El General Miguel Ricardo de Alava y Esquivel evitó el saqueo de Vitoria

Cuentan que en el Camino Vasco a Santiago de Compostela, que atraviesa el Túnel de San Adrián por el parque natural de Aizkorri-Aratz, los peregrinos y peregrinas encuentran en la etapa que finaliza en la capital alavesa, el monumento a la Batalla de Vitoria, situado en la Plaza de la Virgen Blanca, el cual contiene en su base inferior la efigie del general Miguel Ricardo de Álava y Esquivel, montado en su caballo, siendo reconocido por el pueblo de Vitoria Gasteiz por haber evitado el saqueo de la ciudad. Esta Batalla de Vitoria fue el último acontecimiento bélico de la llamada Guerra de la Independencia cuando las tropas aliadas, formadas por soldados hispanos, portugueses y británicos, al mando de Arthur Wellesley, Duque de Wellington, derrotaron a los ejércitos franceses de «Pepe Botella» en su huida a Francia. El músico alemán Ludwig van Beethoven, este mismo año de 1813, compuso su Sinfonía de la victoria de Wellington en la Batalla de Vitoria, que fue estrenada el 8 de diciembre en el Auditorium de la Universidad de Viena.

Las crónicas de la época cuentan que el General Alava al finalizar la Batalla de Vitoria, sabedor de las tropelías y abusos que realizaban las tropas de ambos lados, capitaneó la unidad británica de los húsares de Von Alten, entró en la capital alavesa, expulsó a los franceses y ordenó cerrar las puertas de la muralla. De esta forma, evitó el saqueo de Vitoria que los ejércitos de ambos lados ya habían hecho en otras ciudades. 

Las tropas franceses en su desbandada, camino de Francia, paralizaron las vías de escape, con innumerables vehículos, carruajes, animales y pertrechos, llenos de oro, joyas, objetos de arte, dinero y todo tipo de botines de anteriores batallas. El hermano mayor de Napoleón, José Bonaparte, conocido como «Pepe Botella», en su espantada abandona su carruaje y el tesoro real con sus efectos personales (sello, ropa y sables) y al galope se lanza hacia Salvatierra de Alava, donde logra llegar ya de noche; salvando su vida. Pero detrás de él quedaron más de diez mil franceses entre muertos y heridos, además, de una colosal cantidad de prisioneros. El ejercito imperial francés se encontraba en «el principio del fin».

Miguel Ricardo de Alava y Esquivel, conocido como el General Alava, tuvo una vida azarosa, inmerso en numerosos acontecimientos militares y relaciones diplomáticas al más alto nivel, que le permitieron una dilatada red de amistades y contactos internacionales, como la que gozó con el Duque de Wellington, el Rey de los Países Bajos, Guillermo de Orange o la reina de Francia, María Amelia de Nápoles y Sicilia, esposa de Luis Felipe I. Participó, por ejemplo, en la batalla de Waterloo y en la de Trafalgar, fue presidente de las Cortes, embajador y presidente del Consejo de Ministros, además de innumerables e importantes cargos militares y políticos.

La derrota de las tropas napoleónicas en la batalla de Sorauren

Cuentan que en el Camino del Baztán, en la localidad navarra de Sorauren, se produjo una de las batallas de mayor trascendencia en la Guerra de la Independencia en julio y agosto de 1813 entre las tropas napoleónicas, al mando del general Nicolás Jean Dieu Soult, que mandaba a 80.000 hombres, y Arthur Wellesley, conocido como Lord Wellington, general de los ejércitos aliados españoles y comandante en jefe de las fuerzas británicas en la Península Ibérica, el cual contaba con 60.000 hombres. Mudo testigo de esta batalla es el viejo puente medieval de Sorauren en el que, según un documento de 1565, se cobraba pontazgo (un antiguo impuesto que recaudaban los señores feudales de Castilla, Aragón y Navarra por los derechos de tránsito) por ejemplo, al paso de la madera que se bajaba por el río Ultzama. 

Cuentan que en el centro de esta pasarela del río Ultzama el «Duque de Hierro», como era conocido Lord Wellington, se ubicó con su caballo Copenhagen dando órdenes a sus tropas para que rechazasen con coraje y valentía a los franceses; propósito que consiguieron los ejércitos hispano-británicos. El general inglés era un flemático y elegante estratega y, posiblemente, desde su ubicación en el puente medieval contemplaba toda la batalla que se desarrollaba, en las laderas del cercano monte Elordi de forma que supo arengar y capitanear a sus soldados a la victoria sobre las tropas napoleónicas.

Los franceses estaban acaudillados por Soult, un mariscal napoleónico de gran valía y experiencia, que trataba de frenar el avance de los aliados españoles, ingleses, portugueses y británicos de cara a liberar las asediadas plazas de Donostia San Sebastián e Iruña  Pamplona. Su ofensiva comenzó el día de Santiago con las llamadas Batallas de los Pirineos, que se produjeron en Amaiur Maya, Orreaga Roncesvalles, Lizaso y, finalmente, la decisiva de Sorauren. Napoleón irritado por la derrota sufrida en la Batalla de Vitoria por su hermano mayor José Bonaparte —Pepe Botella— cuando huía a Francia tomó la decisión de nombrar a Nicolás Jean Dieu Soult como general de los ejércitos franceses del norte para liberar las plazas de Donostia San Sebastián e Iruña Pamplona, que resistían el bloqueo a las tropas españolas, británicas y portuguesas. En principio, los franceses lograron victorias parciales, momento que intentaron aprovechar los sitiados en Iruña Pamplona para —saliendo de la capital navarra— procurar coger a las tropas aliadas de Wellington entre dos fuegos. Pero fracasaron porque no lograron romper el cerco aliado y se vieron obligados a retornar a sus posiciones. Lord Wellington consiguió reagrupar a sus hombres y plantar cara a Soult entre Zabaldika, Oricáin y Sorauren derrotando al ejercitó francés al que hicieron más de cuatro mil bajas.  
El mariscal Dieu Soult, visto que no podía socorrer a los asediados en Iruña Pamplona, decidió dirigirse a Donostia San Sebastián, plaza también sitiada, a través de Lekumberri y Tolosa, pero El «Duque de Hierro» adivinó las intenciones de las tropas francesas a las que hostigó en las cercanías de Eguarast, en la comarca de Ultzama, hasta conseguir que las milicias napoleónicas de Soult regresaran a los emplazamientos de pocos días antes y, posteriormente, derrotados, a su posición inicial en Donibane Garazi San Jean Pie de Port, dando por finalizada la campaña. Todas estas batallas se saldaron con unas 6.000 bajas de los aliados y más de 8.000 de los napoleónicos.