La derrota de las tropas napoleónicas en la batalla de Sorauren

Cuentan que en el Camino del Baztán, en la localidad navarra de Sorauren, se produjo una de las batallas de mayor trascendencia en la Guerra de la Independencia en julio y agosto de 1813 entre las tropas napoleónicas, al mando del general Nicolás Jean Dieu Soult, que mandaba a 80.000 hombres, y Arthur Wellesley, conocido como Lord Wellington, general de los ejércitos aliados españoles y comandante en jefe de las fuerzas británicas en la Península Ibérica, el cual contaba con 60.000 hombres. Mudo testigo de esta batalla es el viejo puente medieval de Sorauren en el que, según un documento de 1565, se cobraba pontazgo (un antiguo impuesto que recaudaban los señores feudales de Castilla, Aragón y Navarra por los derechos de tránsito) por ejemplo, al paso de la madera que se bajaba por el río Ultzama. 

Cuentan que en el centro de esta pasarela del río Ultzama el «Duque de Hierro», como era conocido Lord Wellington, se ubicó con su caballo Copenhagen dando órdenes a sus tropas para que rechazasen con coraje y valentía a los franceses; propósito que consiguieron los ejércitos hispano-británicos. El general inglés era un flemático y elegante estratega y, posiblemente, desde su ubicación en el puente medieval contemplaba toda la batalla que se desarrollaba, en las laderas del cercano monte Elordi de forma que supo arengar y capitanear a sus soldados a la victoria sobre las tropas napoleónicas.

Los franceses estaban acaudillados por Soult, un mariscal napoleónico de gran valía y experiencia, que trataba de frenar el avance de los aliados españoles, ingleses, portugueses y británicos de cara a liberar las asediadas plazas de Donostia San Sebastián e Iruña  Pamplona. Su ofensiva comenzó el día de Santiago con las llamadas Batallas de los Pirineos, que se produjeron en Amaiur Maya, Orreaga Roncesvalles, Lizaso y, finalmente, la decisiva de Sorauren. Napoleón irritado por la derrota sufrida en la Batalla de Vitoria por su hermano mayor José Bonaparte —Pepe Botella— cuando huía a Francia tomó la decisión de nombrar a Nicolás Jean Dieu Soult como general de los ejércitos franceses del norte para liberar las plazas de Donostia San Sebastián e Iruña Pamplona, que resistían el bloqueo a las tropas españolas, británicas y portuguesas. En principio, los franceses lograron victorias parciales, momento que intentaron aprovechar los sitiados en Iruña Pamplona para —saliendo de la capital navarra— procurar coger a las tropas aliadas de Wellington entre dos fuegos. Pero fracasaron porque no lograron romper el cerco aliado y se vieron obligados a retornar a sus posiciones. Lord Wellington consiguió reagrupar a sus hombres y plantar cara a Soult entre Zabaldika, Oricáin y Sorauren derrotando al ejercitó francés al que hicieron más de cuatro mil bajas.  
El mariscal Dieu Soult, visto que no podía socorrer a los asediados en Iruña Pamplona, decidió dirigirse a Donostia San Sebastián, plaza también sitiada, a través de Lekumberri y Tolosa, pero El «Duque de Hierro» adivinó las intenciones de las tropas francesas a las que hostigó en las cercanías de Eguarast, en la comarca de Ultzama, hasta conseguir que las milicias napoleónicas de Soult regresaran a los emplazamientos de pocos días antes y, posteriormente, derrotados, a su posición inicial en Donibane Garazi San Jean Pie de Port, dando por finalizada la campaña. Todas estas batallas se saldaron con unas 6.000 bajas de los aliados y más de 8.000 de los napoleónicos. 

