Saibigain, el monte de la sangre

En la imagen superior la compañía Arbolagaña en Deusto el día de la bendición de su ikurriña, con su capitán Valentín Olano. Sobre estas líneas, gudaris de la compañía Kortabarria en el frente de Lekeitio con el comandante Felipe Bediaga (de pie a la izquierda) y Emeterio Soto 'Tiragomas' (centro de la imagen, agachado), que sería héroe durante la liberación de París en 1944. (1 de 2)

G. Tabernilla y J. Lezamiz

Tras la frustrada ofensiva sobre Gasteiz, que se atascó en las puertas de Villarreal, se estabilizaron los tres frentes que defendía el Ejército vasco y el invierno de 1936-1937 pasó sin más novedad que el esporádico bombardeo de artillería y aviación, los paqueos y alguna que otra incursión en tierra de nadie. El tedio de la vida de trinchera, apenas alterado con la llegada de algunos periodistas, se interrumpía con las noticias llegadas de la ofensiva sobre Oviedo.

Era la tranquilidad que precede a la tormenta, ya que, decididos a darle un vuelco a la guerra tras el fracaso en Madrid, Franco y Mola habían puesto su atención sobre el Norte, concentrando en Álava a sus nuevas Brigadas de Navarra. Parecidas a una pequeña división en cuanto a sus efectivos, cada una de las cuatro brigadas de Navarra se dividía a su vez en dos medias brigadas y en su conjunto disponían del apoyo de dos masas de artillería, con un total de 130 cañones y obuses, y una potente fuerza aérea, bajo mando alemán, caracterizada por el apoyo directo a la infantería en el ataque. El 31 de marzo de 1937, la 1ª, 3ª y 4ª Brigadas de Navarra rompieron el frente que defendían los vascos entre Gorbea y Murugain y en cinco días de duros combates llegaron a las estribaciones de los puertos de Urkiola, Barazar y Dima, provocando la retirada de unos 22 batallones del Ejército de Euzkadi. Enormes cantidades de material de guerra y centenares de vidas quedaron sepultadas en el fango de las trincheras. El comandante Juan Ibarrola, jefe del sector de Otxandio, tuvo que retirarse a Mañaria ante el empuje del enemigo. Atrás quedaban las moles de Saibigain (946 m.) y Urkiolamendi (1011 m.), aún en poder de las tropas vascas. No sería por mucho tiempo, pues a las dos de la tarde del día 6 de abril, tras una eficaz preparación artillera, el tercio de Navarra, perteneciente a la 1ª Brigada, asaltó la posición del Saibigain, desalojando a los milicianos de los batallones González Peña y Meabe nº 2, que tuvieron que correr hacia el puerto de Urkiola, de donde fueron evacuados a Mañaria. Sin embargo, la precipitación y la descoordinación entre los requetés y la aviación propia causaron bastantes bajas al ser bombardeados los navarros cuando hollaban la cima. No era más que el preludio de aciagas jornadas de muerte y destrucción en atroces combates.

En la imagen superior la compañía Arbolagaña en Deusto el día de la bendición de su ikurriña, con su capitán Valentín Olano. Sobre estas líneas, gudaris de la compañía Kortabarria en el frente de Lekeitio con el comandante Felipe Bediaga (de pie a la izquierda) y Emeterio Soto 'Tiragomas' (centro de la imagen, agachado), que sería héroe durante la liberación de París en 1944. (2 de 2)

Nada más perder la cima del Saibigain, Juan Ibarrola preparó el primer contraataque y en las primeras horas del 7 de abril dispuso que dos batallones de la 1ª Brigada Expedicionaria de Asturias, bajo el mando de Mateo Antoñanzas, y el batallón Gordexola, recién llegados al sector de Urkiola-Mañaria, atacasen las posiciones recientemente perdidas, pero todo fue en vano. Equipado con sólo dos cargadores de fusil por gudari, el Gordexola no logró progresar hacia Saibigain, lo que dejó a los asturianos sin opciones, pues la maniobra en tenaza se antojaba imposible. De ese modo, de nada sirvió que los milicianos asturianos, que se movían con sorprendente agilidad monte arriba calzados con sus madreñas de madera, conquistasen, partiendo desde Urkiola, la cima del Saibitxiki. Paralelamente, el tercio de Oriamendi, perteneciente a la 3ª Brigada de Navarra, se hizo con la cima del Urkiolamendi y las tropas vascas ya no pudieron sostenerse en el alto de Urkiola, con lo que hubo que retirar toda la línea en dirección al Untzillatx. Las posiciones franquistas quedaron en alturas ventajosas desde las que se dominaba la carretera de subida al puerto, que era batida con fuego de mortero y ametralladora. La aviación republicana hizo acto de presencia sobre este frente, arrojando algunas bombas y ametrallando concentraciones de vehículos y soldados. En los siguientes días su presencia sería testimonial. En la madrugada del 11 de abril se produjo el segundo ataque al Saibigain, pero el batallón Asturias nº 8 se perdió y tuvo que recular a sus posiciones de inicio, frustrando la operación.

