En Santiago de Compostela
Cuentan que dos son las historias que se refieren a la sombra del peregrino de la plaza de La Quintana en Santiago de Compostela. La primera alude a un sacerdote enamorado de una monja del Convento de San Paio, al lado de la Catedral, los cuales se veían todas las noches utilizando un pasadizo que atravesaba la plaza de La Quintana. Y la segunda se refiere a un joven francés que, todavía hoy, espera la llegada de una pareja de peregrinos a los que mató por despecho durante el Camino de Santiago. Las dos leyendas convergen en la sombra del peregrino que todas las noches se observa en una de las esquinas de la plaza de La Quintana.
El caso del monje enamorado es un mito clásico que se repite en muchos lugares; el amor entre un fraile y una religiosa que, finalmente, no se ve compensado y el hechizado espíritu de esa pasión vaga por siempre por el lugar de la cita a la espera de ser correspondido.
Así, en este caso, el sacerdote de la Catedral de Santiago se enamoró de una novicia del convento situado al otro lado de la plaza de La Quintana. La pareja se veía todas las noches a través de un pasadizo secreto que unía ambos claustros, pero el amor oculto no suele ser bien llevado habitualmente por mucho tiempo. De esta forma, el clérigo propone a la monja fugarse juntos en la cita de la noche próxima y vivir su amor eterno lejos del priorato que les atenazaba.
En el atardecer del día siguiente, el tonsurado se viste de peregrino para no llamar la atención y acude presto a la cita con su amada y espera pacientemente el momento de ganar la vida perpetua junto a su enloquecida pasión. Sin embargo, el tiempo transcurre y la cita de los dos amantes queda rota de forma inapelable.
Los cuentos peregrinos atestiguan que la sombra del monje enamorado, vestido de peregrino, sigue en aquella esquina de plaza de La Quintana esperando a su idolatrada amada todas las noches.
También cuentan el caso, que se origina en la Edad Media, del joven francés cuando en un pueblo galo un hijo arrebata la vida a su padre para hacerse con la hacienda de su progenitor. Pero es descubierto y, como entonces se disponía, la autoridad le impone la pena de caminar hasta Santiago de Compostela para redimir su parricidio.
El altivo muchacho se aviene a cumplir la sentencia y viaja por el Camino de las Estrellas, pero su vanidoso carácter le lleva a enamorarse de una joven, ya comprometida con otro mozo. El soberbio temperamento del joven francés, al ver su amor frustrado, arrebata la vida a la pareja y huye raudo hacia Compostela para evitar la pena de muerte. Ya en Santiago, se ve obligado a dormir en la calle durante una gélida noche de invierno cuando, en sueños, su padre se le aparece y le manifiesta su perdón aunque —le asegura— no podrá liberarse de la muerte de los jóvenes hasta que sus almas lleguen a abrazar al Santo Apóstol y, así, obtener el perdón eterno. La cólera invade de nuevo al joven, que en sueños, intenta volver a matar a su progenitor, el cual, esta vez, consigue ser él quien da muerte a su criminal heredero.
Desde esa noche, el muchacho francés espera en el recoveco de la plaza de La Quintana la llegada de la pareja asesinada por su espada.