El Puente del Diablo del barrio de Kastrexana

Cuentan que en el barrio de Kastrexana en el Camino del Norte hay un puente, cuya denominación es «El puente del Diablo», el cual une Bilbao con la localidad de Barakaldo. A esta pasarela sobre el río Cadagua se le atribuye una leyenda que Antonio Trueba y de la Quintana, escritor del siglo XIX conocido como «Antón, el de los Cantares», escribió en una de sus obras relatando lo que un amigo suyo le narró sobre «El puente del Diablo», nombre con el que se le conoce desde tiempos lejanos. En realidad, esta leyenda tiene muchas variantes, con protagonistas diferentes según en qué lugar del mundo se cuenta, aunque en el fondo del relato se encuentra, finalmente, la moraleja del arrepentimiento para la salvación del alma.


Este es el relato sobre «El puente del Diablo» de Kastrexana.

Cerca de la ermita baracaldesa de Santa Agueda, en las cercanías de río, vivía una hermosa joven enamorada de un apuesto mozo, que habitaba en la orilla de Bilbao; sus amores eran mutuos y, todos los días, se juntaban en el Cadagua, vadeando la corriente de agua a través de unas piedras, para hablar de sus cosas y planear su futuro juntos. Pero las crecidas intempestivas del río ponían en peligro la integridad de los amantes, que en algunas ocasiones ya habían sufrido angustiosos percances. 

La muchacha era fiel devota de la Virgen de Begoña, cuya imagen estaba en la ermita de Santa Agueda colindante a su casa, de forma que rogaba a la Madre de Dios poder casarse con su amado. Pero los progenitores de la doncella consideraron que era todavía muy joven para aceptar el enlace y acordaron con los padres del muchacho alistarlo en el ejercito y, de esta manera, evitar el matrimonio.

Cuando la chica conoció el acuerdo corrió al encuentro de su amado, pero ese día el Cadagua bajaba enfurecido y era imposible cruzar a la otra orilla. Entonces, la joven presa de una gran cólera maldijo desesperada su suerte, postrada de rodillas, clamando al sombrio cielo.

    — ¡Maldita sea mi suerte! no puedo cruzar el río e impedir que mi amado me abandone.

En ese momento, un cegador rayo fue seguido de un estrepitoso trueno; cuando surgió un hombre de pie, cubierto con una capa negra, frente a la atribulada muchacha.

    — Yo puedo ayudarte. Construiré un puente para ti antes de que amanezca y, así, podrás juntarte con tu novio… pero tengo una condición…    

— Cuál es, lo que sea…
    — Que cuando termine el puente, tu alma será mía 
La muchacha asintió y «El Diablo» hizo valer sus poderes y el puente comenzó a levantarse, piedra a piedra.
De esta manera, fue pasando la noche mientras el alba comenzaba a formarse en el horizonte.
Sin embargo, la joven se percató de lo que había hecho y, arrepentida, se encomendó a la Virgen de Begoña, la cual escuchó sus súplicas y envió a Santiago, quien con su bastón impidió que «El Diablo» pusiera la última piedra del puente; entonces, el gallo cantó, dando la bienvenida al luminoso sol, mientras Lucifer desaparecía en medio de una negra nube sin haber cumplido su trato con la joven.
Seguidamente, Santiago con un nuevo golpe con su cayado, colocó la última piedra dejando terminado el puente y, as´í, los enamorados novios corrieron a abrazarse.

El Puente del Diablo hoy en día, por el que cruzan los peregrinos y peregrinas en el Camino del Norte

Esta es una versión más de las muchas que existen en el mundo sobre «El Puente del Diablo», una leyenda con muchas variantes y personajes: jóvenes enamorados, albañiles y constructores o, incluso, ancianos, pastores y militares. La premisa básica es que todos consiguen engañar al Diablo, que se queda sin conseguir el alma de los protagonistas.
En el caso del puente de Kaxtrexana lo cierto es que fue construido en 1435  —autorizado por Isabel, La Católica— por el cantero Pedro Ortiz de Lekeitio; era una forma añadida para cruzar el río Cadagua en el Camino Real y para que los caminantes a Santiago de Compostela pudieran continuar con su camino hacia tierras gallegas.
También durante la Primera Guerra Carlista la lucha por el puente resultó una complicada batalla entre las tropas isabelinas de Espartero y los carlistas de Prudencio de Sopelana, que habían cruzado el puente y desde la posición de la ladera barakaldesa de Santa Águeda aniquilaron a las tropas isabelinas cuando intentaban atravesarlo.

