El Instituto Gogora ha dado un paso adelante para ver si somos capaces de ir aprobando nuestra eterna asignatura pendiente. Durante los próximos meses, tres reconocidas y reconocibles víctimas de diferentes violencias y tres historiadores tratarán de consensuar las bases compartidas para la reconstrucción social de la memoria en Euskadi. Lo harán con la ayuda de una veintena de personas de diferentes ámbitos y con diversas señas de identidad que tienen acreditada experiencia en labores como la que se acomete.
Puesto que, después de años y años, no solo no nos hemos acercado al objetivo, sino que se diría incluso que nos hemos alejado, a nadie se le escapa la enorme complejidad del empeño que se aborda. Pero había que hacerlo. La otra alternativa, por la que en realidad muchos parecen haber optado, era arrojar la toalla y cerrar en falso nuestro pasado imperfecto. Nadie pide, por otro lado, el mitificado relato único, sino, como reza el enunciado, encontrar unas bases que sean compartibles por cualquiera con la suficiente categoría humana y honestidad moral como para ver a través de los ojos de los demás.
Contengo la respiración a la espera de las reacciones de la iniciativa. Doy por descontada la descalificación de Vox, y sería un triunfo que el PP no se apunte al ruido. Me interesa mucho más lo que digan las formaciones que suponen el 85 por ciento restante de la representación parlamentaria. Si somos capaces de sumar al proyecto la complicidad, siquiera al inicio, de la amplia mayoría social, estaríamos ante un camino seguramente muy difícil pero también muy ilusionante.