Cuentan que hacia el año 900 una gran flota vikinga fue avistada en la costa Lucense, en concreto, en la embocadura de la ría de Foz, lugar de paso de peregrinos y peregrinas por el Camino de la Costa, lo cual causó un enorme temor y miedo entre los focenses. Por entonces, los invasores normandos cuando se presentaban en los litorales europeos eran feroces y despiadados guerreros que se dedicaban a saquear pueblos y ciudades, esclavizar a sus habitantes y rapiñar las riquezas que encontraban a su paso. Así, los habitantes de Foz, horrorizados, huyeron despavoridos hasta Mondoñedo, donde hallaron en su Catedral Basílica de San Martiño (en la foto) al «Bispo Santo» Gonzalo, un anciano clérigo muy respetado, que todavía no era santo, reunido con el Cabildo de la localidad al que conminaron a reunir un ejército y empuñar las armas contra la flota vikinga recordando, además, al prelado que su nombre significaba «dispuesto a la lucha». Pero la autoridad eclesiástica, como respuesta, requirió una pesada cruz que alzó sobre sus hombros mientras comenzaba a caminar.
Ante este gesto del «Bispo Santo», todos se pusieron a caminar tras él en dirección a las costas lucenses. Los vikingos se encontraban a punto de entrar por la ría de Foz y se disponían a desembarcar para asaltar la localidad focense, pero en ese momento el séquito gallego llegó a la cima de una montaña denominada «A Grela» desde la que se podía ver la desembocadura de la ría de Foz.
Gonzalo, de rodillas, alzó la cruz e inició, una plegaria a los cielos, que comenzaron a oscurecerse sobre del estuario de Foz, mientras, al mismo tiempo, una galerna rodeaba a la flota normanda con gigantescas olas, que precipitaban los drakkar contra los acantilados de la costa. En poco tiempo la «armada pirata» quedó reducida a la mitad, cuando el «Bispo Santo» preguntó: ¿Cuántos quedan? siendo la respuesta, demasiados, todavía quedan muchos. Entonces el obispo de Mondoñedo volvió a hincarse de rodillas y repitió la súplica hasta que sólo quedaron tres navíos sin hundirse: Esos pueden marcharse —-dijo— para que cuenten lo ocurrido hoy a los demás y, de esta forma, no vuelvan nunca.
Desde entonces, se recuerda el milagro el lunes de Pascua de Pentecostés mediante una romería desde San Martiño de Mondoñedo hasta la ermita del santo en el monte «A Grela» en conmemoración del milagro del «Bispo Santo» Gonzalo, al que la tradición también le atribuye haber conseguido brotar agua milagrosa en un lugar donde Gonzalo tiro una zapatilla, que se conoce como la «Fuente de A Zapata».