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La ermita de San Pedro Zarikete

Cuentan que en el Vexu Kamin, Camino de la Montaña o Camino Olvidado, en la localidad de Zalla se encuentra la ermita de San Pedro Zarikete, a la vera del Camino Real en la ribera del río Cadagua y a la sombra de un frondoso roble, plantado en 1912, nieto del centenario Árbol de Gernika. La iglesia data del siglo XVI aunque, según los trabajos de restauración finalizados hace pocos años, existen indicios que se remontan a los siglos XI y XII. Presiden la portada del altar tres retablos localizado en el central, en un lugar preferente, la imagen de San Pedro Zarikete con sus considerables y desproporcionadas orejas, al que acompañan las tallas de San Antonio, San Bernabé, San Nicolás y Santa Mónica. Este retablo central y el de su izquierda son barrocos, los cuales se atribuyen a Francisco Martínez de Arce, retrablista del siglo XVII, considerado como uno de los artistas mas renombrados de su época.  Lo cierto es que la ermita de San Pedro Zarikete era muy conocida como consecuencia de su fama contra el «mal de ojo» y los demonios, pues multitud de devotos, que se consideraban poseídos por los duendes malvados venían a postrarse a los pies de San Pedro Zarikete para desembrujarse. Por allí pasaban al año miles de gentes piadosas, que se creían endemoniadas por los espíritus malignos, los cuales venían a postrarse a los pies de San Pedro Zarikete para ser exorcizados.


Dos son las conmemoraciones de la festividad de San Pedro Zarikete: El 29 de junio y el 1 de agosto, considerada esta última como «Día del Santo» en el que se celebran ceremonias y tradiciones como la costumbre, para protegerse de los malos espíritus, de dar una vuelta alrededor de la ermita entrando por una de las puertas y saliendo por otra, (para equivocar y librarse de los malignos) al tiempo que se arroja sal como protección contra los malvados espectros y el «mal de ojo». Esta superstición fue una creencia popular extendida en muchas partes del País Vasco y, además, en otras muchas civilizaciones, según la cual, la persona poseída era capaz de producir desgracias y males a los seres de su alrededor con sólo mirarles; se combatía con amuletos que guardaban en su interior laurel, pan bendito, azabache y otras sustancias. 

Muchas son las anécdotas que se narran de personas «embrujadas» que fueron a postrarse a los pies de San Pedro Zarikete. Se cuenta, por ejemplo, que una mujer de Madrid acudió a la ermita de Zalla porque era propietaria de una pensión a la que apenas entraba nadie; culpando de su mala suerte a que alguien le hubiera embrujado. Relatan que cumplió el rito ante San Pedro Zarikete para proteger su posada de los malos espíritus. Lo que se desconoce fue el resultado final.