Las tres conclusiones diferentes de la Leyenda de la Casa del Mono de Cáceres

Cuentan que en La Vía de la Plata, en el Casco Histórico de Cáceres, relatan la Leyenda de la Casa del Mono que, en su desenlace, guarda tres conclusiones diferentes para que cada cual interprete la que considere más oportuna. Los inicios de la historia se remontan al siglo XV en el palacio de una familia apellidada «De los Nidos» formada por un acaudalado matrimonio; el marido un rico comerciante, el cual se veía obligado a viajar durante largos períodos de tiempo para atender sus negocios, y una joven y bella esposa que se sentía sola durante las ausencias de su pareja en aquel palacio tan enorme. Los cónyuges, durante mucho tiempo, intentaron tener descendientes pero no lo lograron a pesar de acudir a hechiceros y santeros, sometiéndose y sufriendo los sortilegios mas extraños e insólitos. 

El mercader, preocupado por la tristeza de su amada esposa, le regaló un mono para que su compañera estuviera entretenida. La señora lo recibió con gran agrado y convirtió al animal en el centro de todas sus atenciones como si se tratase de un hijo. El comerciante, viendo que su señora estaba satisfecha y alegre, decidió regresar a prestar atención a sus negocios, los cuales le obligaron a ausentarse de su casa. 

Una noche de borrasca y ventisca de crudo invierno, un apuesto caballero solicitó cobijo a la noble dama, la cual ofreció su hospitalidad al aterido viajero, que terminó abrigado y reconfortado en el lecho de la dama. Al día siguiente, el joven, ya recuperado, continuó su camino.

Tiempo después, el marido regresó a su casa y fue recibido por su esposa con la «buena nueva, por la gracia de Dios» de encontrarse embarazada. El noble hidalgo, atónito, no preguntó cómo pudo haber ocurrido tal acontecimiento y aceptó el nacimiento de su hijo, que llenó de felicidad a toda la familia. Pero la llegada de tal «competencia» no fue del agrado del mono, pues perdió todos los cariños y atenciones de la noble dama. Así, una noche, el simio agarró al niño y lo mató arrojando a la criatura por la ventana. Tamaña desdicha hundió a la madre en una gran depresión, que le llevó, finalmente, a fallecer de tristeza y desconsuelo. El rico mercader, lleno de rabia y rencor, ordenó construir unos grilletes, a los que encadenó al mono, decretando que no se le diese agua ni alimento. El mico terminó sus días después de una larga agonía. 

Una segunda versión, expone que el noble señor marcha a la guerra, dejando a su esposa en compañía de un simio, pero cuando regresa se encuentra a un niño con rasgos de mono. El caballero lleno de furia y rabia, da muerte a su esposa y encadena al mico.

Y, la tercera interpretación cuenta que en el palacio los señores de la casa poseían un mono, siendo un esclavo negro quién se encargaba de su cuidado. Simplemente, la historia parece se inventa a través de las gárgolas de la fachada, que simbolizan esculturas del medievo: un hombre barbudo, una mujer llorando, y un simio con un niño; que cada uno escoja la interpretación que más le cautive. 

San Veremundo de Iratxe, el abad que alimentaba a los pobres peregrinos

Cuentan que el Camino Francés atraviesa  Tierra Estella por la localidad navarra de Villatuerta, donde nació San Veremundo (también sitúan su origen en el cercano pueblo de Arellano), monje benedictino y abad del Monasterio de Santa María la Real de Iratxe, que alimentaba a los pobres y a todos aquellos que pasaban por el convento; incluso, según cuenta la historia, en más de una ocasión los frailes de la abadía sufrieron continuos ayunos debido a la «compasión alimenticia» que ejercía su santo prior con los peregrinos y peregrinas. San Veremundo vivió entre los años 1020 y 1099 y con apenas doce años ingresó en el Monasterio de Iratxe, en el tiempo en que era rector su tío Don Munio, quien le «colocó» como portero para atender a los pobres del entorno y a los peregrinos y peregrinas, que por aquellos años caminaban hacia Santiago de Compostela. Es a partir de este generoso quehacer cuando se acrecienta la leyenda y milagros de San Veremundo, que hoy en día se mantiene en la fuente de la que brota agua y vino al pasar el Camino Francés por Bodegas Iratxe. 