Aplicación del Vexu Kamin, Camino Olvidado de la Montaña desde Bilbao por el sur de la Cornisa Cantábrica

La aplicación ofrecida por Reinhard Netz  es gratuita y está en castellano e inglés y puede descargarse tanto para Apple como Android: 
https://play.google.com/store/apps/details?id=com.caminoolvidado 

Varias de las asociaciones por donde pasa el Camino de la Montaña o Camino Olvidado ha puesto a disposición de los peregrinos y peregrinas una excelente aplicación (apppara llevar en el móvil con informaciones muy completas de cada una de las etapas y un práctico guiado de cada una de ellas. Las entidades regionales que han colaborado son: Ceder Merindades, de Burgos; Agrupación Comarcal de Desarrollo de la Montaña Palentina; Grupo Acción de la Montaña de Riaño; Asociación Cuatro Valles de León y Asociación de la Comarca Berciana Asodebi;  además, han cooperado el Gobierno de España, la Junta de Castilla y León, el Programa Europeo Leader y el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural.

El guiado —según mi experiencia— es fácil de utilizar. Se selecciona la etapa que vas a realizar al día siguiente y bajas el guiado de la jornada (preferible desde una red wifi) para tener la seguridad de no perderte. Es importante no cargar tu móvil con demasiados datos ya que una vez terminado el trayecto, lo borras y vuelves a realizar la misma operación para el día siguiente. Este guiado se realiza por medio del sistema GPX o GPS sobre imágenes aéreas y viendo el emplazamiento en tiempo real del punto donde se encuentra el peregrino o peregrina.


Al mismo tiempo, la aplicación facilita informaciones de servicios y recursos de cada etapa y los pueblos por donde se deberá pasar. Desde la app se puede enlazar con la web original https://www.caminoolvidado.com donde en el apartado «descargas» se pueden conseguir cada una de las etapas en GPX o GPS y los pdf correspondientes a la guía y el mapa. Además, de los enlaces a cada una de las agrupaciones locales, que han colaborado en la formación de la aplicación.

El incidente del checo Jean de Rosmithal de Blatna, en el puente de la Muza de Balmaseda

Cuentan que, en el Vexu Kamin o Viejo Camino, el varón Jean de Rosmithal de Blatna, joven de la región checa de Bohemia y cuñado del rey Jorge, fue protagonista en el 1465 de un incidente en el Puente de la Muza o Viejo Puente de Balmaseda al considerar excesivo el arbitrio de paso. Este aristócrata bohemio decidió viajar por Europa en el siglo XV para estudiar las costumbres de los pueblos y su disciplina militar, además de viajar a Santiago de Compostela, acompañado de un séquito de 40 personas entre escoltas, criados y lacayos, pero al llegar a este único paso del río Cadagua la guardia del puente quiso cobrar su tributo, el cual  fue considerado excesivo por la comitiva checa; iniciándose un conato de lucha con los belicosos pontazgueros de la villa de Balmaseda. Finalmente, por decisión de Jean de Rosmithal, la cosa no fue a mayores y, una vez  cobrado el impuesto, la comitiva pudo continuar su camino.


Un cronista, que acompañaba a Jean de Rosmithal, describe en un documento de la época, el lance indicando que «como no habíamos pagado esta especie de tributo en ninguna parte, nos negamos a hacerlo, y los caballos que llevaban nuestros bagajes fueron tomados por los que estaban en la torre del puente, que nos quisieron matar; para repeler el ataque apuntamos contra ellos nuestras escopetas, pero el señor prohibió que dispararan y que se tiraran flechas; porque, si  heríamos a alguno de aquellos, nos matarían a todos, lo cual confesó uno de ellos, diciendo que habían concertado, que si uno solo recibía una herida, todos moriríamos y se quedarían con lo que llevábamos en nuestros cofres y alforjas para el pago del pontazgo. Satisfecho este tributo nos devolvieron los caballos y recibimos las cartas preinsertas para que, si nos acontecía otra cosa semejante, estuviéramos con su protección más seguros».

