De absternerse y apoyar

“Abstenerse no es apoyar”, dice, emulando a Perogrullo, el presidente accidental de los restos del PSOE, Javier Fernández. Apenas suena a excusatio non petita, anuncio de ciaboga inminente, humillado reconocimiento de claudicación, o aun más gráficamente, pan hecho con unas hostias. A buenas horas mangas verdes, después de la reyerta pública que ha dejado al partido a un cuarto de hora de la irrelevancia, se viene a descubrir la fórmula de la gaseosa. Cuánta sangre, cuánta dignidad pisoteada, cuánta vergüenza ajena, cuántos daños a propios y extraños se habrían evitado de haber caído en esa obviedad en el momento en que hasta los pedruscos veían que ni torturándolos daban los números para un gobierno alternativo.

Eso fue tal que el 26 de junio a las once de la noche, cuando el marcador de las elecciones repetidas aullaba la victoria sin paliativos del PP. Un reconocimiento a tiempo con la promesa de entregarse desde el primer minuto de la legislatura a una oposición sin concesiones nos habría librado de estos meses de tomadura de pelo y del espectáculo final de canibalismo entre compañeros de carné. Valía exactamente la misma frase que ahora suena a todo lo que les enumeraba, porque resulta que encierra una verdad esférica: abstenerse no es apoyar.

Por supuesto que no lo es. Ni por el forro. Sin embargo, alguien se empeñó en que lo pareciera. Por cortoplacismo ramplón, por sentirse aprendiz de brujo, por el qué dirán, por ver si sonaba la flauta, por rodearse de un halo de heroísmo, porque estar en los titulares da gustito. Ocurre que los plazos acaban venciendo y la cuota se paga con intereses.

El viejo ta-pa-pá

Poco nuevo en la feria de las vanidades, los rencores y todos los demás ladrillos que conforman la (generalmente deplorable) condición humana. Corría el verano de 1972, con Franco en tiempo de descuento hacia la autopsia definitiva y la lápida de cinco toneladas. La izquierda española para entonces era el PCE, y lo demás, incluido el PSOE, menudencias anecdóticas. Solo 10 años más tarde, el partido que apenas pasaba de figurante en la escena antifranquista tomaría —¡en las urnas!— un poder casi más absoluto que el del ya fiambre dictador. ¿Cómo?

Es largo de contar, pero abrevio. Un rapaz de nombre Alfonso Guerra publicó en El Socialista un texto titulado (a ver si Iglesias Turrión se cree el único que usa palabros) El enfoque de la praxis. Entre la densa prosa, este misil: “Los socialistas tienen una doble tarea que desarrollar: la lucha contra el sistema capitalista que los oprime y la lucha contra ciertas estructuras de su propia organización, que amenazan con la esterilización de sus acciones”. Ríanse de la primera parte, pero reparen en la segunda idea, que coma arriba o abajo es la misma que transcurridos 44 años, sirve para justificar el golpe de mano contra Pedro Sánchez y sus intrépidos mozalbetes.

No es ninguna casualidad. Buena parte de los dinosaurios que, junto a sus sucesores, comandan la revuelta son exactamente los mismos que, siendo fogosos jóvenes, se pasaron los estatutos por la entrepierna para deponer a la momia sagrada Rodolfo Llopis como secretario general. 27 meses después, en el legendario Suresnes, tomaría el mando un tal Felipe González Márquez, y en lo sucesivo, ta-pa-pá.

Desembarco de mandarines

Tienen que estar las franquicias vascongadas de los partidos españoles como los chorros del oro. Me imagino a los dóciles (¡y sufridos!) militantes locales bayeta y fregona en ristre, comandados por los dirigentes tocados con una cofia, dejando los suelos, las paredes y el mobiliario en perfecto estado de revista para la visita de los respectivos señoritos madrileños. Mejor dicho, para las visitas, en plural amplificado, porque a lo largo de esta campaña, ya jodida de llevar de por sí, se va a batir el récord interestelar de desembarcos de mandarines y segundos, terceros o cuartos de a bordo. En muchos de los casos, además, con contumaz reincidencia.

