Cuentan que en la localidad francesa de Figeac, en la Vía Podense que sale de Le-Puy-en-Veley, nació Jean François Champollion, historiador considerado «padre de la egiptología» por haber descifrado la escritura jeroglífica, a través de la Piedra Rosetta en 1822. Una representación (en la foto) de la Piedra Rosetta, con las correspondientes inscripciones en egipcio, demótico y griego antiguo, se encuentra en el Museo de Champollion de Figeac, mientras que la roca original se halla en el Museo Británico de Londres. La Piedra Rosetta, descubierta en 1799 en la costa norte de Egipto, es una fracción de una vieja estela egipcia en la que se muestra un compromiso político en tres tipos diferentes de escritura: 14 líneas de jeroglíficos egipcios en su parte superior; 32 líneas escritas en demótico en el centro y 54 líneas de griego situadas en la parte inferior.
Los tres textos, en realidad, eran versiones de un decreto sacerdotal en honor del faraón Ptolomeo V datado en el año 196 antes de Cristo. Champollion resolvió el enigma a pesar de no haber tenido acceso a la auténtica Piedra Rosetta; lo hizo a través de una copia, estudiando los signos durante años, resolviendo y descifrando, finalmente, la comprensión de los jeroglíficos del antiguo Egipto. Champollion demostró que el sistema de escritura egipcia se trataba de una composición de signos fonéticos e ideográficos. Champollion era un genio para los idiomas; hablaba a los 11 años latín, griego y hebreo y a los 13 años aprendió sirio, árabe, copto y caldeo, además de conocimientos del chino.
El primero en suponer con una cierta seguridad que un conjunto de jeroglíficos estaban repetidos en la Piedra Rosetta fue un académico inglés llamado Thomas Young, el cual descubrió que el nombre de Ptolomeo estaba repetido varias veces. Este fue el primer paso, aunque Young no descifró todo el código pues no se dio cuenta que los jeroglíficos evidenciasen también sonidos. Cosa que sí hizo Champollion al darse cuenta de que la grafía egipcia reflejaba incluso la fonética de esta lengua. Su conocimiento del idioma copto, el habla de los egipcios cristianos, descendientes directos de la jerga del antiguo Egipto, fue el mérito del erudito francés para descifrar la Piedra Rosetta.