Por entonces, Balmaseda era una villa próspera, fundada por el rey asturiano Don Pelayo en el año 735 para impedir el avance de los musulmanes hacia el norte de la península, aunque no adquiere su rango de fundación hasta el 1199 por Don Lope Sánchez de Mena, Señor de Bortedo, que le entrega el Fueron de Logroño y la convierte así en la primera villa fundada en el Señorío de Vizcaya. Hoy en día, Balmaseda es «Bien de Interés Cultural» desde el año 1984.

La ruta comercial entre el Reino de Castilla y León, a través de la calzada medieval que seguía el trayecto entre el enclave romano de Pisoraca (Herrera de Pisuerga) por la Ruta de la Lana hacia los puertos marítimos del norte de la península, proporcionó a Balmaseda «carta de origen» como vía comercial de tránsito de mercancías y personas de considerable importancia.

El Camino del Baztán, una ruta de insuperable naturaleza y misterio

Entre Baiona y Trinidad de Arre e Iruña Pamplona

Este Camino del Baztán hunde sus raíces en el misticismo y la mitología acerca de historias de brujería —reales o inventadas— y las antiguas rutas de los contrabandistas, como práctica tradicional, sobre todo en los siglos XIX y XX, que así evitaban el pago de impuestos por mercancías de todo tipo; en un entorno de verdes montañas y prados, de bosques que irradian secretos, asombro y emoción en la contemplación de una naturaleza insuperable. De este modo, el peregrino o peregrina que se sumerja en el Camino del Baztán percibirá sensaciones increíbles caminando por esta ruta del Pirineo, que avanza desde el territorio vasco de Lapurdi hasta el de Nafarroa.


Cuenta la mitología vasca que senderistas, peregrinos y peregrinas se sentirán acompañados por el «Basajaun», protector del caminante desde siempre, pues, es quien cuida de la tierra y de los bosques. Su significado en Euskera así lo establece: basa es bosque y jaun es señor; El Señor de los bosques. El Camino del Baztán sale de la capital de Lapurdi en Bayona, punto de encuentro de los caminos de Tours y Soulac-sur-Mer, que era uno de los puertos marítimos de entrada de peregrinaje a Santiago de Compostela. 
 En la capital lapurtana de Bayona los peregrinos y peregrinas debían decidir si atravesaban el Pirineo por el valle del Baztán o seguían por la costa hacia Hendaia para cruzar el Puente de Santiago hacia Irún y caminar por el Camino de la Costa o del Norte. Nosotros, en el caso de esta guía, atravesaremos la montaña pirenaica por los valles de Xareta, el Baztán, el de Ultzama y el de Anué para llegar, finalmente, al área metropolitana de Iruña Pamplona, en Trinidad de Arre, donde se enlaza con el Camino Francés, que se inicia en la localidad de Baja Navarra de Saint Jean-Pie-de-Port (en Euskera Donibane Garazi) o, también, en Orreaga Roncesvalles.