12 abril, tercer ataque

Decidido a dar un golpe de efecto y recuperar las posiciones perdidas en la línea de los puertos. El Estado Mayor del Ejército Vasco preparó una operación de envergadura cuyos objetivos eran Saibigain, Altun y Arralde y de nuevo fue asignada para el ataque la brigada de Antoñanzas. A las seis menos cuarto de la tarde de un tormentoso 12 de abril, siguiendo la misma ruta que recorriese el Gordexola apenas cinco días antes, los batallones asturianos nº 8, nº 43 y dos compañías del nº 25 se lanzaron al asalto desde las peñas de Ar-tzate, manteniendo el fuego con el enemigo hasta que casi se hizo de noche, momento en que pusieron en fuga al 3ª Batallón de San Marcial, al que hicieron cuatro prisioneros y un botín de armas y pertrechos entre los que había 92 fusiles, 2 ametralladoras y 1 mortero. Tras informar al jefe del sector, al que pidieron granadas de mano y municiones, los milicianos asturianos se aprestaron a defender la posición recién conquistada en medio de un diluvio que no amainó hasta la una de la madrugada. Todas las alarmas saltaron en el puesto de mando del coronel Latorre, que se había hecho cargo del mando del subsector, y de nuevo correspondió a la 1ª Brigada de Navarra la misión de tomar el Saibigain. A las seis de la mañana ya se encontraba el tercio de Navarra en el Saibitxiki y para entonces ya habían ocupado posiciones de salida los tercios de San Ignacio y Montejurra y el batallón de montaña Sicilia. Pero antes fue necesario someter a los asturianos al castigo de dos modernísimas baterías de cañones AA alemanes de 88 mm., empleadas por primera vez contra objetivos en tierra con una precisión tal que barrían todo a su paso, segando una vida tras otra en una cima pelada en la que no había ningún lugar donde ocultarse. En la desbandada los hombres de Antoñanzas dejaron tras de sí 33 muertos, 18 desaparecidos y numerosos heridos que no pudieron ser evacuados y tuvieron que ser atendidos por los gudaris del Gordexola.