Con 32 años, San Veremundo es designado abad, al fallecer su tío Don Munio, y es a partir de esos años cuando el Monasterio de Iratxe adquiere su mayor prestigio y gloria, sobre todo con los privilegios otorgados por reyes navarros como Sancho Garcés IV y Sancho Ramírez, aunque al ser nombrado prior, San Veremundo no abandona su valiente misión de atender a los mendigos y caminantes, que se presentaban en la puerta del claustro para recoger los alimentos y restos de la comida de los monjes.

La comunidad benedictina aceptaba resignada los ayunos a los que les obligaba su santo abad, pero un día San Veremundo fue descubierto por uno de los monjes con el hábito hinchado, quien le preguntó por la causa de tamaño «engorde», obteniendo como respuesta que eran «flores para la Virgen de Santa María del Puy». El fraile destapó su túnica dejando caer un montón de rosas recién cortadas.

San Veremundo es patrón de las dos localidades navarras de Villatuerta y de Arellano, las cuales custodian, alternativamente, durante cinco años las reliquias del monje benedictino. El intercambio de los restos tiene lugar en el mes de agosto mediante una romería por varias localidades de Tierra Estella, donde San Veremundo es venerado, con cánticos en su honor y  jotas navarras, al visitar la romería el Monasterio de Iratxe, Dicastillo, Arellano y Villatuerta. 

Un águila coronada indicó la morada de la Virgen de la Asunción de Ziortza Bolibar

Cuentan que, en los cartularios de San Millán de la Cogolla (La Rioja), está escrito que en el año 968 en la parroquia de Santa Lucía de Gerrikaitz (Bizkaia) los feligreses, durante la la celebración de la festividad de la Virgen de la Asunción, un águila coronada cruzó el cielo y se posó en el cementerio para recoger un cráneo del osario del camposanto. El águila retomó el vuelo con la calavera en sus patas surcando los cielos hacia la ladera noroeste del monte Oiz, donde dejó caer el cráneo sobre una fría pradera repleta arbustos de sauco. Los devotos campesinos interpretaron el suceso como un prodigio vinculado a la festividad de la de la Virgen Asunción y decidieron construir una ermita dedicada a la Virgen de Ziortza, pues en aquella «pradera fría» de pastizal era «abundante en sauco», el toponímico en Euskera del lugar indicado por el águila coronada. Así es como en el siglo X «arranca» el origen de la Colegiata de Zenarruza  y  Ziortza —por fría y por sauco: dos lineas de la evolución de los términos euskerikos— que, al ser paso obligado del Camino de Santiago del Norte o de la Costa, fue adquiriendo un grado de crecimiento y notoriedad, sobre todo, a partir de 1379 que fue elevada a la categoría de colegiata, la cual sin ser catedral está regida por un deán, abad o prior.

La Colegiata de Zenarruza obtuvo su máximo esplendor entre los siglos XVI al XIX, siendo a partir de este último cuando comienza su declive hasta terminar, prácticamente, en ruinas debido al olvido de la Santa Sede y a diferentes incendios; aunque por fortuna la Diputación Foral de Bizkaia decide su restauración en 1980. Una reducida congregación de los monjes cistercienses del Monasterio de Santa María La Real de La Oliva de Carcastillo (Navarra) se hace cargo de la Colegiata de Zenarruza.

El Camino del Norte o de la Costa atraviesa el patio del monasterio entrando, precisamente, bajo el escudo de la puerta oeste donde se recoge la imagen del águila coronada con la calavera en sus garras, que da paso al claustro renacentista de dos pisos; el único existente en Bizkaia, y la iglesia de estilo gótico tardío con su retablo dedicado a la Virgen de Ziortza y, además, su órgano barroco (en funcionamiento) también uno de los más antiguos de España.

Zenarruza cuenta con un albergue de peregrinos y peregrinas de tradición jacobea, es decir de acogida «caritativa», para una veintena de personas, agua caliente y cena comunitaria (la misma que los monjes) y desayuno. Toda esta admisión es gratuita y los monjes solamente solicitan el donativo de la voluntad, que considere cada caminante. Es posible también alojarse en la hospedería de la Colegiata que dispone de 14 habitaciones.

La comunidad de monjes cistercienses invitan a los peregrinos y peregrinas a participar en las liturgias de las oraciones del día, como las Vísperas, y en la «bendición del peregrino» para aquellos que la solicitan.