En lo que se refiere a la señalización es necesario tener en cuenta un detalle importante desde la salida de Bayona hasta la frontera en Dantxarinea. En Europa en general no se utilizan las flechas amarillas de los caminos jacobeos y todas las indicaciones francesas (En la fotografía) están marcadas por los senderos de Gran Recorrido (GR). De todas formas, el Camino del Baztán se encuentra muy bien señalizado y el peregrino o peregrina no tendrán problema de perderse. 
Otro detalla importante es cómo obtener la credencial en la salida de Bayona. Las asociaciones locales de los amigos del Camino de Santiago dan credenciales e informaciones prácticas sobre los diferentes caminos. En esta guía se ha añadido al final una sencilla credencial. Y en el caso que nos ocupa del Camino del Baztán los voluntarios de «Les Amis du Chemin de Saint-Jacques» reciben a los peregrinos en la sacristía de la Catedral de Santa María en Bayona, entre los meses de abril a septiembre. En concreto, al fondo de la nave central suelen situar una mesa con diversas informaciones y un teléfono para llamar y recoger la credencial. El horario establecido es: De lunes a sábado; de 9 a 12 horas y de 15 a 18 horas (exceptuando los días festivos). 
Por las características propias de este itinerario montañoso el período aconsejado suele ser entre los meses de abril a octubre, aunque cada caminante se plantea sus retos personales y algunos prefieren hacer el Camino del Baztán en época invernal. En este caso —no sería aconsejable—se hará muy necesario estar muy atento a las previsiones meteorológicas del momento porque la nieve o el tiempo invernal puede jugarnos una mala pasada.
En el siguiente enlace se puede consultar la guía en internet para no llevarla en la mochila:
https://es.calameo.com/read/00631302932db4d7f9c2f

Peregrinos de la vida

Un encuentro para no olvidar en el Camino de Arles (Francia), en la Via Tolosana

Cuentan que suele ser habitual encontrar peregrinos en los diversos Caminos de Santiago que andan de un lugar a otro, por la Vía de la Plata, el Camino del norte o de la costa, el Francés, Aragonés o cualquiera de los diferentes itinerarios jacobeos que atraviesan Europa. Son insólitos viajeros hacia Santiago, Jerusalén, Roma u otros lugares de devociones ancestrales que deambulan en busca, generalmente, de una vida o una mejor suerte. En más de una ocasión he encontrado algunos «Peregrinos de la vida» vagando en dirección a la supervivencia de su peculiar realidad, porque, habitualmente, resulta más fácil y seguro transitar por rutas señaladas con flechas amarillas, que siempre te llevan a lugares ilustres.


Recuerdo, especialmente, uno de estos «Peregrinos de la vida», que encontré en la Vía Tolosana en 2011. Era la primera etapa del Camino de Arlés, en Francia, que transcurre a lo largo de la orilla izquierda del canal del Gard, en dirección a Saint-Gilles, final de la primera jornada. Al rato, de frente, a lo lejos, vimos una silueta que venía a nuestro encuentro, la cual, al llegar a nuestra altura, nos saludó, con un breve bon jour. Nosotros respondimos al saludo y seguimos nuestra marcha, pero los símbolos peregrinos de su gorra me llamaron la atención. No pude evitar girarme y comprobar si llevaba en su mochila atributos santiaguistas  

–-¡Vaya por Dios! – extrañado, pude reconocer, cubriendo la mochila, la rojiblanca bandera del Athletic Club de Bilbao con su reglamentario escudo. No conseguí esquivar mi asombró y grité: 

—¡Aúpa Athletic! Mi voz hizo volverse al peregrino, que tenía una cara entre sorprendido y receloso.

—¿Eres de Bilbao? – le interrogué. —..…

—No, soy murciano, de Cartagena.

—¿Cómo es que llevas la bandera del Athetic?

—Es una larga historia. Me la regalaron en una carnicería de Estella, en Navarra,  la hermana del jugador del Athletic Javi Martínez. 

—¿Y a donde vas? porque el sentido de tu marcha no es hacia Santiago.

—Voy a Jerusalen….

No recuerdo cuál era su nombre. Lo cierto es que encontrar un peregrino con una bandera del Athletic, en medio de la campiña del parque de La Camargue, era todo un descubrimiento. El momento de las intimidades personales había llegado. Era «Peregrino de la vida» y atesoraba una historia de vida enrevesada; soltero, hombre de mil oficios y obrero de la construcción en Murcia, en los últimos años la crisis económica le había dejado en la indigencia. Su búsqueda de trabajo le condujo hasta la ciudad fronteriza de Irún por la que había deambulado durante un tiempo hasta caer en la depresión.  