¿Y a qué vienen estos émulos de aquel célebre maestro Ciruela que, sin saber leer, puso escuela? Francamente, a mi también me encantaría saberlo, porque mi nariz y mi estómago de votante de a pie me dicen que, en el momento actual, el mayor favor que podían hacer los caudillos centrales a sus agencias regionales es abstenerse de poner el pie por estos pagos. Desde luego, cualquiera que decida su sufragio tras una migaja de reflexión puede caer en la cuenta del soberano despelote que es escuchar las pontificaciones ex cathedra de unos tipos que llevan casi un año demostrando su letal mezcla de ineptitud y vileza.

Sorprende y cabrea, por lo demás, la permisividad, casi sumisión canina, de los que ejercen de anfitriones ante las muestras de osada ignorancia y/o directamente groseros insultos que acostumbran a gastar sus invitados para con los naturales del lugar de su turisteo. La hospitalidad bien entendida no debería estar reñida con un mínimo respeto

Lo que nos espera

Primer balance tras la constitución de las nuevas cortes españolas: el PP ha recuperado la presidencia del Congreso. O quizá más llana y explícitamente, el PSOE la ha perdido. Ahí hay materia para una docena de conclusiones, y ninguna buena para las autoproclamadas fuerzas progresistas, de lo que ha cambiado desde las elecciones del 20 de diciembre a su repetición el 26 de junio.

Todavía no se puede decir que lo de ayer vaya a ser el menú degustación de lo que acabará ocurriendo con la investidura. Las sumas necesarias para uno y otro asunto son distintas y, por lo demás, la tozudez suicida de las posturas exhibidas hasta ahora empieza a oler a callejón sin salida, o sea, a tercera convocatoria. En todo caso, aplicando la lupa allá donde, por suerte para los partidos, no mira el común de los votantes, sí tenemos el trailer del culebrón que nos van a largar hasta que haya presidente o se disuelvan las cortes.

¿Más de lo mismo? Les diría que aun peor. Los cada vez menos novísimos han empezado a cumplir el mandato de Pablo Iglesias de  “convertirse en un partido normal” —cita literal, no me escupan a mi, believers de la cosa— a marchas forzadas. Como prueba primera, el birlibirloque de presentar un candidato y anunciar dos minutos antes del pleno que en segunda votación estarían dispuestos a retirarlo y a apoyar a Patxi López. Juego de triles que se suma a su grandiosa acusación a Convergencia, ERC, PNV (y supongo que a EH Bildu) de haber propiciado con su abstención la elección de Ana Pastor. Miren por dónde, estarían reconociendo que al rechazar a Pedro Sánchez en su día votaron a favor de Rajoy.

Irresponsables o algo peor

Lo de Cagancho en Almagro quedará en broma menor al lado del sofoco que se va a llevar algún estadista de cuarto de kilo cuando le toque anunciar que no hay otra que abstenerse y dejar gobernar a Rajoy. Será por responsabilidad, por altura de miras y por el resto de mandangas habituales que sueltan por la bocaza los mangarranes venidos a más, pero unos miles de contribuyentes con un par de dedos de frente sabrán que es un digodiego como una catedral. La lástima es que no faltarán palmeros con y sin carné que se encenderán en aleluyas, y que la memoria de pez que gastamos dejará sin castigo la enésima tomadura de pelo de unos tipos a los que se elige para que representen a la ciudadanía.

Parecía imposible empeorar la tragicomedia que nos hicieron vivir tras las primeras elecciones, pero en dos semanas y media que han pasado desde las segundas, hemos comprobado que los récords, incluidos los de ruindad, están para batirse. Mandan quintales de pelotas que, salvando a los partidos minoritarios, que por mucho que los señalen, ni pinchan ni cortan, los comportamientos menos deleznables estén siendo los del PP y Ciudadanos.

