de la que se tenga, se podrá contestar una cosa diferente. Según estamos viendo —y estos también son hechos certificados—, el código ético del Partido Socialista de Euskadi no encuentra ninguna colisión entre intentar eludir la responsabilidad fiscal y ocupar un cargo de primerísima línea en la ejecutiva. No solamente eso. De acuerdo con el manual de buenas prácticas de la formación que gobierna en la CAV, lo que procede cuando un asunto así salta a la luz es salir a piñón en defensa de la honorabilidad del que ha sido descubierto en lo que el resto de los mortales consideraríamos una actitud más bien poco edificante.

¿He escrito “salir en defensa”? Bueno, ya saben que hay quien sostiene que la mejor es un buen ataque. Y ahí es donde el PSE, con su peculiar escala de valores en estandarte, lo está dando todo. Una querella judicial y una denuncia ante la Agencia Vasca de Protección de Datos por violación del derecho a la confidencialidad. El ofensor se convierte en ofendido.

Podría llenar diez páginas más, pero me quedo con la idea final: cuando López y sus mariachis vuelvan a salir con la mandanga de que hay instituciones que amparan el fraude fiscal, sabré a qué partido se refiere.

Rojos sobrevenidos

Ya lo escribió Larra hace cerca de dos siglos: todo el año es carnaval. No esperen, pues, que con este miércoles de ceniza llegue el finiquito de los bailes de máscaras. Al contrario, tiene toda la pinta de que en las fechas que vienen aumentará el número de los que se embozarán en el disfraz de moda que, mal que le pese al EBB, no es el de escocés, sino el de rojo sobrevenido. El pasado fin de semana los hemos tenido a decenas en las calles, empotrados entre miles de personas que salieron a mostrar su digno y justificado cabreo. Menudo cante daba, por ejemplo, el último ministro de Trabajo del PSOE, chupando pancarta como si él mismo no hubiera tenido nada que ver en la escabechina de derechos sociales que no cesa.

Al menos, ese pisó el asfalto. Los que nos tocan más de cerca se han conformado con ir de boquilla y acrecentar la antología de los rostros marmóreos con arengas de plexiglás. Qué despiporre, sin ir más lejos, ver a Roberto Jiménez, sujetatijeras de Barcina, clamando contra la impía reforma laboral que a él no le rozará ni un pelo… ni le hará abandonar su condición de monaguillo del Gobierno más retrógrado a este lado del Volga. De nota también lo de Gemma Zabaleta, responsable convicta y confesa de un buen puñado de tajos en Patxinia, sacando ahora a paseo la mano izquierda y sentenciando que la situación invita, como poco, a una huelga. Pena que no haga ella una indefinida para dar un respiro a la nutrida legión de víctimas de su gestión. Eso sí sería revolucionario.

Pero abandonemos toda esperanza y dispongámonos a presenciar durante mucho tiempo el obsceno espectáculo de las sopas gubernamentales y el sorber opositor. Los mismos que nos rasurarán el cogote dirán que ellos no han sido y nos despacharán a las barricadas a protestar por la ignominia. Una vez allí, claro, nos mandarán a los guardias para devolvernos, hechos un puñetero lío, a la casilla de salida.

Doctor López y Mister Patxi

En el maravilloso clásico Luz de gas (o Luz que agoniza, según otras traducciones), Charles Boyer volvía tarumba a Ingrid Bergman a base de decirle primero una cosa y luego la contraria. Tan pronto la cubría de bellas y protectoras palabras como le echaba una bronca monumental por haber perdido un broche que él mismo había escondido. Será por esa fijación que se me atribuye, pero me resulta asombroso el parecido entre esa forma proceder y la que manifiesta, especialmente de un tiempo a esta parte, el inquilino incidental de Ajuria Enea.

El viernes pasado, además de reconocer en sede parlamentaria que el déficit se le había ido de las manos, confesaba que sería necesaria una nueva ronda de lo que él eufemísticamente denominó “ajustes”. Efectivamente, lo que vienen siendo los recortes de toda la vida. Lo macabramente chistoso es que el domingo, ataviado con el jersey camisero reglamentario de arengar a las masas, clamaba ante las Juventudes de su partido contra la política neoliberal basada en los recortes sin ton ni son. ¿Imaginan a Mourinho despotricando contra los malos modos en el deporte? Pues tal cual.

En realidad, casi peor, porque en su prédica incendiada, Robin de Coscojales atribuyó en exclusiva la receta del tijeretazo y el pisoteo de derechos sociales al PNV y al PP. Pase lo del mamporro a los jeltzales como devolución de los malos ratos que le procuran poniéndole ante el espejo, pero, ¿qué le ha hecho el partido de Basagoiti, aparte de sostenerle la makila y permitirle que salga en la colección de cromos de lehendakaris? Sin entrar al barrizal identitario, ¿quién le aprobó el último presupuesto, cuajadito de hachazos a cualquier materia que oliera un poco a estado del bienestar?

Era el penúltimo récord que le quedaba por batir: ser Gobierno y oposición a un tiempo, algo así como el Doctor López y Mister Patxi. Si acaba colando, es que definitivamente nos lo merecemos todo.

Cambio de papeles

Escribí hace unos meses aquí mismo que el actual Gobierno vasco se apoyaba en un pacto a bofetadas. Tres años menos un mes después de su firma, lo sigue siendo. Sin embargo, en las últimas semanas estamos asistiendo a un significativo y —por lo menos, para mi— sorprendente cambio de papeles. López, que hasta la fecha recibía todas las yoyas de Basagoiti con un estoicismo que hacía sospechar que tenía sangre de horchata, parece haberse rebelado. Ya no se calla, tragando quina, ante el escarnio público al que le somete su socio y sostén. Ha empezado a devolver las guantadas y le ha cogido gusto a ejercitarse sin disimulo en todas las cosas que sabe que le hacen echar las muelas a su costilla política.

Aunque quedó eclipsado por la bronca con el PNV a cuenta del agujero en la caja, hace seis días pudimos asistir a un sabroso episodio de esta recién estrenada indisciplina. Siguiendo el ritual de costumbre, Antonio Rottenmeyer abroncó a través de la prensa a Heidi López por sus últimos descarríos, mayormente en la cuestión del acercamiento de presos: “Les seguimos apoyando pero que no nos toquen las narices”. En lugar de bajar las orejas y aguantar la granizada, el lehendakari salió respondón: “Si eso es tocar las narices, lo seguiremos haciendo”. ¡Zasca!

Eso se merecía que el sublevado acabara en el cuarto de pensar copiando cien veces “No replicaré a quien se lo debo todo”, pero no hubo castigo. Lejos de ello, el pasado viernes, Basagoiti se presentó en el Parlamento vasco suave como un guante para pedirle por favor a su ojito derecho que no se dejara enredar por la propuesta de constitución para Euskal Herria del niño malo Eguiguren. La respuesta del aludido fue que verdes las han segado y que a él no le decía nadie lo que tenía que hacer.

¿Habrá cisma? Esa esperanza está abandonada, pero se agradece que nos hayan cambiado el guión. Ahora Patxi es Lussón y Antonio, Codeso. Y mola.