13 abril llega el Arana Goiri

Aunque la operación del día 12 no tuvo el éxito esperado, el cuartel general del Ejército de Euzkadi no se desanimó: el Saibigain debía ser conquistado. Para ello solo necesitaba batallones de refresco que llevaran todo el peso del ataque principal, ya que la infraestructura de apoyo continuaba intacta. Los dos batallones elegidos para la ocasión fueron el Arana Goiri, que procedía del sector de Lekeitio, y el Cuerpo Disciplinario, acuartelado en Portugalete. El primero en llegar a Mañaria fue el Disciplinario, cuyo comandante, Amós Ruiz Girón, se presentó a Juan Ibarrola al atardecer del día 13. Poco después llegó Felipe Bediaga, comandante del Arana Goiri, en compañía de sus capitanes. Todos se extrañaron de que Ibarrola se expresase a voces, pero más extraña aún era la presencia de un estrafalario personaje, que llevaba media docena de granadas de mano, una bandolera repleta de balas y dos revólveres, a quien todos llamaban Sandino. Ibarrola, a quien las largas jornadas sin dormir habían hecho mella, mostraba su perfil más irritable y en un momento dado abroncó al tal Sandino por una bombilla. La falta momentánea de luz bien pudo contribuir a la tensión que se respiraba en el ambiente, pero la realidad es que Ibarrola y Bediaga no se llevaban bien. En un momento dado, el jefe del sector presentó a su jefe de Estado Mayor, Valeriano Marquina, e indicó a todos los presentes que sería la persona encargada de dirigir la operación en su nombre. Marquina, recién venido del frente de Madrid, era un comunista que había aparecido en Bizkaia para hacerse cargo del EM de Ibarrola, a quien pretendía controlar totalmente. Sin embargo, fue Ibarrola quien llevaba la voz cantante en la reunión y empezó describiendo el desarrollo de la operación de ataque: precedida de una preparación artillera, partiendo de Eskubaratz a través de las peñas de Artzate, sería el Arana Goiri quien iniciaría el asalto al Saibigain mientras el Disciplinario le cubriría el flanco derecho. Cuando hubo terminado su planteamiento, Bediaga intervino para decir que el día era de temporal y frío intenso, por lo que consideraba pertinente aplazar la operación. Esta propuesta sacó de sus casillas a Ibarrola, lo que no amilanó a Bediaga, que empezó a cuestionar incluso la lealtad del Disciplinario, lo que encrespó aún más el ánimo del jefe del sector, que dio la reunión por zanjada tras ordenarle que el Arana Goiri se aprovisionase para el ataque. Una hora después, Bediaga se presentaba de nuevo ante Ibarrola para pedir de nuevo el aplazamiento de la operación y entonces éste le insinuó la posibilidad de actitud cobarde, a lo que Bediaga respondió: «Mañana le demostraremos que no lo somos. Yo, como el resto de oficiales, avanzaremos los primeros como lo hacen todos los batallones vascos y le doy mi palabra de honor de que tomaremos la posición o nos dejaremos la vida en el empeño».

14 abril, último ataque Los protagonistas del último ataque al Saibigain, el batallón Arana Goiri y el Cuerpo Disciplinario, abandonaron Mañaria al amanecer iniciando el ascenso por Eskubaratz para llegar a mediodía a las peñas de Oba. Mientras la tropa descansaba, Bediaga y Ruiz Girón se dirigieron al puesto de mando del batallón Guillermo Torrijos en las peñas de Artzate, donde les esperaban el comandante Luis Iglesias, Marquina y el doctor Constantino Salinas. Bediaga, visiblemente contrariado por los incidentes de la víspera, invitó a Marquina a acompañarle en la operación, a lo que este declinó, pero la tensión fue in crescendo y, finalmente, Marquina no se pudo contener y se dirigió al comandante del Arana Goiri con alguna blasfemia seguida de una frase cargada de reproches: «¡Se vence o se muere!». Después de fundirse en un abrazo con Ruiz Girón y despedirse, Bediaga se reunió con sus oficiales y se hizo un sorteo entre las diferentes compañías, resultando que la Kortabarria atacaría por el centro, la Gorbeia por la derecha y la Leitzaola por la izquierda, mientras que la Arbola-Gaña quedaría en reserva para proseguir hasta el Saibitxiki. Luego el padre Apoita bendijo a los gudaris y, tras una arenga de Bediaga, dio comienzo la operación. Cubiertos por la niebla los gudaris llegaron a las alambradas, pero esta se disipó y pronto quedaron bajo el fuego de las avanzadas del Flandes nº 5. Los oficiales se pusieron por delante de sus hombres, que subieron monte arriba en medio de las balas, que causaban bajas a cada instante. El comandante Bediaga, pistola en mano, se incorporó al ataque de la Kortabarria y llegó hasta la cima en compañía del gudari Satur Arias, que le ayudó a cambiar la bandera bicolor por la ikurriña, y luego cayó muerto por una bala; su cadáver nunca sería recuperado. Todos los oficiales fueron muertos o heridos. Al hacerse de noche el Saibigain ofrecía un aspecto dantesco, por todas partes había cadáveres y moribundos. Los heridos que podían andar eran afortunados, pues no pocos quedaron arriba sin ser evacuados. Al día siguiente se perdió definitivamente la posición por el ataque de la 1ª Brigada de Navarra. El monte de la sangre había costado al Arana Goiri cerca de 50 muertos y más de 100 heridos. El batallón que defendía la cima, el Flandes nº 5, tuvo 25 muertos y cerca de 30 heridos.

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