Sí, eso he escrito, y no sin rabia. Miente como un bellaco quien diga que Rajoy está volviendo a hacer el Tancredo. A la fuerza ahorcan, esta vez está meneando el culo a base de bien; hasta con los supuestos diablos de ERC se ha reunido. Y en cuanto al recadista del Ibex, ha sido el primero en tragar el sapo de la rectificación en público. Mientras, los de la nueva política se rascan la barriga a todo rascar y el PSOE acumula boletos para la rifa del hostión que evitó por un pelo.

¿Quién y cuándo?

Así como muy poco después del 20 de diciembre me empezó a oler a elecciones repetidas, en esta ocasión tengo la casi total certeza de que no habrá tercera convocatoria. Me resulta, y creo no ser el único, sencillamente inconcebible. Lo que no veo nada claro es cómo se va a evitar el escarnio que supondría volver a las urnas. Es verdad que todavía estamos en los compases preliminares del baile del abejorro y que nadie quiere ser el primero en bajar los brazos. Sin embargo, sabiendo que no habrá más remedio que claudicar ante la realidad, la contundencia de las proclamas se antoja entre la temeridad y el insulto a la ciudadanía.

Se me escapa, por otra parte, qué desdoro hay en reconocer la evidencia. Por más que en el terreno de lo hipotético haya sumas de peras, manzanas y albaricoques que podrían configurar una alternativa de cajón de sastre, el sentido común señala un ejecutivo en minoría del PP. Hasta Pablo Iglesias lo confesó en su rajada de El Escorial: el mejor escenario era dejar que Rajoy y sus mariachis se cocieran en su propia salsa y, si salía el sol por Antequera, presentar una moción de censura a mitad de mandato.

Es un planteamiento lleno de lógica. Esos números que, de tan variopintos, no alcanzan para gobernar, sí llegan para darle muy mala vida a Rajoy desde la oposición. Aparte de que el PP no colaría ni media ley nueva, podría ver cómo iban cayendo una detrás de otra las infamantes normas aprobadas en los tiempos del rodillo, desde la reforma laboral a la LOMCE pasando por la de Seguridad Ciudadana. Antes de llegar a ese escenario, alguien tendrá que ceder. ¿Quién y cuándo?

La decisión de Ferraz

O servidor no entiende definitivamente nada, o el PSOE ha asumido que su papel está en la oposición. No hablo solo de Susana Díaz y los barones tocapelotas de costumbre. De la escucha atenta de lo que van diciendo otros portavoces nada sospechosos de grancoalicionitis, se diría que no se ven montando el mismo psicodrama bufo que tras el 20-D. Si aquello tuvo algún sentido porque la matemática, aunque fuera forzándola, podía desembocar en milagro, ahora no hay caso. Con 52 escaños menos que el PP, la bofetada del hipotético socio morado y el coscorrón de Ciudadanos, rozaría lo patético intentarlo.

La cuestión está en las apariencias. Navajazos y cargas de profundidad aparte, supongo que de eso irá el Comité Federal del sábado. Se trata de buscar el modo más decoroso —o en su defecto, el menos indecoroso— de hacerse a un lado y dejar que gobierne Rajoy. Salir a comunicarlo se antoja la deglución de un sapo con tamaño de elefante, pero alguien tendrá que hacerlo. O eso, o imitar el tancredismo del que sigue estando en funciones, dejar que la cosa se pudra y, vade retro, tener la culpa de la convocatoria de unas terceras elecciones.

¿Llegará tan arriba la riada? Con los precedentes, no me atrevo a apostar, pero sí a apuntar en voz baja que cuanto antes se pase ese trance, antes estarán los herederos del Pablo Iglesias original en la siguiente pantalla del videojuego. Algo que deberían celebrar, teniendo en cuenta que para estas alturas no pocas cábalas daban por consumada la pasokización, o sea, la irrelevancia total. Liderar una oposición leonina al PP y ver qué pasa luego no parece tan mala alternativa.