El «cuélebre» de Santa Maria de Celón que devoraba los cuerpos y las almas de los peregrinos

Cuentan que en el Camino Primitivo, en el concejo de Allande, se encuentra la parroquia románica de Santa Maria de Celón, donde subsiste el mito del «cuélebre», un demonio convertido en serpiente alada por la mitología asturiana, que devoraba los cuerpos sepultados en el convento y se apoderaba de las almas de los peregrinos y peregrinas que  pernoctaban en aquella capilla. Ni siquiera los monjes benedictinos, que habitaban atemorizados e impotentes aquel monasterio del siglo IX, se atrevieron a combatir al reptil en aquellos años de la Edad Media, pues consideraban que un enfrentamiento directo sería una imprudencia tal que conduciría al valiente a una muerte segura. Hoy en día, los habitantes de la comarca de Allande todavía recuerdan la leyenda, la cual se vincula con el arcángel San Miguel derrotando a Satanás y conduciendo las almas de los elegidos al paraíso.


Pola de Allande es un lugar de paso del Camino Primitivo, que Alfonso II «El Casto» inició desde Oviedo por las tierras asturianas de Salas, Peñaseita, Tineo, Berducedo, Fonsagrada y Allande, atravesando una tierra montañosa y hostil, aislados valles de verdes prados y bosques espesos, camino del Puerto del Palo en dirección a  Santiago de Compostela; en estos inhóspitos lugares es donde la  leyenda de Santa Maria de Celón cobró «vida propia».

Los monjes benedictinos alojaban a los peregrinos y peregrinas en su monasterio, avisándoles de la presencia del «cuélebre» que por las noches entraba por un orificio de la pared para reclamar los exhaustos cuerpos y las atemorizadas almas de los que allí descansaban. Pero, una noche, un peregrino hizo frente a serpiente asestando con su cayado un terrible golpe en la cabeza del reptil hasta matarla.

Este mito del «cuélebre» se extiende con diferentes acepciones a lo largo y ancho de muchas culturas: Egipto, países escandinavos, celtas y germánicos, así como en China, India, Japón y el lejano Oriente. En Asturias se producen tradiciones de serpientes que asedian a los habitantes de los pueblos cercanos desde cuevas, como por ejemplo, en Ribadesella, Cudillero, Salas, Somiedo y Cangas de Onís, aunque la más conocida, probablemente, es la del Convento de Santo Domingo en Oviedo, donde existía un «cuélebre» que devoraba los frailes del monasterio hasta que el cocinero le dio a comer una hogaza de pan rellena con alfileres que le ocasionó la muerte. 

El Salto del Salime del río Navia, que anegó a 14 pueblos de Asturias y Lugo

Cuentan que el Salto de Salime del río Navia, en el Camino Primitivo, en el occidente de Asturias, fue considerado en el año 1945, al inicio de su construcción, «el pantano más grande de Europa». Fuera verdad o exageración del régimen franquista, hoy en día, esta obra de ingeniería impresiona y estremece a los peregrinos y peregrinas, que descienden por la ladera del parque eólico del Buspol hacia el muro de contención de la central hidroeléctrica. Las entidades promotoras de este embalse fueron Hidroeléctrica del Cantábrico y Electra de Viesgo. Las obras duraron  diez años, engullendo las aguas del pantano un total de 685 hectáreas y anegando a 14 pueblos de Asturias y Lugo. Muchos de los pobladores de estas aldeas se resistieron a abandonar sus hogares hasta que advirtieron como el agua del Navia ascendía hasta sus casas, viéndose obligados a olvidar sus raíces, renunciar a sus recuerdos, la pesca del salmón y sus tierras de cultivo en el fondo del pantano.


El río Navia es conocido como «El Río Grande» y aunque su nacimiento se encuentra en la provincia de Lugo, en las montañas de Cebreiro, desciende por Becerreá hacia Asturias. El río en aquellos años, era famoso por la gran cantidad de salmones que se pescaban en sus cerca de 100 kilómetros de recorrido de sus aguas camino del mar Cantábrico, pero la construcción del Salto del Salime fue el principio del fin —se levantaron, posteriormente, dos nuevas presas río abajo— y, hoy en día, tan sólo 14 kilómetros se encuentran aptos para la pesca del salmón, que ya apenas vienen a desovar al Navia.

Los 14 pueblos que «se tragó» el pantano estaban en las orillas; la mayor parte en la margen asturiana: Salime (el de mayor número de habitantes), Subsalime, Sanfeliz, Salcedo, Loade, Vega Grande, Saborit, La Quintana, Albeiroa y Barcela. Y en la ribera de Lugo: Rio do Porto, Vilagudín, Abarqueira, y San Pedro de Ernes. 

En aquellos años del comienzo del inicio de la edificación del muro de contención de las aguas, Salime era un lugar inhóspito, entre montañas, sin apenas rutas de comunicación. Los ingenieros pensaron primero realizar 40 kilómetros de carreteras desde la población de Navia en la costa hasta el lugar de la construcción para trasladar en camiones los materiales y suministros necesarios, pero esta opción era muy costosa y, finalmente, optaron por construir un teleférico de 37 kilómetros de recorrido con 650 vagonetas, desde la costa hasta el Salto del Salime, las cuales tardaban tres horas en realizar el trayecto completo. En total fueron 3.500 los obreros empleados desde el inicio de la construcción, que fueron reclutados en Andalucía, Extremadura y Galizia, siendo en su mayor parte, presos de la Guerra Civil condenados a trabajos forzados. 

Hoy en día, el Santo del Salime consta de 4 grupos de turbinas de 40 MW, con un total de 160 MW que producen 350 millones de Kw/hora/año. 

En el pueblo de Grandes de Salime, construido para los desplazados por las obras, se puede contemplar un precioso museo etnográfico, que merece la pena visitar, donde se encuentran reunidas tiendas de ultramarinos, escuela, barbería, taller de zapateiro, cantina y otras muchas dependencias de los pueblos de aquellos años.

https://www.museodegrandas.es