—Ya no podía más —contó—  y, sin saber qué hacer, por mi cabeza pasaron demasiados malos pensamientos. Una tarde encontré un rótulo que indicaba albergue de peregrinos. Subí hasta  el primer piso y entré. Me recibió un hombre mayor de barba blanca y, con toda amabilidad, me explicó dónde me encontraba y qué era el Camino de Santiago. Me invitó a cenar y hablamos hasta bien entrada la noche. Entonces yo no era un hombre creyente, pero aquel hospitalero me animó a descubrir mi camino… Al día siguiente, después de tomar el desayuno, cuando ya pensaba en abandonar el albergue, el hospitalero me enseño un cajón lleno de cosas, que me ofreció; había un sinfín de bártulos que los peregrinos olvidaban o dejaban para quien pudiera necesitar. 

Así, aquel nuevo peregrino partió del albergue equipado en cuerpo y, sobre todo, alma para enfrentarse y buscar su camino en la vida. Desde Irún fue a Santiago por el Camino del Norte y de la Costa, descendió por la Vía de la Plata hasta Zamora y luego por el Camino de Levante hasta Alicante y Valencia regresando a Compostela por la Vía de la Lana y el Camino Francés. Sin dinero, «a salto de mata», confiando en la voluntad de Dios, tanteando y encomendando su supervivencia al comportamiento de aquellos que encontraba en su camino. Lo cierto es que, según continuaba la conversación, su confianza en la buena voluntad de la gente era conmovedora.

—¿Pasarás mucha hambre? –-le dije advirtiendo su enjuta figura. —A veces sí, pero Dios siempre me provee y me ayuda….

No lo podía imaginar, aquel ateo, que tiempo antes tuvo malos pensamientos, se había convertido en un creyente confiando su existencia «a la buena de Dios». 

—¿Y cómo te alimentas? ¿Tienes dinero?

—No mucho –-aseguró enseñando una cartera llena de papeles pero sin atisbo de efectivo.

De pronto, recordé que un par de días antes, al cruzar una calle de Bilbao, camino de casa para preparar la mochila, encontré en el suelo un billete de 50 €uros. El azar estaba claro, qué mejor destino para el billete que el bolsillo de aquel «Peregrino de la vida». 


Seguro que él lo iba a gastar mucho mejor que yo.

—No, no quiero que me regales nada; en todo caso intercambiamos y te daré algo mío 

Y de una de sus muñecas extrajo una sencilla pulsera con imágenes de vírgenes y santos, que aún conservo.

—Me la regalaron —dijo— las monjas del albergue de Las Carbajalas en León; me acompaña desde hace tiempo y lo mismo que a mi me ha cuidado, espero que a vosotros también os proteja. 

El trueque realizado para nosotros era más que suficiente, pero no para este caminante de la vida. Así que, de un bolsillo de la mochila, extrajo dos conchas de peregrino que nos ofreció a mi esposa y a mi.

—Para que las engancheis en la mochila —nos anunció—.

Nos dimos un abrazo deseándonos Buen Camino y cada  cual  continuó su marcha. Este peregrino de la vida era diferente a otros que, vestidos de marrón peregrino y sombrero de ala ancha, por ejemplo, pululan por los caminos de Santiago de otra manera. Quizás, por algunas desigualdades manifiestas, mi recuerdo de este «Peregrino de la vida» es diferente al de otros que también he encontrado en el camino y que he olvidado.

La sombra del peregrino en la plaza de La Quintana

En Santiago de Compostela

Cuentan que dos son las historias que se refieren a la sombra del peregrino de la plaza de La Quintana en Santiago de Compostela. La primera alude a un sacerdote enamorado de una monja del Convento de San Paio, al lado de la Catedral, los cuales se veían todas las noches utilizando un pasadizo que atravesaba la plaza de La Quintana. Y la segunda se refiere a un joven francés que, todavía hoy, espera la llegada de una pareja de peregrinos a los que mató por despecho durante el Camino de Santiago. Las dos leyendas convergen en la sombra del peregrino que todas las noches se observa en una de las esquinas de la plaza de La Quintana.


