El tímpano de la Abadía de Conques, el cómic del Juicio Final

Cuentan que la abadía de Conques en la Vía Podense, que parte de Le-Puy-en-Velay, es un lugar de peregrinación especial para los franceses, pues son numerosos los que acuden cada año a visitar el que es considerado como uno de los pueblos más bonitos de Francia; en especial la abadía románica de la Santa Foy que cuenta con el tímpano del pórtico donde se representa el Juicio Final a modo de un cómic moderno. El pueblo de Conques  —en occitano Concas—   fue fundado en el año 819 cuando el eremita llamado Dadon instituyó una comunidad de monjes, origen de la actual abadía, bajo la protección de Carlomagno. Conques «hunde» sus raíces en la época romana (aunque este concepto no se encuentra  suficientemente documentado) pues existe un puente romano, así llamado, por el que los peregrinos atravesaban el río Dourdou. La realidad es que Conques se convirtió en un lugar de paso de peregrinos y peregrinas hacia Santiago, sobre todo, cuando un monje de Conques «robó» en Agen las reliquias de la virgen Santa Foy, famosa por curar ciegos y liberar cautivos, martirizada en el 303 por el emperador Diocleciano.


De esta forma, el número de peregrinos y peregrinas aumentó con las reliquias de la Santa Foy y la abadía prosperó hasta convertirse en una de las iglesias abaciales más grandes del sur de Francia, siendo muy afamado su tímpano y su tesoro de piezas artísticas de la época carolingia. Inicialmente, fueron los monjes benedictinos los que se hicieron cargo del monasterio y, posteriormente en el siglo XVI, los agustinos entraron a residir en él.

El tímpano del Juicio Final presenta en su centro la imagen de un Cristo, de mirada severa y rodeado de cuatro ángeles protectores, que indica mediante sus manos la dos direcciones para las almas que van a ser juzgadas. Encima del Cristo, dos ángeles sujetan la cruz de la crucifixión y en sus manos uno de los clavos y la punta de la lanza. Y a la izquierda cuatro ángeles serafines protegen al Hijo de Dios de los pecadores, representados a través de varias esculturas los siete pecados capitales, además de otras vilezas como el suicidio, la usura, la herejía o el engaño. Todo ello con una leyenda en lo alto que dice: «Pecadores, si no cambiáis vuestras costumbres, sabed que sufriréis un juicio terrible».   

Bajo los pies de Cristo, el arcángel San Miguel pondera las virtudes y pecados de las almas, mientras un Satanás guasón intenta empujar la balanza en su favor. Los malditos, en el apartado de abajo, son enviados a las fauces del monstruo marino Leviatán, el cual abre las puertas del infierno.

En el lado contrario a la figura del Cristo —a la izquierda del espectador— encontramos «El Paraíso» y en la parte baja unas viñetas, que simboliza el Antiguo Testamento: Abraham con sus dos hijos Jacob e Isaac; Aaron y Moises; profetas, apóstoles y Santas mujeres que llevan frascos con ungüentos. Y en el nivel de la figura central del Hijo de Dios se representa el Nuevo Testamento: La Virgen María, seguida de San Pedro, el monje Dadon, el abad de Conques junto al monje Arosnide, (que «robó» las reliquias de Santa Foy) y Carlomagno; todos ellos acompañados de un séquito de almas piadosas.

A grandes rasgos estas serían las viñetas del tímpano del «Juicio Final» de la abadía de la Santa Foy de Conques, que, según se cree, fueron realizadas por un escultor que había trabajado en la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela.

En Youtube se encuentra un video con una representación nocturna del tímpano:

El obispo de Le-Puy-en-Velay Godescalco, el primer peregrino ilustre

Cuentan que el obispo de Le-Puy-en-Velay, Godescalco, fue el primer peregrino ilustre que hizo el Camino a Santiago en el otoño del año 950; su intención era llegar a Compostela para la fiesta del martirio que, entonces, se celebraba el 30 de diciembre. Así, a pesar de ponerse en camino en las estaciones de mal tiempo, el prelado de la sede eclesiástica francesa se puso en marcha con una gran y lujosa comitiva de heraldos, que anunciaban la presencia del séquito a la entrada de cada pueblo, hombres armados, cortesanos, clérigos, pajes, siervos, criados y juglares, encabezados todos ellos por un caballero que portaba el estandarte con la imagen de la virgen negra de Nuestra Señora de Le-Puy-en-Velay. Todo este cortejo del obispo Godescalco se convirtió en el primer peregrino ilustre llegado a Compostela de más allá de los Pirineos, el cual, todavía hoy en día, mantiene vivo el símbolo de la Vía Podiense como importante ruta jacobea, aunque, en realidad, no existan referencias concretas de esta peregrinación en Le-Puy-en-Velay


El ilustre peregrino y obispo había sido monje y abad del monasterio de San Teofredo, en la región francesa de la Aubernia, hasta que, finalmente, fue ungido obispo de Le-Puy-en-Velay,  nombrado conde y, además, uno de los príncipes de Francia. En realidad, se sabe que Godescalco viajó a Santiago porque pasó por el monasterio riojano de San Martín de Albelda, en las cercanías de Nájera, para encargar la copia de un libro que trataba sobre la virginidad de la Virgen María, atribuido a San Ildefonso de Toledo, y que recogería a su regreso de Compostela. El monje encargado de la copia se llamaba Gomesano y fue, precisamente, quien confirmó, en el prólogo de la reproducción, la única referencia existente del paso de la comitiva del obispo por el monasterio de San Martín de Albelda. 

Hoy en día, el camino desde Le-Puy-en-Velay, más conocido como la Vía Podiense, sigue atesorando un gran atractivo para muchos peregrinos y peregrinas, sobre todo randonneurs franceses que inician este trayecto para enlazar con el Camino Francés en Saint Jean Pied de Port – Donibane Garazi y atravesar el Pirineo hasta Orreaga Roncesvalles por la Ruta de Napoleon. 

Suele ser especialmente emotiva la Misa de las 7 de la mañana en la catedral de Notre-Dame du Puy al finalizar la ceremonia religiosa, cuando el obispo de Le-Puy-en-Velay reúne a los peregrinos alrededor de la imagen de Santiago (en la fotografía de la cabecera), les pregunta su origen, les bendice e invita a recoger, de una bandeja, y llevar a Compostela uno de los mensajes escritos por devotos con súplicas al apóstol.

La Vía Podiense tiene muchos atractivos ya que atraviesa regiones francesas de gran belleza e iglesias románicas muy antiguas como la abadía de Sainte Foy en Conques o la de San Pedro de Moissac; donde es recomendable madrugar un poco y acudir al amanecer para escuchar los cánticos gregorianos de los monjes.