Cuentan que las peregrinas y peregrinos encuentran en los incalculables caminos a Santiago una de las expresiones más peculiares de la arquitectura popular gallega; los «cruceiros»; en realidad, son la dimensión oculta del carácter del alma, la magia y la fascinación gallega. Decía el insigne Castelao, impulsor del nacionalismo gallego y estudioso de los «cruceiros», que «Onde hai un cruceiro, houbo un pecado». Se refería a detalles de la simbología de los «cruceiros», que tienen su origen en los Celtas, los antiguos pobladores de Galizia, de viejos cultos a dioses paganos, homenajes a muertos o ánimas, poderes sanadores, enterramientos de «anxeliños» sin bautizar o lugares donde se celebraban ritos satánicos de «meigas».
En su momento, el Cristianismo convirtió, mediante advocaciones a Jesucristo, la Virgen y los santos, toda esta simbología pagana enlugares sagrados y, además, en un rico patrimonio etnográfico y cultural de la arquitectura popular de Galizia, donde se calcula que hay unos 15.000 «cruceiros». No sólo los hay en Galizia pues también los encontramos en numerosos territorios de la península. En Euskadi, por ejemplo, en Laudio Llodio (Araba), Gernika, Elorrio y Bilbao (Bizkaia), Zarautz y Zumaia (Gipuzkoa) y Etxalar, Iruña Pamplona, Esteribar, Olite, y Gares Puente La Reina (Navarra).
Los «cruceiros» son, básicamente, una cruz situada en lo alto de un varal de piedra o una columna y, aunque los hay de diferentes tipos, puede decirse que los clásicos son los formados por una plataforma, basa, fuste, capitel y la cruz. Habitualmente, están situados en los cruces de los caminos, en encrucijadas que simbolizaban mágicas entradas a otros mundos, donde se desconoce con quien te vas a tropezar y si, precisamente, en ese lugar puedes encontrar un peligro; de ahí la función protectora que a los «cruceiros» se les ha otorgado.
Los ejemplos de «cruceiros» son muy variados y comprenden desde la sencilla cruz hasta esculturas llenas de riqueza y solemnidad, como el de la localidad Cangas de Morrazo (Pontevedra), en la parroquia de Hío, un espectacular «cruceiro» barroco del maestro José Cerviño, que modeló su obra en un único bloque de granito. La escultura simboliza en lo alto el descendimiento de Cristo de la cruz, con la Virgen María y San Juan, junto a José de Arimatea y Nicodemo, en una escena rebosante de autenticidad. Más abajo, la Virgen María pisa la cabeza de la serpiente, Adan y Eva desnudos, y la imagen de los arcángeles. En la base de la columna aparecen hornacinas con las ánimas del purgatorio, Cristo resucitado junto a su madre y, de nuevo, Adán y Eva quemándose en las llamas del limbo por haber cometido el pecado original, origen de la salvación por crucifixión de Cristo.
En la provincia de Lugo, en la «Terra Chá» ––Tierra Llana del Miño— que se cruza en el Camino del Norte, encontramos «cruceiros» unidos a multitud de historias, como, por ejemplo, el de Lousada, donde una cruz de piedra indica que allí «uno asesinó a Vicenta Balsa en 1901»; otro en Abadín construido para «escarmentar o trasno e santificar el lugar»; también en Vilalba, otro en la parroquia de Corbelle, en el lugar donde, según dicen, se apareció Satanás.
Según la tradición, si depositamos una piedra en la base de los «cruceiros» que encontramos en los Caminos de Santiago el peregrino o peregrina se asegura la posibilidad de regresar a Galizia.