El caso del monje enamorado es un mito clásico que se repite en muchos lugares; el amor entre un fraile y una religiosa que, finalmente, no se ve compensado y el hechizado espíritu de esa pasión vaga por siempre por el lugar de la cita a la espera de ser correspondido.
Así, en este caso, el sacerdote de la Catedral de Santiago se enamoró de una novicia del convento situado al otro lado de la plaza de La Quintana. La pareja se veía todas las noches a través de un pasadizo secreto que unía ambos claustros, pero el amor oculto no suele ser bien llevado habitualmente por mucho tiempo. De esta forma, el clérigo propone a la monja fugarse juntos en la cita de la noche próxima y vivir su amor eterno lejos del priorato que les atenazaba.
En el atardecer del día siguiente, el tonsurado se viste de peregrino para no llamar la atención y acude presto a la cita con su amada y espera pacientemente el momento de ganar la vida perpetua junto a su enloquecida pasión. Sin embargo, el tiempo transcurre y la cita de los dos amantes queda rota de forma inapelable. 
Los cuentos peregrinos atestiguan que la sombra del monje enamorado, vestido de peregrino, sigue en aquella esquina de plaza de La Quintana esperando a su idolatrada amada todas las noches.
También cuentan el caso, que se origina en la Edad Media, del joven francés cuando en un pueblo galo un hijo arrebata la vida a su padre para hacerse con la hacienda de su progenitor. Pero es descubierto y, como entonces se disponía, la autoridad le impone la pena de caminar hasta Santiago de Compostela para redimir su parricidio. 
El altivo muchacho se aviene a cumplir la sentencia y viaja por el Camino de las Estrellas, pero su vanidoso carácter le lleva a enamorarse de una joven, ya comprometida con otro mozo. El soberbio temperamento del joven francés, al ver su amor frustrado, arrebata la vida a la pareja  y huye raudo hacia Compostela para evitar la pena de muerte. Ya en Santiago, se ve obligado a dormir en la calle durante una gélida noche de invierno cuando, en sueños, su padre se le aparece y le manifiesta su perdón aunque —le asegura— no podrá liberarse de la muerte de los jóvenes hasta que sus almas lleguen a abrazar al Santo Apóstol y, así, obtener el perdón eterno. La cólera invade de nuevo al joven, que en sueños, intenta volver a matar a su progenitor, el cual, esta vez, consigue ser él quien da muerte a su criminal heredero.
Desde esa noche, el muchacho francés espera en el recoveco de la plaza de La Quintana la llegada de la pareja asesinada por su espada. 

La leyenda del Castillo de los Templarios en la pedanía castreña de Allendelagua

En el Camino del Norte o de la Costa

La rutas para subir al Castillo de Los Templarios desde Castro Urdiales: https://es.wikiloc.com/rutas-a-pie/ascension-al-castillo-de-los-templarios-77483640
Esta otra es circular y un poco más larga
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/circular-por-el-castillo-de-los-templarios-74975549

Cuentan que en el Camino de la Costa o del Norte en la pedanía castreña de Allendelagua había un castillo —hoy en día sólo quedan unas pocas piedras en pie— de la orden de Los Templarios. La fortaleza estaba ocupada por monjes y caballeros penitentes, allá por el siglo XIII,  los cuales se encargaban de vigilar y defender esta parcela marítima del Cantábrico y del Camino de las Estrellas. Y, todavía hoy, relatan que en las noches de tormenta cuando la niebla, desde el mar, oscurece estas faldas del monte Cerredo, se escucha una voz del averno que repite en lastimoso susurro «estoy condenado, estoy condenado». Esta es la historia y la exposición de los supuestos acontecimientos que se cuentan a las peregrinas y peregrinos, que pernoctan en los albergues de las cercanías de Castro Urdiales, pues la ruta Jacobea discurre por Allendelagua, muy cerca del derruido castillo de Los Templarios.

Cuenta la leyenda del Castillo de Los Templarios que el caballero Camilo de Carvajales, un valido del rey Fernando IV, el Emplazado, cayó en desgracia ante su monarca por las envidias e insidias de los nobles de Castilla, que veían un competidor demasiado influyente con el monarca para sus particulares intereses. Así, Camilo, menospreciado por los magnates del reino, cayó en desgracia ante el soberano y por ello se decidió a ingresar en la Orden de Los Templarios y luchar por recuperar Jerusalén para la cristiandad. Tres fueron las campañas e incursiones guerreras de Camilo de Carvajales con Los Templarios en Tierra Santa, hasta que, cansado, tomó la decisión de purgar sus pecados y esperar el fin de sus días como asceta y penitente.

La búsqueda de un lugar de penitencia llevó los cansados huesos del caballero castellano hasta la fortaleza-monasterio que Los Templarios poseían en las cercanías de Castro Urdiales, vigilando el mar Cantábrico de posibles hordas invasoras, donde fue acogido por los monjes para recogimiento, expiación de pecados y reposo.

Camilo se convirtió, así, en un anacoreta, que todos los días se acercaba hasta un bosque cercano a orar y pedir perdón por sus flaquezas; cuando en una brumosa mañana de primavera pudo observar como, junto a él en una rama, una tórtola cantaba de forma muy dulce y melodiosa. El caballero monje se abandonó a la fantasía del canto y, arrebatado por la dulzura musical, comenzó a perseguir bosque abajo al ave, que volaba de rama en rama y que, recoveco a recoveco, terminó por convertirse en una preciosa joven por la que el caballero quedó prendado. La persecución llevó a Camilo hasta el cercano y rugiente mar, justo en el borde de los acantilados de Allendelagua, donde la joven extendió su mano tratando de enlazarse con su perseguidor.

El cuerpo de Camilo de Carvajales nunca fue recuperado, tan sólo se encontró su manto de Templario flotando entre los acantilados.

A partir de entonces, los monjes de la fortaleza monasterio bajaban hasta el precipicio todos los días para orar por el alma del desaparecido; hasta que un día, mientras rezaban sus plegarias, se desató una furiosa tormenta del norte, que les atemorizó y llenó de pavor. Llenos de temor volvieron raudos por el bosque hacia su fortín, cuando, entre la niebla, las sombras y reflejos de los rayos, descubrieron a su compañero desaparecido de pie sobre un tronco. Jubilosos se acercaron para socorrerle pero, asombrados, vieron que se había convertido en un espectro del averno. Los piadosos monjes trataron de recuperar su cuerpo para darle cristiana sepultura pero cuando el primer monje intentó tomarle de la mano, un relámpago rasgó el cielo del atardecer mientras la ruidosa descarga eléctrica clamaba: «estoy condenado, estoy condenado para siempre y para siempre soy atormentadoY si quereis probar algo de este tormento poner la mano sobre la mía». Y Camilo de Carvajales desapareció con un escalofriante alarido, que dejó a los monjes aturdidos.

Ese mismo atardecer, los monjes abandonaron la ciudadela fortaleza e ingresaron en la orden de San Juan de Jerusalén, perseguidos por el eco de la perenne condena y tormento de Camilo de Carvajales, al que, todavía hoy en día, puede escucharse cuando la negra tormenta ruge en las faldas del monte Cerredo, en los bosques cercanos al Castillo de Los Templarios. Dicen, que tan sólo el susurro del canto de la plegaria Salve Regina puede mitigar la oscuridad y evitar la grave y oscura voz del Templario Camilo, cuando la tormenta silba entre las piedras de la fortaleza templaria.

Al castillo aún hoy en día le restan algunos pocos de sus cimientos en pie, a pesar del tiempo y los desmanes. La solitaria y antigua atalaya de Los Templarios sigue vigilando los barcos que entran no sólo en Castro Urdiales, sino que también los que enfilan El Abra de la Ría de Bilbao. Al igual que, seguramente, los caballeros Templarios atisbaban en el siglo XIII esta entrada del Cantábrico y donde en algunos atardeceres su escucha la rasgada voz del templario Camilo de Carbajales.

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